El Ágora / Cultura

“Cuando terminamos el Cerro Verde se nos apagó el volcán”

Nos recibe en su apartamento en uno de los edificios más emblemáticos de San Salvador, que él diseñó y construyó. Ahí, en las Torres del Bosque, nos ofece café junto a su ventana y ríe antes de iniciar la conversación. Nadie adivinaría la verdadera edad de este señor lúcido, simpático y muy activo, que aún baja todos los días al lobby del edificio a supervisar que todo esté en su lugar. René Suárez, ingeniero y arquitecto, participó en los primeros movimientos estudiantiles para derrocar al general Maximiliano Hernández Martínez; regresó al país y en los tiempos de Osorio diseñó y construyó todos los turicentros. Entre ellos el del Cerro Verde, protagonista de una anécdota de esas que solo suceden en América Latina: diseñó un hotel de montaña justo frente al volcán de Izalco, el llamado Faro del Pacífico, porque el fuego que escupía se veía desde el océano. Ahí, justo en el balcón, los turistas podrían apreciar de frente el maravilloso espectáculo de un monstruo en erupción. Pero dos semanas antes de la inauguración del hotel, el volcán se apagó y nunca más volvió a lanzar fuego. Medio siglo después, el ingeniero René Suárez cuenta esta anécdota con una enorme sonrisa.


Miércoles, 19 de enero de 2011
Carlos Dada

René Suárez. Foto Edu Ponces
René Suárez. Foto Edu Ponces
¿Cuántos años tiene?
91 voy a cumplir.

¿A sus 91 sigue activo?
Pues así creo yo porque estoy rediseñando ahorita varias cosas para la oficina.

¿Cuál es su secreto?
Eso sí que está jodido... tal vez le diría que la he hecho tranquila... que no ha sido tan tranquila, porque cuando entré a la universidad fui el promotor, con cuatro amigos más, de la huelga de brazos caídos que se hizo para botar a (Maximiliano Hernández) Martínez.

¿Me está hablando de qué año?
Del año... perate... mirá, esto: mi hijo me trajo algunas cosas... mirá este detalle (muestra un recorte de periódico): destacada actuación de ingenieros en el movimiento de resistencia pacífica contra el general Martínez. Te voy a leer este pedacito que dice:

“Fueron los estudiantes de ingeniería quienes iniciaron la huelga estudiantil que nos condujera a la huelga de brazos caídos y finalmente huida del general Martínez. Fueron los promotores de la huelga los valientes jóvenes bachilleres René Suárez, Raúl Castellanos, Antonio Villavicencio, Salvador Choussy y Enrique Lima, quienes el 24 de abril pasado reunieron a sus compañeros y a los estudiantes dederecho en el paraninfo de la Universidad Nacional para declararse en huelga desde ese día, decidiendo no asistir a clases mientras continuara Martínez en el poder. El 29 de abril renunciaron en masa los estudiantes de las distintas oficinas del ramo de ingeniería...”

Je, je, je, je... eso te demuestra...

Es del 21 de mayo de 1944.
Quiere decir que siempre he sido intenso en mis babosadas, ja, ja.

Siempre ha andado dando guerra.
Bueno, no guerra, pero siempre mi mente... yo me estuve analizando y dije yo: es que en mi mente siempre fui un socialdemócrata, no fui ni de derecha ni de izquierda, porque ninguna de las dos babosadas me gustan, pero sí me gusta la libertad, la acción, la sinceridad. Nada de confusiones ni de intrigas. Entonces por eso fue que... yo tenía 18 años o algo por el estilo cuando comencé a trabajar eso. ¿Y qué me pasó con esto? Que me mandaron al carajo de aquí... ja, ja, ja, y me sacó el embajador mexicano a México, porque me perseguían como que era...

Vamos por partes... esta fue su primera acción política. ¿Cómo llegó a eso?
Es que éramos estudiantes de primer año de ingeniería y ahí nos reuníamos compañeros, entonces yo llamé a los que creí que podían apoyarme en mi idea de ver qué hacíamos, porque era imposible que Martínez volviera a reelegirse por quinta vez, teníamos que hacer algo y hablé con ellos y les dije que eso no podía ser, que había que hacer algo y ahí empezamos a confabularnos y a ver qué hacíamos y a conseguir gente que nos ayudara, que se agrupara con nosotros y así fue porque nadie quería ya que continuara esa situación. Fue fácil empezar a levantar ese movimiento.

Porque lo que dice esa nota es que prácticamente ustedes iniciaron la caída del general Martínez... suena un poco grande eso.
Sí.

¿Así fue?
Desgraciadamente así es. Pero yo no te lo digo, porque a saber si fueron otras cosas más, pero para mí no se hablaba antes nada de eso, hasta que reunimos estos cuatro a planear algo.

¿Entonces antes de que cayera Martínez usted se tuvo que ir?
No, él se fue, pero vino un sustituto de militares y como yo estaba metido en todo eso, ellos sabían todos mis movimientos, porque a mí los ingenieros ya graduados me habían hecho secretario de la junta de ingenieros, siendo yo un estudiante, me habían nombrado a mí que los representara. Yo era el intermediario que caminaba para acá y para allá y en la huelga yo tenía una moto y me iba a Santa Ana a recoger dinero para pagar a los que renunciaban y no tenían comida... así que yo repartía dinero. De Santa Ana conseguí bastante pisto, venía en mi moto con el dinero y se los entregaba al encargado que era Chito Vilanova y él pagaba a los que necesitaban, porque habían renunciado y no tenían dinero. Fue una cosa bellísima, ¿sabes? Esa huelga.

¿Y por qué Santa Ana?
Es que en Santa Ana había bastante plata, más que aquí y la aflojaban más rápido. Lo recuerdo con cariño y con aflicciones, porque yo pasaba afligido, de casa en casa, pasándome de una casa a otra. Una vez llegó ya la policía con una orden específica a traerme a la casa y vengo yo y les abro la puerta y preguntan: “¿Aquí vive el señor René Suarez?” Y les digo: sí, aquí vive, pero hoy no está. ¡Les digo yo! Ja, ja, ja, ja...

Ja, ja, ja, ja...
Es que no me conocían de la cara. “¿Y a qué horas podrá estar?” Es que él casi no viene a vivir aquí, él se va por todos lados. Después yo me moría de la risa de la chiflada que había dado.

¿Y después tuvo que irse del país?
Cuando ya la cosa se puso fuerte, ya empezó Arturo Romero. Fue candidato. Él levantó tanta gente en el país que era un partido que no podían vencerlo jamás, porque todos eran romeristas. Los que estaban todavía en el gobierno, porque hubo un gobierno transitorio... siempre metiéndome en babosadas, entonces vengo y dijeron que iba a haber una invasión de Guatemala para acá con todos los estudiantes que nos fuéramos para allá y venir con fusiles ya a pelear con la policía y con todos.

A favor de Romero.
A favor de Romero y de una libertad real para el país. En una de esas me agarraron porque hubo un tiroteo allá por La Campana en el que yo estaba mezclado: mi hermano me dijo: “Te andan siguiendo”. Y me llevó a la embajada de México. Ahí en México yo digo “bueno, está bien”. Me sirvió grandemente porque estando allá me metí a la facultad de arquitectura en México.

Entonces de ingeniería se va a México a estudiar arquitectura.
Así es, en la UNAM. Ahí el rector me dice: “traiga papeles para hacerles convalidaciones” y yo le decía que yo no tenía nada, porque me habían echado de mi país y me dijo: “Bueno, vamos a hacer una cosa: venga a las clases que usted quiera, el tiempo que quiera y lo que no le podemos dar es un título, porque no tiene papeles”. Y así fue, ja, ja, ja... Terminé, pero lo que aprendí no me lo quita nadie.

O sea que usted se volvió arquitecto pero no le podían dar el título.
No podían porque cómo me lo iban a dar si no presentaba pero ni siquiera mi papel de bachillerato. Por eso es que yo no me pongo arquitecto. Solo me pongo ingeniero, porque el título de arquitecto no lo tengo y como yo no quiero ser farsante...

No, solo ha ejercido de arquitecto en algunas de las principales obras de este país.
Toda mi vida ha sido de arquitecto.

De arquitecto y de ingeniero.
Sí, soy ingeniero y arquitecto.

Me refiero, por ejemplo, a que cuando hizo los turicentros usted fue el ingeniero y el arquitecto también.
Claro, ya en tiempos de Osorio, ya era otro tiempo, yo ya había salido y era ingeniero con título, pero no era arquitecto con título.

Pero cuando termina arquitectura se viene de vuelta, ya las cosas están más calmadas.
Sí, ya estaban calmadas.

¿Ya estaba Osorio?
No, era un Menéndez.

¿Y usted no conoció en México a Osorio?
No.

Él era el agregado allá.
A él lo conocí ya presidente. Seis meses después que tomó posesión, por una simpleza de que él quería que le arreglaran su baño y compró un baño con Freund. Freund le prometió que se lo iba a mandar a instalar y no tenía con quién y me dicen a mí: “¿No nos querés hacer el capulín de hacernos este baño para el presidente?” Entonces ahí es que fui a la casa de él y ahí lo conocí y ahí nos hicimos amigos porque él me pidió que hiciera tal cosa y tal otra y una piscinita y que le arreglara la casa porque no le gustaba mucho y fue así como hicimos esa amistad con él.

¿Pero usted ya tenía despacho aquí?
Yo tenía ya una empresa en ese tiempo, una empresa constructora. Entonces cuando entró Osorio, como te conté la vez pasada, fue el presidente más socialdemócrata que hubo en el país. Él fundó, fijate, el Ministerio de Trabajo, el Seguro Social, los aguinaldos, la Carretera del Litoral, los hospitales. Bueno... hizo cantidad de cosas.

Vaya, ingeniero, yo quiero, antes de entrarle a lo de los turicentros, empezar a analizar el período de Osorio. Cuando uno examina la historia de El Salvador en el siglo XX, se da cuenta de que probablemente Osorio es el presidente que con más recursos contó.
Porque el café estaba bien arriba y el algodón.

Sí, pero no solo por eso, sino porque además como estaban arriba, él les clavó un impuesto.
Sin embargo, lo amaban. La argolla que decían que era la argolla dorada... lo que Osorio hacía le daban el chance, le daban...

¿Por qué?
A saber cómo se los metió en la bolsa. No sé cómo se los metió a la bolsa, pero al grado que cuando él murió, se murió sin dinero. Toda esa gente rica pagó su entierro, porque lo querían. Hay cosas contradictorias ahí que nunca pude entender. Cómo puede ser que él les daba sus cachimbazos duros, les quitaba, les puso impuestos, ¡y lo querían!

Roberto Turcios, que se ha dedicado a analizar los períodos presidenciales, describe a Osorio como el presidente con una visión estratégica sin precedentes, con una extraoridinaria capacidad para rodearse de profesionales jóvenes y escucharlos.
Así es.

René Suárez. Foto Edu Ponces
René Suárez. Foto Edu Ponces

Supongo que usted es uno de esos.
¡Así es! Él me mandaba llamar para que platicáramos, para que le contara cosas. Para decirme: “mire, dígale a su tío –porque el presidente de turismo era Raúl Contreras, tío mío- que yo quiero que hagan tal cosa...” Y yo le hablaba a la Junta de Turismo: dice el presidente que quiere que hagamos tal cosa... bueno, pues hagámosla. ¡Y así era! Viniendo una vez de Coatepeque en el que yo le estaba entregando una casita a él, para que pasara la semana santa, le dije: “Mire, coronel, fíjese que el doctor Juan Paredes me llevó a Las Brumas a ver el volcán de Izalco cómo se baña de fuego... ¡qué lindo se mira! ¿No cree que sería prudente hacer un restaurantito ahí cerca, en algún lugarcito para poder ver el volcán? -le decía yo-, y que venga turismo”. Me dijo que sí, pero no un restaurantito. ¡Un hotel! Sencillo, simple, delicado, que no cueste mucho, pero que sea bien práctico. Pero me dijo que para eso yo tenía que irme a dar una vuelta a Europa.

Él había estado en Italia.
Sí, y me dijo que yo buscara todos los hoteles que yo quisiera para ver el movimiento, “cómo se manejan, cuáles son las necesidades... las cosas que más le interesen, para que nos haga un proyecto cachimbón, vergón, barato, sencillo”, yo le dije que sí. Cuando regresé le dije que ya había regresado y que estaba listo para comenzar, me dijo que sí, “pero cuando termine sus planos no me traiga planos, sino maqueta, porque así me doy más idea”.

¿Entonces usted se fue a vagar a ver hoteles a varios países?
Recorrí todo: Alemania, Francia, Inglaterra, Suiza, Italia... a todas partes y me quedaba donde a mi más me gustara y lo lindo es que me hospedaba un tiempo en los hoteles.

¿Qué se trajo de allá?
Ideas nada más, porque nada se puede copiar, pero te puedes dar una idea. “Este resolvió este problema de esta manera” '¡Qué bien lo resolvió!'

¿Entonces usted le trajo a presentar todo un proyecto de turicentros?
Al principio no. Osorio nombró a Raúl Contreras presidente de la junta de turismo que se componía de cinco personas: entonces ellos, como no tenían un grupo de arquitectos ni ingenieros, porque acababan de fundarse esa junta... Raúl, como yo era su sobrino y sabía que yo trabajaba en arquitectura e ingeniería, me llamó y me dijo: “Vení, vamos… la junta aquí te va a dar un sueldo para que nos hagás todo”. Con un sueldo que me pagaban, yo le daba a turismo mi empresa entera. Había ingenieros, topógrafos, inspectores... una empresa completa. Así es que fácilmente todo se podía hacer. Y ahí empecé a hacer. El primero que hice fue el mirador de Los Planes.

Ajá.
El gran mirador ¿Te acordás que se mira allá abajo?

Sí, sí, todavía está.
¡Todavía ahí está! Y fijate que pronosticaban que eso se iba a caer.

¿Ah, sí?
Porque estaba en la orilla del barranco. Ese fue el primero. En ese momento también se consiguió que... Colonización Rural era el dueño del terreno del parque Balboa y consiguió Raúl que se lo donaran a la junta de turismo para que hiciéramos un parque y así nació el Parque Balboa.

Ya, pero lo que quiero entender es esto: ¿no nació todo como con una visión general de turicentros, sino que fue de uno en uno?
Sí, uno en uno. Cabal. Es que no teníamos nada. Aquí no había turismo, ¡aquí no había nada! No había hoteles, hombre. Ni hoteles había. Por eso fue esas palabras, bien socialistas, cachimbonas que me dijo Osorio: “El país no está preparado para un turismo internacional, si no tenemos ni hoteles, no tenemos nada. Empecemos por un turismo interno, local y con la condición de que lo que se haga sea también, especialmente, para esparcimiento del pueblo. Quiero que proyecten jardines, parques, balnearios, pupuserías y todo lo que sea necesario para que haya afluencia de turismo interno. Ese va a ser el principio para un turismo en años venideros”.

