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Reimaginando la pertenencia a la nación en El Salvador de posguerra

'Cualquier Estado-nación que se recupera de una guerra civil es un tema de vital interés e importancia para el mundo contemporáneo' dice la antropóloga Robin DeLugan en su estudio de la reconstrucción del imaginario nacional de El Salvador en los años de posguerra.


Lunes, 11 de noviembre de 2013
Por Robin DeLugan *

Cualquier Estado-nación que se recupera de una guerra civil es un tema de vital interés e importancia para el mundo contemporáneo. Mi libro Reimagining National Belonging: Post-Civil War El Salvador in a Global Context (University of Arizona Press, 2012) se basa en varios años de investigación antropológica de largo plazo para examinar el despliegue de procesos de reconstrucción de la nación después de la guerra. El libro se centra sobre todo en los esfuerzos del gobierno. Entre 1994 y 2011 le di seguimiento a proyectos relacionados con temas de cultura, historia e identidad nacional.  También estudié cómo los académicos, organismos internacionales, organizaciones no gubernamentales y medios de comunicación populares ayudaron a dar forma, promover y dirigir proyectos del gobierno, incluso por medio de la crítica. Al poner de relieve la participación de las Naciones Unidas y otros organismos internacionales, así como la creciente importancia en El Salvador de los “hermanos lejanos' y los envíos de remesas, el libro se enfoca en la dimensión global de la construcción nacional de posguerra. Sobre todo, esta experiencia nos recuerda que la idea de la nación y la pertenencia nacional son fenómenos culturales pues se basan en representaciones y significados compartidos. Los Estados nacionales son dinámicos y los significados de pertenencia nacional pueden cambiar y cambian. Mi investigación muestra cómo se aplica esto a El Salvador.

La imagen de nación se contiene en diversas representaciones y mensajes, como las de este mural urbano. / Foto por cortesía del autor.
La imagen de nación se contiene en diversas representaciones y mensajes, como las de este mural urbano. / Foto por cortesía del autor.

Mi primera visita a El Salvador, en enero de 1992, tuvo lugar inmediatamente después de la firma de los Acuerdos de Paz. Desde mi perspectiva, aunque estaban cansados de la guerra, los salvadoreños se sintieron felices con las posibilidades del futuro. Regresé a El Salvador en 1994, como observadora, con el equipo de arqueólogos que excavaron el sitio de Joya de Cerén, un sitio único, conservado bajo metros de ceniza volcánica. Noté cómo el sitio se convirtió en un símbolo nacional que también convenientemente facilitó la inclusión de El Salvador en los proyectos de desarrollo de turismo regional: la Ruta Maya y el Mundo Maya. El sitio arqueológico fue también útil para representar un patrimonio único. Noté cómo las imágenes de Joya de Cerén aparecieron en sellos postales y camisetas turísticas, y cómo los investigadores en El Salvador estudiaban si los alumnos y profesores de El Salvador creían que el sitio de Joya de Cerén estaba vinculado a un sentido personal de identidad salvadoreña. Los resultados del estudio muestran cómo las diferencias de clases sociales urbanas y rurales producen apreciaciones diferentes de una identidad salvadoreña anclada en un pasado precolombino.

En 1996 y nuevamente en 2000 estuve ocho meses en San Salvador realizando trabajo de campo. Cuando no estaba en El Salvador me dedicaba a monitorear sitios Web y periódicos, y mantenía comunicación de larga distancia con mis contactos más importantes. Cuando estuve en El Salvador, entrevisté a funcionarios del Ministerio de Educación (MINED) y de CONCULTURA (entonces una dependencia del Ministerio de Educación, ahora elevada a Secretaría de Cultura), donde aprendí sobre las nuevas políticas que se inspiraban en la Cultura de la Paz, el programa piloto de la UNESCO. Hubo cambios en el currículo educativo nacional. Hubo nuevos programas y políticas que se centraron en la situación actual y en el bienestar de las poblaciones indígenas de El Salvador. Un nuevo monumento erigido en la carretera del aeropuerto de Comalapa a San Salvador y una nueva agencia gubernamental, la Dirección General de Atención a las Comunidades en el Exterior, ilustran la nueva importancia que se concede a los hermanos lejanos, los emigrados salvadoreños cuyas remesas han sido fundamentales para la economía nacional después de la guerra. Los proyectos de construcción de la nación a los que di seguimiento destacaban el sentido de pertenencia nacional. Se realizaron nuevos esfuerzos para incorporar a un imaginario nacional de posguerra a los que históricamente estuvieron excluidos (poblaciones indígenas) y los que fueron recientemente incluidos (emigrantes salvadoreños).

