El Ágora /

'Me dio risa cuando el arzobispo habló de un ojo masón'

Hace casi dos años el arzobispo de San Salvador ordenó destruir el mosaico de la catedral de San Salvador, que Fernando Llort consideraba su obra más importante. A Llort le dio risa escuchar al arzobispo justificar su decisión diciendo que el mural tenía símbolos masones. Perdonó a hechores y consentidores, y dice hacer suyas las palabras de Jesús: 'Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen'.

Miércoles, 6 de noviembre de 2013
Élmer L. Menjívar y María Luz Nóchez

Fernando Llort nunca le tuvo miedo a las preguntas que la vida le puso enfrente. Nunca tuvo miedo de lanzarse a la búsqueda ni a cambiar de camino según cada respuesta que encontraba. Buscando cómo usar sus manos para crear, llegó al taller de cerámica del maestro César Sermeño, quien le dijo que tenía vocación de escultor. Fue en un retiro espiritual de las Jornadas de Vida Cristiana cuando tuvo un encuentro con Dios: “Me encontré conmigo mismo, me vi siendo un sacerdote”, y eso le bastó para decidir entrar al seminario diocesano. “Pensé que esa era la única manera de servir a Dios. Yo estaba muy jovencito, tenía 15 años”, y ahora, a sus 64 años, recuerda cómo ese camino lo llevaría por otros rumbos.

Fernando Llort, Premio Nacional de Cultura 2013. Foto Mauro Arias
Fernando Llort, Premio Nacional de Cultura 2013. Foto Mauro Arias

Trayectoria de Fernando Llort:

  • 1949 | El 7 de abril, nace en San Salvador, uno de los seis hijos del hogar formado por Baltasar Llort y Victoria Choussy.
  • 1964 | Tomó clases de cerámica con el maestro César Sermeño.
  • 1966 - 1969 | En este período, Llort comenzó a pintar mientras estudiaba en Francia. 
  • 1970 | Regresa a El Salvador para formar parte de “La banda del sol”, en la que participó junto a Manuel Martínez Daglio, Max Martínez, Carlos Aragón, Ricardo Archer y Alejandro Bella Battle.
  • 1972 | Llort se instala en La Palma, a los 23 años.
  • 1978 | El maestro pintor Carlos Cañas le da un taller privado de grabado en La Palma.
  • 1980 | Elabora un mural de 30 m en el Hotel Presidente Hyatt. La obra, sin embargo, fue destruida en una remodelación.
  • 1981 | El artista abre las puertas del centro Cultural  “El Árbol de Dios”. Aquí Llort  prosiguió con su labor  de enseñanza  y los artesanos, venían desde La Palma  a entrenarse.
  • 1983 | Con motivo de la visita del Papa Juan Pablo II, le fue encargado a Llort la decoración del templete para la misa pontificia. Así como el diseño de la estola Papal para la ceremonia.
  • 1985 | Trabaja en la decoración de la Capilla Monseñor Romero en la UCA, en San Salvador.
  • 1989 |  Fernando Llort crea una fundación de utilidad pública, la “Fundación Fernando Llort para el Fomento del Arte y la Cultura”.
  • 1997 | Llort es seleccionado para que presente alternativas al proyecto de un mural para la fachada de Catedral.
  • 1999 | Se inaugura la remodelación de catedral con el mural de Llort en la fachada principal.
  • 2003 | Recibe de la Asamblea Legislativa la distinción honorífica de Hijo Meritísimo de El Salvador.
  • 2011 | El mural de la fachada de catedral metropolitana es destruido por orden de monseñor Escobar Alas.
  • 2012 | En agosto, la Secretaría de Cultura le dedica una exposición retrospectiva de su vida como artista en la Sala Nacional de Exposiciones “Salarrué”.
  • 2012 | En noviembre, la Alcaldía de San Salvador inagura el mural 'Abrazo fraterno' en el monumento al Hermano Lejano.
  • 2013 | El presidente Mauricio Funes elige a Fernando Llort como Premio Nacional de Cultura.