Ya.
Fijate qué mirada más grande la de ese hombre. Y así fue. Después del Balboa, felizmente ahí tuve la suerte de que me rodeé de buenos colaboradores. Valentín Estrada... es el único escultor que tuvimos nosotros. Con él se hicieron monumentos bonitos... le dio más gracia al parque porque le pusimos monumentos, el dios del fuego, y algo más especial que fue el rincón de la independencia. Entonces se proyectó así en círculo con los próceres. Yo le digo a Valentín: “Mirá, fijate que a Matías Delgado nadie lo conoce de frente, solo de perfil. Así es, ¿verdad?'

Ja, ja, ja, ja, ja.
Entonces me dice: “Y ¿usted quiere que se lo haga de frente?” “Pues, si podés, a mí me gustaría”. Pues lo hizo.

Ja, ja, ja, ja.
Es el único busto de frente de Matías Delgado. Ahí está en el parque Balboa. Fijate qué interesante.

Claro. Pero ¿usted tenía la concepción de todo? De la arquitectura, la ingeniería... ¿cómo se le ocurrió el mirador de Los Planes, por ejemplo?
Iba con Raúl. Venía de España él con una idea de lo que le llamaba los paradores de turismo que eran pequeños restaurantitos que servían para que el turismo llegara y tomaran café. “Aquí es bonito para hacerlo”. “Pero aquí es un barranco”, le dije.  “Proyéctelo”, me dijo. Bueno, lo hicimos. En ese tiempo mi compañía era más fuerte y tenía varios ingenieros. Estructuralistas y gente que podría ayudarme. Hicimos ese volado. En ese tiempo mi empresa se llamaba ASM porque la habíamos comenzado tres estudiantes compañeros que eran Jorge Alfaro, Lico Morales y yo. Pero no duró mucho tiempo. Al principio sí porque hicimos carambadas, pero no duró mucho tiempo porque cada quien se dedicaba a atender a su cliente puro. Así fue como yo me quedé solo en la junta de turismo.

Ya, ya.
A pesar de que no estaba solo. En las primeras obras poníamos una plaquita que decía ASM, pero no fue más que una vez en el parque Balboa y creo que en en ese mirador. De ahí ya no porque entonces cada quien empezó por su lado a trabajar.

Y luego vino…
Atecozol.

¿Qué año?
En el 53.

¿Y el mirador?
El mirador fue el primero que hicimos. Dale vuelta un año y pico antes. De ahí en ese tiempillo empecé la Puerta del Diablo. Esa fue una cosa difícil porque nunca me ha gustado ni competir con la naturaleza porque no podés competir con ella. No hay forma de ganarle, pero sí podés hacer algo para que medio se diluya y no choque con lo existente. En armonía. Te voy a contar una anécdota de eso que es graciosa. Viene Altamirano, el padre...

Napoleón Viera.
Me habla por teléfono y me dice: “Mire, arquitecto...”

También fue candidato a la presidencia.
También él fue candidato, pero fue...

Contra Romero y contra el que estuvo antes de Osorio, al que le dieron el golpe del 48.
Y a mí me estaban atacando mucho porque empezaron los celos profesionales. Mis compañeros, mis colegas. Miraban en mí un enemigo porque decían: “Está haciendo cosas buenas y está floreándose”. Vaya, le dije, nos juntamos a las 10 de la mañana tal día. Ahí estaba él. Y me dice: “Bueno, y usted, ¿qué hizo aquí?”. “Ay, ese es el regalo y el elogio más grande que me ha dado en la vida usted. Quiere decir que he dado un poco en el clavo porque lo que hemos hecho no distorsiona con lo demás”. Logré integrar todo aquello en un solo conjunto y vos creíste que así era.

Ya.
Pero me dice: “y esa gran piedrota enorme que está ahí, pues esa es pura, legítima”. No, le dije. Es una aglomeración de piedras que hice con concreto. Perforé con dinamita. Metí dinamita pequeña para que se rajara toda. Le eché barro, tierra, musgos y de todo y resultó que con el tiempo el musgo empezó a cubrir las piedras.

Y se volvió una sola.
Y se volvió una sola piedra que era la parte donde se bajaba.

¿Y esa locura de dónde la sacó?
No sé, no sé. Solo Dios le da a uno.

¿Y los viajes, ingeniero?
También los viajes, pero qué te puedo decir. Así como a vos te ha dado el poder de ser un buen periodista, a mí me dio otras cosas. Ni modo. Pasando ya. Pasamos de ahí de la Puerta del Diablo empezamos Ichanmichen. Ahí, me dijo Raúl, vamos a hacer algo un poco moderno.

Debió de haber sido para usted un lujo, siendo joven, tener el apoyo del Presidente de la República y de los fondos del Estado para poder echar adelante este tipo de creatividad.
Así es, así es.

Los arquitectos de la época, por supuesto, lo tenían que ver con mucha envidia.
Horrible, horrible. A mí me atacaron como no te imaginás y en defensa mía salieron personas que yo nunca había conocido. Uno de ellos fue Salarrué.

Cuénteme.
Salarrué fue a conocer las cosas y llegó a mi casa con un cuadro de él, una sandía, que me la dedicaba a mí. Y eso, ¿por qué? “Por lo que he visto que ha hecho” y sacó el diario, defendiéndome a mí, que ojalá hubieran un montón como yo.

¿Y qué hizo la sandía?
Ahí la tiene mi hijo. Ahí la tiene.

Qué maravilla.
Maravilloso. Otro que fue... Quino Caso era un periodista del Diario Latino de aquel tiempo. Latino, no el Colatino de hoy...

En los tiempos de Pinto.
De Pinto, sí. De Miguel Pinto, que era el dueño del Diario Latino. Ahí los editoriales eran de Quino Caso. Era un gran periodista y sacó un artículo, pero poniéndome en el cielo que hasta vergüenza me dio, hasta pena me daba porque solo le faltó decirme a saber qué. Ya los últimos años seguí después con Ichanmichen y después hicimos Amapulapa. Antes, se me había olvidado, Apulo.

El balneario de Apulo. Quién no lo conoce.
Apulo fue lo primero, lo primero.

Que ese sí era balneario.
Sí. Le hice un puente y le hice un aro para que la gente pasara y bueno, quedó agradable. “Vamos a Apulo, mamá”, hasta pieza hicieron. Lo lindo fue que después de eso ya quedaba... Los Chorros. Ahí empecé Los Chorros... Platicando, precisamente, con el presidente. “Ahí hay para hacer un balneario lindo”, le dije. “Pero si eso es un barranco donde nace agua a cantidad, pero ahí no hay espacios”, me dijo. “Le prometo que le va a gustar, lo he estudiado bastante y le juro que le va a gustar”. Haciendo Los Chorros fue que salió el último trabajo que era el Cerro Verde con el hotel. Ahí fue cuando yo le dije lo del hotel que había visto. Entonces empecé el hotel, empecé la carretera, empecé todo (muestra una foto frente a la maqueta del proyecto de Cerro Verde).

¿Este del bigote es usted?
Vaya, ahí está Raúl Contreras, yo y el presidente Osorio.

¿Cuál es usted?
Este soy yo.

¿El del bigote al estilo Errol Flynn?
Sí, ese soy yo. Aquí es donde le entregué al coronel el hotel, el diseño que había hecho del hotel del Cerro Verde. ¿Tú me contaste que alguien había dicho que otro lo había hecho?

En internet un colega encontró un sitio en el que otra persona se adjudicaba el Cerro Verde. Y yo le dije no, no, yo sé quién hizo ese hotel, el ingeniero René Suárez.
Y ahí te lo demuestro. Yo le explicaba al coronel (Osorio) y le decía: “Mire, coronel, es sencillo, es sencillo porque he hablado con el geólogo que había venido, que estaba estudiando el volcán con sus erupciones y todo...' Y me dijo: 'Ah, usted va a diseñar el hotel, le voy a hacer algunas recomendaciones. El Cerro Verde es una chiche del volcán de Santa Ana. Después del Cerro Verde nació el Izalco, fíjate qué viejo es, después de una capita de unos 40 o 50 centímetros de tierra es pura lava. Entonces tenga cuidado con los cimientos porque va a encontrar un terreno movedizo abajo...' Entonces dije yo tengo que pensar en una estructura metálica, que tenga flexibilidad, que sea liviana para que pueda ser soportada por esa arena medio flojona, y lo que hice fue confinar espacios para que la arena no se regara, porque la arena si tú la confinas es bien resistente pero si no la confinas se sale. Yo confiné todas las partes donde iba a montar las columnas principales. El coronel me preguntó: '¿Y por qué no siguió la línea de cuartos para ver el volcán nada más, si es lo que queríamos ver?' 'Por dos cosas', le dije, 'una porque en el centro habíamos visto el volcán todo el día si queríamos y en la noche un ratito pero dan más ganas de dormir'.

Pero una erupción se ve mejor de noche.
Sí, pero tú no vas a estar hasta la 1 de la mañana viendo erupciones. Lo ves y te da sueño y te dormís. Y el otro lado es una montaña tan linda, tan natural, árboles lindos, llenos de epífitas y de cosas tan lindas que valen la pena que alguien las viera y además el terreno era para arriba. Si yo seguía recto había que botar un montón de árboles, entonces en donde comenzó a subir me abrí.

Ahora cuénteme la maldición del proyecto.
¿La maldición?

¡A usted se le apagó un volcán!
Ah, eso fue lo lindo, ja, ja, ja. Terminando el hotel...

¿Esto en qué año fue? ¿1955?
Ya había terminado Osorio y había entrado José María Lemus...

En el 56,  que después el mismo Osorio le da golpe de Estado...
Le da el golpe de Estado porque no quiso hacer lo que él le había dicho que tenía que seguir haciendo. Como te digo así se manejaban las cosas antes... ¿en qué iba?

El presidente Óscar Osorio (izq.), Raúl Contreras, presidente de la Junta Nacional de Turismo y el arquitecto René Suárez (der.) observan la maqueta del Hotel de Montaña Cerro Verde.
El presidente Óscar Osorio (izq.), Raúl Contreras, presidente de la Junta Nacional de Turismo y el arquitecto René Suárez (der.) observan la maqueta del Hotel de Montaña Cerro Verde.

Usted le entrega el proyecto a Osorio, Osorio da el visto bueno, lo empieza a construir pero lo termina ya con Lemus...
Ajá. Lemus fue quien lo inauguró, desgraciadamente no estaba Osorio. Me hubiera gustado que él lo inaugurara porque él había sido el promotor de este hotel. Mira, voy a contarte una historia. Cuando se decidió que se iba a hacer, que ya estaban los planes, la junta de turismo era directamente gobernada por Economía. El ministerio de Economía le daba el dinero para que hiciera carambadas. Pero ya para esto ya necesitaba un poquito más de dinero. Entonces viene Meza Ayau, que era el ministro de Economía, y dice: “No, no estamos para hacer ese gasto. No autorizo el dinero para que lo hagan”. ¡Ay, hombre! dije yo, qué jodida. Entonces le digo yo al mayordomo de Osorio, que era mi amigo y para Osorio era su chaneque, el que hacía todo: Decile a Osorio que quiero hablar con él urgentemente. Y al día siguiente me dijo que llegara a su casa a comer, al almuerzo a las doce y pico. Y llegué y ahí le conté: 'Mire, coronel, fíjese que dice el ministro Meza Ayau que no da el dinero para hacer el hotel'. '¡Ah, no´mbre, así dice!' ¿Y sabes qué hizo?

¿Ajá?
Le da una misión, que se vaya a Europa a hacer una misión especial que se inventó para agarrar él la cartera de Economía y aprobar el proyecto, ja, ja, ja... Si por eso lo querían, fijate, porque no les contradecía, sino que...

Les jugaba la vuelta, ja, ja, ja...
Cabal, les jugaba la vuelta, ja, ja, ja... Es gracioso eso.

Ja, ja, ja. Sí, pero no me ha contado la maldición, el apagón...
Cuando se terminó, ahí se nos apaga. Cabalito, digamos un mes o quince días antes de terminar el hotel.

¿15 días antes de la inauguración?
Algo por el estilo, fue algo bien cerquita. No te puedo decir fechas.

Usted llevaba dos años trabajando en eso...
... Dos años...

¡Y 15 días antes se le apaga el volcán!
Yo decía: que ya no siga echando riata este volcán, que espere a que termine el hotel para que mire la gente. Me daba lástima porque a cada ratito... hasta los trabajadores, mira, cuando hacía ¡bum!, que se llenaba ¡shhhhh!, y corría el montón de piedras rojas sobre el volcán. Era un espectáculo precioso, que casi mirabas el cráter...

Claro, pero me imagino la sensación de todo el mundo, si este proyecto era para ver el volcán y ya no hay volcán, y entonces...
Y entonces ese fue el fracaso. Pero si había pasado 40 o 50 años haciendo erupciones, ¿quién iba a pensar que se iba a apagar de la noche a la mañana, hombre? Y si hubiéramos sabido, habríamos hecho otra cosa diferente, no tan enfocado en ver el volcán...

Pero era la apuesta. Y aun así el hotel no fracasó.
No, no fracasó. No fracasó porque se había hecho el hotel “crecedor”. Tú ves ahí, tenía todo para servicio en grande, un salón hermoso donde estaban tres chimeneas,  ahí viendo y una terraza al fondo, fuerte grande, viendo al volcán. Bajabas y había un lugar para bailar bonito con una vista bien chula específicamente. Debajo de la terraza del hotel. Y más allá el comedor, que ves ahí, que era cuadrado donde mirábamos la laguna de Coatepeque y el volcán. Bueno, desgraciadamente al apagarse, pues eso se quedó así, que era bonito porque al mismo tiempo el proyecto tenía de hacer... aumentar cabinas, pequeñas cabinitas íntimas en donde vos tenías ahí tu chimeneíta para estar, tu cama y tu baño, no más. De esa forma no se destruía lo que estaba hecho sino que hacíamos más cosas en la montaña, que era tan linda, por todos lados, con eso teníamos una prolongación indefinida de cuartos que se podían hacer en el futuro, si hubiera pegado cachimbonamente y el volcán no se hubiera apagado...

¿Y qué se siente que se le apague un volcán?
Se siente como si vos estás escribiendo un artículo pero al final se te acaba la tinta. Entonces Lemus le empezó a dar otro giro, la junta se desarmó, pasó a Instituto de Turismo y después cambiaron el nombre hasta que ahora se llama Ministerio de Turismo.

Usted para ese entonces tenía treinta y algo de años...
Sí.

Yo me imagino que a esa edad, que de entrada así como usted era visto con envidia por algunos colegas, usted estaba a la vanguardia arquitectónica en muchos sentidos, ¿no?
Esa era la envidia. Tanto que yo hubiera querido enseñarte cuando Pepe Sabater fue a ver el hotel y le gustó tanto que le llamó y me dijo: 'René, quiero que me hagas una casa en los Planes de Renderos, con ese sabor que le has dado al hotel', entonces hice una casa, perdón la modestia, que sí quedó preciosa. Al grado que Pepe tenía muchos amigos que iban y venían, él iba allá y la gente venía aquí, pues un buen día vino creo que era el presidente o alguien parecido al presidente de la revista Architectural Record, Pepe lo invitó a su casa. Estando ahí le dijo: 'Enséñame toda la casa'. Pepe se la enseñó toda. Mira, le dice, nuestra revista nunca ha podido sacar ninguna obra en Centroamérica que valga la pena, todas las casas con iguales, esta es una cosa diferentísima.

