¿Vos dirías, por lo que has contado, que esta profesión es elitista, que no cualquiera se puede dar el lujo de perseguir el sueño de ser director de cine, viajando por el mundo, como vos lo has hecho...?
Sí, es elitista. El cine es elitista. Imaginate, para poder hacer cine, a finales de los 90s, tenías que tener un capital bien alto para poder hacer algo. Realmente el cine se abrió a todo el mundo con el video digital. Ahora cualquiera tiene el acceso a una computadora, editar, sonorizar, etcétera. Antes, hacer una película requería tener el capital de una empresa. Y sigue siendo así, al menos de Hollywood. Esto requiere de mucho apoyo. Yo, gracias a Dios, sí te puedo decir, y no me da pena decirlo, he tenido el apoyo de mi familia. Sin eso no...
Has tenido muy servidas las cosas, como en bandeja de plata.
Sí, hasta cierto punto sí, ¿por qué voy a negarlo? No, es que yo, al igual que mucha gente que estudia cine, creo que necesita de esa ayuda. Cine es una carrera cara. Digamos que he tenido esa facilidad de moverme y andar de arriba para abajo por esa razón.
Y en tanto viaje, para llegar a donde estás... ¿cuánto dirías que has gastado?
Es bastante, no podría contabilizarlo.
¿Medio millón de dólares?
¡Noooo!
Mi mamá dice que ha anotado todo lo que le debemos sus hijos, que esta cicatriz vale tanto, que lo otro, tanto...
Ajá... yo espero poder, algún día, regresarle todo eso a mi familia. Es caro, caro, bien caro.
¿No nos vas a decir cuánto costaba?
No.
A eso nos referíamos con que es una carrera elitista.
La verdad es que así es. Incluso acá, los talleres de cine son caros, por toda la tecnología que requieren, por todo el equipo que necesitás para hacerlos. Y ahora estamos hablando de vídeo, antes era cine, 16 milímetros como mínimo, era revelar y todo eso era bien caro, más caro.
¿Sos hijo único?
No, tengo dos hermanos. Una hermana y un hermano.
¿Y ellos son?
Mi hermana estudia historia del arte, en París, y mi hermano tiene 11 años.
¿Cuánto cuesta ser el hijo de un artista reconocido?
Bastante. Pero para mí es un honor, nunca me ha molestado. Sí me he preocupado por hacer mi propio nombre. Incluso en el medio publicitario cinematográfico hay muchas veces que no saben quién es mi papá, no conocen el rollo de la pintura, pero sí conocen quién soy yo. Por ejemplo, toda mi vida, en el colegio, me llamé César. Me llamo César Arturo y cuando salí de bachillerato dije: “Me quiero formar mi propio nombre: voy a dejar el César y me voy a llamar Arturo”. Y ahora los que me conocieron desde el colegio dicen: ¿Arturo? ¿Si este se llamaba César? ¿Por qué te cambiaste el nombre? Prefiero tener mi propio nombre y quitarme de la sombra de mi padre.
Y hay quienes dicen que tu padre está medio loco…
¡Además, ja, ja, ja! Yo lo admiro a él y a la generación de pintores a la que pertenece, porque eran... no sé, ahora los artistas nuevos, los artistas jóvenes, ya no tienen esa personalidad del gran pintor, del artista que vos lo sentías... eran gente con mucho carácter, gente que te podía putear... hoy, pues los artistas son: ¡ay, arte conceptual! Todo como que muy frágil. No tienen ese carácter que tenía esa generación de los 60s, 70s y 80s: Carlos Cañas, Benjamín Cañas, Toño Bonilla, Julia Díaz...
En lo que nos quedamos: te fuiste a España y luego regresaste a El Salvador, ¿y la novia ya no estaba?
No, obviamente. Venía de vacaciones, pasaron un par de problemas familiares un poco serios y tomé la decisión de quedarme seis meses. En ese tiempo conseguí un trabajo como productor en una de las más grandes agencias de publicidad del país. Eso me sirvió de plataforma para integrarme al medio, que no sabía cómo funcionaba. Apenas tenía un par de amigos que me ayudaron a conectarme. Desde ahí me di cuenta de cómo funcionaba la situación. Y estando en la agencia nació “Parávolar”...