Se fue al Seminario Misionero del Espíritu Santo en Antioquia, Colombia, se enfermó al poco tiempo de llegar y se regresó. Pero fue persistente y consiguió ir a Toulouse, Francia, a seguir con los tres años de estudios de filosofía para el sacerdocio. Ahí, sus compañeros le preguntaban cómo era El Salvador, qué había, cómo era la cultura, y la pregunta lo llevó a un vacío. “Ahí es donde yo empecé a dibujar motivos mayas, dioses mayas, hice unos cuadros, en mis ratos libres me ponía a dibujar y hasta hice una exposición allá, en Toulouse, y vendí todo, luego seguí mi deseo por seguir buscando mi identidad cultural y por dibujar y por pintar”.

El siguiente destino fue Lovaina, Bélgica, para estudiar teología. “Estando ahí me sentí en un ambiente que no era para mí, era muy gris, no había color en el paisaje, me hacía falta la comida, me hacía falta el sol. Me di cuenta de que mi vocación no era para sacerdote”, y decidió regresar a San Salvador a ejercer su nueva vocación: pintar. “Aquí comencé a trabajar con lo que yo encontraba, hacía collages con maderas tiradas, hierros viejos, con lo que encontraba, porque no tenía para comprar materiales, y mi papá no me daba nada porque no estaba de acuerdo con que yo me dedicara al arte, me decía que lo viera como hobby y que sacara una carrera profesional”. 

Pero el pasatiempo se volvió un asunto cada vez más serio. Entre 1969 y 1970 consiguió tres exposiciones importantes, una bajo la mirada y el abrazo de Julia Díaz, en la entonces Galería Forma, quien le animó a dedicarse al arte. También estuvo en la Sala Nacional de Exposiciones, y en la galería el Bigote Rosado, que estaba en Metrocentro. A pesar de que intentó hacerle caso al consejo paterno y entró a estudiar arquitectura en la Universidad de El Salvador, pronto desistió. “El dibujo me parecía muy rígido, y mi dibujo es creativo, me gusta crear formas y figuras. Me salí de arquitectura y me dediqué a pintar… como mi papá seguía en desacuerdo, decidí irme de casa y me fui a vivir a La Palma, en Chalatenango”. Eso era en 1972.  

A La Palma no se fue solo, se fue con La Banda del Sol, un grupo de música de protesta en el que Llort ponía la voz líder junto a los músicos Manuel Martínez, Max Martínez Daglio, Carlos “Tamba” Aragón, Alex Bella Batres, Ricardo Archer y otros con quienes formaban una comuna jipi. La banda es considerada por muchos expertos en la música nacional como la mejor banda musical de El Salvador. Llort atribuye el éxito de su proyecto musical a las buenas vibras: “Éramos muy amigos, convivimos mucho tiempo, vivíamos en una comunidad como una hermandad, siempre andábamos juntos, dábamos conciertos en la UCA, en la iglesia Anglicana, en el Liceo Salvadoreño, dimos un concierto con lleno total en el cine Terraza...” Era música de protesta en baladas. Willie Maldonado grabó tres de los temas de la banda: Abriendo Caminos, que hablaba de “caminos para buscar la luz dentro de nosotros”, o El Planeta de los Cerdos, una crítica contra los militares, y El Perdedor, una canción de amor. Antes de llegar a La Palma, este camino los hizo pasar por la cárcel: “Estuvimos presos cuatro días porque éramos jipis y porque andábamos creando conciencia contra el gobierno... Nos fueron a buscar a una casa que quedaba en Los Planes”.  

En La Palma inició el trayecto que lo llevó a recibir el Premio Nacional de Cultura 2013 por su labor de gestor cultural. Ahí compartió con los artesanos locales la técnica, su estilo, su iconografía y su apuesta por crear una estética con la que responder a aquella inquietante pregunta que le hacían sus compañeros de filosofía en Toulouse. En esta entrevista, responde con lucidez desde su sala, rodeado de su obra, sus recuerdos y su memoria. 

