Hay algo que me llamó la atención buscando sobre usted en internet: que usted tuvo un movimiento de derechos humanos, a finales de los 70s.
Sí, estuve como fundador de la Comisión de Derechos Humanos cuando monseñor Romero estaba vivo. Antes el presidente era el doctor Lara Velado.
¿Cómo llegó ahí?
Me parecía interesante lo que hacía monseñor Romero y me metí pensando en trabajar más de cerca con él.
¿Lo conoció?
Claro. En el 78 una gente del FAPU (Frente de Acción Popular Unificada, frente de masas de la Resistencia Nacional) se había tomado Catedral y se acercaron a la Comisión de Derechos Humanos para pedir hablar con monseñor. Él no quería que hicieran ninguna protesta porque sabía que el ejército podría actuar. “Dígales por favor que se salgan, que aquí los otros padres me hacen chiste que ya no tengo dónde dar misa”, me dijo. También lo visité un día antes de que lo mataran.
¿Y qué hablaron?
Fuimos, con el doctor Julio Oliva, a saludarlo. Y luego nos contó que se había enterado de que ANTEL –que a través de una llamada enlazaba el discurso para radio Caracol en Costa Rica, y otra a Brasil- había cortado el enlace. “Quizá no les gustó lo que dije”, nos dijo.
El militar Rodrigo Guerra dijo, en una entrevista, que usted estuvo cercano al golpe de Estado de 1979.
¡Claro, y bastante!
¿Fue conspirador?
Mire, si usted ve la proclama...
¡Hasta se le encendieron los ojos!
... Si usted ve la proclama de la Fuerza Armada y la compara con los documentos de la UCA que yo había escrito para unos simposios, va a encontrar una gran similitud.
¿Usted había escrito unos documentos sobre?
Sobre justicia y todas esas cosas y están agarradas en la proclama.
¿Cuántos años tenía en esa época?
27 o 28 años, por ahí. Yo era amigo de Rodrigo Guerra y Guerra, de Noé... Éramos parte de la Asociación de Energía Solar de El Salvador... de Hugo, que fue alcalde. Y estaba claro que había necesidad de cambiar, porque la situación era insostenible. Lo que no estaba claro, por parte de Rodrigo, era que había que involucrar opiniones y pensamientos de diferentes grupos. Yo era de la opinión que había que involucrar a los grupos de izquierda y estos se asustaban. Ellos se imaginaban que dando el golpe todo el pueblo iba a estar feliz... y me mandaron a hablar con monseñor Romero y yo fui y le dije: “Mire, monseñor, vengo a tantearlo”.
¿Él sabía lo que iba a ocurrir?
Cuando llegué a contarle, me acuerdo que me agarró de una pierna y me dijo: “Estos muchachos han oído el llamado de Dios, ojalá que no se vayan a desviar”. Nosotros considerábamos importante el apoyo de la Iglesia. Esto ocurrió en el seminario San José de la Montaña.
¿Pero como dice el señor Guerra, no es que él también estuviera metido en el movimiento?
No. ¡Claro que no! Lo buscamos como apoyo moral y espiritual. Algo así. Te voy a contar otra anécdota: le pedí a monseñor que me ayudara a contactar a los grupos políticos militares y me dijo que fuera a hablar con el padre Moreno. Fui y le pedí los contactos. “¿¡El qué!? No sabe lo que está hablando”, me dijo. “Yo no sé. Él me mando aquí”, le contesté. “¿Y para qué, pues?”, dijo luego. Después el padre Moreno fue representante en Ginebra del FMLN, creo. En ese momento se asustó porque fue así como que “monseñor me delató”.
¿Padre Moreno?
Sí. Mexicano. Rafael creo que se llamaba. Entonces monseñor me decía que era importante establecer contactos.
¿Por qué eran necesarios esos contactos para el golpe?
Porque hubiera tenido más resultados positivos si se hubiera planificado más con los grupos de izquierda. Creo yo.
¿Usted era militante de alguna facción de la izquierda?
No. Era independiente. Yo era profesor de la UCA, y unos días antes del golpe fui a hablar con el rector. 'Mirá, Román -le dije-: he pensado en esto. Tenés que aceptar'. Y él estaba discutiéndolo y convocó a la junta de directores de la UCA en ese momento. Y le dijeron que debía aceptar.
¿Aceptar qué?
Presidir la junta. En el movimiento la primera vez que planteé eso, a Rodrigo no le gustó. Después de conocer a Román cambió.
En síntesis, ¿usted también fue golpista?
¡Sí, claro! También. Nunca estuve en asunto militares, pero sí estuve en ese grupo discutiendo con René Guerra, quien junto a Abdul Gutiérrez y Majanito estuvieron fraguando militarmente el golpe.
Rodrigo Guerra plantea que la incorporación de Abdul Gutiérrez y de Majano fue posterior a la idea original de hacer el golpe. Nadie los esperaba.
Es correcto. A ellos los buscó René Guerra. Pero el problema que tuvo –él fue el militar, digamos, que más fraguó el golpe- es que sentía que tenía que tener otros. Y él contactó a los otros. Recuerdo cuando se deshicieron de algunos señores que tenían mala imagen.
