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La escuela que vence a la enfermedad - ElFaro.net

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La escuela que vence a la enfermedad

Frederick Meza

La maestra Marta Rosa de Cruz tenía un sobrino hospitalizado en el Bloom y para que no se retrasara con sus clases llegaba a darle refuerzos. Entonces se dio cuenta de que los niños internos no recibían ninguna educación. Su vocación la llevó a solicitar los permisos al Ministerio de Educación para crear una escuela. Inició en 2000 en un pequeño pasillo del tercer nivel del hospital, con dos profesores más. Ahora son seis. Los alumnos proceden de áreas como neurología, ortopedia, nefrología, VIH, hemofilia y cáncer. En la foto, la maestra Bessy Sánchez da clases a los niños de oncología, enfermos de leucemia.
Lisset Margarita Crespín, de 10 años, estudiante de tercer grado, lee un libro para entretenerse durante la clase en el centro médico “Ayúdame a vivir”. Ella tiene leucemia y cada viernes recibe tratamiento de quimioterapia. La leucemia es uno de los cánceres pediátricos más frecuentes en el país. Un 71% de los pacientes pueden ser curados si reciben un tratamiento adecuado.
En este aula, la maestra Ana María Gómez (en el escritorio) atiende a los estudiantes de tercer ciclo. Durante 12 años de existencia, la escuela ha entregado certificado de noveno grado a cerca de 50 alumnos. Hasta hace unos años, este era todo el espacio de la escuela. Ahora hay cuatro aulas, una para los niños de primero y segundo ciclo, remodelada con donaciones de caridad. Los niños de cuidados intensivos o intermedios en la área de oncología y nefrología tienen otro salón. Para los niños con leucemia del centro médico “Ayúdame a vivir” hay también un aula propia.
Las clases teóricas se combinan con actividades prácticas, según las necesidades de cada grupo. Estos dos niños del área de oncología juegan a los bolos. En los salones no hay división de grados para que el poco personal atienda a niños de diferentes grados simultáneamente. Aun así, si un alumno se agrava y no puede salir de su casa, la directora cuenta con un carro del centro para visitas domiciliares. En este momento está arruinado y no hay dinero para repararlo.
Adriana Zúñiga, de 9 años, recibe ayuda de su maestra de cuarto grado, en una clase de matemática. Adriana llega cada viernes al hospital desde Sonsonate para recibir tratamiento de quimioterapia contra la leucemia. Usa una mascarilla para evitar la posibilidad de contrar alguna enfermedad debido a sus defensas debilitadas por la quimioterapia.
En el centro médico “Ayúdame a vivir”, Miriam Esperanza Cartagena ayuda a su hijo, Juan Antonio Méndez, de 5 años, a hacer una tarea. Desde hace tres años, Miriam acompaña a sus dos hijos, Juan y Bryan Steven, de 11 años, para que reciban tratamiento de quimioterapia contra la leucemia. Son originarios de El Rosario, departamento de La Paz.
Vanessa Claros, de 15 años, está en el mayor grado que atiende la escuela: noveno. Todas las tardes recibe clases junto a dos compañeros más. Por la mañana, en cambio, tiene que recibir tratamiento de hemodiálisis por insuficiencia renal.
Salvador Concepción Marín, de 15 años, estudia quinto grado. Salvador recibió trasplante de riñón pero su cuerpo está rechazando el órgano donoado por un familiar y deberá ser intervenido quirúrgicamente de nuevo. Usa una mascarilla para tratar de reducir las posibilidades de contraer alguna infección.
Hace un mes, la madre de Justin Vladimir Bonilla, de 8 años, no sabía que su hijo tenía leucemia. Desde entonces está internado en el área de oncología. En su cama trata de ponerse al día con son sus estudios de primer grado.
En la última semana de enero, Justin, quien vive en Soypanago, no pudo asistir a clases, pues tuvo una recaída por leucemia. Ajeno a la clase pero lleno de ánimo, coloreó el dibujo que está bajo su almohada.
Desde el año 2000, la escuela ha ido creciendo, pero aún escasea el espacio. La oficina de la directora Marta Rosa de Cruz sirve como bodega, como archivo y despacho a la vez. Como escuela del Ministerio de Educación sus trabajadores reciben salarios, la escuela obtiene paquetes escolares y los estudiantes reciben subsidios, pero no les dan los refrigerios, ya que por la carencia de espacio no tienen cocina para prepararlos. Han logrado equiparse con materiales didácticos y computadoras por medio de donativos.
En el centro médico “Ayúdame a vivir”, la maestra Maryori Alvarado da clases a un grupo de niños que reciben tratamiento ambulatorio en el Bloom. Las clases que aquí reciben tienen equivalencia en otros centros escolares públicos para evitar el desfase escolar. Ningún otro hospital en el país tiene una escuela similar. Niños de todo el país llegan a recibir clases al Bloom ya que por sus enfermedades no pueden ir a escuelas regulares y no pueden viajar todos los días del interior del país a la capital y viceversa porque es muy costoso. Reciben clases solo cuando tienen consultas o tratamientos en el hospital.
En su primer día de clases, Dustin Ariel Fuentes Delgado, de 7 años, estudiante de segundo grado, colorea la tarea que su maestra le dejó. El año pasado le descubrieron leucemia, y desde entonces tuvo que dejar la escuela cercana a su casa en Mejicanos, y ser internado en el área de oncología. Ha retomado las clases en la escuela del hospital, aunque su estado de salud solo le da fuerzas para acudir una vez cada tres días. Los maestros y médicos consideran la asistencia a esta escuela una parte del proceso de sanación de los niños porque mejora su estado de ánimo y su calidad de vida.
 
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El año de clases de 2012 arrancó hace dos semanas y mientras miles de niños irán a lo largo de 10 meses de sus casas a su escuela, 130 han iniciado una rutina muy distinta: son los alumnos de la escuela “Reynaldo Borjas Porras”, que funciona en el Hospital Nacional de Niños Benjamín Bloom. Son niños que por sus condiciones de enfermedad y pobreza encuentran acá la única opción de aprendizaje formal mientras reciben tratamiento médico.

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