"¡A mí me pudo haber devorado un león!"
Daniel Valencia Caravantes, Sergio Arauz / Fotos: Fréderick Meza
¿Todavía no entendemos por qué dice que se salvó?
Yo era odontólogo del edificio Rubén Darío. Ahí teníamos la sociedad dental de El Salvador: más de 30 clínicas, y yo hacía cirugía y hacía endodoncia. El terremoto fue el 10 de octubre, faltando 10 para las 12. Pero yo no estaba ahí, porque cambié mi día de consulta. El viernes, cuando yo estaba saliendo de San Diego a traerle comida a los obreros al Camino Real, ahí en la entrada del puerto, se dio el terremoto. Cuando regresé al rancho todos los obreros estaban asustados, y ya de retorno, vi muchos derrumbes. Me afligí.
¿Si le hubiera tocado la clínica el viernes, dónde hubiera estado?
Adentro del Rubén Darío. Ahí fue el símbolo del terremoto, ahí murieron todos mis colegas: Fernando Granados, Ricardo Osorio Zepeda, mi asistente...
¿Eran socios?
De
¿Y nadie demandó?
Un señor de origen palestino era el dueño. Ahí murieron más de mil 300 personas. La barbería que estaba en el sótano era donde yo me recortaba el cabello. Ahí había un restorán, eso quedó intacto, pero la gente murió de inanición, en la oscuridad, sin agua, sin comida... Cuando los lograron rescatar ya tenían como 13 o 14 días.
¿En qué piso tenía su oficina?
En el segundo. Yo no tenía salvación ahí. Hubo casos impresionantes: la clínica estaba pegada a unos ventanales de vidrio. Abajo estaba el almacén El Capitolio. Enfrente había un camión con telas. Y hubo personas que estaban en el segundo piso que la fuerza del edificio, al colapsar, las expulsó. Y hubo una que cayó en el camión con telas y se salvó. Yo me salvé por esas circunstancias. Lo que la gente decía: quizá Dios así lo quiso.
A lo mejor lo quería en Arena, de diputado, de alcalde... ¿Ya andaba en política para esos años?
Sí, era del sector profesional de Arena. Siempre admiré mucho al mayor (Roberto d´Aubuisson). No puedo presumir que anduve con él, porque no es cierto, pero sí pude conversar con él tres veces. Puse una clínica con 10 colegas odontólogos para atender a los niños pobres de la comunidad “
¿Y eso, a petición del partido?
El partido me lo pidió a mí. Estoy hablando del 83 o el 84.
¿Quién lo ánimo a meterse en el partido?
Un amigo arquitecto, el Chato Castro, pero la verdad es que en mi clínica tenía un televisor, y veía cuando el mayor D'Aubuisson daba mensajes importantes para la nación. Hasta después supe que los grababa en Guatemala.
¿Le gustaba cómo hablaba?
Sí. Otra anécdota: tuve a una célula del FMLN como pacientes, sin saber que eran pacientes. Me pagaban siempre en efectivo. El doctor Galeano, que era karateca y que habíamos sido compañeros en la universidad, me dijo: “Te voy a traer a unos hermanos para que los atendás, nos han dicho que sos un buen profesional, que trabajás muy bien y que sos justo para cobrar”. Y lo curioso es que cuando les llenaba las fichas, ninguno tenía el mismo apellido. Ahí vino una costarricense, Gabriela Pino, que después le encontraron que era guerrillera y se refugió en la embajada de México, creo, cuando la persiguió
¿Por qué?
Por cuestión de ideologías y principios. Nunca comulgué con esos movimientos revolucionarios, aparte de que era un fiel admirador del mayor Roberto d´Aubuisson.
¿Eso se explica en función de que su padre era…?
Una persona conservadora, hombre de confianza de los presidentes Óscar Osorio y José María Lemus. Se jubiló en la época, creo, del coronel Rivera. Pero fue hombre de confianza. Mi papá pasó los últimos 15 años como telegrafista de confianza de los presidentes de
¿No le contó ni uno?
Al final, cuando doña Lety de Osorio le metió un balazo al coronel Osorio, en la pierna, creo.
¿¡Ah!?
Sí. Eso lo contó mi papá, pero hasta que ya estaba jubilado. Y les conocía todas las queridas...
Ja, ja, ja.
Porque todas las llamadas (telefónicas) pasaban por él. Todas.
¿Era una especie de encargado de inteligencia?