Rodrigo Guerra plantea eso, que incluso monseñor Romero llegó a sugerir que solo fuera un movimiento de militares jóvenes, no ligados a la trayectoria del resto.
Sí. A mí lo que me dijo fue: “Hay que mantener el movimiento muy secretísimo, y ojalá que Dios los ilumine”. Cuando hablé con el padre Moreno, me dijo: '¿Cómo vamos a apoyar lo que no sabemos?' No le digo que apoyen lo que no saben –le dije-. Habrá una proclama, y cuando salga, ustedes digan que la apoyan. Ese era el punto. Y el día que se dio el golpe, estuve en el San Carlos, junto con Román Mayorga. Ahí terminamos de discutir la proclama, pero a Abdul no le gustaba. A Román sí, porque como habíamos escrito una cosa parecida al pensamiento de la UCA, de Ellacuría, esas cosas. Hay quienes creen que él lo escribió. Pero no la escribió él.
Cuénteme su día en el golpe.
Me llegó a avisar Rodrigo: “Mirá, ya comenzó. Venite”. Y me fui con él a hablar con Román. “Mirá, Román, ¡ya está!” Después fuimos al cuartel y había ahí tres proclamas, y la que prevaleció fue la que habíamos escrito nosotros, que era bien pensamiento UCA.
Rodrigo Guerra dice que él fue el autor de la proclama.
No. No es cierto. Ellos poco contribuyeron. Usted ve ahí más pensamiento UCA. Pensamiento que yo había adquirido a través de lo que aprendí en la UCA. Y lo puedo probar. Le puedo enseñar los documentos del simposio de ingeniería, y compárelos con la proclama. Usted mira que una copia, y la otra, son como espejos. Y lo hice adrede, pensando que algún día podía pasar esto. Lo puedo probar. Rodrigo no entendía muchas cosas. Él escribió el libro, ¿no? No lo he leído, pero era más inteligente René. Con René me entendía muy bien. “René, tenemos que hacer alianzas con los grupos político-militares, porque si salimos con el golpe y estos babosos se levantan... mejor hablemos con ellos y nos ponemos de acuerdo”. ¡Sí! – me decía-. Pero ya llegaba Rodrigo, no le gustaba y cambiaba la cosa. Como era mayor que su hermano, imponía su voluntad.
¿Cuándo se desencanta de todo eso?
Cuando renunciaron el Pollo Samayoa, Enrique Álvarez Córdova, trataron de matar a René...
¿Para la junta?
Ahí quedaron militares como Abdul Gutiérrez que mantuvieron el poder y no debió haber sido así. A mi juicio, René debía haber manejado las cosas. Pero Rodrigo, por timorato, no lo entendió. Después del golpe, recuerdo que René una vez le dijo que yo tenía la razón. 'Sí', le dijo Rodrigo, 'sé que me equivoqué'. ¡Ah, pero ya era tarde! Ahí sostengo que si René hubiera actuado solo, sin la influencia de su hermano, hubiera sido mejor la vaina.
¿Entonces cuándo se aleja de ese movimiento?
Ya en el 80, después de que renuncian todos. Se fue Ungo, Román... ya la cosa era otra. Ya no teníamos nada que ver. Recuerdo que después del golpe entraba a casa presidencial con mucha facilidad, hasta que ya no me dejaron entrar. Vaya, dije, cambió la cosa.
¿Y en esos tiempos cómo se vestía?
Con camisitas.
¿No usaba saco? ¿Nunca se ha puesto un saco?
¡Cómo no! La última vez que me puse un saco fue por el año 87. Recién regresé de Estados Unidos me invitaron a una cosa un grupo de ingenieros y me puse un saco. Después, nunca más.
¿Y entonces en el 80 crea el Cesta?
Y me fui a estudiar una beca para doctorarme. Ya en el 87, que regresé, comenzamos la campaña.
¿Campaña?
Es que me doctoré rápido en Estados Unidos, y luego me fui a trabajar a Suiza a una universidad, como año y medio.
¿Qué hizo allá?
Una investigación sobre el uso de la bicicleta en el mundo. Fui a la India, a Colombia... escribí un libro sobre eso.
¿Y de qué va el libro?
De cómo la bicicleta se puede utilizar. “Alternativas al transporte en América latina: la bicicleta y los triciclos de carga”.
¿Y el punto es?
Utilizar la bicicleta. La bicicleta tiene un gran potencial que no ha sido adquirido. De eso escribí. Y después le hablé a Ungo, porque habíamos sido amigos con esto del golpe de Estado. Hay una anécdota: una vez estaba reunida la junta, y fui a ver a Ungo. Y como en la Casa Presidencial solo había una silla para el presidente, y como estaban todos reunidos allí, me senté con ellos. Y me senté en la silla del presidente, y dije: a ver si estos babosos se dan cuenta. Todos los demás estaban ahí, sentados en otras sillas, y pensé: “Ojalá alguien tomara una foto”. Ja, ja, ja...