… Pero el guion ya era viejo…
... “Parávolar” lo escribí en España. Estuvo engavetado tres años y nunca se dieron la condiciones para hacerlo. Que hacía falta dinero, que no encontrábamos un director de arte... miles de excusas para no hacerlo. Y acá, por medio de unos amigos que tienen equipo, me di cuenta de un director de fotografía, Francisco Moreno, que tenían ganas de hacer cosas. “El Chino” Figueroa acaba de traer una cámara nuevecita de Estados Unidos y nos la prestó. Y nos fuimos a hacerla. Yo tenía 200 pesos y con eso pagué la comida y el transporte. Así, otro amigo hizo el audio; el otro, la dirección de arte... todo el mundo quería hacer cine, todo el mundo quería meterse a algo distinto y dejar de hacer publicidad, por lo menos, un fin de semana. Así nació “Parávolar”. ¡Púchica, un corto como ese no lo pude hacer en España! Por eso digo que tiene sus ventajas agarrarse de las desventajas de este país.
Cualquiera pensaría lo contrario. Allá, en España, se puede conseguir fondos hasta de las municipalidades para proyectos culturales como ese.
Cabal. Cualquiera diría que es más fácil. Pero hay que saber aprovechar las desventajas y tomarlo, hacerlo tuyo. O sea, por ejemplo, en el centro de San Salvador, ¿cuántas veces no he cerrado calles ahí? Eso es carísimo en otros países. No me imagino poder hacerlo en el centro histórico de México o de Madrid... quizás Pedro Almodóvar o Alejandro Amenábar, tal vez, lo pueden hacer.
¡Pero cerraste el paso en el monumento al Hermano Lejano!
¡Ajá, ja, ja, ja, y vieras el tráfico!
También estuviste en la campaña de “U2 Vení”. ¿Otra locura?
Otra locura, gracias a la cual pude conocer Las Vegas, ja, ja, ja. Me involucró Frankie Rivas, locutor de La Femenina. Cuando lo conocí, me invitó a hacer el documental del movimiento. En aquel momento, cuando me invitó, apenas sabían del proyecto el director de la radio, Frankie y yo. No había una agencia de publicidad, no había nada alrededor. Entonces, yo me acuerdo que le dije: “Mirá, aquí está Orlando Álvarez, de tal agencia de publicidad, Chamba Martínez, está en Apex, la gente de El Faro, te los presento”. Lo fuimos como armando a partir de todos esos conectes y de todas esas amistades. Fue algo muy interesante, yo nunca había estado en una campaña masiva. Era algo totalmente distinto a lo que sé hacer. Estoy muy claro que hay mucha gente que critica al movimiento “U2 Vení”: “¡Aaah, no vino U2!”, pero se le llamó la atención de ellos, nos volteó a ver Bono. Y esa era la idea de la campaña, ya si vienen o no, es cosa de ellos.
¿En cuántas otras cosas has participado, proyectos en que la gente no te ha visto al frente?
Hay un par de proyectos que no les puedo mencionar, pero han sido muy grandes y han sido... lo que pasa es que por miedo y por seguridad me da cosa contarles. Son cosas positivas siempre, nunca ha sido nada negativo.
¿Alguna campaña del Hermano Toby o qué?
Ja, ja, ja, ja...
Hoy, desde ese 1997 a este 2010, ¿vos creés que se puede hacer cine aquí?
Condiciones al 100% no hay, seguimos en pañales, seguimos siendo locos, seguimos haciendo las cosas un poco experimentando porque no tenemos de otra, hay que rebuscarse. Eso sí, fijate que dentro de esta locura que te digo, siempre escuché que esto no se podía hacer. Siempre decían que esto era imposible, que esto no, que aquí no sé qué. Hay gente que tiene todo el equipo, gente que es dueña de productoras que dicen que aquí no se puede. Yo digo que cuando se quiere hacer las cosas y estas te apasionan, algo el dinero no es un problema, vos. Yo, hasta el momento, no he ganado un cinco por mis producciones, y sin embargo, sigo haciendo cosas. ¿Me entendés?