Fernando Llort en su hogar. Foto Mauro Arias
Fernando Llort en su hogar. Foto Mauro Arias

Usted dice que su generación fue la generación jipi de El Salvador, que en su comunidad fumaban marihuana, leían la Biblia, buscaban a Dios, la paz y el amor, y también dice que eran eran cristianos católicos. Era el inicio de los 70. ¿No era difícil combinar todo eso en una sociedad salvadoreña con una Iglesia tan conservadora?
Nosotros vivíamos el cristianismo entre nosotros mismos, no le preguntábamos a la Iglesia si estaba de acuerdo o no. Vivíamos el cristianismo en forma de hermandad, en la forma en que Jesús nos enseña, amarnos los unos a los otros, a respetarnos los unos a los otros, a buscar los bienes espirituales, no los materiales. Ser jipi era igual aquí que en todo el mundo que se dio el fenómeno del cuestionamiento al sistema capitalista y al sistema de la guerra, al consumismo... Consumíamos marihuana, pero ninguna otra cosa más, buscábamos valores como el amor y la paz, vivir en comuna. 

Era una época con varias formas alternativas de vivir el cristianismo, entre ellas la teología de la liberación ¿Esa era su influencia?
No, en realidad nosotros no nos movíamos dentro de esos grupos. Sí íbamos a la UCA a cantar, y a algunos de los padres le gustaban nuestras canciones. Incluso el padre Martín Baró cantaba con nosotros. 

¿No era una actitud de izquierdistas entonces?
No. Sin embargo, dentro del grupo hubo quienes, en la búsqueda de la justicia, optaron por meterse en movimiento políticos de izquierda, como fue el caso de Carlos Aragón. Él murió en la guerra en Chalatenango.

¿Usted nunca quiso hacerse guerrillero?
No, nunca tuve la intención. Es más, llegó un momento en el que mi amigo me decía: “Mirá, mejor ya no vengás a verme, porque esto se va a poner yuca. No me visités porque te podés meter en problemas”.

Usted vivió en La Palma toda la época de los 70. En ese entonces Chalatenango era un lugar muy tenso…
Pues en La Palma no, el movimiento artesanal era tan fuerte que los talleres seguían trabajando y produciendo, incluso durante la guerra. Nunca dejaron de trabajar.

¿Cuándo fundó el primer taller?
En 1972. Yo vi a un niño raspando una semilla de copinol en la calle y dije: qué bonito, aquí se puede hacer un paisaje en miniatura. Primero me fui yo y alquilé una casita y me dediqué a hacer dibujos en semillitas. Luego unos amigos de San Salvador también se fueron a vivir allá y se hicieron artesanos. Luego empezó a llegar la familia de mi esposa a mi casa y les di mis dibujos para que ellos aprendieran, y aparte de la familia de mi esposa comenzaron a llegar jóvenes, señoras, adultos, niños, porque en La Palma no había nada de trabajo. Empezamos a hacer artesanía en madera y de ahí comenzamos a hacer en manta, en yute, y ahí fue donde formamos todo el movimiento artesanal de La Palma y que vino a hacer realidad el sueño que yo tenía de una entidad cultural. 

¿Y tiene idea de cómo llegó la noticia de sus artesanías hasta San Salvador? ¿Cómo comenzó a hacerse la artesanía más representativa de El Salvador?
Fue cuando comenzó a llegar la gente de San Salvador a La Palma, curioseando, por ver lo que yo estaba haciendo allá. Se llenaba de carros el sábado y el domingo y teníamos una galería donde vendíamos las cosas. Comenzó porque la gente empezó a identificarse con el arte, la gente de San Salvador empezó a verlo como algo nuestro. Incluso, aquí había un almacén que se llamaba Fraya y también Nahanché, que nos compraba productos, y de ahí se fue distribuyendo a más lugares y comenzaron también las ideas de la exportación.

Toda esta labor se desarrolló antes, durante y después de la guerra, pero usted habla casi como que La Palma era una burbuja. ¿Cómo se lograba esto? ¿Cómo influía la guerra?
Vivíamos en una zona conflictiva, había enfrentamientos. A mí me tocó con mis hijos estar en varios enfrentamientos entre la guerrilla y el ejército. Pero el trabajo de artesanías nunca se detuvo. Incluso, soldados y guerrilleros le pedían a los artesanos que les hicieran dibujitos a los rifles.