Los primeros años de la posguerra se caracterizaron por un nuevo énfasis en el pasado de la nación. A pesar de un silencio oficial general acerca de la guerra civil, se promovió el pasado arqueológico profundo de la nación. Salieron a la luz nuevos libros de texto de historia, y tanto en la Universidad de El Salvador como en otros lugares se crearon nuevos programas para el estudio de la historia y la antropología. Sitios oficiales, como el nuevo Museo Nacional de Antropología, popularizaron la herencia precolombina de El Salvador. Sin embargo, el período de posguerra demuestra que el énfasis en el pasado antiguo también debe incorporar a las  poblaciones contemporáneas nahua, lenca, cacaopera, maya. En el período de posguerra proliferaron las organizaciones indígenas.  Los indígenas se movilizaron con el apoyo de la sociedad civil y actores internacionales. Las movilizaciones desafiaron la marginación histórica de la población originaria de El Salvador, con una población que aún no está oficialmente reconocida por la Constitución de El Salvador. Para entender la historia de la violencia contra los pueblos indígenas y su continua marginación social, académicos y activistas en El Salvador se aproximaron con ojos nuevos a la Matanza de 1932 y sus legados. En lugar de interpretar 1932 a través de un lente comunista/anti-comunista, los estudios académicos de posguerra identificaron que la violencia estatal 1932 estaba vinculada a años de insurrección. Otras narrativas ilustran el legado de la violencia masiva y la posterior represión de las poblaciones indígenas.  Estudios académicos y el activismo indígena contemporáneo demuestran cómo las lecciones de la historia han reforzado la idea dominante de que los indígenas no tenían lugar en El Salvador. Los esfuerzos de la posguerra están decididos a desafiar las ideas de pertenencia nacional que se basan en esa exclusión racial y étnica.

La emigración masiva que comenzó durante la guerra civil ha creado una gran población de ciudadanos lejanos. Los vínculos transnacionales entre 'hermanos lejanos' y el Estado-nación se extienden más allá del fomento de las inversiones económicas a proyectos que tienen como objetivo conectar la diáspora de salvadoreños a El Salvador. Hoy en día, en todo el mundo la migración y la diáspora están transformando las ideas de pertenencia nacional y muestran otra característica novedosa de la construcción de la nación en el siglo XXI. En mi investigación describo algunos de los programas innovadores que el gobierno de El Salvador desarrolló para llegar a los ciudadanos en el exterior. Por último, a medida que la sociedad salvadoreña comienza a examinar su pasado, los nuevos monumentos y museos parecen ayudar a rescatar la historia de la sociedad y el trabajo de la memoria.

Los museos son lugares importantes para la representación de la cultura y la historia nacional. Pasé mucho tiempo con personas que estaban diseñando el nuevo Museo Nacional de Antropología 'David J. Guzmán' (MUNA). En San Salvador, el impresionante MUNA está acompañado de otros museos nuevos como el Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI), el Museo de Arte (MARTE), y el Museo Universitario de Antropología (MUA) de la Universidad Tecnológica. Sostengo que todos estos museos, sean patrocinados por el gobierno o no, tienen un papel en la representación y la configuración de las ideas de la nación.

La ventaja de mi investigación de largo plazo es que proporciona una perspectiva sobre procesos que incluyen la aparición de nuevos sitios que intentan influir en la construcción de la nación, transformaciones en la política oficial, y cambios sociales que acompañan a los esfuerzos de construcción nacional. Esto quizá se ilustra mejor con el creciente interés de los académicos y la sociedad civil por comprender la guerra civil de El Salvador, incluyendo las atrocidades y la experiencia cotidiana del conflicto. Han pasado más de veinte años desde que terminó la guerra. Para algunos es importante no olvidar las razones del conflicto.  Esta memoria es importante también para los que están imaginando que El Salvador puede convertirse en una nación solidaria mas justa, equitativa, e incluyente.

Portada del libro Reimagining National Belonging: Post-Civil War El Salvador in a Global Context (University of Arizona Press, 2012), de Robin DeLugan.
Portada del libro Reimagining National Belonging: Post-Civil War El Salvador in a Global Context (University of Arizona Press, 2012), de Robin DeLugan.


* La Dra. Robin DeLugan obtuvo un doctorado en antropología en la Universidad de California en Berkeley. Actualmente es profesor asociado de antropología en la Facultad de Ciencias Sociales, Artes y Humanidades de la Universidad de California en Merced.

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