Sala Negra / Pandillas

“Las pandillas que tenemos hoy son consecuencia directa del ‘manodurismo’”

Uno de los académicos que más años ha dedicado a investigar el fenómeno de las maras es el politólogo José Miguel Cruz. Su voz es respetada en su gremio y fuera de. Al rebufo de su más reciente investigación, quizá la más ambiciosa de su carrera, Cruz se atreve a aseverar que el problema de pandillas en El Salvador tiene solución, que podría solucionarse si hubiera voluntad real. “Pero no me parece todavía que la haya”, dice tras evaluar el papel del gobierno actual y de la sociedad en su conjunto.


Domingo, 23 de julio de 2017
Roberto Valencia

José Miguel Cruz (1966-03-06) es uno de los académicos que más ha estudiado el fenómeno de las maras en El Salvador. En la década de los noventa y en los primeros años del nuevo siglo, como director del Instituto Universitario de Opinión Pública (Iudop) de la Universidad Centroamericana (UCA), firmó varias de las investigaciones que aún hoy son materiales de referencia para conocer los inicios de la Mara Salvatrucha y de la 18 en el país.

Dos décadas después de aquellos trabajos, Cruz acaba de presentar ‘La nueva cara de las pandillas callejeras’, del que es primera firma y que lleva el sello de la Universidad Internacional de Florida (FIU), donde el salvadoreño trabaja como director de investigaciones del Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe.

El estudio es, seguramente, el más completo y ambicioso que se ha realizado en El Salvador en la última década sobre las maras.

José Miguel Cruz, director de Investigaciones del Latin American and Caribbean Center (LACC) de la Florida International University, con sede en Miami, Florida, Estados Unidos. Foto: Roberto Valencia
José Miguel Cruz, director de Investigaciones del Latin American and Caribbean Center (LACC) de la Florida International University, con sede en Miami, Florida, Estados Unidos. Foto: Roberto Valencia

La génesis resulta interesante. Recién finalizada la Tregua, el Departamento de Estado juzgó importante financiar una investigación que tratara de responder una pregunta en apariencia sencilla: ¿qué tan difícil es para un pandillero salirse de su pandilla? No fue un estudio sobre los mareros que operan en territorio estadounidense, ni siquiera un estudio centroamericano en el que El Salvador era una capítulo más. Estados Unidos destinó generosos fondos federales para desmenuzar las maras salvadoreñas. Solo ese dato dice mucho. “Bajo la administración Obama hubo un esfuerzo por entender si es posible para los pandilleros salvadoreños dejar la pandilla, para así orientar programas”, apuntala Cruz.

Entrevistaron a casi 1,200 pandilleros o expandilleros o simpatizantes, y a una treintena de funcionarios, académicos, periodistas, expertos. Cruz juzga el informe resultante como uno de los más sólidos y reveladores de su carrera. “La investigación invita a buscar una solución”, dice, en un esfuerzo por mostrarse optimista.

El problema, matiza, es que los gobiernos y la sociedad en general siguen sintiéndose más cómodos con el manodurismo, cuya versión más reciente se llama Medidas Extraordinarias. Este tipo de políticas, dice Cruz, terminan fortaleciendo las maras: “Las pandillas que tenemos hoy son consecuencia directa de las distintas versiones del manodurismo”.

En El Salvador está muy arraigada la idea de que un pandillero lo será para siempre.
Nuestra investigación demuestra que esa idea no tiene sustento, aunque tampoco concluye lo contrario, que salir es fácil y que todos pueden hacerlo. Depende de las circunstancias de cada pandillero, de cada pandilla e incluso de cada clica.

¿Por qué está tan arraigada en nuestra sociedad la idea de que un pandillero es irrecuperable?
Es un país pequeño. Todos vivimos cerca de todos. La probabilidad de cruzarte con algún pandillero es alta, y de alguna manera eso alimenta la idea de que es imposible salir. Además, estamos hablando de la Mara Salvatrucha y de la 18, que nacen en Los Ángeles, entre pandillas latinas que se caracterizan por un sentido de pertenencia fuerte, sentido que ha sido reforzado en El Salvador en las casi tres décadas transcurridas desde que apareció el fenómeno.