¿Y el ejército nunca vio con recelo el trabajo que usted hacía? Porque en esa época ver a gente reunida era sospechoso. Más si usted tenía antecedentes de rebelde, incluida una canción contra el ejército. ¿Nunca le implicó eso una tensión?
No, nunca, no tuvimos problemas con el ejército. Me amenazaron pero no fue ni la guerrilla ni los soldados, sino que me llegó una carta en la que si no daba 35 mil colones iban a secuestrar a mis hijos y a mi esposa. Eran unos delincuentes comunes que se aprovechaban de la situación de la guerra para extorsionar. Y así fue que en el 80 decidí venirme a San Salvador. No les di el dinero nunca. Nos establecimos aquí y mi esposa pensó que siguiéramos con la actividad artesanal poniendo una venta en la terraza de esta casa que le pusimos El árbol de Dios. Yo ponía mis cuadros, las artesanías de La Palma. Luego alquilamos una casita aquí en la esquina y mudamos la tienda y abrimos talleres de cerámica y serigrafía. Después de eso pasó el tiempo y un primo mío que es arquitecto (Salvador Choussy) me dijo que por qué no construíamos algo donde tuviera yo mis cuadros, las artesanías, la cerámica y los talleres. Entonces fue que abrimos El árbol de Dios en La Mascota, en 1985.

Fernando Llort el día de su primera comunión.
Fernando Llort el día de su primera comunión.

¿Y cómo se mantenía la relación con la gente de La Palma?
Pues yo les seguía dando a ellos apoyo como un asesor artístico de ellos, clases de cómo dibujar, hacer las caras, ellos venían hasta San Salvador y yo les seguía dando las clases, les daba ideas de cosas nuevas. Siempre los ayudé. La gente tenía una habilidad innata que yo se las llegué a despertar. Ya la gente de por sí tenía esa vocación, esa habilidad, y entonces se trataba nada más de ponerla en acción.

Ahora todavía existen esos talleres, pero, ¿son independientes o siguen teniendo relación con su familia?
Independientes. Incluso, el taller que yo tenía en La Palma, cuando vi que estaba creciendo, que se estaba haciendo de bastante gente pensé en formar una cooperativa y se llamó La semilla de Dios y se incorporaron los artesanos que trabajaron conmigo, que eran como 60, pero de ahí varios de ellos se independizaron y crearon sus talleres, independientes en todo sentido. La cooperativa sigue, soy un socio más, además del fundador, y cuando voy a La Palma los visito y llevo gente a que conozca el proceso.

La iconografía que usted ha desarrollado, a primera vista, es geométrica, de colores muy primarios. ¿De dónde viene esa idea?
Viene de que lo que a mí me gustaba del arte maya, de los ancestros, era la simplicidad de la línea y entonces dibujaba los pájaros o los motivos de las flores, o lo que sea, en forma natural y ahí lo simplificaba para llegar a ser geométrico con las líneas simples y sencillas para que lo pudiera entender y para que lo pudiera desarrollar la gente.

¿Cuáles fueron sus influencias? ¿Cubismo? ¿Expresionismo? ¿El muralismo mexicano?...
Fue pura búsqueda personal de crear ese tipo de dibujo usando la flora y la fauna de El Salvador. La intención era comunicar de una manera más sencilla, más simple la belleza y enviar un mensaje de paz, de alegría, de gozo, de esperanza… El color para mí es vida. Eso es lo que yo trato de comunicar.

Ha dicho que su papá estaba en contra de que usted se dedicara al arte. ¿Cómo logró romper con el esteotipo de que solo se debe ser artista como pasatiempo?
Mi papá le llamaba al cura de La Palma para preguntarle qué es lo que estaba haciendo su hijo allá... ja, ja, ja... Pero cuando él se dio cuenta de que yo realmente había hecho en La Palma una labor de trabajo, que ahora la gente tenía trabajo en algo más allá de la agricultura tradicional, y cuando me vio con mi esposa y con mis hijos y que yo había formalizado mi vida, se sintió muy orgulloso de mí y decía que le agradaba mucho lo que yo estaba haciendo y se rompió el esquema.

