Historias reales en las que solo se puede ganar:
The Fighter
Miguel Molina TobarLas películas deportivas son exitosas solo si nos logran involucrar con la historia de quienes la protagonizan. No basta con mostrarnos el triunfo o la derrota: esos son dos opciones tan simples como la vida o la muerte. Tiene que existir algo en el camino, en los personajes o en la técnica que nos mantenga el interés, y como es necesario en una película sobre una competencia, la tensión. Si medimos con ese criterio a The Fighter, la podríamos definir como un éxito a medias. El problema es que la película te deja con una sensación de desigualdad: la mitad que concierne a la competencia (en este caso, el boxeo) no es ni igual de fuerte ni igual de interesante que la historia personal.
Basada en una historia real, en The Fighter Mark Walhberg es Micky, un boxeador con mala suerte que ve su carrera manipulada por su familia entera: su hermano Dicky (Christian Bale), ex - boxeador, que lo entrena y ve en Micky la oportunidad de alcanzar glorias que él no pudo; su mamá Alice (Melissa Leo), quien tiene que balancear su ambición económica con el instinto de proteger a su hijo; su papá, quien se mantiene del lado de Micky pero tiene miedo de decirlo frente a su familia; sus hermanas, quienes actúan como parásitos que solo buscan encontrar en su hermano menor la forma para subsistir o encontrar fama indirecta.
Micky encuentra una salida inesperada a ese control desesperante en Charlene (Amy Adams), una guapa bartender que le hace ver el daño que le hace a su carrera la influencia de su familia. A partir de ese momento se crean dos bandos que se enfrentan constantemente y Micky, el principal afectado, sigue siendo solamente una pieza que mueven o manejan según las necesidades. Quizás por eso, Walhberg (quien además es productor de la película) se pierde en medio de las demás interpretaciones, en una actuación más interior que exterior. Incluso físicamente, y a pesar de contar con el cuerpo de un boxeador, su presencia es reducida, como si nuestras miradas no deberían estar sobre él. Sin embargo, en esa sutileza podemos encontrar la pelea interna de un hombre que sabe que de él depende un grupo demasiado grande de personas, pero que no deja que esa responsabilidad limite o altere sus metas.
Por eso, The Fighter encuentra su brío en los roles secundarios, especialmente en el de Dicky, quien tuvo un roce con la fama al pelear (y, presumiblemente vencer) a Sugar Ray Leonard en el ring, para luego terminar hundido en la adicción al crack. El personaje de Bale es secundario en la película, pero es el protagonista de un nuevo documental de HBO, que según él relatará su legendario (aunque controversial) triunfo ante Sugar Ray, pero en realidad se enfocará en su drogadicciónn. El momento en que se da cuenta de la verdad es uno de los más reales y crueles de la película. Bale lo maneja a la perfección, expresando el dolor de un orgullo herido y a la vez, el valor que surge de él. Es una actuación reveladora tanto a nivel físico como psicológico, que a veces provoca apartar la mirada pues podemos ver en cada movimiento, en cada gesto ese potencial desperdiciado que Dicky lucha tanto por recuperar.
Las dos figuras femeninas principales (Leo y Adams) conjuran cada una un arquetipo de mujer fuerte que recurre a diferentes armas para conseguir lo que quiere. La madre a través de la manipulación sentimental, la novia a través de la sensualidad. Ambas actrices se enfrentan en más de una escena de la película, y en las dos interpretaciones identificamos sus motivaciones, que nacen tanto del amor que le tienen a Micky como del deseo que tienen de conseguir el éxito a través de él. Leo, especialmente, crea una transformación sorprendente: habita el personaje desde la forma en que mueve sus piernas para caminar atrapada en faldas de mezclilla hasta cómo expresa su frustración y derrota con una mirada.
A pesar de tanto potencial dramático, el director David O. Russell maneja la historia desde una óptica bastante simple. Las secuencias de peleas, quizás por tratar de reflejar el estilo de las transmisiones por televisión, pierden interés rápidamente. La regla parecer ser intervenir al mínimo en los planos y edición, dejándolas respirar y transcurrir con naturalidad. Esto, que en las competencias se vuelve tedioso, se convierte en una ventaja al momento de contar el lado personal de la historia: construye un mundo suburbano que impresiona por su realismo crudo y nada tímido. Si bien muchas veces tiende a caricaturizar a los personajes, esto nunca llega al límite pues los actores saben manejar el balance entre hacernos sentir identificados con hacernos sentir lástima o desdén.
Hacia el final, sin embargo, Russell y su equipo de guionistas se ven atrapados en un género que los limita, y en el que solo puede haber una resolución posible: un final feliz. En su busca, se olvidan de darnos un final interesante. Las personas reales, a las que podemos ver en unos minutos de entrevistas al final de la película (y en la que nos damos cuenta del gran trabajo que hicieron los actores retratándoles), merecían más. Es una lástima, pues dentro de The Fighter hay una mejor película esperando salir. Pero así es Hollywood: los pequeños gestos no le valen, los finales a medias no son suficiente. Necesitan el gran abrazo, el triunfo, la felicidad como único camino para demostrar que sí, efectivamente se ha llegado a una conclusión.
The Fighter tiene 7 nominaciones: Actor Secundario (Bale), Actriz secundaria (Leo y Adams), Dirección, Edición, Película y Guión. Merecía también reconocimiento en las categorías de Dirección de Arte y Vestuario, por la forma en que refleja una época reciente de la historia de Estados Unidos con meticulosidad y atención al detalle.