¿Y se la sacó?
Espérate. Quisiera, le dijo, que me pusieras en contacto con tu arquitecto para que me dé fotografías de la casa y que me dé una de cómo la hizo y cómo se mira. Bueno, el asunto es que yo mandé a sacar las fotografías con un fotógrafo de profesión y me hicieron un álbum precioso y lo manda él para allá. Al poquito tiempo lo regresa el tipo diciendo que por favor... que esas eran preciosas pero que eran en sepia y que para poder salir bien en la revista debía ser en papel brillante. No sé si será cierto o no...

Bueno en esa época las cosas eran distintas.
Tal vez así haya sido. Entonces me dice que las volviera a sacar en papel brillante. No, dije yo. Yo no gasto. Y así fue como no salió en esa revista de Architectural Record una casa en El Salvador. La única casa que me ha llamado la atención y que me agrada tremendamente.

¿Entonces no salió?
No salió porque no les mandé las fotos.

¿Cómo cree que hubiera descrito Architectural Record esa casa? ¿Cómo cree usted que una revista de arquitectura o académicos en arquitectura describiría su estilo?
No sé. Mi estilo siempre fue con amplitud, con ambientes de amplitud, como ves aquí, pocas paredes, espacios grandes, rincones acogedores.

¿Pero arquitectónicamente eso en qué escuela cabe?
En ese entonces había varias corrientes y escuelas de arquitectura. Estaba la arquitectura orgánica que era la que lideraba Wright.

Frank Lloyd Wright.
Sí. Y que nadie podía copiarle porque era cosa solo de él.

Las casas en el bosque, no solo el Museo Guggenheim...
Wright ha hecho lindas cosas...

Sí pero usted se está refiriendo particularmente por ejemplo a...
... La Casa de la Cascada. Después estaban las contras que eran los Le Corbusier y todos los demás que eran arquitectura funcional. Que la función estaba sobre la belleza, cosa que yo no lo soportaba porque yo estoy de acuerdo con la función pero nunca contra la belleza porque la función bien planificada es bella de por sí.

Perdóneme, ingeniero, porque a usted no le va a gustar la comparación, pero esto que usted habla de los espacios amplios se asemeja más a Niemayer que a Frank Lloyd Wright.
Sí, pero es que yo he tenido combinaciones de todo, agarraba lo que más me gustaba de todos, no tenía una escuela definida, me gustaba la forma de pensar de este y este detalle me gustaba, decía voy a explotar este detalle... Pero sí me inclinaba más a lo de Frank Lloyd Wright, me gustaba, me llenaba más, sentía más rico usar la piedra de su color y evitar la pintura, sino que los materiales dieran el colorido a los edificios y a las casas, que hoy se está haciendo. Entonces habían hecho los condominios con ladrillos vistos y con esto y todo eso que antes solo era la pintura.

Si todo lo suyo vive rodeado de la naturaleza. Cuénteme más de Los Chorros, de ese concepto que usted tenía también de que pareciera que ahí no había entrado el hombre, porque ya no es Los Chorros de ahora.
No, ya no lo es... Los Chorros se componían nada más de una pileta, donde caía agua por todos lados. Nacía aquí, llegaba a esta pileta y esta agua se desperdiciaba. Vamos a hacer otra cosa.

Esta es el agua que baja desde el volcán.
Cabal. Entonces mi plan fue hacer una, dos, tres piscinas diferentes. Una, la de arriba, donde nacía el agua pura, pequeña, donde estuviera el agua a borbollón. Otra que cayera en un espacio más grande y el agua que no cayera así de cualquier forma, sino que la rodeé alrededor de la piscina, para que el agua corriera por ahí y se deslizara en chorros a la piscina. Sentías que estabas rodeado de chorros de agua...

Ya.
Pero me queda un problema: ¿Y hoy cómo paso a la piscina de arriba? Tenía que pasar por la de enfrente por eso y se me ocurrió hacer atrás una serpiente de planchas...

¿La de laja?
Lajas flotantes que creo que todavía quedaron en algunas de las piscinas...

Sí, quedaron.
Con eso pasábamos a la de arriba cuando ya estaba llena la grande, por una fuerte tubería la pasé en el barranco, hice unos grandes muros e hice una gran piscinota, que era la piscina popular. Y para que se mantuviera bonito dije: ¿Cómo le hacemos? Porque si se llena lo de arriba y se llena lo del centro, le quitan belleza. Entonces se nos ocurrió que se le iba poner precio.

Precio diferenciado.
Diferenciado, que el que quería bañarse en la de arriba primero iba a pagar un peso. En la segunda 50 centavos pero en la grande de abajo era de choto. Con eso se arregló todo, porque poca gente se bañaba pagando un peso, o poca gente se bañaba pagando 50 centavos cuando había una grande adonde habían puesto un chorro, con un montón de cosas bonitas para agradarles y de choto.

La piscina de abajo ahora tiene hasta unos juegos de agua que son de cemento. Yo no sé... ¿esos ya estaban desde que usted...
¡No! Yo saqué el agua en una cascada y se pasaba por debajo uno y era muy bonito porque la cascada del agua bajaba así y tú pasabas por detrás (simula con sus manos el movimiento).

Esos juegos tienen que ser nuevos porque no comulgan mucho con su arquitectura orgánica.
No. Si ahí se pasearon en todo porque los servicios sanitarios no se miraban, estaban incrustados en las montañas de roca. Y tenías...

¿En las cuevas?
Sí, pero unas cuevas que quedaban perfectas, bien iluminadas y limpias pero sí tenía un rótulo que decía: baños...

Sanitarios. Hoy están cerradas, esas cuevas están cerradas.
Y la cueva principal era el restaurante. Eran unas bóvedas y en el fondo hice pozos para que entrara luz. Entraba la luz en las cuevas y mirabas adentro, muchas veces, el sol, porque se miraba claro. Entonces desgraciadamente se terminó, la junta de turismo se acabó. Yo no pude terminar nada, lo cerraron porque dijeron que era peligroso y ya no supe más de Los Chorros. Hasta que con este diluvio de terremoto, que se movió toda la tierra, supe que iban a arreglarlo y lo arreglaron a saber cómo.

La concepción del balneario Los Chorros desapareció, lamenta Suárez.
La concepción del balneario Los Chorros desapareció, lamenta Suárez.

Yo tampoco sé. Fui hace poco con una ingeniera, y nos preguntábamos cómo había hecho usted para sostener esos grandes macizos de tierra y de piedra que están arriba pero que después están casi al aire, que si eso está calculado debidamente, ja, ja, ja.
Sí, estaba todo calculado. Todo eso estaba hecho con base en redondos porque en las estructuras redondas arqueadas no hay peligro de flexión porque todo trabaja a compresión. Entonces por pesada que sea la tierra las cargas se van hasta el fondo sin flexionar nada porque es... si tú tenés una viga así, esto se flexiona pero si tú tenés una cosa así, ¿cómo se flexiona? No hay forma de flexionarse... por eso usé ese sistema para todo lo que hice adentro del parque. Si tú tenés una masa y tú le haces un hueco así, las cargas que están aquí del peso se van aquí, aquí, y se van hasta el fondo. O sea se van por la periferia del arco y entonces podés hacer tus huecos altos y anchos con estas formas.

¿Pero usted me está hablando de las cuevas?
Sí, estoy hablando de las cuevas.

Yo le estoy hablando de los macizos de tierra alrededor de las piscinas.
Ahorita no sé cómo está, pero debe haber un sistema donde apoyaba. Tal vez en el centro se miraba que estaba vacía, tal vez su apoyo estaba más lejos. Pero no te lo respondo porque tendría que volverlo a ver. Ahora lo importante de este balneario fue el jardín, que se hizo arriba. Era un jardín lindo, precioso con árboles lindos, me propuse... nos propusimos que hubieran árboles que daban flor todo el tiempo. Porque hay un montón de árboles que dan flor, estaba el comasuche, el flor de fuego, el jacaranda, el maquilishuat...

Y ahí es donde estaba el parque de los poetas.
Ese es el parque de los poetas, que desgraciadamente el diluvio deshizo un montón de cosas, lo destruyó casi.

¿Por qué le puso el parque de los poetas?
No fui yo. Germán Cruchaga era no sé de qué país de Sudamérica pero él era embajador aquí, es poeta. Me pidió que lo llevara a conocer, que Raúl le había contado que aquí se estaba haciendo un parque lindo, un jardín lindo lo citamos ahí; había una cosa interesante. Aquí está el poniente, aquí está el sol, aquí había tierra, aquí había un poco de agua. Caían cosas dentro y lo que hice fue controlar el agua bien bonita y perforar hoyos para que el sol en la tarde cuando empezara  a ponerse entrara por esos hoyos. El agua chorreaba, hicimos plantas de agua, hojas y todo. Entonces al pasarle la luz y el agua se formaban los colores del arco iris. Cuando Cruchaga se paró y vio esto, y me dijo: ¿Y esto? Es parte del jardín, le dije. Y dijo: ustedes no han hecho un jardín, esto es una poesía, por eso este lugar debe llamarse El Jardín de los Poetas. Ahí lo incluyo, me dijo. Un momento, le dije, no me meta, porque yo apenas y puedo poner mi nombre, ja, ja, ja.

“De poeta nada', le dijo, 'usted a mi no me esté insultando', ja, ja, ja...
Ja, ja, ja. Por eso se le llamó Parque de los Poetas.

Yo me imagino esto: si usted cuenta con el respaldo y el apoyo del gobierno; si su obra es vista como vanguardista en este país; si usted tiene la capacidad de empezar a loquear y esas locuras y esos sueños y esas puestas en papel terminan  convertidas en obras públicas... ¿nunca le dio la tentación como de ir más allá, como Haussmann en París, como hizo Niemeyer en Brasilia, y decir quiero imaginarme una ciudad construida, ir más allá de los turicentros y hacer un diseño más urbanístico y rediseñar la ciudad?
Fijate que sí. Yo hice un estudio bonito de arreglar la Avenida Independencia, porque era una calle ancha, bonita pero llena de cochinadas y de babosadas. Entonces yo hice un plan para empezar por ahí y arreglar la ciudad. En ese tiempo nadie se interesaba. Todo lo que querían era hacer casas y ganar. Y me dije: ¿Para qué buscarme problemas y volverme a meter en pleitos como los que tuve con mis compañeros y otra vez a saber qué me podrá pasar? Además tenía tanto trabajo personal de mis clientes. Así venían residencias de todas partes y calculo que habré hecho unas 500 casas o a saber cuántas pero un cachimbo de casas de todos formas, de todas clases: caras, baratas y de todo tipo.

Y supongo que algunas serán, como en todo trabajo, las que hay que hacer de cajón como decimos nosotros, y supongo que habrá otras de las que usted se siente especialmente orgulloso.
Ajá, especialmente orgulloso.

Como la de Sabater.
Como la de Sabater.

¿Qué otras? Este edificio, supongo yo.
Este edificio, el edificio de Las Terrazas, el otro condominio que está ahí...

Sí, sí... aunque este edificio Torres del Bosque es y ha sido muchísimo más importante en el paisaje urbano que Las Terrazas, este ha sido un ícono de la ciudad.
Sí, lo bonito de este edificio es que se llama unidad de diseño, o sea que en sí es un mueble entero. Si tú ves es un edificio que tiene tres patas y que forman un conjunto armónico sobre una base central que me iba a servir de distribución para evitar vacíos porque yo odio los vacíos.

Sí, aunque el Cerro Verde tiene sus vacíos...
El Cerro Verde no era para vivir sino que era para caminar y estar dentro del bosque y dentro del camino y todo era completamente diferente.

Sí, ya le entiendo.
Si yo lo hago cerradito no valía la pena.

Bueno, odia los pasillos, aquí hace una estructura central con las tres patas.
Así es, es un diseño especial, que se diseñó integral, con unidad de diseño, con armonía, con balance y, claro, es un edificio de 30 años.

¿Cuándo terminó este edificio?
Lo terminé hace... se paró cuando empezaron las huelgas, ¿te acordás?, que salían los hombres a trabajar.

¿Con Duarte?
Un poquito antes de Duarte ¿Quién era?

La junta.
Después de la junta vino Duarte.

Álvaro Magaña y después Duarte, sí...
En esa época...

En la época de los 80s, yo pensé que era anterior.
Anterior, lo que pasó fue que se paró porque cuando entró Duarte nacionalizaron los bancos.

¿Y?
Y al nacionalizar el banco me quitaron el crédito que estaba utilizando para la construcción de este edificio.

Entonces le ganó la Torre Democracia, porque yo suponía que este edificio habría sido el más alto de San Salvador pero si fue en esa época, la Torre Democracia se lo comió, ¿verdad?
No lo pude terminar. El asunto es que al quitarme el dinero tuve que parar el edificio. Solo había dejado el cascarón ya hecho y no lo podía terminar sin plata. Entonces pasaron dos años y pico.

Con todo lo que habría significado para usted en términos financieros.
A mí me mataron, hermano. Los intereses que eran en ese tiempo el 18% o el 16%, algo por el estilo, se me fue multiplicando y la deuda que yo había adquirido se me había doblado, casi triplicado; no podía hacer nada. Entonces dije ¿Qué hago? Perder, por dicha que era dinero mío, el terreno era mío, el de mi oficina; y bueno, perdí. En aquel tiempo yo perdí 4 millones de colones, porque el edificio costó 18 millones y solo pude recuperar 14 millones.

¡4 millones de colones! ¡Ufff!
Sí, así fue. Tuve que vender como 4 o 5 casas que tenía más todos mis ahorros. Un poquito de plata que tenía en los bancos de Estados Unidos lo traje y ya no alcanzaba porque los que habían comprado me habían dado una parte y me exigían que se los devolviera.

Ya.
¡Y cómo iba a devolver si me había comido todo! Todo estaba en ladrillo y cemento.

¿Y cómo salió?
Por dicha. Una suerte. El BID andaba buscando dónde pasarse porque estaba en el edificio de Montecristo, allá por el Salvador del Mundo y no cabían. Vinieron aquí y como las paredes no forman parte cargante del edificio, vos podés botar las paredes y te quedás como que estás en los parqueos.

Ya...
Todo está detenido en la estructura externa porque esas que ves ahí son columnas. Porque la estructura es la fachada, eso es lo gracioso que tiene este edifico que su estructura es la fachada, ja, ja, ja.

Ja, ja, ja... qué maravilla, ingeniero. Entonces les botó las paredes y les dijo: “Instálense aquí”.
Sí. De todos modos...

¿Y lo compraron?
Compraron los tres apartamentos últimos y la cúpula. Con eso, al comprarlo, ya había un poco de dinero para terminarlo pero la (financiera) Atlacatl era la que me había dado el dinero, conmigo se portó cochinamente porque no quiso que me dieran el cheque a mí, en dólares. Porque lo compraron en dólares. En ese tiempo estaba el dólar, que valía cuatro, que valía cinco, que valía seis, que valía ocho, que valía 12. ¿Te acordás que el dólar así era? Entonces yo calculaba que, con ese pisto en dólares, yo lo vendía en el mercado negro y salía de problemas. No quisieron los jodidos, sino que lo recibieron ellos como pago mío allá y me dieron un crédito para terminarlo en que yo pagué intereses. Pero me dieron el chance de que le pusiera el doble de precio a los apartamentos.

