Opinión  

Desarrollando la esclavitud

Por Katharine Andrade Eekhoff
Publicada el 03 de noviembre de 2008 - El Faro

Desde hace varios años se ha buscado la manera de generar “desarrollo” vinculado con la migración.  El enfoque principal tiene que ver con el llamado “uso productivo de las remesas”.  Este énfasis asume en primer lugar que las remesas no son utilizadas de forma productiva (argumento con que disiento fuertemente, pero en lo que no quiero profundizar aquí), y en segundo lugar deja por fuera un sin fin de actividades económicas generadas alrededor del flujo de personas.  Sería más útil hablar en términos de los encademientos económicos de la migración o de lo que algunos describimos como la “economía migratoria”: en otras palabras, las actividades empresariales que son relacionadas con la movilidad humana en sus múltiples y diversas formas.  

 

Obviamente el envío de remesas y sus circulación en la economía nacional es un factor en la actividad económica de la migración. Y alrededor del envío del dinero ha crecido toda una industria de servicios desde los bancos que abren “sucursales” en el exterior, las cooperativas de ahorro y crédito, agencias de envío como Vigo, Western Union,
MoneyGram, y los encomenderos que viajan llevando paquetes, noticias, y dinero.

 

Incluso, la empresa Electra ha abierto oficinas en el camino por donde pasan los guatemaltecos y hondureños en México para que sus familiares pueden enviarles pequeñas cantidades de dinero en el camino- debe servir no solo para cubrir la comida y hospedaje en el trayecto, sino también reemplazar lo robado y seguramente el pago de rescate a los secuestradores.

 

Pero la economía migratoria implica algo mayor que simplemente esta industria tan obvia. Hay un encadenamiento económico en función de la mera actividad de emigrar. Están los abogados que mueven papeles para trámites de visas y permisos; los médicos que hacen  exámenes aprobados por la embajada respectiva; los fotógrafos que tomen las fotos para visas o pasaporte, e incluso los parqueos alrededor de las instalaciones de estos servicios- generalmente cerca de la embajada estadounidense o mexicana. Y no podemos olvidar a las agencias de viajes y las aerolíneas que transportan los pasajeros, junto con las medicinas, el pollo, el queso y la crema, y los tamales del mercado nostálgico viajando en el mismo avión.  Esta parte de los encadenamientos tiene que ver principalmente con los flujos legales de personas.

 

De igual forma que esta faceta legal genera empleos y flujos económicos junto con los flujos de personas, las múltiples maneras de viajar sin todos los documentos en orden se vinculan con una cadena “productiva” de servicios.  la forma “indocumentada” de viajar tiene un sin fin de clases económicas y costos para todos los bolsillos.  Funciona prácticamente fuera de la esfera legal, pero tiene casi todas las características de la economía migratoria vinculada a los flujos documentados.  Están los que contratan el servicio de un “coyote” –una especie de oscura agencia de viajes que arregla pasajes, conexiones, vías de trasporte, comida y hospedaje.  Ayuda en el cruce de fronteras y paga sus “impuestos”, aunque no a las entidades gubernamentales sino a otros que cobran peaje.  En algunos casos, se hacen contratos con un abogado (en años pasados se encontraban anuncios de estos servicios en los clasificados de los periódicos).  Es sin lugar a dudas un encadenamiento productivo de grandes proporciones, generando empleos y por donde circula mucho dinero.

 

Estas dinámicas económicas de la migración tienen una expresión muy concreta en los territorios con sus actores locales- en otras palabras, presentan una de las facetas del desarrollo local vinculado a la migración.  En Tecún Umán en el norte de Guatemala, y Tapachula en el sur de México, un sin fin de servicios de bares, hoteles, burdeles, comedores, lancheros y transporte en bus se ha dinamizado gracias al río de personas que pasan por estas zonas. 

 

Tecún Umán parece no tener nada en común con la ciudad colonial de Antigua, Guatemala, pero viéndolo en términos de actividad económica hay muchas semejanzas: gran flujo de personas que pasan de visita; hoteles; guías; comedores; restaurantes y servicios de transporte.  Hay incluso migrantes extranjeros (alemanes y estadounidenses en Antigua; salvadoreñas y hondureñas en Tecún Umán) que han llegado a permanecer en estas dos localidades y ahora son parte del sector de servicios (los primeros como dueños de hoteles o restaurantes; las segundas como prostitutas o trabajadores del sexo o esclavas en algunos casos).  La principal diferencia entre el tipo de “desarrollo” en estos dos casos tiene que ver con el estatus legal de las personas que transitan por estas zonas y por lo tanto el interés que los funcionarios ponen en las políticas para permitir un flujo legal y seguro de las personas. 

 

El tipo de encadenamiento en este sector de la economía migratoria (el de servicios vinculado al viaje mismo) muestra las diferencias abismales entre la exclusión y la inclusión.  La falta de políticas regionales de movilidad humana basadas en los derechos humanos ha terminado generando un mercado perverso para la inmensa mayoría de las personas que circulan por el corredor norte de las Américas.  Esta ausencia de mecanismos para moverse de forma legal ha empujado a miles de personas de buscar los servicios en un mercado paralelo e ilícito.  Ha generado un nivel de inseguridad solo comparable con las guerras.  Y en los territorios donde se vive la guerra es imposible pensar en un desarrollo para el futuro. Hay que romper con este tipo de encadenamiento, que se asemeja a las cadenas de la esclavitud.

 
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