A las estrategias manoduristas les viene bien la idea de que el pandillero lo es de por vida.
Yo iría más allá: hay un sector del gobierno, el más apegado a la actividad policial, al que la idea de que el pandillero nunca dejará de serlo le facilita su trabajo, porque así se centra en eliminarlos, ya sea por la vía legal: atraparlos, meterlos presos y olvidarse de ellos; o por la vía ilegal, donde entran las ejecuciones extrajudiciales, los grupos de exterminio y ese tipo de cosas. No todos piensan así, pero mi impresión es que a muchos en el gabinete de seguridad les gusta más esa idea porque facilita su trabajo.

El estudio concluye que salir de la pandilla no es sencillo, pero que es más habitual que lo que se cree.
En algún momento de sus vidas, casi todos los pandilleros han pensado en alejarse de actividades que involucran la violencia, la extorsión... Prácticamente todos los entrevistados lo dijeron. El problema es que cuando llega ese momento han hecho muchas cosas que les hacen difícil salirse. Y eso implica ya cuestiones de administración de justicia, porque si se tiene un récord criminal, es un problema tanto para la sociedad como para la persona. No es sencillo salirse y apostar por una vida pacífica después de haber hecho tanto daño. Esos son dilemas prácticos.

¿Dónde está el principal freno para que un pandillero cambie de vida: en la pandilla, en las instituciones o en la sociedad?
Esa es una muy buena pregunta y mi respuesta honesta es: no lo sé. En principio, diría que la culpa está repartida. Hay una responsabilidad muy grande de la pandilla, pero también es muy grande la responsabilidad del Estado y de la ciudadanía.

Esas palabras pueden resultar insultantes para el clasemediero que paga impuestos y que se cree solo víctima de las maras, nunca corresponsable de que existan.
Pero así es: si un clasemediero tiene capacidad de dar empleo, probablemente nunca se lo dará a un expandillero. Y uno puede entender por qué no se lo da, pero es un hecho que hay pandilleros que quieren dejar la pandilla con honestidad, pero chocan contra el rechazo de la sociedad y no encuentran formas lícitas de ganarse la vida.

La iglesia es una herramienta fundamental para la reinserción de...
Las iglesias evangélicas.

¿Por qué la Iglesia católica sigue teniendo tan poco peso en este tema?
Hay un estudio de Robert Brenneman, realizado en los tres países del Triángulo Norte, que atribuye la decisión de salirse de la pandilla a una experiencia personal de conversión. Son pocos los pandilleros que eligen la Iglesia católica porque no responde a estos sentimientos de culpa que motivan a muchos a salirse, motivos que las iglesias evangélicas sí usan y explotan.

¿Su investigación respalda esa teoría?
Sí. La pandilla es una experiencia totalizante, que te organiza la vida por completo: te da una nueva identidad, te define tus actividades fundamentales, con quién podés relacionarte, te da reglas y un sistema de valores que rigen tu vida y tu comportamiento. Las iglesias evangélicas son de las pocas instituciones capaces de sustituir todo lo que te da una pandilla, por eso están siendo efectivas. Te envuelven como la pandilla lo hace, algo que no logra la Iglesia católica, y eso sin duda ayuda cuando hablamos de reinserción de pandilleros.

Aparte de las iglesias evangélicas, ¿cómo puede un activo alejarse de su pandilla?
Pues... simplemente... salirse, irse, huir de este contexto.

¿Es una vía usada por muchos expandilleros?
Cada vez menos. La presencia de pandillas en El Salvador, mucho más extendidas e interconectadas, dificulta hacerlo. En países grandes, como México o Estados Unidos, si alguien tiene un problema con los pandilleros de su comunidad o es pandillero y quiere salirse, puede mudarse a otros estados o regiones. Eso no pasa en El Salvador. Somos un país minúsculo, y las pandillas han crecido tanto que es fácil que, aunque te movás, alguien te pueda reconocer.

¿Las pandillas siguen expandiéndose?
Hay expansión territorial y hay mayores facilidades de comunicación. Hace 15 o 20 años, las clicas eran más autónomas unas de otras, y moverse de ciudad no era tan complicado como lo es hoy. Y todo eso lo originó el Plan Mano Dura, porque creó los grandes nodos en las prisiones.

Oiga esta afirmación: cuanto más edad tiene un pandillero, más deseos de dejar la pandilla. ¿Tiene sustento en su investigación?
Sí. Pero no es matemático, sino que depende de varias condiciones, sobre todo de cuál es la relación con la pandilla. Si un pandillero vive en una colonia en la que el control es muy fuerte, probablemente la opción de salir resulta menos atractiva, porque no le es conveniente. Muchos pandilleros funcionan en términos de costo-beneficio, y no tanto por cuestiones de identidad. La decisión de permanecer en esa vida es a veces una decisión pragmática y racional: qué les conviene y qué no.