Ya. Igual perdió.
Sí. Fue para que saliera medio cascareando. Sin embargo, te dije, no alcanzó a cubrirme lo que me costó. Al grado que un cliente americano, bastante duro el jodido, quería a fuerza. Él me había dado como 30 mil, como 40 mil pesos, algo así por el estilo, de prima. Y quería que le devolviera el pisto. Mire, le dije yo, Billie, estoy quebrado. No tengo de dónde sacar. He vendido casi todo para terminar. “No”, me dijo, “vos tenés pistó allá en Estados Unidos. Son babosadas”. Y me metió pleito y me metieron a la cárcel.

Nooooo.
Un día.

¡Lo metieron a la cárcel!
Sí, dio orden de captura con el título diciendo que lo había estafado, porque le había vendido un apartamento que no estaba terminado.

¿Y entonces?
Me metió a la cárcel. Entonces vienen...

¿Y este es de los primeros que le habían comprado?
Uno de ellos era. Era Billie Murphy.

René Suárez. Foto Edu Ponces
René Suárez. Foto Edu Ponces

Supongo que ya no vive aquí.
Se murió. Me aceptó un terreno que yo le había dado a mis hijos, aquí atrás. Porque el terreno era más grande. Yo construí de aquí para allá. Y luego, de donde daba aquella calle, lo dejé libre y se los di a mis hijos. Entonces, ellos lo dieron de garantía para que, hipotecándole, sacara el dinero para devolverle al baboso ese y así él levantara la orden de captura. Fijate la jodida que llevé. ¡Qué vida más azaroza!

Sí, sí. Y bueno, se pasó a vivir a aquí. Quiero suponer que, de sus construcciones, esta es su favorita.
No es mi favorita, lo que pasa es que fue el primero que hice de condominio. Porque el segundo fue Las Terrazas y el tercero Quezaltepeque, que es un edificio negro con unas fajas plateadas.

¿Y ese cuál es?
Está atrás del Balam Quitzé.

Ajá, ajá.
Y yo no seguí más porque me retiré diciendo: “Ya no, ya suficiente. Voy a descansar”.

Pero este edificio, particularmente, es un símbolo de esta ciudad o lo fue durante mucho tiempo.
Y lo va a seguir siendo. ¿Sabés por qué? Porque no hay un exceso de demostrar un edificio modernísimo como en Kuwait o en Arabia Saudita, que se queda con la boca abierta uno. Es un edificio sencillo, simple, funcional...

¿Funcional?...
Sí, funcional.

Ja, ja, ja. Y orgánico.
Sí, orgánico y bonito.

Me constan las batallas que usted ha dado para conservar el bosque.
Es que el diseño... primero saqué el terreno y me ubicaron, el topógrafo, dónde estaban todos los árboles. Entonces, diseñé de tal manera que no tocaba los árboles. Esta ala, por ejemplo, la metí a la par de este palo, a la par de este otro palo y antes de llegar al palo final que está atrás. Ocupaba el menos espacio posible para que quedaran árboles por todos lados.

Ingeniero, si tuviera que hablar de su discurso como artista, como arquitecto, más que como ingeniero, ¿cuál es el suyo?
No te entiendo muy bien la pregunta.

Vaya, un artista escoge determinados estilos casi para protestar contra la parte de la realidad que no le gusta y para acentuar la que le parece: la naturaleza, las injusticias contra el ser humano, el mecanicismo de la sociedad, lo que usted quiera. ¿Cuál es su discurso?
No sé. No te lo podría decir. No sé, todavía tal vez no lo he encontrado. Y si lo he encontrado, no me aflora. No sé qué te podría decir. Yo lo que te digo es que he tratado de trabajar sinceramente conmigo, nunca en contra de mis sentimientos. Si yo miro que eso no funciona bien, que eso es una cosa mala para un cliente o que no va a salir muy bien, ni la intento.

Sí, claro pero eso que usted me está diciendo me lo podría decir cualquier arquitecto que tenga una mínima base de buen gusto, que uno supone que la mayor parte lo tiene. Pero usted viene de construcciones, de obra con proyección social, digamos. Usted viene de pensar en espacios públicos...
... Así fue. Yo me alegraba, yo me ponía feliz cuando en el parque Balboa me pidió un muchacho... tenía unos patines y me pidió: “¿Por qué no nos hace, aquí en el parque, algo para patinar?” Propuse a la junta por qué no hacíamos un volado de patines. Me dieron el chance e hice un retorno que bajaba, y la gente patinaba, porque eso me daba alegría de ver a la gente cómo gozaba con nada, con cuartillo, que no costaba mayor cosa. Costaba más el bus que el alquiler del patín, que tal vez costaba 50 centavos por toda la mañana y toda la tarde patinando el baboso ahí. Eso era lo que me gustaba. Yo andaba viendo en qué parte había algo que podía explotar para que la gente tuviera expansión, que era lo que me había metido aquí Osorio. Que me decía: “Quiero que las cosas sirvan para expansión del pueblo”.

Y supongo que eso le marcó no solo su obra sino que su vida.
Sí.

Vaya. Los turicentros, todo lo que usted hizo, es muy difícil pensar que alguien pudiera hacer algo similar ahora.
Sí es difícil, porque hoy hay tanta envidia, tanta miseria... No hay uno que dice “hágase y punto”. Ya ves, Funes dice una cosa y otros le dicen otra cosa. Dice una cosa y el partido le dice otra. Y así. Eso no existía en ese tiempo.

¿Y le parecía ese un país mejor?
Pues, por la tranquilidad y el progreso, sí. Pero... es que nada es perfecto. Todo tiene sus cosas buenas y sus cosas malas.

Sobre todo por esto se lo pregunto: si bien a Osorio se le reconoce toda esta proyección social, toda esta inversión social, el arranque de la industrialización del país, el haber inyectado en las políticas públicas esa visión que él había traído desde afuera, el haber sido lo suficientemente inteligente para dejarse influenciar por esas otras visiones, todo lo que usted quiera. Lo que pasa es que la estructura social, política y económica de este país no cambió, simplemente tuvimos la suerte de que uno de los que pasó por ahí tenía esta visión, pero después vino otro que no la tenía...
Sí, sí, así fue.

Dependía de la voluntad del caudillo más que de la institucionalidad del Estado.
Sí, cabal. Ese es el error de un caudillo. Al acabarse el caudillo, se acaba su época y se acaba todo lo que él ha proyectado y lo que viene. Porque el que viene ya no quiere seguir lo que el otro pensó. Sino que quiere cosas que él piense. Y ese es el problema siempre de hoy, que el gobierno nuevo destruye lo de atrás. Por ejemplo, el caso de Arena. Arena, sea lo que sea, hizo babosadas buenas, hizo babosadas malas. ¿Por qué no agarrar las cosas buenas y quitar las malas? No que quitar todo. Y hasta cambiar de nombres. Por ejemplo, en el caso de la Red Solidaria, que se dieron cuenta de que era una cosa cachimbonaza, celebrada en el mundo, no la pudieron quitar, le cambiaron solo el nombre. Pero tenían que cambiarle algo, porque no podía seguir igual. Es la mezquindad nuestra...

Sí, pero hay más institucionalidad, a pesar de todo.
Eso sí. Yo creo que todas las épocas son diferentes. Todos esos son cambios y todos los tiempos fueron buenos y malos... y seguimos así.

Y cuando Osorio se alejó del poder, porque después del golpe a Lemus no lo dejaron meterse mucho de regreso, la nueva generación de militares dijo: “Hasta aquí”.
Sí, hasta ahí nomás, así  fue.

Supongo que  usted habrá seguido en contacto...
... Ah, yo seguí. Yo sí.

¿Hasta su muerte?
Hasta su muerte. Él murió aquí. Murió de insuficiencia renal.

Es difícil concebir a Osorio en el retiro. Un hombre con tanta afición por el poder.
Pues sí, pero no era ambición de poder, ¿sabés? Porque le dan un trabajo en Colonización Rural. Y habían lotificado allá en La Unión, en la playa El Tamarindo. Lo pusieron a él de director, después de presidente, y yo llegaba a hablar con él.

¿Cómo se veía él fuera del poder?
Bien, bien. Varias veces lo invité a mi casa a comer. Ahí comíamos, platicábamos y él me contaba de sus experiencias. Y muchas veces, de las ingratitudes de amigos a los que les había dado bastante y le habían pagado mal. Y así por el estilo. Pero era ya una conversación como esta, como estamos tú y yo. Era un hombre especial. No había navidad que no me mandara un regalazo. Un buen día llego yo a la oficina y me había mandado una mesa de dibujo especial, linda. Con las gavetas llenas de estuches de tiralíneas, de plumones, de reglas... De todo. Regalo de navidad del presidente. Y así por estilo. Yo no me explico por qué fue ese cariño. Todavía nunca lo he entendido, porque jamás he vuelto a tener esa amistad tan grande, sincera.

Es un período especial en la historia salvadoreña y a mí me interesaba explorar un poquito con usted, que me ayudara a entender las claves de Osorio.
La clave de Osorio es que era un hombre que tenía esto (hace con las manos una figura que representa dinero).

¿Cómo podría afectar a los grandes cafetaleros sin que le dieran un golpe de Estado? Supongo, entiendo, que por esto, justo por darle la vuelta, por equilibrio de poderes, no terminó haciendo la reforma agraria, que alguna vez le pasó por la cabeza.
Le pasó pero no se atrevió del todo, porque como había hecho tantas cosas, lo que más le molestó a la parte pudiente fue el Ministerio de Trabajo. El Ministerio de Trabajo puso sus reglas, llegaban con quejas los trabajadores y de veras obligaban al patrono a que los reinstalaran, o que no los quitaran o que fueran justos y que les pagaran. El Ministerio de Trabajo fue un golpe duro porque antes... “Voy a hacer esta casa y vos ya no me gustás, ¡andate al carajo y no te pago porque lo que me hiciste no me gusta!”, y ese pobre hombre así se quedaba.

Por eso, uno se imagina que en esa época, meter el Seguro Social, el Ministerio de Trabajo...
... Los aguinaldos...

... Gravar la producción y la exportación de café, que no es poca cosa.
Sí.

Uno se imagina que esto, en esa época, debió haber sido sinónimo de revolución.
Sí, pero no. La supo llevar. Es que sencillamente, fue por su talento y por su agilidad en darle vuelta a las cosas y presentarlas de forma bonita al otro, al que le había dado una galletada pero le estaba sobando del otro lado.

Sí, a mí me cuesta entenderlo.
A mí me cuesta también, si yo se lo decía. “Es que en el fondo son buenos”, me decía. Je, je...

Bueno, de hecho, él celebró su golpe de Estado como la revolución del 48.
Según él, había hecho la revolución. Tanto que ese monumento de la revolución, él mandó hacerlo. El que le dicen El Chulón. Él lo hizo porque según él el país había cambiado totalmente. Era un país ya, como te digo yo, socialdemócrata. Porque él le daba mucha importancia a lo social. Fue el único presidente que en realidad, de corazón, hizo esas reformas sociales, porque sentía pasión por ayudarle al desposeído, le chocaba que fueran injustos con las personas... Toda esa mentalidad de él, es la que lo hizo.

¿Usted cree que la historia ha sido justa con Osorio?
Pues, no, fijate. No creo, porque si fuera así, lo tuvieran como el primer presidente que quiso cambiar el sistema capitalista ortodoxo, explotador, a uno capitalista progresivo, ecuánime y justo.

¿Usted cree que la historia ha sido justa con usted?
... Eso si no te lo podría decir... no sé...

logo-undefined
CAMINEMOS JUNTOS, OTROS 25 AÑOS
Si te parece valioso el trabajo de El Faro, apóyanos para seguir. Únete a nuestra comunidad de lectores y lectoras que con su membresía mensual, trimestral o anual garantizan nuestra sostenibilidad y hacen posible que nuestro equipo de periodistas continúen haciendo periodismo transparente, confiable y ético.
Apóyanos desde $3.75/mes. Cancela cuando quieras.

Edificio Centro Colón, 5to Piso, Oficina 5-7, San José, Costa Rica.
El Faro es apoyado por:
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
FUNDACIÓN PERIÓDICA (San José, Costa Rica). Todos los Derechos Reservados. Copyright© 1998 - 2023. Fundado el 25 de abril de 1998.
derecho en el paraninfo de la Universidad Nacional para declararse en huelga desde ese día, decidiendo no asistir a clases mientras continuara Martínez en el poder. El 29 de abril renunciaron en masa los estudiantes de las distintas oficinas del ramo de ingeniería...”

Je, je, je, je... eso te demuestra...

Es del 21 de mayo de 1944.
Quiere decir que siempre he sido intenso en mis babosadas, ja, ja.

Siempre ha andado dando guerra.
Bueno, no guerra, pero siempre mi mente... yo me estuve analizando y dije yo: es que en mi mente siempre fui un socialdemócrata, no fui ni de derecha ni de izquierda, porque ninguna de las dos babosadas me gustan, pero sí me gusta la libertad, la acción, la sinceridad. Nada de confusiones ni de intrigas. Entonces por eso fue que... yo tenía 18 años o algo por el estilo cuando comencé a trabajar eso. ¿Y qué me pasó con esto? Que me mandaron al carajo de aquí... ja, ja, ja, y me sacó el embajador mexicano a México, porque me perseguían como que era...

Vamos por partes... esta fue su primera acción política. ¿Cómo llegó a eso?
Es que éramos estudiantes de primer año de ingeniería y ahí nos reuníamos compañeros, entonces yo llamé a los que creí que podían apoyarme en mi idea de ver qué hacíamos, porque era imposible que Martínez volviera a reelegirse por quinta vez, teníamos que hacer algo y hablé con ellos y les dije que eso no podía ser, que había que hacer algo y ahí empezamos a confabularnos y a ver qué hacíamos y a conseguir gente que nos ayudara, que se agrupara con nosotros y así fue porque nadie quería ya que continuara esa situación. Fue fácil empezar a levantar ese movimiento.

Porque lo que dice esa nota es que prácticamente ustedes iniciaron la caída del general Martínez... suena un poco grande eso.
Sí.

¿Así fue?
Desgraciadamente así es. Pero yo no te lo digo, porque a saber si fueron otras cosas más, pero para mí no se hablaba antes nada de eso, hasta que reunimos estos cuatro a planear algo.

¿Entonces antes de que cayera Martínez usted se tuvo que ir?
No, él se fue, pero vino un sustituto de militares y como yo estaba metido en todo eso, ellos sabían todos mis movimientos, porque a mí los ingenieros ya graduados me habían hecho secretario de la junta de ingenieros, siendo yo un estudiante, me habían nombrado a mí que los representara. Yo era el intermediario que caminaba para acá y para allá y en la huelga yo tenía una moto y me iba a Santa Ana a recoger dinero para pagar a los que renunciaban y no tenían comida... así que yo repartía dinero. De Santa Ana conseguí bastante pisto, venía en mi moto con el dinero y se los entregaba al encargado que era Chito Vilanova y él pagaba a los que necesitaban, porque habían renunciado y no tenían dinero. Fue una cosa bellísima, ¿sabes? Esa huelga.