Su obra está presente en altares con cierto significado, como la Capilla de la UCA, donde están enterrados los jesuitas asesinados en el 89, y ahora en Londres también está en una capilla dedicada a monseñor Romero. Sabemos de varias iglesias emblemáticas de mártires de la guerra donde también está su arte. ¿Por qué cree que las víctimas de la guerra se han identificado con su obra?
Yo creo que se han identificado porque han visto que al pueblo le gusta y que es algo del pueblo, para el pueblo y que identifica a El Salvador. Es más, ahí en La Palma se dio el primer diálogo por la paz, el fenómeno de La Palma era la paz... Es de esa manera que me han pedido a mí trabajos para la Iglesia, para la UCA... esta cruz de Romero en Londres, que tiene 6x4 metros, es una cruz en la que está la figura de Jesús, de monseñor Romero, está una Santa Cena, un pedacito del alba con la sangre de monseñor Romero, el sombrerito de él y un relicario... Y pues, a la gente le gusta mucho mi arte. Además, soy muy devoto de monseñor Romero.

Acaba de mencionar que La Palma fue donde se dio el primer diálogo de paz, ¿tuvo eso que ver con esa atmósfera que se había creado cuando usted y sus amigos llegaron con la filosofía hippie de la paz y el amor o fue casualidad que se escogió para hablar de paz a La Palma?
La verdad es que no sé realmente cuál fue el motivo real, en ese tiempo el presidente Duarte estaba en el poder, y yo sé que a él le gustaba mucho mi obra, le gustaba La Palma. Creo que muchos estaban de acuerdo en que La Palma fue un lugar muy especial con una identidad cultural propia, con los colores y artesanías que identificaban al país y creo que por eso lo eligieron.

¿Usted conoció al presidente Duarte? ¿Tenía una relación con él?
Pues hubo una vez que lo invité a una exposición que tuve en El Árbol de Dios, poco antes de que él falleciera. Llegó y me dijo que a él le gustaba mucho mi obra, él tenía cuadros míos, porque él pintaba también, y me decía que siguiera con esos colores, que eran mis colores, que no los perdiera nunca.

Usted estudió con César Sermeño y Carlos Cañas, dos grandes de la plástica salvadoreña que también son premios nacionales de cultura. ¿De qué manera influenciaron su quehacer artístico?
Me sirvieron mucho para enseñarle a la gente para compartirles de lo que yo sabía de cerámica, por ejemplo, en la cooperativa. Les enseñé de cerámica, y me sirvió lo que me enseñó de grabado Carlos Cañas porque de eso aprendió también gente de La Palma... De hecho, actualmente yo tengo un taller de grabado en el que trabaja un muchacho de La Palma, un gran artista, un gran artesano, al cual yo le he enseñado todo lo que me enseñaron a mí.

En algún momento trabajó en función de que su obra llegara a ser algo tan icónico de El Salvador que se puede encontrar en pueblitos de La Mancha, en España, en Japón, Australia... ¿pensaba usted que iba a llegar a ese alcance?
No, yo no pensé que iba a llegar tan lejos. Siempre soñé con darle a mi país una identidad cultural, pero nunca pensé que iba a cruzar tantas fronteras.

¿Tiene usted herederos artísticos que van a continuar con esto?
Sí, actualmente en La Palma existe la primera generación a la cual yo le enseñé, y ya hay una segunda y una tercera generación de artesanos.

¿Hay alguno de sus herederos artísticos que haya tomado un camino distinto con su propio lenguaje?
Sí, yo les decía siempre que esperaba que ellos lo hicieran mejor que yo y que el que tuviera vocación creativa que la desarrollara. Algunos artesanos han seguido mis dibujos, pero también hay otros que han evolucionado, como es el caso de un pintor que se llama Óscar Jiménez que ha hecho cosas nuevas y ha desarrollado su propia creatividad.