No ganaste nada de dinero con “Parávolar”...
... Gasté como 200 pesos y me gané un premio como de 500 pesos... 500 dólares que nunca vinieron por un relajo. En “Cinema Libertad” invertí mil 500 dólares, que fue la inversión así más grande, y recuperé 1 mil 800 dólares. O sea, 300 pesos que me he ganado... Con eso no te puedo decir que soy un empresario del cine, o sea, no. Luego, esto hay que agarrárselo así, si te apasiona no podés andar pensando en el pisto. Yo una vez le dije a alguien: “Me tiré del avión y voy cayendo a toda velocidad, espero que en algún momento el paracaídas se abra”. Espero, realmente, que en algún momento se abra.
Desde hace unos cinco o seis años, hay como un despertar al cine, al vídeo. Apareció un tallercito en la Don Bosco, la Mónica Herrera empezó con su talleres de cortos, se está haciendo documentales, en la UCA están haciendo animación en plastilina, en otro lado están haciendo cortos animados, incluso hay gente que está tratando de producir y vender a cadenas como MTV o Nickelodeon…
... Hay gente que está queriendo hacer, ahorita hay un despertar. Se ha despertado ese interés por el audiovisual, no sólo es gente que quiere hacer cine ficción, que es mi caso, es mi rollo, hay gente a la que también le apasiona el documental, hay gente a la que le apasiona la animación 3D, animación en plastilina... Se van viendo, poco a poco, talentos que van levantando la cabeza. Claro, lo que pasa es que el país no te ofrece muchas vitrinas de exposición. Gracias a Dios existen los medios de comunicación alternativos, el internet, el Youtube, el Facebook, donde, digamos, podés promocionar de alguna manera lo que se está haciendo. La mayor queja de todo el mundo en el país es: “¿Dónde me doy a conocer? ¿Dónde me exhibo? ¿Dónde está la vitrina?” A veces me han preguntado: '¿Por qué con Cinema Libertad sí has podido y nosotros no?' Es algo que tampoco entiendo. “Cinema Libertad” gustó y la gente como que lo acogió y lo hizo suyo, no sé, siempre hubo ese interés por el corto.
Entonces sí hay vitrinas, digo, está Cinépolis y en la Gran Vía se han puesto en cartelera los cortos de la Mónica Herrera y otros documentales. O sea que sí hay gente que está interesada en dar a conocer cosas distintas al cine comercial que Hollywood nos manda: la pistola y la comedia romántica tonta.
Exactamente. Creo que eso es un poco lo que ha querido hacer la escuela, la Mónica Herrera, al exponer a sus alumnos. Darles la oportunidad de que la gente vaya al cine y vea sus cortos, cosa que veo muy positiva, pero que también lo veo peligroso. Le veo su parte negativa por el hecho de que sos bicho, acabás de hacer tu primer corto y te exponés a un público que es cruel y que te van a destrozar a la primera y puede que dejen de creer lo que está viendo. Como realizador, si estoy en una sala donde me están faltando el respeto y yo quedo con miedo, ¿para qué voy a querer regresar por otra? Me acuerdo estar en una exhibición de la que ellos hacen y la gente abucheaba, se reía.
¿En serio?
Sí, a mí me dio pena, porque no es culpa del realizador, sino de quien lo llevó ahí.
¿No será que te están vendiendo algo que en realidad no te dan? Yo recuerdo cierta carpeta roja por ahí, para presentar esos cortos...
... Algo muy grande. Yo la verdad eso lo haría con más cuidado. Le veo sus cosas positivas, sí, pero escogería muy bien, no fueran ocho, sino dos o tres los que mostraría.
¿Dejando muy claro que es gente en formación?
Claro, y fueran unos cuatro, no diez. Eso es lo que pienso. Presentar un poco al joven estudiante que está en formación, que está en proceso.