¿Y por qué Santa Ana?
Es que en Santa Ana había bastante plata, más que aquí y la aflojaban más rápido. Lo recuerdo con cariño y con aflicciones, porque yo pasaba afligido, de casa en casa, pasándome de una casa a otra. Una vez llegó ya la policía con una orden específica a traerme a la casa y vengo yo y les abro la puerta y preguntan: “¿Aquí vive el señor René Suarez?” Y les digo: sí, aquí vive, pero hoy no está. ¡Les digo yo! Ja, ja, ja, ja...

Ja, ja, ja, ja...
Es que no me conocían de la cara. “¿Y a qué horas podrá estar?” Es que él casi no viene a vivir aquí, él se va por todos lados. Después yo me moría de la risa de la chiflada que había dado.

¿Y después tuvo que irse del país?
Cuando ya la cosa se puso fuerte, ya empezó Arturo Romero. Fue candidato. Él levantó tanta gente en el país que era un partido que no podían vencerlo jamás, porque todos eran romeristas. Los que estaban todavía en el gobierno, porque hubo un gobierno transitorio... siempre metiéndome en babosadas, entonces vengo y dijeron que iba a haber una invasión de Guatemala para acá con todos los estudiantes que nos fuéramos para allá y venir con fusiles ya a pelear con la policía y con todos.

A favor de Romero.
A favor de Romero y de una libertad real para el país. En una de esas me agarraron porque hubo un tiroteo allá por La Campana en el que yo estaba mezclado: mi hermano me dijo: “Te andan siguiendo”. Y me llevó a la embajada de México. Ahí en México yo digo “bueno, está bien”. Me sirvió grandemente porque estando allá me metí a la facultad de arquitectura en México.

Entonces de ingeniería se va a México a estudiar arquitectura.
Así es, en la UNAM. Ahí el rector me dice: “traiga papeles para hacerles convalidaciones” y yo le decía que yo no tenía nada, porque me habían echado de mi país y me dijo: “Bueno, vamos a hacer una cosa: venga a las clases que usted quiera, el tiempo que quiera y lo que no le podemos dar es un título, porque no tiene papeles”. Y así fue, ja, ja, ja... Terminé, pero lo que aprendí no me lo quita nadie.

O sea que usted se volvió arquitecto pero no le podían dar el título.
No podían porque cómo me lo iban a dar si no presentaba pero ni siquiera mi papel de bachillerato. Por eso es que yo no me pongo arquitecto. Solo me pongo ingeniero, porque el título de arquitecto no lo tengo y como yo no quiero ser farsante...

No, solo ha ejercido de arquitecto en algunas de las principales obras de este país.
Toda mi vida ha sido de arquitecto.

De arquitecto y de ingeniero.
Sí, soy ingeniero y arquitecto.

Me refiero, por ejemplo, a que cuando hizo los turicentros usted fue el ingeniero y el arquitecto también.
Claro, ya en tiempos de Osorio, ya era otro tiempo, yo ya había salido y era ingeniero con título, pero no era arquitecto con título.

Pero cuando termina arquitectura se viene de vuelta, ya las cosas están más calmadas.
Sí, ya estaban calmadas.

¿Ya estaba Osorio?
No, era un Menéndez.

¿Y usted no conoció en México a Osorio?
No.

Él era el agregado allá.
A él lo conocí ya presidente. Seis meses después que tomó posesión, por una simpleza de que él quería que le arreglaran su baño y compró un baño con Freund. Freund le prometió que se lo iba a mandar a instalar y no tenía con quién y me dicen a mí: “¿No nos querés hacer el capulín de hacernos este baño para el presidente?” Entonces ahí es que fui a la casa de él y ahí lo conocí y ahí nos hicimos amigos porque él me pidió que hiciera tal cosa y tal otra y una piscinita y que le arreglara la casa porque no le gustaba mucho y fue así como hicimos esa amistad con él.

¿Pero usted ya tenía despacho aquí?
Yo tenía ya una empresa en ese tiempo, una empresa constructora. Entonces cuando entró Osorio, como te conté la vez pasada, fue el presidente más socialdemócrata que hubo en el país. Él fundó, fijate, el Ministerio de Trabajo, el Seguro Social, los aguinaldos, la Carretera del Litoral, los hospitales. Bueno... hizo cantidad de cosas.

Vaya, ingeniero, yo quiero, antes de entrarle a lo de los turicentros, empezar a analizar el período de Osorio. Cuando uno examina la historia de El Salvador en el siglo XX, se da cuenta de que probablemente Osorio es el presidente que con más recursos contó.
Porque el café estaba bien arriba y el algodón.

Sí, pero no solo por eso, sino porque además como estaban arriba, él les clavó un impuesto.
Sin embargo, lo amaban. La argolla que decían que era la argolla dorada... lo que Osorio hacía le daban el chance, le daban...

¿Por qué?
A saber cómo se los metió en la bolsa. No sé cómo se los metió a la bolsa, pero al grado que cuando él murió, se murió sin dinero. Toda esa gente rica pagó su entierro, porque lo querían. Hay cosas contradictorias ahí que nunca pude entender. Cómo puede ser que él les daba sus cachimbazos duros, les quitaba, les puso impuestos, ¡y lo querían!

Roberto Turcios, que se ha dedicado a analizar los períodos presidenciales, describe a Osorio como el presidente con una visión estratégica sin precedentes, con una extraoridinaria capacidad para rodearse de profesionales jóvenes y escucharlos.
Así es.

René Suárez. Foto Edu Ponces
René Suárez. Foto Edu Ponces

Supongo que usted es uno de esos.
¡Así es! Él me mandaba llamar para que platicáramos, para que le contara cosas. Para decirme: “mire, dígale a su tío –porque el presidente de turismo era Raúl Contreras, tío mío- que yo quiero que hagan tal cosa...” Y yo le hablaba a la Junta de Turismo: dice el presidente que quiere que hagamos tal cosa... bueno, pues hagámosla. ¡Y así era! Viniendo una vez de Coatepeque en el que yo le estaba entregando una casita a él, para que pasara la semana santa, le dije: “Mire, coronel, fíjese que el doctor Juan Paredes me llevó a Las Brumas a ver el volcán de Izalco cómo se baña de fuego... ¡qué lindo se mira! ¿No cree que sería prudente hacer un restaurantito ahí cerca, en algún lugarcito para poder ver el volcán? -le decía yo-, y que venga turismo”. Me dijo que sí, pero no un restaurantito. ¡Un hotel! Sencillo, simple, delicado, que no cueste mucho, pero que sea bien práctico. Pero me dijo que para eso yo tenía que irme a dar una vuelta a Europa.

Él había estado en Italia.
Sí, y me dijo que yo buscara todos los hoteles que yo quisiera para ver el movimiento, “cómo se manejan, cuáles son las necesidades... las cosas que más le interesen, para que nos haga un proyecto cachimbón, vergón, barato, sencillo”, yo le dije que sí. Cuando regresé le dije que ya había regresado y que estaba listo para comenzar, me dijo que sí, “pero cuando termine sus planos no me traiga planos, sino maqueta, porque así me doy más idea”.

¿Entonces usted se fue a vagar a ver hoteles a varios países?
Recorrí todo: Alemania, Francia, Inglaterra, Suiza, Italia... a todas partes y me quedaba donde a mi más me gustara y lo lindo es que me hospedaba un tiempo en los hoteles.

¿Qué se trajo de allá?
Ideas nada más, porque nada se puede copiar, pero te puedes dar una idea. “Este resolvió este problema de esta manera” '¡Qué bien lo resolvió!'

¿Entonces usted le trajo a presentar todo un proyecto de turicentros?
Al principio no. Osorio nombró a Raúl Contreras presidente de la junta de turismo que se componía de cinco personas: entonces ellos, como no tenían un grupo de arquitectos ni ingenieros, porque acababan de fundarse esa junta... Raúl, como yo era su sobrino y sabía que yo trabajaba en arquitectura e ingeniería, me llamó y me dijo: “Vení, vamos… la junta aquí te va a dar un sueldo para que nos hagás todo”. Con un sueldo que me pagaban, yo le daba a turismo mi empresa entera. Había ingenieros, topógrafos, inspectores... una empresa completa. Así es que fácilmente todo se podía hacer. Y ahí empecé a hacer. El primero que hice fue el mirador de Los Planes.

Ajá.
El gran mirador ¿Te acordás que se mira allá abajo?

Sí, sí, todavía está.
¡Todavía ahí está! Y fijate que pronosticaban que eso se iba a caer.

¿Ah, sí?
Porque estaba en la orilla del barranco. Ese fue el primero. En ese momento también se consiguió que... Colonización Rural era el dueño del terreno del parque Balboa y consiguió Raúl que se lo donaran a la junta de turismo para que hiciéramos un parque y así nació el Parque Balboa.

Ya, pero lo que quiero entender es esto: ¿no nació todo como con una visión general de turicentros, sino que fue de uno en uno?
Sí, uno en uno. Cabal. Es que no teníamos nada. Aquí no había turismo, ¡aquí no había nada! No había hoteles, hombre. Ni hoteles había. Por eso fue esas palabras, bien socialistas, cachimbonas que me dijo Osorio: “El país no está preparado para un turismo internacional, si no tenemos ni hoteles, no tenemos nada. Empecemos por un turismo interno, local y con la condición de que lo que se haga sea también, especialmente, para esparcimiento del pueblo. Quiero que proyecten jardines, parques, balnearios, pupuserías y todo lo que sea necesario para que haya afluencia de turismo interno. Ese va a ser el principio para un turismo en años venideros”.

Ya.
Fijate qué mirada más grande la de ese hombre. Y así fue. Después del Balboa, felizmente ahí tuve la suerte de que me rodeé de buenos colaboradores. Valentín Estrada... es el único escultor que tuvimos nosotros. Con él se hicieron monumentos bonitos... le dio más gracia al parque porque le pusimos monumentos, el dios del fuego, y algo más especial que fue el rincón de la independencia. Entonces se proyectó así en círculo con los próceres. Yo le digo a Valentín: “Mirá, fijate que a Matías Delgado nadie lo conoce de frente, solo de perfil. Así es, ¿verdad?'

Ja, ja, ja, ja, ja.
Entonces me dice: “Y ¿usted quiere que se lo haga de frente?” “Pues, si podés, a mí me gustaría”. Pues lo hizo.

Ja, ja, ja, ja.
Es el único busto de frente de Matías Delgado. Ahí está en el parque Balboa. Fijate qué interesante.

Claro. Pero ¿usted tenía la concepción de todo? De la arquitectura, la ingeniería... ¿cómo se le ocurrió el mirador de Los Planes, por ejemplo?
Iba con Raúl. Venía de España él con una idea de lo que le llamaba los paradores de turismo que eran pequeños restaurantitos que servían para que el turismo llegara y tomaran café. “Aquí es bonito para hacerlo”. “Pero aquí es un barranco”, le dije.  “Proyéctelo”, me dijo. Bueno, lo hicimos. En ese tiempo mi compañía era más fuerte y tenía varios ingenieros. Estructuralistas y gente que podría ayudarme. Hicimos ese volado. En ese tiempo mi empresa se llamaba ASM porque la habíamos comenzado tres estudiantes compañeros que eran Jorge Alfaro, Lico Morales y yo. Pero no duró mucho tiempo. Al principio sí porque hicimos carambadas, pero no duró mucho tiempo porque cada quien se dedicaba a atender a su cliente puro. Así fue como yo me quedé solo en la junta de turismo.

Ya, ya.
A pesar de que no estaba solo. En las primeras obras poníamos una plaquita que decía ASM, pero no fue más que una vez en el parque Balboa y creo que en en ese mirador. De ahí ya no porque entonces cada quien empezó por su lado a trabajar.

Y luego vino…
Atecozol.

¿Qué año?
En el 53.

¿Y el mirador?
El mirador fue el primero que hicimos. Dale vuelta un año y pico antes. De ahí en ese tiempillo empecé la Puerta del Diablo. Esa fue una cosa difícil porque nunca me ha gustado ni competir con la naturaleza porque no podés competir con ella. No hay forma de ganarle, pero sí podés hacer algo para que medio se diluya y no choque con lo existente. En armonía. Te voy a contar una anécdota de eso que es graciosa. Viene Altamirano, el padre...

Napoleón Viera.
Me habla por teléfono y me dice: “Mire, arquitecto...”

También fue candidato a la presidencia.
También él fue candidato, pero fue...

Contra Romero y contra el que estuvo antes de Osorio, al que le dieron el golpe del 48.
Y a mí me estaban atacando mucho porque empezaron los celos profesionales. Mis compañeros, mis colegas. Miraban en mí un enemigo porque decían: “Está haciendo cosas buenas y está floreándose”. Vaya, le dije, nos juntamos a las 10 de la mañana tal día. Ahí estaba él. Y me dice: “Bueno, y usted, ¿qué hizo aquí?”. “Ay, ese es el regalo y el elogio más grande que me ha dado en la vida usted. Quiere decir que he dado un poco en el clavo porque lo que hemos hecho no distorsiona con lo demás”. Logré integrar todo aquello en un solo conjunto y vos creíste que así era.

Ya.
Pero me dice: “y esa gran piedrota enorme que está ahí, pues esa es pura, legítima”. No, le dije. Es una aglomeración de piedras que hice con concreto. Perforé con dinamita. Metí dinamita pequeña para que se rajara toda. Le eché barro, tierra, musgos y de todo y resultó que con el tiempo el musgo empezó a cubrir las piedras.

Y se volvió una sola.
Y se volvió una sola piedra que era la parte donde se bajaba.

¿Y esa locura de dónde la sacó?
No sé, no sé. Solo Dios le da a uno.

¿Y los viajes, ingeniero?
También los viajes, pero qué te puedo decir. Así como a vos te ha dado el poder de ser un buen periodista, a mí me dio otras cosas. Ni modo. Pasando ya. Pasamos de ahí de la Puerta del Diablo empezamos Ichanmichen. Ahí, me dijo Raúl, vamos a hacer algo un poco moderno.

Debió de haber sido para usted un lujo, siendo joven, tener el apoyo del Presidente de la República y de los fondos del Estado para poder echar adelante este tipo de creatividad.
Así es, así es.

Los arquitectos de la época, por supuesto, lo tenían que ver con mucha envidia.
Horrible, horrible. A mí me atacaron como no te imaginás y en defensa mía salieron personas que yo nunca había conocido. Uno de ellos fue Salarrué.

Cuénteme.
Salarrué fue a conocer las cosas y llegó a mi casa con un cuadro de él, una sandía, que me la dedicaba a mí. Y eso, ¿por qué? “Por lo que he visto que ha hecho” y sacó el diario, defendiéndome a mí, que ojalá hubieran un montón como yo.

