El Ágora /

Consagran a José David Calderón como el clásico del cine salvadoreño

El pasado 28 de septiembre, el jurado del Premio Nacional de Cultura consagró a José David Calderón como el clásico del cine salvadoreño. Entre 1960 y 2000, Calderón trabajó produciendo anuncios publicitarios para la televisión salvadoreña, pero su calidad de artista la consignó, sin embargo, por su obra menos vista por la audiencia: Los peces fuera del agua, el largometraje de ficción salvadoreño más y mejor reconocido hasta la fecha.


Lunes, 5 de octubre de 2015
María Luz Nóchez

En la sala del recién nombrado Premio Nacional de Cultura 2015 hay fotografías familiares, espejos y reconocimientos enmarcados adornando las paredes. José David Calderón está sentado en una silla de ruedas, y su esposa, Gloria de Calderón, lo acompaña sentada en un sillón ubicado a su derecha. Ambos se complementan para responder a las preguntas de la última entrevista del día porque Calderón, a sus 87 años, reconoce que su memoria le falla 'en algunos detalles'. También le cuesta hablar, aunque siempre atiende las llamadas telefónicas, como la que recién interrumpe esta plática. Del otro lado de la línea está 'Abigail', una mujer que se ha identificado como la asistente de Paula Heredia, salvadoreña, también cineasta, y una de las candidatas al reconocimiento que esta vez se llevó Calderón. 

—Necesito comprar la película “Un pez fuera del agua”, tal vez usted me puede decir dónde puedo encontrarla –le dice Abigail a su interlocutor, que la escucha sereno, aunque en sus ojos se alcanza a distinguir un dejo de extrañeza.

—Creo que se ha confundido. La película se llama Los peces fuera del agua, la metáfora hace referencia a los tres personajes, que se supone son los pescados salidos del agua –le contesta Calderón, convencido de que su película, rodada hace 45 años, el largometraje de ficción más reconocido en la escueta historia fílmica salvadoreña, está titulada en plural. 

Abigail repara en su error y le dice a Calderón que su jefa, la cineasta Paula Heredia, se pondrá en contacto con él. Acto seguido corta la llamada. Calderón también cuelga y suelta una risa: “¡Un pez fuera del agua quiere comprar!”, dice.

José David Calderón es un publicista que se retiró de la industria en el 2000, pero durante estos últimos días, a la sala de su casa han llegado a visitarlo periodistas, amigos y funcionarios por otra de sus tantas aptitudes: director y productor de cine. El lunes 28 de septiembre fue declarado como ganador del Premio Nacional de Cultura 2015. El reconocimiento estatal llega casi medio siglo después de haber estrenado Los peces fuera del agua (1970), el largometraje que, a consideración del jurado que lo nombró de entre 30 candidatos, marcó un hito en la siempre incipiente industria cinematográfica en El Salvador.

Esta es la vigésimo séptima edición del Premio Nacional de Cultura, que, entre otros, lo han recibido los pintores José Mejía Vides, Camilo Minero y Carlos Cañas, y los músicos Esteban Servellón y German Cáceres. Pero este año, y por primera vez, el galardón está dedicado a los audiovisuales. Ya en 1997 lo había recibido el cineasta Alejandro Cotto (1928-2015), pero en ese entonces se le premió por su labor como gestor cultural en Suchitoto. El fallo, considerado un acto de justicia por los cinco miembros del jurado, le fue anunciado a Calderón por el mismo secretario de cultura, Ramón Rivas, el 25 de septiembre. En esta misma sala que se ilumina con el ventanal que da paso al jardín interno, Rivas se hizo acompañar del tenor Eduardo Fuentes, miembro del jurado, para notificar a Calderón que sería investido con una medalla de honor en Casa Presidencial. La ceremonia será el próximo 5 de noviembre, como manda la Ley. Además del premio en efectivo de 5 mil dólares, la medalla y el diploma que se entregan como parte del premio, el jurado incluyó en su fallo que se reconozca la película Los peces fuera del agua como patrimonio nacional y que se vele por la conservación, restauración y proyección del icónico filme.

“No puedo quejarme. Ha sido una experiencia maravillosa”, dice el galardonado, quien dedicó buena parte de su vida a los medios de comunicación.

Calderón fue un hacelotodo. De la radio pasó a la locución de anuncios publicitarios, a locutar y escribir radionovelas. De locutar anuncios publicitarios pasó a producirlos y fundó su propia productora y reveladora. De las radionovelas desarrolló un gusto por escribir teatro. Adaptó un guion y dio el salto que lo consagró en el cine. No fue exactamente un salto glamoroso. No contaba con abundancia de recursos ni equipo. Tanto así que en los créditos, su nombre es el que más se repite: dirección, guion, iluminación, producción, posproducción... todo lleva su nombre, el de un hacelotodo.