Con matices entonces, pero a mayor edad, más deseos de salir.
Así es.

Si eso es así, las cárceles devienen un elemento clave para la rehabilitación y la reinserción.
¡Claro! Tienen ese potencial, pero el sistema penitenciario en El Salvador funciona de tal manera que promueve la cohesión de las pandillas.

Las cárceles no cumplen la misión constitucional de rehabilitar...
No, no, no... claro que no. En las recomendaciones del estudio se plantea repensar el sistema penitenciario. Y los funcionarios del gobierno lo saben, pero seguimos teniendo unas prisiones que reproducen el fenómeno de las pandillas. Y si a eso le sumás unas políticas públicas que ponen énfasis en la represión y en encarcelar a la mayor cantidad posible...

El gobierno parece orgulloso del trabajo en las cárceles en el marco de las Medidas Extraordinarias.
Me pone en un aprieto, porque para esta investigación entrevistamos a distintos funcionarios. Ellos nos contaban y nos mostraban cosas que se veían muy bien, que sonaban muy bien. El programa ‘Yo cambio’ de Centros Penales, por ejemplo. Se ve muy bien, se oye muy bien lo que te dicen los funcionarios...

En un Powerpoint.
Exacto. Pero en el terreno ves otra cosa. Si yo tengo que evaluar con base en lo que dicen que están haciendo, diría que van en la dirección correcta. Pero lo que se ve en la práctica, lo que ha demostrado esta investigación, lo que yo he logrado ver... no corresponde con lo que los funcionarios me dijeron. Como en muchos otros ámbitos, este gobierno dice una cosa pero hace otra.

¿Por qué las pandillas siguen seduciendo a miles de jóvenes salvadoreños?
Porque en muchos casos no hay otra opción. Si tenés 12 o 13 años y querés un grupo de referencia, en muchas comunidades el único es la pandilla. No hay clubes deportivos u otras alternativas. ¿Por qué? Porque el Estado y la misma sociedad no se han preocupado por crear grupos alternativos de asociación para esos jóvenes.

Triste oír eso cuando llevamos al menos desde 2003 con gobiernos que dicen estar combatiendo las maras de forma exitosa.
Es lo que nos ha demostrado esta investigación.

¿Por qué la pandilla está más desarrollada hoy que hace 10 o 15 años?
Porque no se han atendido las condiciones que la convierten en el grupo de referencia para miles de niños y jóvenes. No se han creado condiciones para que surjan grupos alternativos, aunque es algo que incluimos en las recomendaciones de los estudios que hicimos en el Iudop hace 20 años, cuando prácticamente comenzaba el fenómeno. La idea de usar el poder unificador y de cohesión de la pandilla, pero en programas que busquen renunciar al uso de la violencia, ya se recomendó antes incluso del Plan Mano Dura. Pueden buscar esos estudios. O la necesidad de invertir en prevención... Todo eso está dicho, y no solo por nosotros. Pero ningún gobierno le ha entrado en serio al tema de la prevención y ha invertido lo suficiente.

¿Por qué en El Salvador se ha desarrollado tanto el fenómeno de las maras, mucho más que en sociedades parecidas, como Honduras o Guatemala?
Es una buena pregunta. También me la he planteado y espero tener la respuesta con las próximas investigaciones que voy a hacer.

La MS-13 de Honduras es muy distinta a la MS-13 de El Salvador.
De las investigaciones saldrá una respuesta más precisa, pero dejame adelantar algo: yo creo que en Honduras, en Guatemala, incluso en México, otros actores violentos han jugado un rol más importante, y las pandillas han tenido que competir con esos otros actores. El narcotráfico tiene más poder y presencia territorial en Honduras y en Guatemala que en El Salvador.

¿La sociedad salvadoreña es un caldo de cultivo idóneo para las maras?
Cada sociedad es responsable del desarrollo de la violencia que les afecta.

La apuesta de este segundo gobierno del FMLN son las Medidas Extraordinarias. ¿Es una apuesta en la dirección correcta?
Yo todavía no veo la evidencia de que se estén dando pasos en la dirección correcta para resolver el problema de violencia. El gobierno ahora habla de una baja en los homicidios, pero no se han modificado las condiciones estructurales que están a la base de que las pandillas sigan siendo atractivas para miles de jóvenes.