¿Y qué hizo la sandía?
Ahí la tiene mi hijo. Ahí la tiene.

Qué maravilla.
Maravilloso. Otro que fue... Quino Caso era un periodista del Diario Latino de aquel tiempo. Latino, no el Colatino de hoy...

En los tiempos de Pinto.
De Pinto, sí. De Miguel Pinto, que era el dueño del Diario Latino. Ahí los editoriales eran de Quino Caso. Era un gran periodista y sacó un artículo, pero poniéndome en el cielo que hasta vergüenza me dio, hasta pena me daba porque solo le faltó decirme a saber qué. Ya los últimos años seguí después con Ichanmichen y después hicimos Amapulapa. Antes, se me había olvidado, Apulo.

El balneario de Apulo. Quién no lo conoce.
Apulo fue lo primero, lo primero.

Que ese sí era balneario.
Sí. Le hice un puente y le hice un aro para que la gente pasara y bueno, quedó agradable. “Vamos a Apulo, mamá”, hasta pieza hicieron. Lo lindo fue que después de eso ya quedaba... Los Chorros. Ahí empecé Los Chorros... Platicando, precisamente, con el presidente. “Ahí hay para hacer un balneario lindo”, le dije. “Pero si eso es un barranco donde nace agua a cantidad, pero ahí no hay espacios”, me dijo. “Le prometo que le va a gustar, lo he estudiado bastante y le juro que le va a gustar”. Haciendo Los Chorros fue que salió el último trabajo que era el Cerro Verde con el hotel. Ahí fue cuando yo le dije lo del hotel que había visto. Entonces empecé el hotel, empecé la carretera, empecé todo (muestra una foto frente a la maqueta del proyecto de Cerro Verde).

¿Este del bigote es usted?
Vaya, ahí está Raúl Contreras, yo y el presidente Osorio.

¿Cuál es usted?
Este soy yo.

¿El del bigote al estilo Errol Flynn?
Sí, ese soy yo. Aquí es donde le entregué al coronel el hotel, el diseño que había hecho del hotel del Cerro Verde. ¿Tú me contaste que alguien había dicho que otro lo había hecho?

En internet un colega encontró un sitio en el que otra persona se adjudicaba el Cerro Verde. Y yo le dije no, no, yo sé quién hizo ese hotel, el ingeniero René Suárez.
Y ahí te lo demuestro. Yo le explicaba al coronel (Osorio) y le decía: “Mire, coronel, es sencillo, es sencillo porque he hablado con el geólogo que había venido, que estaba estudiando el volcán con sus erupciones y todo...' Y me dijo: 'Ah, usted va a diseñar el hotel, le voy a hacer algunas recomendaciones. El Cerro Verde es una chiche del volcán de Santa Ana. Después del Cerro Verde nació el Izalco, fíjate qué viejo es, después de una capita de unos 40 o 50 centímetros de tierra es pura lava. Entonces tenga cuidado con los cimientos porque va a encontrar un terreno movedizo abajo...' Entonces dije yo tengo que pensar en una estructura metálica, que tenga flexibilidad, que sea liviana para que pueda ser soportada por esa arena medio flojona, y lo que hice fue confinar espacios para que la arena no se regara, porque la arena si tú la confinas es bien resistente pero si no la confinas se sale. Yo confiné todas las partes donde iba a montar las columnas principales. El coronel me preguntó: '¿Y por qué no siguió la línea de cuartos para ver el volcán nada más, si es lo que queríamos ver?' 'Por dos cosas', le dije, 'una porque en el centro habíamos visto el volcán todo el día si queríamos y en la noche un ratito pero dan más ganas de dormir'.

Pero una erupción se ve mejor de noche.
Sí, pero tú no vas a estar hasta la 1 de la mañana viendo erupciones. Lo ves y te da sueño y te dormís. Y el otro lado es una montaña tan linda, tan natural, árboles lindos, llenos de epífitas y de cosas tan lindas que valen la pena que alguien las viera y además el terreno era para arriba. Si yo seguía recto había que botar un montón de árboles, entonces en donde comenzó a subir me abrí.

Ahora cuénteme la maldición del proyecto.
¿La maldición?

¡A usted se le apagó un volcán!
Ah, eso fue lo lindo, ja, ja, ja. Terminando el hotel...

¿Esto en qué año fue? ¿1955?
Ya había terminado Osorio y había entrado José María Lemus...

En el 56,  que después el mismo Osorio le da golpe de Estado...
Le da el golpe de Estado porque no quiso hacer lo que él le había dicho que tenía que seguir haciendo. Como te digo así se manejaban las cosas antes... ¿en qué iba?

El presidente Óscar Osorio (izq.), Raúl Contreras, presidente de la Junta Nacional de Turismo y el arquitecto René Suárez (der.) observan la maqueta del Hotel de Montaña Cerro Verde.
El presidente Óscar Osorio (izq.), Raúl Contreras, presidente de la Junta Nacional de Turismo y el arquitecto René Suárez (der.) observan la maqueta del Hotel de Montaña Cerro Verde.

Usted le entrega el proyecto a Osorio, Osorio da el visto bueno, lo empieza a construir pero lo termina ya con Lemus...
Ajá. Lemus fue quien lo inauguró, desgraciadamente no estaba Osorio. Me hubiera gustado que él lo inaugurara porque él había sido el promotor de este hotel. Mira, voy a contarte una historia. Cuando se decidió que se iba a hacer, que ya estaban los planes, la junta de turismo era directamente gobernada por Economía. El ministerio de Economía le daba el dinero para que hiciera carambadas. Pero ya para esto ya necesitaba un poquito más de dinero. Entonces viene Meza Ayau, que era el ministro de Economía, y dice: “No, no estamos para hacer ese gasto. No autorizo el dinero para que lo hagan”. ¡Ay, hombre! dije yo, qué jodida. Entonces le digo yo al mayordomo de Osorio, que era mi amigo y para Osorio era su chaneque, el que hacía todo: Decile a Osorio que quiero hablar con él urgentemente. Y al día siguiente me dijo que llegara a su casa a comer, al almuerzo a las doce y pico. Y llegué y ahí le conté: 'Mire, coronel, fíjese que dice el ministro Meza Ayau que no da el dinero para hacer el hotel'. '¡Ah, no´mbre, así dice!' ¿Y sabes qué hizo?

¿Ajá?
Le da una misión, que se vaya a Europa a hacer una misión especial que se inventó para agarrar él la cartera de Economía y aprobar el proyecto, ja, ja, ja... Si por eso lo querían, fijate, porque no les contradecía, sino que...

Les jugaba la vuelta, ja, ja, ja...
Cabal, les jugaba la vuelta, ja, ja, ja... Es gracioso eso.

Ja, ja, ja. Sí, pero no me ha contado la maldición, el apagón...
Cuando se terminó, ahí se nos apaga. Cabalito, digamos un mes o quince días antes de terminar el hotel.

¿15 días antes de la inauguración?
Algo por el estilo, fue algo bien cerquita. No te puedo decir fechas.

Usted llevaba dos años trabajando en eso...
... Dos años...

¡Y 15 días antes se le apaga el volcán!
Yo decía: que ya no siga echando riata este volcán, que espere a que termine el hotel para que mire la gente. Me daba lástima porque a cada ratito... hasta los trabajadores, mira, cuando hacía ¡bum!, que se llenaba ¡shhhhh!, y corría el montón de piedras rojas sobre el volcán. Era un espectáculo precioso, que casi mirabas el cráter...

Claro, pero me imagino la sensación de todo el mundo, si este proyecto era para ver el volcán y ya no hay volcán, y entonces...
Y entonces ese fue el fracaso. Pero si había pasado 40 o 50 años haciendo erupciones, ¿quién iba a pensar que se iba a apagar de la noche a la mañana, hombre? Y si hubiéramos sabido, habríamos hecho otra cosa diferente, no tan enfocado en ver el volcán...

Pero era la apuesta. Y aun así el hotel no fracasó.
No, no fracasó. No fracasó porque se había hecho el hotel “crecedor”. Tú ves ahí, tenía todo para servicio en grande, un salón hermoso donde estaban tres chimeneas,  ahí viendo y una terraza al fondo, fuerte grande, viendo al volcán. Bajabas y había un lugar para bailar bonito con una vista bien chula específicamente. Debajo de la terraza del hotel. Y más allá el comedor, que ves ahí, que era cuadrado donde mirábamos la laguna de Coatepeque y el volcán. Bueno, desgraciadamente al apagarse, pues eso se quedó así, que era bonito porque al mismo tiempo el proyecto tenía de hacer... aumentar cabinas, pequeñas cabinitas íntimas en donde vos tenías ahí tu chimeneíta para estar, tu cama y tu baño, no más. De esa forma no se destruía lo que estaba hecho sino que hacíamos más cosas en la montaña, que era tan linda, por todos lados, con eso teníamos una prolongación indefinida de cuartos que se podían hacer en el futuro, si hubiera pegado cachimbonamente y el volcán no se hubiera apagado...

¿Y qué se siente que se le apague un volcán?
Se siente como si vos estás escribiendo un artículo pero al final se te acaba la tinta. Entonces Lemus le empezó a dar otro giro, la junta se desarmó, pasó a Instituto de Turismo y después cambiaron el nombre hasta que ahora se llama Ministerio de Turismo.

Usted para ese entonces tenía treinta y algo de años...
Sí.

Yo me imagino que a esa edad, que de entrada así como usted era visto con envidia por algunos colegas, usted estaba a la vanguardia arquitectónica en muchos sentidos, ¿no?
Esa era la envidia. Tanto que yo hubiera querido enseñarte cuando Pepe Sabater fue a ver el hotel y le gustó tanto que le llamó y me dijo: 'René, quiero que me hagas una casa en los Planes de Renderos, con ese sabor que le has dado al hotel', entonces hice una casa, perdón la modestia, que sí quedó preciosa. Al grado que Pepe tenía muchos amigos que iban y venían, él iba allá y la gente venía aquí, pues un buen día vino creo que era el presidente o alguien parecido al presidente de la revista Architectural Record, Pepe lo invitó a su casa. Estando ahí le dijo: 'Enséñame toda la casa'. Pepe se la enseñó toda. Mira, le dice, nuestra revista nunca ha podido sacar ninguna obra en Centroamérica que valga la pena, todas las casas con iguales, esta es una cosa diferentísima.

¿Y se la sacó?
Espérate. Quisiera, le dijo, que me pusieras en contacto con tu arquitecto para que me dé fotografías de la casa y que me dé una de cómo la hizo y cómo se mira. Bueno, el asunto es que yo mandé a sacar las fotografías con un fotógrafo de profesión y me hicieron un álbum precioso y lo manda él para allá. Al poquito tiempo lo regresa el tipo diciendo que por favor... que esas eran preciosas pero que eran en sepia y que para poder salir bien en la revista debía ser en papel brillante. No sé si será cierto o no...

Bueno en esa época las cosas eran distintas.
Tal vez así haya sido. Entonces me dice que las volviera a sacar en papel brillante. No, dije yo. Yo no gasto. Y así fue como no salió en esa revista de Architectural Record una casa en El Salvador. La única casa que me ha llamado la atención y que me agrada tremendamente.

¿Entonces no salió?
No salió porque no les mandé las fotos.

¿Cómo cree que hubiera descrito Architectural Record esa casa? ¿Cómo cree usted que una revista de arquitectura o académicos en arquitectura describiría su estilo?
No sé. Mi estilo siempre fue con amplitud, con ambientes de amplitud, como ves aquí, pocas paredes, espacios grandes, rincones acogedores.

¿Pero arquitectónicamente eso en qué escuela cabe?
En ese entonces había varias corrientes y escuelas de arquitectura. Estaba la arquitectura orgánica que era la que lideraba Wright.

Frank Lloyd Wright.
Sí. Y que nadie podía copiarle porque era cosa solo de él.

Las casas en el bosque, no solo el Museo Guggenheim...
Wright ha hecho lindas cosas...

Sí pero usted se está refiriendo particularmente por ejemplo a...
... La Casa de la Cascada. Después estaban las contras que eran los Le Corbusier y todos los demás que eran arquitectura funcional. Que la función estaba sobre la belleza, cosa que yo no lo soportaba porque yo estoy de acuerdo con la función pero nunca contra la belleza porque la función bien planificada es bella de por sí.

Perdóneme, ingeniero, porque a usted no le va a gustar la comparación, pero esto que usted habla de los espacios amplios se asemeja más a Niemayer que a Frank Lloyd Wright.
Sí, pero es que yo he tenido combinaciones de todo, agarraba lo que más me gustaba de todos, no tenía una escuela definida, me gustaba la forma de pensar de este y este detalle me gustaba, decía voy a explotar este detalle... Pero sí me inclinaba más a lo de Frank Lloyd Wright, me gustaba, me llenaba más, sentía más rico usar la piedra de su color y evitar la pintura, sino que los materiales dieran el colorido a los edificios y a las casas, que hoy se está haciendo. Entonces habían hecho los condominios con ladrillos vistos y con esto y todo eso que antes solo era la pintura.

Si todo lo suyo vive rodeado de la naturaleza. Cuénteme más de Los Chorros, de ese concepto que usted tenía también de que pareciera que ahí no había entrado el hombre, porque ya no es Los Chorros de ahora.
No, ya no lo es... Los Chorros se componían nada más de una pileta, donde caía agua por todos lados. Nacía aquí, llegaba a esta pileta y esta agua se desperdiciaba. Vamos a hacer otra cosa.

Esta es el agua que baja desde el volcán.
Cabal. Entonces mi plan fue hacer una, dos, tres piscinas diferentes. Una, la de arriba, donde nacía el agua pura, pequeña, donde estuviera el agua a borbollón. Otra que cayera en un espacio más grande y el agua que no cayera así de cualquier forma, sino que la rodeé alrededor de la piscina, para que el agua corriera por ahí y se deslizara en chorros a la piscina. Sentías que estabas rodeado de chorros de agua...

Ya.
Pero me queda un problema: ¿Y hoy cómo paso a la piscina de arriba? Tenía que pasar por la de enfrente por eso y se me ocurrió hacer atrás una serpiente de planchas...

¿La de laja?
Lajas flotantes que creo que todavía quedaron en algunas de las piscinas...

Sí, quedaron.
Con eso pasábamos a la de arriba cuando ya estaba llena la grande, por una fuerte tubería la pasé en el barranco, hice unos grandes muros e hice una gran piscinota, que era la piscina popular. Y para que se mantuviera bonito dije: ¿Cómo le hacemos? Porque si se llena lo de arriba y se llena lo del centro, le quitan belleza. Entonces se nos ocurrió que se le iba poner precio.

Precio diferenciado.
Diferenciado, que el que quería bañarse en la de arriba primero iba a pagar un peso. En la segunda 50 centavos pero en la grande de abajo era de choto. Con eso se arregló todo, porque poca gente se bañaba pagando un peso, o poca gente se bañaba pagando 50 centavos cuando había una grande adonde habían puesto un chorro, con un montón de cosas bonitas para agradarles y de choto.

