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Deir ez-Zor, la ciudad emblema de la tragedia siria

La guerra apenas ocupa ya titulares en los medios de Occidente, pero las bombas siguen cayendo en Siria. No han dejado de hacerlo desde enero de 2011, y Naciones Unidas cifra en más de 70,000 los muertos. A orillas del legendario río Éufrates, Deir ez-Zor era la más pujante ciudad de la zona oriental del país, hoy convertida en un perpetuo campo de batalla.

Lunes, 18 de febrero de 2013
Antonio Pampliega (AFP) / El Faro

Deir ez-Zor, SIRIA. El ruido de los morteros resuena como una banda sonora macabra en Deir ez-Zor, 450 kilómetros al nororiente de la capital, Damasco. Tras nueve meses de combates encarnizados entre las tropas del régimen de Bashar al Asad y los rebeldes, la gran ciudad del este de Siria está en ruinas y más de los dos tercios de sus habitantes han huido.

“Pues así es todos los días; algunos mucho más intenso. Hoy es un día calmado y tranquilo”, afirma Firas, un soldado rebelde, del Ejército Sirio Libre. La media es de una explosión cada minuto.

“Antes de la guerra, había en la ciudad cerca de 750,000 personas; desde junio de 2012 no creo que los habitantes superen los 200,000. En Sheij Yasen deben vivir unas 600 personas, el resto ha huido”, cuenta el soldado desde este barrio de Deir ez-Zor.

“Los civiles han huido a la provincia, prácticamente liberada, o a la frontera con Turquía, a 300 kilómetros de distancia de esta ciudad. Cruzan por el paso de Tal Abjad (Colina blanca, en árabe) y algunos, muy pocos, tratan de escapar por Irak –la frontera más cercana, a 130 kilómetros–, pero como el gobierno iraquí apoya al gobierno de Al Asad, son muy pocos los que se atreven a cruzar esa frontera”, añade Firas.

En los nueve meses de combates en la ciudad se han contabilizado cerca de 3,500 muertos.

“La mayoría son civiles que han muerto durante los bombardeos de la ciudad”, afirma Moteba Hwidi, fundador del único Media Center de esta ciudad.

“La mayoría de la provincia está liberada, pero en el interior de la ciudad el ejército sirio tiene varios barrios bajo su control”, cuenta Hayel, un activista de esta ciudad.

El presidente Bashar “Al Asad tiene, en el sur, en lo alto de una colina, su artillería desde donde bombardean toda la ciudad; así que de norte a sur (salvo esta colina) todo es zona liberada”, comenta Tarek Resak, uno de los impulsores de la revolución en esta ciudad.

Una ambulancia recorre la margen derecha del río Éufrates sin luces, mientras a la izquierda, entre tinieblas, se va vislumbrando una ciudad devastada por nueve meses de guerra.

“Tenemos que movernos de noche porque los bombardeos son menos intensos que durante el día; por eso debemos aprovechar cuando oscurece para poder entrar en la ciudad sin mayores problemas; salvo los francotiradores, que siempre están al acecho”, explica el activista Hayel.

Los faros de los vehículos muestran barrios fantasmales donde solo los más intrépidos se atreven a salir a la calle.

El barrio de Sheij Yasen es un conglomerado de edificios de varias alturas carcomido por las sombras. “Hace meses que no tenemos luz en este barrio, durante el día los bombardeos son muy intensos, y casi todos los vecinos han huido a otras áreas de la provincia”, afirma un vecino mientras cruza, temeroso, la calle bajo el intenso sonido de las explosiones provocado por la artillería del régimen.

La mezquita Rawi está totalmente destruida. La cúpula, de color verde, está hundida, y en su pared alguien ha escrito el lema ‘Victoria o Muerte’ con letras moradas. El bazar y las casas situadas a su alrededor no han corrido mejor suerte.

“Un avión disparó varios misiles contra esta zona destruyendo todo lo que encontró a su paso”, afirma Hayel, “el 70% de las casas de la ciudad han sido alcanzadas por la metralla de la artillería, y en los frentes, el 100% están destruidas”.

En la calle Bin Al Walid se pueden contar hasta cuatro enormes agujeros en el suelo. “Los aviones han castigado con extrema dureza este barrio”, comenta Hayel. Todos los comercios están cerrados y la inmensa mayoría de las persianas metálicas presentan impactos de esquirlas. “Hace meses que los comerciantes cerraron sus tiendas y huyeron. Apenas quedan comercios en toda la ciudad”.

La plaza Basel Al Asad, nombrada así por el hermano mayor del presidente sirio fallecido en un accidente en 1994 y rebautizada Plaza de la Libertad, tampoco se ha librado de la voracidad de la guerra.

Cascotes y cristales tapizan el suelo. Oculto en uno de los edificios más altos de la plaza, un francotirador del régimen dispara contra todo aquel que trata de cruzar.

Sin embargo, a pocos metros de la línea de combate, los hermanos Abu Mohammad y Umm Tarek pasan las cuentas de un rosario y hablan tranquilamente con otros dos vecinos del barrio.

“Llevamos nueve meses aquí, es nuestra casa y no tenemos intención de abandonarla”, afirman los dos ancianos. La práctica totalidad del barrio está completamente destruido pero a pesar de eso los hermanos continúan viviendo aquí. “No tenemos miedo”, sentencian.

© Agence France-Presse

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