Pero el gobierno parece muy satisfecho con sus políticas de seguridad. ¿Usted no ve razones para el optimismo?
Yo, te soy sincero, quisiera ver razones para el optimismo...

Pero...
Pero no las veo, no las termino de encontrar. Las condiciones fundamentales para que las pandillas sigan reproduciéndose no se han modificado. El Salvador probablemente es más desigual ahora que hace 20 años; con muchas menos oportunidades para la juventud que las que había antes; con un país en bancarrota, algo que sin duda impactará en los programas sociales; con una acceso casi ilimitado a las armas; con la glorificación del uso de la violencia que se da en todos los estratos sociales...

¿El gobierno está consciente de todo eso pero nos vende el discurso de éxito por motivos de imagen, o ni siquiera sabe lo que pasa en esta sociedad?
Yo creo que alguna gente dentro del gobierno lo sabe, y hay otra gente que no lo quiere saber, porque lo único que quieren es mantenerse en el poder y para ello necesitan ganar votos. Algunos creen que la baja coyuntural en los homicidios es lo que necesitan para ganar las próximas elecciones, sin ver más allá.

Anoté algunas ideas de su investigación que me gustaría que comentara.
Adelante.

Idea uno: la inmensa mayoría de los mareros son jóvenes de extracción humilde que nunca han salido de El Salvador.
Entre casi 1,200 encuestados, nueve de cada 10 nunca han estado en Estados Unidos.

Pero hace algunas semanas, distintas voces alertaron sobre la amenaza que supondría un incremento en las deportaciones bajo la administración Trump.
Sí, algo leí, pero creo que se ha sobredimensionado. El estudio demuestra que el problema fundamental de las pandillas en El Salvador tiene que ver con condiciones locales, con lo que pasa en este país. Sí, los deportados jugaron un rol en los noventa, trajeron una forma de ser pandillero y todo eso, pero es la sociedad salvadoreña la que ofrece las condiciones para el desarrollo del fenómeno de las maras. Estados Unidos deporta a miles de mexicanos, pero en México no hay este tipo de pandillas.

Idea dos: sobre el ritual de ingreso en la pandillas, que ahora ustedes lo perfilan como un proceso que puede durar años.
Ese hallazgo muestra la evolución y la complejidad de las pandillas salvadoreñas. En el fondo refleja la importancia que los pandilleros dan a la idea de crear un sentido de pertenencia y lealtad. Hace 20 años, el rito de iniciación era la zapateada y ya; ahora un joven puede pasar años hasta que la pandilla lo acepta. Eso asegura una mayor lealtad, porque cuando uno ingresa ya ha cometido una serie de delitos graves, desde niño.

Ese hallazgo tira por tierra ideas preconcebidas, como que las pandillas fuerzan a los jóvenes a integrarse.
Y procesos de ingreso tan largos también sugieren que entrar en la pandilla es algo que siguen queriendo hacer miles de jóvenes salvadoreños. ¿Y por qué? Porque en muchos sectores de nuestro país, y esto es triste decirlo, la pandilla te da estatus, permite convertirte en alguien.

Tercera idea sacada del estudio: las pandillas están hoy más organizadas y controlan más y mejor la vida de sus integrantes.
La pandilla te organiza la vida. Todo el tema de la extorsión, por ejemplo, en el que ahora el dinero que recogés como pandillero ya no va para vos o para tu clica, sino que buena parte va para más arriba. La pandilla tiene todo eso muy ordenado, con funciones asignadas muy precisas. En muchos sentidos, la pandillas se ha institucionalizado.

Esa idea de mara estructurada, eficaz, con roles definidos... choca con el hecho de que son jóvenes, adolescentes en muchos casos, con escasa formación académica.
Las pandillas han evolucionado por la necesidad. Es importante entender que su desarrollo no responde a un plan maestro de una o varias mentes brillantes que a largo plazo pensaron evolucionar de cierta forma. No. La evolución de las clicas responde a estímulos, a presiones muy fuertes de parte del Estado y de la sociedad que implicaron idear formas para garantizar la supervivencia.

¿Las distintas versiones del manodurismo serían esos estímulos?
Completamente. Mi argumento fundamental, y hablo como académico, es que las pandillas que tenemos hoy son consecuencia directa de las distintas versiones del manodurismo.