La piscina de abajo ahora tiene hasta unos juegos de agua que son de cemento. Yo no sé... ¿esos ya estaban desde que usted...
¡No! Yo saqué el agua en una cascada y se pasaba por debajo uno y era muy bonito porque la cascada del agua bajaba así y tú pasabas por detrás (simula con sus manos el movimiento).

Esos juegos tienen que ser nuevos porque no comulgan mucho con su arquitectura orgánica.
No. Si ahí se pasearon en todo porque los servicios sanitarios no se miraban, estaban incrustados en las montañas de roca. Y tenías...

¿En las cuevas?
Sí, pero unas cuevas que quedaban perfectas, bien iluminadas y limpias pero sí tenía un rótulo que decía: baños...

Sanitarios. Hoy están cerradas, esas cuevas están cerradas.
Y la cueva principal era el restaurante. Eran unas bóvedas y en el fondo hice pozos para que entrara luz. Entraba la luz en las cuevas y mirabas adentro, muchas veces, el sol, porque se miraba claro. Entonces desgraciadamente se terminó, la junta de turismo se acabó. Yo no pude terminar nada, lo cerraron porque dijeron que era peligroso y ya no supe más de Los Chorros. Hasta que con este diluvio de terremoto, que se movió toda la tierra, supe que iban a arreglarlo y lo arreglaron a saber cómo.

La concepción del balneario Los Chorros desapareció, lamenta Suárez.
La concepción del balneario Los Chorros desapareció, lamenta Suárez.

Yo tampoco sé. Fui hace poco con una ingeniera, y nos preguntábamos cómo había hecho usted para sostener esos grandes macizos de tierra y de piedra que están arriba pero que después están casi al aire, que si eso está calculado debidamente, ja, ja, ja.
Sí, estaba todo calculado. Todo eso estaba hecho con base en redondos porque en las estructuras redondas arqueadas no hay peligro de flexión porque todo trabaja a compresión. Entonces por pesada que sea la tierra las cargas se van hasta el fondo sin flexionar nada porque es... si tú tenés una viga así, esto se flexiona pero si tú tenés una cosa así, ¿cómo se flexiona? No hay forma de flexionarse... por eso usé ese sistema para todo lo que hice adentro del parque. Si tú tenés una masa y tú le haces un hueco así, las cargas que están aquí del peso se van aquí, aquí, y se van hasta el fondo. O sea se van por la periferia del arco y entonces podés hacer tus huecos altos y anchos con estas formas.

¿Pero usted me está hablando de las cuevas?
Sí, estoy hablando de las cuevas.

Yo le estoy hablando de los macizos de tierra alrededor de las piscinas.
Ahorita no sé cómo está, pero debe haber un sistema donde apoyaba. Tal vez en el centro se miraba que estaba vacía, tal vez su apoyo estaba más lejos. Pero no te lo respondo porque tendría que volverlo a ver. Ahora lo importante de este balneario fue el jardín, que se hizo arriba. Era un jardín lindo, precioso con árboles lindos, me propuse... nos propusimos que hubieran árboles que daban flor todo el tiempo. Porque hay un montón de árboles que dan flor, estaba el comasuche, el flor de fuego, el jacaranda, el maquilishuat...

Y ahí es donde estaba el parque de los poetas.
Ese es el parque de los poetas, que desgraciadamente el diluvio deshizo un montón de cosas, lo destruyó casi.

¿Por qué le puso el parque de los poetas?
No fui yo. Germán Cruchaga era no sé de qué país de Sudamérica pero él era embajador aquí, es poeta. Me pidió que lo llevara a conocer, que Raúl le había contado que aquí se estaba haciendo un parque lindo, un jardín lindo lo citamos ahí; había una cosa interesante. Aquí está el poniente, aquí está el sol, aquí había tierra, aquí había un poco de agua. Caían cosas dentro y lo que hice fue controlar el agua bien bonita y perforar hoyos para que el sol en la tarde cuando empezara  a ponerse entrara por esos hoyos. El agua chorreaba, hicimos plantas de agua, hojas y todo. Entonces al pasarle la luz y el agua se formaban los colores del arco iris. Cuando Cruchaga se paró y vio esto, y me dijo: ¿Y esto? Es parte del jardín, le dije. Y dijo: ustedes no han hecho un jardín, esto es una poesía, por eso este lugar debe llamarse El Jardín de los Poetas. Ahí lo incluyo, me dijo. Un momento, le dije, no me meta, porque yo apenas y puedo poner mi nombre, ja, ja, ja.

“De poeta nada', le dijo, 'usted a mi no me esté insultando', ja, ja, ja...
Ja, ja, ja. Por eso se le llamó Parque de los Poetas.

Yo me imagino esto: si usted cuenta con el respaldo y el apoyo del gobierno; si su obra es vista como vanguardista en este país; si usted tiene la capacidad de empezar a loquear y esas locuras y esos sueños y esas puestas en papel terminan  convertidas en obras públicas... ¿nunca le dio la tentación como de ir más allá, como Haussmann en París, como hizo Niemeyer en Brasilia, y decir quiero imaginarme una ciudad construida, ir más allá de los turicentros y hacer un diseño más urbanístico y rediseñar la ciudad?
Fijate que sí. Yo hice un estudio bonito de arreglar la Avenida Independencia, porque era una calle ancha, bonita pero llena de cochinadas y de babosadas. Entonces yo hice un plan para empezar por ahí y arreglar la ciudad. En ese tiempo nadie se interesaba. Todo lo que querían era hacer casas y ganar. Y me dije: ¿Para qué buscarme problemas y volverme a meter en pleitos como los que tuve con mis compañeros y otra vez a saber qué me podrá pasar? Además tenía tanto trabajo personal de mis clientes. Así venían residencias de todas partes y calculo que habré hecho unas 500 casas o a saber cuántas pero un cachimbo de casas de todos formas, de todas clases: caras, baratas y de todo tipo.

Y supongo que algunas serán, como en todo trabajo, las que hay que hacer de cajón como decimos nosotros, y supongo que habrá otras de las que usted se siente especialmente orgulloso.
Ajá, especialmente orgulloso.

Como la de Sabater.
Como la de Sabater.

¿Qué otras? Este edificio, supongo yo.
Este edificio, el edificio de Las Terrazas, el otro condominio que está ahí...

Sí, sí... aunque este edificio Torres del Bosque es y ha sido muchísimo más importante en el paisaje urbano que Las Terrazas, este ha sido un ícono de la ciudad.
Sí, lo bonito de este edificio es que se llama unidad de diseño, o sea que en sí es un mueble entero. Si tú ves es un edificio que tiene tres patas y que forman un conjunto armónico sobre una base central que me iba a servir de distribución para evitar vacíos porque yo odio los vacíos.

Sí, aunque el Cerro Verde tiene sus vacíos...
El Cerro Verde no era para vivir sino que era para caminar y estar dentro del bosque y dentro del camino y todo era completamente diferente.

Sí, ya le entiendo.
Si yo lo hago cerradito no valía la pena.

Bueno, odia los pasillos, aquí hace una estructura central con las tres patas.
Así es, es un diseño especial, que se diseñó integral, con unidad de diseño, con armonía, con balance y, claro, es un edificio de 30 años.

¿Cuándo terminó este edificio?
Lo terminé hace... se paró cuando empezaron las huelgas, ¿te acordás?, que salían los hombres a trabajar.

¿Con Duarte?
Un poquito antes de Duarte ¿Quién era?

La junta.
Después de la junta vino Duarte.

Álvaro Magaña y después Duarte, sí...
En esa época...

En la época de los 80s, yo pensé que era anterior.
Anterior, lo que pasó fue que se paró porque cuando entró Duarte nacionalizaron los bancos.

¿Y?
Y al nacionalizar el banco me quitaron el crédito que estaba utilizando para la construcción de este edificio.

Entonces le ganó la Torre Democracia, porque yo suponía que este edificio habría sido el más alto de San Salvador pero si fue en esa época, la Torre Democracia se lo comió, ¿verdad?
No lo pude terminar. El asunto es que al quitarme el dinero tuve que parar el edificio. Solo había dejado el cascarón ya hecho y no lo podía terminar sin plata. Entonces pasaron dos años y pico.

Con todo lo que habría significado para usted en términos financieros.
A mí me mataron, hermano. Los intereses que eran en ese tiempo el 18% o el 16%, algo por el estilo, se me fue multiplicando y la deuda que yo había adquirido se me había doblado, casi triplicado; no podía hacer nada. Entonces dije ¿Qué hago? Perder, por dicha que era dinero mío, el terreno era mío, el de mi oficina; y bueno, perdí. En aquel tiempo yo perdí 4 millones de colones, porque el edificio costó 18 millones y solo pude recuperar 14 millones.

¡4 millones de colones! ¡Ufff!
Sí, así fue. Tuve que vender como 4 o 5 casas que tenía más todos mis ahorros. Un poquito de plata que tenía en los bancos de Estados Unidos lo traje y ya no alcanzaba porque los que habían comprado me habían dado una parte y me exigían que se los devolviera.

Ya.
¡Y cómo iba a devolver si me había comido todo! Todo estaba en ladrillo y cemento.

¿Y cómo salió?
Por dicha. Una suerte. El BID andaba buscando dónde pasarse porque estaba en el edificio de Montecristo, allá por el Salvador del Mundo y no cabían. Vinieron aquí y como las paredes no forman parte cargante del edificio, vos podés botar las paredes y te quedás como que estás en los parqueos.

Ya...
Todo está detenido en la estructura externa porque esas que ves ahí son columnas. Porque la estructura es la fachada, eso es lo gracioso que tiene este edifico que su estructura es la fachada, ja, ja, ja.

Ja, ja, ja... qué maravilla, ingeniero. Entonces les botó las paredes y les dijo: “Instálense aquí”.
Sí. De todos modos...

¿Y lo compraron?
Compraron los tres apartamentos últimos y la cúpula. Con eso, al comprarlo, ya había un poco de dinero para terminarlo pero la (financiera) Atlacatl era la que me había dado el dinero, conmigo se portó cochinamente porque no quiso que me dieran el cheque a mí, en dólares. Porque lo compraron en dólares. En ese tiempo estaba el dólar, que valía cuatro, que valía cinco, que valía seis, que valía ocho, que valía 12. ¿Te acordás que el dólar así era? Entonces yo calculaba que, con ese pisto en dólares, yo lo vendía en el mercado negro y salía de problemas. No quisieron los jodidos, sino que lo recibieron ellos como pago mío allá y me dieron un crédito para terminarlo en que yo pagué intereses. Pero me dieron el chance de que le pusiera el doble de precio a los apartamentos.

Ya. Igual perdió.
Sí. Fue para que saliera medio cascareando. Sin embargo, te dije, no alcanzó a cubrirme lo que me costó. Al grado que un cliente americano, bastante duro el jodido, quería a fuerza. Él me había dado como 30 mil, como 40 mil pesos, algo así por el estilo, de prima. Y quería que le devolviera el pisto. Mire, le dije yo, Billie, estoy quebrado. No tengo de dónde sacar. He vendido casi todo para terminar. “No”, me dijo, “vos tenés pistó allá en Estados Unidos. Son babosadas”. Y me metió pleito y me metieron a la cárcel.

Nooooo.
Un día.

¡Lo metieron a la cárcel!
Sí, dio orden de captura con el título diciendo que lo había estafado, porque le había vendido un apartamento que no estaba terminado.

¿Y entonces?
Me metió a la cárcel. Entonces vienen...

¿Y este es de los primeros que le habían comprado?
Uno de ellos era. Era Billie Murphy.

René Suárez. Foto Edu Ponces
René Suárez. Foto Edu Ponces

Supongo que ya no vive aquí.
Se murió. Me aceptó un terreno que yo le había dado a mis hijos, aquí atrás. Porque el terreno era más grande. Yo construí de aquí para allá. Y luego, de donde daba aquella calle, lo dejé libre y se los di a mis hijos. Entonces, ellos lo dieron de garantía para que, hipotecándole, sacara el dinero para devolverle al baboso ese y así él levantara la orden de captura. Fijate la jodida que llevé. ¡Qué vida más azaroza!

Sí, sí. Y bueno, se pasó a vivir a aquí. Quiero suponer que, de sus construcciones, esta es su favorita.
No es mi favorita, lo que pasa es que fue el primero que hice de condominio. Porque el segundo fue Las Terrazas y el tercero Quezaltepeque, que es un edificio negro con unas fajas plateadas.

¿Y ese cuál es?
Está atrás del Balam Quitzé.

Ajá, ajá.
Y yo no seguí más porque me retiré diciendo: “Ya no, ya suficiente. Voy a descansar”.

Pero este edificio, particularmente, es un símbolo de esta ciudad o lo fue durante mucho tiempo.
Y lo va a seguir siendo. ¿Sabés por qué? Porque no hay un exceso de demostrar un edificio modernísimo como en Kuwait o en Arabia Saudita, que se queda con la boca abierta uno. Es un edificio sencillo, simple, funcional...

¿Funcional?...
Sí, funcional.

Ja, ja, ja. Y orgánico.
Sí, orgánico y bonito.

Me constan las batallas que usted ha dado para conservar el bosque.
Es que el diseño... primero saqué el terreno y me ubicaron, el topógrafo, dónde estaban todos los árboles. Entonces, diseñé de tal manera que no tocaba los árboles. Esta ala, por ejemplo, la metí a la par de este palo, a la par de este otro palo y antes de llegar al palo final que está atrás. Ocupaba el menos espacio posible para que quedaran árboles por todos lados.

Ingeniero, si tuviera que hablar de su discurso como artista, como arquitecto, más que como ingeniero, ¿cuál es el suyo?
No te entiendo muy bien la pregunta.

Vaya, un artista escoge determinados estilos casi para protestar contra la parte de la realidad que no le gusta y para acentuar la que le parece: la naturaleza, las injusticias contra el ser humano, el mecanicismo de la sociedad, lo que usted quiera. ¿Cuál es su discurso?
No sé. No te lo podría decir. No sé, todavía tal vez no lo he encontrado. Y si lo he encontrado, no me aflora. No sé qué te podría decir. Yo lo que te digo es que he tratado de trabajar sinceramente conmigo, nunca en contra de mis sentimientos. Si yo miro que eso no funciona bien, que eso es una cosa mala para un cliente o que no va a salir muy bien, ni la intento.

Sí, claro pero eso que usted me está diciendo me lo podría decir cualquier arquitecto que tenga una mínima base de buen gusto, que uno supone que la mayor parte lo tiene. Pero usted viene de construcciones, de obra con proyección social, digamos. Usted viene de pensar en espacios públicos...
... Así fue. Yo me alegraba, yo me ponía feliz cuando en el parque Balboa me pidió un muchacho... tenía unos patines y me pidió: “¿Por qué no nos hace, aquí en el parque, algo para patinar?” Propuse a la junta por qué no hacíamos un volado de patines. Me dieron el chance e hice un retorno que bajaba, y la gente patinaba, porque eso me daba alegría de ver a la gente cómo gozaba con nada, con cuartillo, que no costaba mayor cosa. Costaba más el bus que el alquiler del patín, que tal vez costaba 50 centavos por toda la mañana y toda la tarde patinando el baboso ahí. Eso era lo que me gustaba. Yo andaba viendo en qué parte había algo que podía explotar para que la gente tuviera expansión, que era lo que me había metido aquí Osorio. Que me decía: “Quiero que las cosas sirvan para expansión del pueblo”.