 Video por Óscar Luna

Cuando la Asamblea lo nombró hijo meritísimo de El Salvador hace 10 años, usted insistía mucho en ese discurso de que ese reconocimiento era en realidad para los artesanos. ¿Cuál es su visión del artesano?
Darle una mayor dignidad al artesano. Ese trabajo, si lo hacen con amor, es arte, no importa si es en una semilla o en un retablo, es arte si lo hacen con amor y con dedicación.

¿Qué siente usted respecto al mural de catedral a casi dos años desde que fue destruido?
Para mí fue un momento de tristeza, pero yo soy una persona que no guarda rencor. Más bien hago mías las palabras de Jesús: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”, y sí en ese momento me causó tristeza, fue duro para mí, pero yo paso esa página para vivir un presente positivo en el que ya no cuenta eso. Y creo que ese mural vive en el corazón de todos.

Entendemos eso del perdón personal, pero para el pueblo que se pueda sentir ofendido y dolido, sabemos de gente que ha llorado frente a la catedral desnuda, y que aparte de eso hay también hechos ilegales en ese proceso. ¿Usted esperaría, por la institucionalidad del país, que en algún momento se hiciera justicia si se prueba que se violó la ley?
Yo eso lo dejo en manos de la Iglesia y de la Secretaría. No me metería yo.

¿Pero sintió que ellos respondieron como tendrían que haber respondido en su momento?
Bueno, creo que hicieron lo que tuvieron que haber hecho. Y puede ser que una gente lo vea bien, otra gente lo vea mal.

¿Y en su perdón incluye solo a la Iglesia o incluye también a la Secretaría?
Sí, incluye a todos.

María José Llort, hija menor de Fernando, que estaba sentada a un lado de su padre durante la entrevista, toma la palabra para ampliar sobre este tema que han abordado como familia.

María José Llort: La verdad es que no tuvimos mucha información, en el momento en el que mi papi dijo “nosotros nos desligamos” nosotros no tuvimos más información. La enseñanza es que hay que perdonar y dejar ir, porque a nosotros no nos correspondía. En realidad él nunca quiso algo para él, ni económico ni de demanda, ni de pleito… Entonces uno llega hasta donde puede. Y él nunca quiso pelear ni seguir el proceso…

Uno de sus logros es que el pueblo se ha apropiado de su obra y hay una buena parte del pueblo que sigue muy dolida por eso…
Fernando Llort: Y eso a mí lo que me demuestra es el cariño que la gente le tiene a mi obra y el cariño que me tienen a mí, y eso ya es una gran motivación.

María José Llort: Hubo un debate de que si era o no patrimonio y al final yo a él le leía las cosas que la gente decía en Facebook, el percibir que la gente lo siente tanto, eso es verdaderamente un patrimonio, cuando la gente se apropia y siente que era parte de algo. Hay gente que le gusta, otra que no le gusta, claro, no es obligación, pero el sentir eso era como que qué mayor prueba de que la gente ya se había apropiado. Y tratamos de apropiar esos mensajes. Aunque también hubo cosas malas, no todo era bueno.

En una entrevista con El Faro, Ramón Rivas, director de patrimonio en esos días, hizo el señalamiento puntual de que Secultura había dejado de hacer la gestiones por una orden directamente del presidente
María José Llort: Yo de hecho estuve en una entrevista en donde él dijo eso, pero a mí me tomó por sorpresa. Como le digo, nosotros tuvimos un límite de información, pero como igual ya pasó, hay que dejar ir… Realmente no nos corresponde a nosotros. Estábamos en medio de algo por lo que la Iglesia fue responsable y quien tenía que hacer cumplir la ley era la Secretaría, no nosotros. A menos que mi papá hubiera querido demandar.

¿Como familia se opondrían a un proceso que quisiera empezar la nueva Secultura del próximo gobierno o si de pronto la Fiscalía General encuentra pruebas de que sí se violó la ley?
María José Llort: Dependería de ellos. No sé si algún día va a suceder realmente, porque hubo varios movimientos y no sucedió nada.