Cuarta idea: la Mara Salvatrucha es la pandilla más desarrollada en El Salvador.
Los activos y los exmiembros de la MS-13 que entrevistamos son los que con mayor claridad definían cuál era su rol dentro de la estructura. Los pandilleros de la MS saben qué papel desempeñan, quiénes son sus jefes y con quiénes se pueden relacionar, algo que en otras pandillas no se ve tan claro.

Quinta y última idea: aparte de los 1,200 pandilleros, entrevistaron también a decenas de supuestos expertos. ¿Qué impresión te dejaron esas entrevistas? ¿Conocen el fenómeno las personas que por su cargo deberían conocerlo?
Centrémonos en los funcionarios. Yo creo que la mayor parte de ellos saben sobre el tema. El problema es que su manera de interpretar lo que saben responde a una visión ideológica de cómo lidiar con las pandillas. Mi impresión es que su manera de afrontar el problema no responde a lo que ven en la realidad, sino a su manera de entender lo que está pasando. No sé si me explico...

Mastíquelo un poco más.
Hay funcionarios que tienen una fe ciega en la represión, en el manodurismo. Entienden que quizá hay algunos pandilleros que quieren dejar de serlo, pero creen que nunca se salen del todo, o que regresarán si los busca la pandilla. Yo sí creo que hay funcionarios que saben que la prevención y la reinserción son los únicos caminos, pero como que no permiten que esos pensamientos se impongan sobre el espíritu de reprimir y reprimir, como primera y casi única opción.

¿Este informe se lo han presentado al gabinete de seguridad?
Lo hemos presentado a nivel ministerial.

¿Al ministro Ramírez Landaverde?
Tuvimos una reunión y él estuvo presente.

¿Cree que en el actual Ministerio de Seguridad creen y trabajan en la prevención?
Yo sí creo que algunos dentro del Ministerio creen en la prevención y en la reinserción. No todos, pero algunos sí. Déjame decirte algo y te lo digo como opinión personal...

Es una entrevista. Todo lo que se publicará son sus opiniones personales.
La investigación la presentamos primero en la embajada de Estados Unidos, el país que la financió, ante el personal de todas sus agencias. Mi impresión, como salvadoreño, es que este informe se discutió mucho más en la embajada que en el Ministerio de Seguridad. Y me refiero al debate, al intercambio de ideas, a la calidad de las preguntas que nos hacían, a lo que implicaba en término de políticas públicas... Esa es mi impresión.

Concluyo con esta: ¿la investigación permite inferir que los pandilleros a los 20 años están atrapados por decisiones que tomaron a las 12 o 14?
Sí. Eso es lo que sale cuando hablás con ellos. A los 20 es cuando muchos se cuestionan: ¿qué hice con mi vida?

Los esfuerzos en materia de prevención deberían centrarse entonces en niños de 8, 10, 12 años.
La prevención es más efectiva en edades más tempranas, así es, pero eso no quita que este país tiene un problema con los decenas de miles que ya son pandilleros. Esos van a seguir dentro incluso aunque se comenzara a hacer un trabajo eficaz de prevención con los niños.

Se estima que hay unos 60,000 activos.
Una cantidad de personas que ni los más férreos manoduristas, en sus delirios, pueden eliminar o encarcelar. Es imposible. Vas a tener que lidiar con esas 60,000 personas, que no podés tener encerradas de por vida. Hay que articular algo para ellos al mismo tiempo que se trabaja en la prevención.

Pero de esta plática se infiere que hoy por hoy en El Salvador no se está haciendo bien ni la prevención ni la rehabilitación. ¿Hay en el estudio algo que invite al optimismo?
Yo creo... Hay gente que sigue trabajando con entusiasmo... Y hay... no sé... la verdad... no tengo una respuesta clara.

¿Es pesimista sobre lo que le espera a El Salvador en los próximos años?
Yo soy pesimista porque así soy yo. Pero el estudio de alguna manera invita al optimismo, porque te dice: es posible salir de las pandillas. Y eso es importante. La pregunta ahora debería ser: ¿qué tenemos que hacer y qué tenemos que cambiar como sociedad, como gobierno? Yo soy pesimista porque no termino de ver que se estén dando pasos en la dirección correcta, pero el estudio invita a buscar una solución al problema de las pandillas, porque sí la tiene. Hay solución, estoy convencido de que la hay, pero primero tiene que haber voluntad política.

Que no la hay.
A mí no me parece todavía que la haya.

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