Y supongo que eso le marcó no solo su obra sino que su vida.
Sí.

Vaya. Los turicentros, todo lo que usted hizo, es muy difícil pensar que alguien pudiera hacer algo similar ahora.
Sí es difícil, porque hoy hay tanta envidia, tanta miseria... No hay uno que dice “hágase y punto”. Ya ves, Funes dice una cosa y otros le dicen otra cosa. Dice una cosa y el partido le dice otra. Y así. Eso no existía en ese tiempo.

¿Y le parecía ese un país mejor?
Pues, por la tranquilidad y el progreso, sí. Pero... es que nada es perfecto. Todo tiene sus cosas buenas y sus cosas malas.

Sobre todo por esto se lo pregunto: si bien a Osorio se le reconoce toda esta proyección social, toda esta inversión social, el arranque de la industrialización del país, el haber inyectado en las políticas públicas esa visión que él había traído desde afuera, el haber sido lo suficientemente inteligente para dejarse influenciar por esas otras visiones, todo lo que usted quiera. Lo que pasa es que la estructura social, política y económica de este país no cambió, simplemente tuvimos la suerte de que uno de los que pasó por ahí tenía esta visión, pero después vino otro que no la tenía...
Sí, sí, así fue.

Dependía de la voluntad del caudillo más que de la institucionalidad del Estado.
Sí, cabal. Ese es el error de un caudillo. Al acabarse el caudillo, se acaba su época y se acaba todo lo que él ha proyectado y lo que viene. Porque el que viene ya no quiere seguir lo que el otro pensó. Sino que quiere cosas que él piense. Y ese es el problema siempre de hoy, que el gobierno nuevo destruye lo de atrás. Por ejemplo, el caso de Arena. Arena, sea lo que sea, hizo babosadas buenas, hizo babosadas malas. ¿Por qué no agarrar las cosas buenas y quitar las malas? No que quitar todo. Y hasta cambiar de nombres. Por ejemplo, en el caso de la Red Solidaria, que se dieron cuenta de que era una cosa cachimbonaza, celebrada en el mundo, no la pudieron quitar, le cambiaron solo el nombre. Pero tenían que cambiarle algo, porque no podía seguir igual. Es la mezquindad nuestra...

Sí, pero hay más institucionalidad, a pesar de todo.
Eso sí. Yo creo que todas las épocas son diferentes. Todos esos son cambios y todos los tiempos fueron buenos y malos... y seguimos así.

Y cuando Osorio se alejó del poder, porque después del golpe a Lemus no lo dejaron meterse mucho de regreso, la nueva generación de militares dijo: “Hasta aquí”.
Sí, hasta ahí nomás, así  fue.

Supongo que  usted habrá seguido en contacto...
... Ah, yo seguí. Yo sí.

¿Hasta su muerte?
Hasta su muerte. Él murió aquí. Murió de insuficiencia renal.

Es difícil concebir a Osorio en el retiro. Un hombre con tanta afición por el poder.
Pues sí, pero no era ambición de poder, ¿sabés? Porque le dan un trabajo en Colonización Rural. Y habían lotificado allá en La Unión, en la playa El Tamarindo. Lo pusieron a él de director, después de presidente, y yo llegaba a hablar con él.

¿Cómo se veía él fuera del poder?
Bien, bien. Varias veces lo invité a mi casa a comer. Ahí comíamos, platicábamos y él me contaba de sus experiencias. Y muchas veces, de las ingratitudes de amigos a los que les había dado bastante y le habían pagado mal. Y así por el estilo. Pero era ya una conversación como esta, como estamos tú y yo. Era un hombre especial. No había navidad que no me mandara un regalazo. Un buen día llego yo a la oficina y me había mandado una mesa de dibujo especial, linda. Con las gavetas llenas de estuches de tiralíneas, de plumones, de reglas... De todo. Regalo de navidad del presidente. Y así por estilo. Yo no me explico por qué fue ese cariño. Todavía nunca lo he entendido, porque jamás he vuelto a tener esa amistad tan grande, sincera.

Es un período especial en la historia salvadoreña y a mí me interesaba explorar un poquito con usted, que me ayudara a entender las claves de Osorio.
La clave de Osorio es que era un hombre que tenía esto (hace con las manos una figura que representa dinero).

¿Cómo podría afectar a los grandes cafetaleros sin que le dieran un golpe de Estado? Supongo, entiendo, que por esto, justo por darle la vuelta, por equilibrio de poderes, no terminó haciendo la reforma agraria, que alguna vez le pasó por la cabeza.
Le pasó pero no se atrevió del todo, porque como había hecho tantas cosas, lo que más le molestó a la parte pudiente fue el Ministerio de Trabajo. El Ministerio de Trabajo puso sus reglas, llegaban con quejas los trabajadores y de veras obligaban al patrono a que los reinstalaran, o que no los quitaran o que fueran justos y que les pagaran. El Ministerio de Trabajo fue un golpe duro porque antes... “Voy a hacer esta casa y vos ya no me gustás, ¡andate al carajo y no te pago porque lo que me hiciste no me gusta!”, y ese pobre hombre así se quedaba.

Por eso, uno se imagina que en esa época, meter el Seguro Social, el Ministerio de Trabajo...
... Los aguinaldos...

... Gravar la producción y la exportación de café, que no es poca cosa.
Sí.

Uno se imagina que esto, en esa época, debió haber sido sinónimo de revolución.
Sí, pero no. La supo llevar. Es que sencillamente, fue por su talento y por su agilidad en darle vuelta a las cosas y presentarlas de forma bonita al otro, al que le había dado una galletada pero le estaba sobando del otro lado.

Sí, a mí me cuesta entenderlo.
A mí me cuesta también, si yo se lo decía. “Es que en el fondo son buenos”, me decía. Je, je...

Bueno, de hecho, él celebró su golpe de Estado como la revolución del 48.
Según él, había hecho la revolución. Tanto que ese monumento de la revolución, él mandó hacerlo. El que le dicen El Chulón. Él lo hizo porque según él el país había cambiado totalmente. Era un país ya, como te digo yo, socialdemócrata. Porque él le daba mucha importancia a lo social. Fue el único presidente que en realidad, de corazón, hizo esas reformas sociales, porque sentía pasión por ayudarle al desposeído, le chocaba que fueran injustos con las personas... Toda esa mentalidad de él, es la que lo hizo.

¿Usted cree que la historia ha sido justa con Osorio?
Pues, no, fijate. No creo, porque si fuera así, lo tuvieran como el primer presidente que quiso cambiar el sistema capitalista ortodoxo, explotador, a uno capitalista progresivo, ecuánime y justo.

¿Usted cree que la historia ha sido justa con usted?
... Eso si no te lo podría decir... no sé...

","text_sign":" Carlos Dada","text_born":"2011/01/19","text_when":"Miércoles, 19 de enero de 2011","text_info":"

Nos recibe en su apartamento en uno de los edificios más emblemáticos de San Salvador, que él diseñó y construyó. Ahí, en las Torres del Bosque, nos ofece café junto a su ventana y ríe antes de iniciar la conversación. Nadie adivinaría la verdadera edad de este señor lúcido, simpático y muy activo, que aún baja todos los días al lobby del edificio a supervisar que todo esté en su lugar. René Suárez, ingeniero y arquitecto, participó en los primeros movimientos estudiantiles para derrocar al general Maximiliano Hernández Martínez; regresó al país y en los tiempos de Osorio diseñó y construyó todos los turicentros. Entre ellos el del Cerro Verde, protagonista de una anécdota de esas que solo suceden en América Latina: diseñó un hotel de montaña justo frente al volcán de Izalco, el llamado Faro del Pacífico, porque el fuego que escupía se veía desde el océano. Ahí, justo en el balcón, los turistas podrían apreciar de frente el maravilloso espectáculo de un monstruo en erupción. Pero dos semanas antes de la inauguración del hotel, el volcán se apagó y nunca más volvió a lanzar fuego. Medio siglo después, el ingeniero René Suárez cuenta esta anécdota con una enorme sonrisa.

","text_lang":"es","text_info_rrss":"","text_page_name":"El Ágora","text_page_slug":"el-agora","text_axis_name":"Cultura","text_axis_slug":"cultura","text_slot_head":"","text_sign_head":"","text_slot_smfb":"","text_slot_smtw":"","text_from_name":"[DATA:text_from_name]","text_from_slug":"[DATA:text_from_slug]","text_slot_pict":"","text_sign_pict":"[DATA:text_sign_pict]","text_slot_wood":"[DATA:text_slot_wood]","text_slot_tall":"[DATA:text_slot_tall]","text_slot_even":"[DATA:text_slot_even]","text_slot_face":"[DATA:text_slot_face]","text_pict_list":"{\"cms-image-000004682-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"4682\",\"name\":\"cms-image-000004682.jpg\",\"link\":\"https:\/\/www.elfaro.net\/images\/cms-image-000004682.jpg\",\"path\":\"https:\/\/www.elfaro.net\/images\/cms-image-000004682.jpg\",\"back\":\"\",\"slug\":\"cms-image-000004682-jpg\",\"text\":\"Ren&eacute; Su&aacute;rez. Foto Edu Ponces\"},\"cms-image-000004683-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"4683\",\"name\":\"cms-image-000004683.jpg\",\"link\":\"https:\/\/www.elfaro.net\/images\/cms-image-000004683.jpg\",\"path\":\"https:\/\/www.elfaro.net\/images\/cms-image-000004683.jpg\",\"back\":\"\",\"slug\":\"cms-image-000004683-jpg\",\"text\":\"Ren&eacute; Su&aacute;rez. Foto Edu Ponces\"},\"cms-image-000004684-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"4684\",\"name\":\"cms-image-000004684.jpg\",\"link\":\"https:\/\/www.elfaro.net\/images\/cms-image-000004684.jpg\",\"path\":\"https:\/\/www.elfaro.net\/images\/cms-image-000004684.jpg\",\"back\":\"\",\"slug\":\"cms-image-000004684-jpg\",\"text\":\"El presidente &Oacute;scar Osorio (izq.), Ra&uacute;l Contreras, presidente de la Junta Nacional de Turismo y el arquitecto Ren&eacute; Su&aacute;rez (der.) observan la maqueta del Hotel de Monta&ntilde;a Cerro Verde.<br \/>\"},\"cms-image-000004685-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"4685\",\"name\":\"cms-image-000004685.jpg\",\"link\":\"https:\/\/www.elfaro.net\/images\/cms-image-000004685.jpg\",\"path\":\"https:\/\/www.elfaro.net\/images\/cms-image-000004685.jpg\",\"back\":\"\",\"slug\":\"cms-image-000004685-jpg\",\"text\":\"\"},\"cms-image-000004686-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"4686\",\"name\":\"cms-image-000004686.jpg\",\"link\":\"https:\/\/www.elfaro.net\/images\/cms-image-000004686.jpg\",\"path\":\"https:\/\/www.elfaro.net\/images\/cms-image-000004686.jpg\",\"back\":\"\",\"slug\":\"cms-image-000004686-jpg\",\"text\":\"Ren&eacute; Su&aacute;rez. Foto Edu Ponces\"},\"cms-image-000004687-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"4687\",\"name\":\"cms-image-000004687.jpg\",\"link\":\"https:\/\/www.elfaro.net\/images\/cms-image-000004687.jpg\",\"path\":\"https:\/\/www.elfaro.net\/images\/cms-image-000004687.jpg\",\"back\":\"\",\"slug\":\"cms-image-000004687-jpg\",\"text\":\"\"}}","text_sing_dbid":"","text_talk_html":"","text_rels_posa":"[]","text_rels_posb":"{\"sort_1\":{\"sort\":1,\"name\":\"La guardia del patrimonio cultural\",\"slug\":\"la-guardia-del-patrimonio-cultural\",\"date\":\"13\/05\/2024\",\"link\":\"https:\/\/elfaro.net\/es\/202405\/columnas\/27387\/La-guardia-del-patrimonio-cultural.htm\",\"pict_main\":40460,\"pict_list\":{\"cms-image-000040460-jpg\":{\"feat\":\"1\",\"sort\":\"40460\"},\"cms-image-000040462-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"40462\"}}},\"sort_2\":{\"sort\":2,\"name\":\"Los restos del Palacio Nacional se botan en el r\u00edo Las Ca\u00f1as\",\"slug\":\"los-restos-del-palacio-nacional-se-botan-en-el-rio-las-canas\",\"date\":\"06\/05\/2024\",\"link\":\"https:\/\/elfaro.net\/es\/202405\/el_salvador\/27381\/Los-restos-del-Palacio-Nacional-se-botan-en-el-r\u00edo-Las-Ca\u00f1as.htm\",\"pict_main\":40440,\"pict_list\":{\"cms-image-000040438-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"40438\"},\"cms-image-000040439-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"40439\"},\"cms-image-000040440-jpg\":{\"feat\":\"1\",\"sort\":\"40440\"}}},\"sort_3\":{\"sort\":3,\"name\":\"C\u00f3mo la Selecta Femenina se convirti\u00f3 en el mejor equipo de f\u00fatbol de El Salvador\",\"slug\":\"como-la-selecta-femenina-se-convirtio-en-el-mejor-equipo-de-futbol-de-el-salvador\",\"date\":\"02\/04\/2024\",\"link\":\"https:\/\/elfaro.net\/es\/202404\/el_salvador\/27295\/C\u00f3mo-la-Selecta-Femenina-se-convirti\u00f3-en-el-mejor-equipo-de-f\u00fatbol-de-El-Salvador.htm\",\"pict_main\":40316,\"pict_list\":{\"cms-image-000040316-jpg\":{\"feat\":\"1\",\"sort\":\"40316\"},\"cms-image-000040317-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"40317\"},\"cms-image-000040318-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"40318\"},\"cms-image-000040319-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"40319\"},\"cms-image-000040320-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"40320\"},\"cms-image-000040321-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"40321\"},\"cms-image-000040322-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"40322\"},\"cms-image-000040323-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"40323\"},\"cms-image-000040324-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"40324\"},\"cms-image-000040325-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"40325\"},\"cms-image-000040326-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"40326\"},\"cms-image-000040327-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"40327\"},\"cms-image-000040328-jpg\":{\"feat\":\"0\",\"sort\":\"40328\"}}}}","text_link_es":"","text_link_en":"","text_spin":"","text_vers":"","text_menu":"","text_test":"Cultura","text_slot_sort":"[DATA:text_slot_sort]","text_hits":"62887","text_sala":"[DATA:text_sala]","rrss_user":"_ElFaro_","subs_after":"2023/03/01","slug_ad":"el-agora","type_sect":"El Ágora","topic_url":"/el-agora/cultura","pruebas":"[DATA:pruebas]","play_yt":"","location":"es","language":"es","typoHeaderBox":"article"}},"__N_SSG":true},"page":"/node_text-es","query":{},"buildId":"YdXo3ROWWNrJFoFM_0iOp","isFallback":false,"gsp":true,"appGip":true}