Una pregunta que siempre quise hacerle: ¿ese ojo en el mural de catedral era un ojo masón, como llegó a afirmar el arzobispo y con lo que justificó la destrucción del mosaico? Ese ojo también está en La Cruz de Romero en esa catedral católica en Londres.
Pues es el ojo de Dios que incluso está en el Cristo de Esquipulas. Yo nunca pensé que se fuera a interpretar así. Yo soy católico y el hecho de hacerlo dentro del sol fue porque el sol para mí significa Dios, y para mí es el ojo de Dios.

¿Y cuando oyó lo que dijo el arzobispo qué sintió?
Me dio risa cuando el arzobispo habló de un ojo masón…

En muchas partes, sobre todo en la redes sociales de internet, la gente ha manifestado que es una ironía que le dé el premio un gobierno que no defendió su obra. Nadie niega que usted se lo merezca, pero no se pueden cerrar los ojos y no ver esta otra situación. ¿Cómo percibe usted esto?
María José Llort: Más allá del premio en sí, ha servido para ver a la gente tomándose fotos con él, niños, grandes, dándole la mano, haciéndole poemas… Para mí más allá del premio es todo lo que se genera alrededor, la gente que sí lo aprecia y se pone contenta por él. Se ha generado algo que más allá del dinero o de la medalla o cualquier cosa que pudiera hacer es bonito que lo reciba en vida.

Fernando Llort: A mí me gusta sentir que la gente me tiene un gran cariño, como dice María José, no solo a mí, sino que también a mi obra, y eso vale un montón.

¿Usted ha ido a misa a catedral desde que se quitó su mural?
No.

¿Pero la ha visto?
Ayer la vimos.

¿Y qué siente ahora que ve catedral?
La siento triste, que le hace falta vida. No la habíamos visto pintada solo de blanco... 

Usted, al igual que muchos artistas en este país enfrentó la realidad salvadoreña, un ambiente donde el arte no ha sido especialmente valorado. Su familia se oponía, usted se tuvo que ir del país… ¿Cree que las circunstancias han mejorado para quien quiera dedicarse al arte? 
Yo creo que van para mejor, va a haber leyes para los artistas que les van a ayudar con el respeto al artista y que los van a proteger.

A usted el Estado, como artista, aparte de los reconocimientos y diplomas, ¿qué le ha dado?
La identificación con mi arte. Siempre escogen de mi obra para dar regalos oficiales.

¿Pero de qué manera el Estado le ha devuelto algo por su obra? ¿Le ofrece una pensión, un seguro…? Y me pongo a pensar en el caso de Guatemala, que presume a sus indígenas como su identidad cultural, pero si uno va a revisar la situación de los indígenas verifica que el Estado no los cuida tanto como los presume.
María José Llort: Lo que pasa es que aquí no existe ninguna ley de cultura y entonces la generación de él está acostumbrada a no esperar nada.

Yo recuerdo que en el acto de la Asamblea del reconocimiento como hijo meritísimo a Leonardo Heredia, este contó la enfermedad que tenía y dijo que no recibía del Seguro Social ninguna atención. Lo más indigno de un país es que sus artistas se mueran en el abandono.
María José Llort: Ojalá que esa realidad cambie, porque nosotros El Árbol de Dios (en la Calle La Mascota) lo tuvimos que vender porque él se enfermó y uno tiene cosas que pagar. Hay gente que piensa que él se ha hecho millonario, pero no es cierto, nosotros vivimos del día a día, de la venta de artesanías, y siempre hemos tenido que pagar por nuestras cosas porque, como usted dice, no hay seguro, no hay pensión…

¿Y usted, Fernando, esperaría que eso cambiara?
Sí, yo esperaría que algún día se le reconociera con una pensión a los artistas.

Usted ha dicho que no se esperaba el Premio Nacional de Cultura. ¿Por qué, si su obra se ha convertido en la identidad iconográfica del país?
No me lo esperaba porque estoy muy joven. Para mí es algo en realidad muy bonito y les agradezco que hayan pensado en mí siendo tan joven, y que en vida hayan reconocido mi labor.

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