El Premio Nacional de Cultura, el máximo galardón que un artista salvadoreño puede recibir de parte del Estado, rinde homenaje este año a seis décadas dedicadas a la producción y dirección audiovisual, desde la radio, la televisión, la publicidad y el cine. “No podíamos dejar pasar la oportunidad. Este era el momento de decir gracias como país a su trayectoria”, reconoce Rolando Medina, crítico de cine y miembro del jurado.

En 1950, Calderón fue becado por radio YSU para estudiar radiodifusión en México por tres meses, y seis meses en Cuba para estudiar radiodifusión, televisión y publicidad. Locutó radionovelas en vivo, lo que incentivó su afición por el teatro. Ha escrito 12 obras teatrales, algunas han sido ganadoras de los Juegos Florales de Guatemala, entre ellas La puerta cerrada, en 1959. De ese docena de obras de teatro, logró llevar muy pocas a las tablas porque “estaba muy restringido el paso. Yo no pertenecía al elenco privilegiado de autores”, recuerda.

—¿Por qué escogió La puerta cerrada como el guion que debía llegar al cine de entre todas las piezas que escribió?

—Porque me enamoré de la historia—, recuerda.

El filme nos presenta a las hermanas Ester (Gilda Lewin) y Olivia (Isabel Dada), que llevan una rutinaria vida en una gran casa cuyo orden se ve interrumpido con la llegada de Julio (Ernesto Mérida), un actor de teatro que les alquila uno de los cuartos. Tras enviudar, Ester se dedica a cuidar de su hermana menor: “De momento Olivia solo estudia…y sueña. Aunque adulta, Olivia sigue siendo una chiquilla y piensa y actúa como tal”, describe la sinopsis. En el transcurso de la película se evidencia el cambio en el comportamiento de las hermanas con la llegada del nuevo inquilino. Olivia fantasea con Julio. Una noche de tantas, ella deja su puerta sin seguro y murmura sus fantasías. Julio escucha su nombre y se acerca a la habitación y, al apoyarse en la puerta, esta se abre por error. Al ver a Julio, Olivia estalla en gritos, Julio intenta tomarla, pero ella se resiste y cae desmayada. Una ráfaga de imágenes se entrelazan: forcejeos, un cuerpo cae al piso...  Calderón siembra incertidumbre para jugar con el espectador.

 

En su libro De vista y oídas, el cineasta explica que otra de las razones para escoger esta pieza era que “cumplía cabalmente los requisitos para una producción de bajo costo, pocos personajes, una locación básica y dos o tres adicionales y escasas exigencias en cuanto a utilería y vestuario”. El presupuesto de Los peces fuera del agua fue de 70 mil colones –28 mil dólares al cambio de esa época; al cambio de hoy serían 8 mil dólares– y fue financiada por el capital de sus socios en Cine Spot: Roberto Hill y Rubén Rosell. La grabación se tardó 15 sesiones (sábados y domingos) en una casa antigua en Cojutepeque que, de hecho, cuenta Calderón, hace poco le avisaron que se derrumbó. El 90 % transcurre en esa casa, salvo por algunas escenas que se filmaron en el Parque Balboa, en los Planes de Renderos, en los rieles de un tren y en el centro de San Salvador, frente al antiguo edificio del Banco Salvadoreño.

El escaso presupuesto, narra Calderón en su libro, fue limitante para contratar un actor de “talla internacional” que funcionara como gancho para venderla. No contar con una figura de renombre le pasó factura: Cuando empezó a comercializar la película, buscó a Jorge Parker Escolán, Gerente del Circuito de Teatros Nacionales, institución que contaba con un aproximado de 35 salas de cine: “Amigo Calderón, dijo don Jorge, creo que este proyecto suyo es una soberana locura. No veo cómo los salvadoreños vamos a poder competir con los gringos en el negocio del cine. “El Cid”, por ejemplo, ha costado 50 millones de dólares y tiene en el reparto a Sofia Loren. ¿Cuándo podremos contar nosotros con esos recursos?”, reza la respuesta a su solicitud en uno de los pasajes de su libro.

Las dificultades para la producción de la película estuvieron presentes desde el principio. Inicialmente, el papel de Olivia, el papel principal, Calderón se lo ofreció a la actriz de teatro Irma Elena Fuentes, quien se retiró porque no le gustó cómo se veía en pantalla. Gilda Lewin (Ester) le sugirió que le diera el papel a una joven y novata actriz que se llamaba Isabel Dada. “Fui a verla y quedé realmente impresionado: era casi una réplica de Elizabeth Taylor” [...] “fue una auténtica revelación. De hecho cambié diálogos y situaciones enteras para aprovechar al máximo sus condiciones interpretativas”, describe en su libro. 