Ajá. Yo dormía muy seguido en Casa Presidencial, y ahí está el balcón donde parqueaban el Oficial 1, que era un carro negro, siempre. El Oficial 2, era el del vicepresidente. Entonces, yo dormía ahí y jugaba en los pasillos y en más de una ocasión el presidente Osorio o Lemus me tuvieron en su oficina, jugando. Yo patinaba en el parque Venustiano Carranza, con mi hermano. Una vez ya nos habían subido a “la palomita” porque nos habíamos metido a las aceras de Casa Presidencial. “Si son los hijos del telegrafista, son los hijos de don Antonio Quijano”, le dijeron a los guardias para que nos soltaran. Yo tenía, quizá, unos siete años.
¿
Era una babosada con un cumbo atrás. Entonces, a los que andaban infringiendo, los subían.
¿Se acuerda de alguna plática con alguno de esos presidentes?
Lo que recuerdo es que me preguntaban cuáles eran mis aficiones, sobre todo el coronel Osorio. Pero lo que siempre recuerdo es que... yo lloré la primera vez que regresé a Casa Presidencial ya siendo diputado, cuando el doctor Calderón Sol toma posesión, en el 94. El doctor invitó a un desayuno a la fracción legislativa de Arena y yo nunca había vuelto a entrar, desde mi infancia, a ese lugar. Y tenía tan vivos los recuerdos de la oficina de mi papá: que de un lado era de barrotes... yo estaba en la misma mesa donde estaba el doctor Calderón Sol como presidente, estaba René, Walter, Gerardo Suvillaga... pero mi mente no estaba en la mesa, estaba viendo al otro extremo del salón José Matías Delgado, donde estaba la oficina de mi papá. Veía las persianas y no me aguantaba las ganas porque terminara el desayuno e ir ahí. Entré donde mi papá tenía su catre de hierro, donde yo dormía con mi papá y lloré como no tenés idea.
(El alcalde nos hace entender cómo lloró, cuando detiene el relato para enjugar sus lágrimas con la yema de los dedos, y se aclara la garganta con un suspiro. “Ya me emocioné”, dice, en tono de excusa, mientras intenta ocultar esas gotas que ya quieren escabullírsele de los ojos, y sigue recordando aquella oficina con el balcón "donde yo metía las piernitas, que quedaban colgando y el presidente Osorio jalaba, molestando, mientras pasaba por el pasillo contiguo, cantando “Allá en el Camino Real hay un hombre aparecido…” o “Ahí viene el negro Zumbón, bailando...”." También se le corta la voz al recordar que vivió en un mesón, y que su mamá le daba un jaboncito y unas yinitas antes de hacer la cola para llegar a la pila, y bañarse con un huacal. Otros 15 o 20 inquilinos hacían fila para esperar su turno).
¿Y por qué no se hizo militar?Quise entrar a la Escuela Militar y clasifiqué en todo, pero salí mal de la vista. Padezco de discromatoxia. No conozco los colores.
¿En serio? ¿Confunde los colores?
Se llama discromatoxia cuando todo el espectro lo confundís. A mí se me hace un relajo. Hay días que no doy una. Por ejemplo, cuando me dicen que vea a una señora que viene de camisa verde, y si viene otra que se parezca al amarillo o al verde, me confundo.
Péreme, ¿o sea que a usted el chaleco tricolor le da igual?
No, no, no. Es decir, sí veo los colores, pero si me ponés un rojo que pueda confundirse con el anaranjado, me ponés en una profunda duda.
(Sergio se solidariza con el alcalde y confiesa que padece la misma enfermedad. Luego, el alcalde bromea con su problema, y termina de contar que por eso no pudo ser militar, que había pasado todas las pruebas, menos la visual. Se enorgullece al contar que nadie le ganó, en
Una pregunta: ¿su problema visual no le afectaba su práctica médica?
Para eso no necesito los colores. Con una resina ya puedo ver el color de los dientes.
Nunca he visto el verde del semáforo, siempre lo he visto blanco.
Ja, ja, ja. (Yo también, comenta Sergio).
Cuando yo iba a aprender a manejar, me dieron el asunto, yo decía: ¿cuál es el verde? Si la luz del alumbrado público y la del semáforo las miro igual; el amarillo del semáforo y el rojo igual. Prefiero parar en el amarillo del semáforo, prefiero parar... ¡ya me van a venir a quitar la licencia, vos!
Ja, ja, ja. ¿Y entonces cómo hace?
Ya me los puedo de memoria ahora, ya el verde lo miro blanco pero ya sé que es verde. Con el amarillo si no atino. ¿Y vos cómo lo ves?
Yo lo miro blanco también… pero uno ya se puede de memoria la posición.
Poné que no solo yo soy así. Mis hijas siempre están atentas: papi, está en verde; papi, está en amarillo, ellas nunca están confiadas cuando yo las estoy conduciendo. Ya me vas a poner un examen.