¿Y nadie se dio cuenta?
¡No, nadie! Pero bueno, cuando estaba en Suiza le hablé a Ungo. Él me dijo que por qué no entraba al partido, al MNR, y entré. Entonces le serví a él en la Comisión Político Diplomática. Como estuve en Europa y conocía el camino, anduve por los países nórdicos...
¿Buscando plata?
En Dinamarca, Suecia, Finlandia, Noruega, tratando de buscar una solución político-diplomática. Y me tocaba hablar con parlamentos, y algunas veces con jefes de Estado. Por ejemplo, conocí al difunto Olof Palme.
¿A quién más?
Al primer ministro de Finlandia, Kalevi Sorsa. De hecho, en la reunión de la Internacional Socialista, como estábamos sentados por orden alfabético, a mí me tocó a la par del ministro Sorsa. A mi izquierda estaba Héctor Oquelí. Sorsa, a su izquierda, tenía un vaso de agua, lo botó sin querer y me mojó. Y le digo a Héctor: Héctor, me mojó este viejo y me pidió perdón. Ja, ja, ja. Héctor solo se puso a reír. Pero Kalevi Sorsa era un gran tipazo.
¿Y regresó en el 87?
Sí. Y me dediqué a trabajar nacional e internacionalmente por el ambiente. Fui presidente de Amigos de la Tierra Internacional por cinco años. A veces también me tocó hablar con autoridades. Un día hasta con Gorbachev hablé en Washington.
¿Qué le parece el actual ministro del Ambiente?
Creo que es un hombre decente, un hombre inteligente que no tiene valor de enfrentarse a las causas fundamentales del problema ambiental. Y creo, con el perdón de él, que no logra entender toda la problemática ambiental. Leí un artículo de él donde dice que los bosques en El Salvador han ido aumentando. Lo que han ido aumentando son las plantaciones, que es distinto. Un bosque es distinto a una plantación.
¿Es mi percepción o este Ministerio del Ambiente, de este primer gobierno de izquierda, es un tanto aguado?
Lo que pasa es que...
La viceministra, Lina Pohl, anda diciendo que ellos nunca han dicho que Record contaminó en San Juan Opico.
La señora dice muchas cosas que creo que habría que tener cuidado. Por ejemplo, ella dijo la vez pasada: “Miren, con la tecnología que hay no hay necesidad de separar los desechos en la fuente. Se puede hacer tecnológicamente”. Lo que ella no sabe es que separar los desechos en la fuente no es para tener dos, un desecho aquí y el otro allá, únicamente. Eso se hace también porque si junta las cáscaras de guineo con las baterías de un carro usted contamina la cáscara de guineo, y cuando la composta, resulta que le sale con plomo o con mercurio. Pero eso quizá no lo sabe la señora viceministra.
¿A usted no le propusieron ser ministro?
No, no, nunca. Solo corridos verdad. A mí nadie me quería de ministro. Funes nunca.
¿No se lleva con Funes?
No es que no me lleve. Yo no fui nunca santo de su devoción.
¿Ni él de la suya?
No. Yo siempre sostuve que él era un excelente periodista. Pero él no quería ni el FMLN. Bueno, es que nadie quería, usted, porque ni siquiera mi mamá. “No te metas en cosas”, me dijo. “Vaya”, le dije.
Uno hubiera pensado que como usted pasó por la alcaldía, el salto siguiente estaba claro. ¿O salió peleado de ahí?
No, no he salido peleado de ahí. Somos amigos con gente como Medardo. Lo que pasa es que quizá ellos se inclinan más, y viceversa, por gente como Ibarra, lo cual está bien.
Si le hubieran ofrecido el puesto de ministro, ¿usted hubiera aceptado?
Si Schafik Hándal hubiera sido presidente, sí.
¿Por qué?
Porque siento que Schafik era más de entrar para adelante. Schafik era un hombre de combate y siento que en este país y en este planeta necesitamos gente así... monseñor Romero, Schafik, gente así que vaya para adelante.
¿A usted le gustaría ser ministro del Ambiente?
Si pudiera hacer lo que creo que podría hacer... para ser figura decorativa no. ¿Para estar ahí –imagínese- que Funes lo esté limitando a uno? No. Me siento con más fuerza dentro del Cesta, tratando de decir cosas, hacer, impulsar, promover. Porque aquí puedo responder por lo mío, nadie me calla.
¿Entonces el actual ministro es una figura decorativa?
Yo no digo un adorno decorativo. Me parece que es una persona decente, honesta. Pero, siento que está muy limitado por el actual gobierno. Y la señora viceministra habla muchas cosas y a veces no tiene conocimiento de causa de muchas cosas.
Mire, Ricardo, tiene su trote usted.
Por ahí, bastante, ¿verdad?
No es que le esté deseando la muerte, pero en su epitafio, ¿qué le gustaría que dijera? 'Aquí yace Ricardo Navarro...
(Piensa un par de segundos). Eh... un amigo del planeta o un hijo de la madre tierra.