El filme fue la primera experiencia de Isabel Dada en el cine y la recuerda como “la película del amor” porque pese a las limitantes presupuestarias, “nadie se quejaba, todos colaboramos con mucho entusiasmo”. La actriz, quien recibió el Premio Nacional de Cultura dedicado al teatro en 2008, se sumó a las felicitaciones para el cineasta por ser reconocido con este galardón: “David es una persona cálida, inteligente y digna de reconocimiento. Si el premio hubiera llegado antes probablemente hubiera sido más enriquecedor, pero las cosas siempre llegan en el momento oportuno”, dice. Dada también trabajó con Calderón en la serie “Isabel Dada presenta”, un programa que llevaba obras de teatro adaptadas a la televisión. Calderón, hacelotodo, era el director de fotografía. La actriz prefiere no ampliar mucho al respecto, pero admite que cuando ve la película no se reconoce: 'Cuando Olivia dice 'si te lo vas a llevar, llévatelo todo', no soy yo. Para empezar, cuenta Dada, es un registro más grave y la intención de esa voz no es la mía', y no es una metáfora, pues el audio de los diálogos de Los peces fuera del agua es un doblaje realizado en México 'por carecer en el país de los equipos de grabación especializados [...], la carencia de oído de Gilda y Ernesto, además de su escasísima capacidad de memorización', se lee en De vista y oídas.

Los peces fuera del agua se estrenó el 24 de diciembre de 1971 en una función privada en el cine Fausto, tras la petición de Alonso Oategui, gerente de Teatros de El Salvador, de que la película se exhibiera exclusivamente en sus salas de cine. También tuvo dos funciones en el Teatro York, en San Francisco, California, el 28 de febrero y 6 de marzo de 1973.

La película recibió críticas favorables respecto a la interpretación de las actrices y el esfuerzo de hacer cine en una región en donde “estamos huérfanos de todo”, como describió Alejandro Cotto en el suplemento El Salvador Gráfico, en una de las críticas publicadas tras el estreno. El argumento y la casi unilocación fueron los aspectos más golpeados. “La citada película es apenas una telenovela mexicana, con la única diferencia de que hace llorar menos y no tener comerciales cada 5 o 10 minutos. Como en elogiar la película se han gastado más pulgadas que el número de pies que tiene la cinta, creo que vale la pena hacer una serie de comentarios que le permitan al lector hacer un balance justiciero. Desde el punto de vista del argumento, la película es mala. Pretender que es psicológica, que es profunda, que es difícil porque no se entiende, es infantil. [...] Es un diálogo filmado largo, tedioso, anticinematográfico”, escribió el crítico Jorge Cabrera en Diario El Mundo.

34 años después, la crítica fue más dócil. En su libro La otra mirada, publicado en 2006, el crítico de cine y teatro Héctor Ismael Sermeño dice que se trata de “la mejor película jamás hecha en El Salvador”, y explica que el que fuera catalogada como “intelectualizada y lenta” se debe a que el público de esa época estaba acostumbrado a los “culebrones” de Pedro Infante, Cantinflas, El Santo, a vaqueros y “belicosidades del cine Hollywoodense”. La Fundación Cultural Alkimia, fundada por Sermeño, fue quien postuló a Calderón para el premio.

Gloria de Calderón, la esposa del cineasta, coincide en este punto. Ella admite que nunca ha sido muy fanática del cine y que de hecho, hasta que empezó a salir con él en 2001, nunca había visto la película.

—¿Qué le pareció la película?

—¿Quiere que le diga la verdad?—, dice entre sonrisas.

—Sí, dígame.

—Me pareció rara porque solo tenía tres personajes y no la entendí muy bien. Hasta que él me la fue explicando me fue gustando más y más.

Cuando se le pregunta a Calderón por qué cree que su película ha pasado desapercibida, coincide en que se debe a que “no es una producción tipo Hollywood con grandes multitudes, solo con tres personajes”.

Probablemente en el imaginario colectivo, José David Calderón destaque por Los peces fuera del agua, por ser el primer largometraje de ficción completamente producido en el país y con recursos salvadoreños, pero antes de marcar un hito en el cine salvadoreño, lo hizo con el medio audiovisual. En 1966 fundó Cine Spot, dedicada a la producción audiovisual de anuncios, cortometrajes y documentales en cine y video, en sociedad con Roberto Hill y Rubén Rosell. “David Calderón y Cine Spot son el gran intento del cine salvadoreño de ser dueño de sus propios medios de producción y con ello, obtener (un grado menos un grado más) una casi y relativa independencia”, destacaba en 2009 el escritor Manuel Sorto en su ensayo “La historia de un huérfano [El cine salvadoreño]”. La fundación de esta productora facilitó la producción cinematográfica y documental en el país: ya no era necesario tener que ir o enviar los rollos de película hasta México para ser revelados.

El jurado de esta edición del Premio Nacional de Cultura estuvo conformado por Elizabeth Trabanino, directora de Radio Clásica, Radio El Mundo y Radio Upa; Rolando Medina, crítico de cine; Jaime Aquino, publicista y productor audiovisual; Eduardo Fuentes, tenor, fotógrafo publicitario, actor y director de teatro; y Aída Mancía, actriz, locutora y 'la voz de la presidencia', por su cargo de maestra de ceremonias en Casa Presidencial desde hace varias décadas. “Él ha abierto este camino”, dice a El Faro Elizabeth Trabanino, quien añadió que la unanimidad del fallo también tuvo que ver con que la trayectoria profesional del galardonado “abarca diferentes aspectos muy relacionados con nuestras luchas”, puntualiza. Jaime Aquino recuerda que conoció a Calderón en 1998 cuando él trabajaba en Publicidad Comercial, y recuerda a Cine Spot como una de las tres grandes productoras salvadoreñas de la época.

En redes sociales se generó mucha expectativa respecto a quién podía ser consagrado en este premio que por primera vez rendiría honor a los profesionales de los audiovisuales. En un debate en la red social Facebook, André Guttfreund, reconocido productor de cine, y él único salvadoreño ganador de un Oscar por En la región del hielo, propuso a Guillermo Escalón, quien ganó el premio principal del festival de Leipzig por Morazán (1980), como candidato idóneo. A su encuentro salió el cineasta y coordinador de audiovisuales de la Secretaría de Cultura, Jorge Dalton, quien dijo estar de acuerdo en que Escalón reunía los requisitos para ser galardonado. Dalton, quien por trabajar en la Secultura está fuera de competencia, se tomó la libertad de proponer a Guttfreund y a Marcela Zamora, documentalista de El Faro, como candidatos idóneos. De entre los 58 comentarios que se desprenden de la publicación en Facebook, la mayoría da su voto por Escalón, otros más por Guttfreund. Ninguno de los cineastas –ni ninguno de los participantaes en el debate– recordó a José David Calderón, un pez fuera del agua que ha pasado desapercibido en el mundillo cinematográfico salvadoreño del nuevo siglo.

Para el jurado, sin embargo, la postulación de Calderón era obvia y de entrada todos lo incluyeron en su lista de finalistas. Para la cuarta sesión de deliberación, la definitiva para emitir el fallo, Rolando Medina explica que 'casi íbamos decididos y lo que hicimos fue cada uno dar sus argumentos de por qué habían escogido a sus candidatos'. Finalmente, según declararon tres de los cinco miembros del jurado a El Faro, la decisión se limitó a dos personas: José David Calderón y Paula Heredia. El rasgo decisivo fue la parte histórica, la trayectoria, dicen los jurados. Si bien consideraron que Heredia –quien cuenta entre sus éxitos haber ganado tres Emmy, uno por el documental In Memoriam, NYC 9/11/01, producido por la cadena HBO– tiene mucho talento y una trayectoria muy importante en el área audiovisual, creen que aún tiene más que dar. 'No podíamos dejar pasar la oportunidad. No hubiéramos podido reparar el daño', dice Medina en alusión al frágil estado de salud del galardonado. En diciembre 2012, José David Calderón sufrió un segundo derrame cerebral que ahora lo tiene anclado a una silla de ruedas.

—Me retiro. Gracias por su interés—, dice José David Calderón y pide a su esposa que lo lleve a su cuarto.

—Ya está cansado—, lo excusa Gloria,—pero qué bueno que tuvo mucha disposición para hablar con usted. Cuando los amigos lo vienen a visitar así hace. Se queda un rato hablando con ellos y después dice 'Quedan en su casa. Ha sido un gusto', y se da la vuelta para irse al cuarto.

A José David Calderón lo llevan a la cama. Se queja. Enciende la tele. Minutos después suena el teléfono. Es Paula Heredia, lo llama para felicitarlo e invitarlo a un festival de cine que está organizando en Suchitoto en noviembre. Quiere llevar Los peces fuera del agua y a este pez fuera del agua para rendirles homenaje.

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