Tiene mucho que ver. Y no soy tan abusiva de decir que es la única causa. Las causas de la violencia son múltiples. Pero está relacionada con la guerra, donde se aprendió a solucionar las cosas con métodos violentos y a justificar la violencia. Eso es lo que hemos aprendido. Se habla de 80 mil víctimas... ¿Cuántos somos los afectados? No somos 80 mil. En mi caso, que es el de Mario Zamora, los afectados directamente fuimos tres. Pero él tiene nueve hermanos, y los papás, y ese entorno va sumando.
¿Qué le diría a alguien que está sentado en el banquillo de los acusados, y que ha reconocido que es el asesino de su esposo? Seguramente habrá pensado mil veces en qué cosas decirle.
Sí.
¿Y eso qué es?
Yo puedo hablar cómo yo he llegado a este estado. Habían pasado muchísimos años, como 20, hasta que un día me di cuenta de que lo que me estaba molestando es que yo no había tenido tiempo para llorar, porque tenía dos niños chiquititos. Tuve que irme del país porque en ese momento, si me quedaba, estaba en riesgo la vida de mis niños. Uno tenía cinco y el otro ocho años. Y yo decía: 'Si a mí me pasa algo en este país, o le pasa algo a mis hijos, yo no me lo voy a perdonar nunca. Entonces agarré a mis hijos, mi mochilita y me fui y en el extranjero no había alguien que me dijera: “Venga mi niña linda para acá, esta es su casa...” Tuve que luchar para mantener a mis hijos y no fue fácil. Pasó el tiempo y me di cuenta de que no todo estaba bien.
¿Cómo se dio cuenta de eso?
Con el tiempo desarrollé una sinusitis que no tenía ninguna explicación, me tomaban radiografías, me daban esta medicina, me daban esta otra y cada vez era peor y peor. Hasta que una vez, hablando con una amiga que era sicóloga clínica, me invitó a que fuera a su consultorio; ahí comenzamos a platicar y lo que ella me explicó es que en la jerga de ellos le llaman a esto algo así como “lágrimas no derramadas”, entonces ella me preguntaba: '¿Has llorado la muerte de tu esposo?' ¡Si me sentaba a llorar, ¿cómo le hacía yo con los hijos?! Tenía que salir adelante y entonces fui entendiendo por esa ruta que eso era algo que a mí me estaba perjudicando muchísimo, entonces, de ahí vinieron otros pasos que para muchos quizá no tengan sentido o digan que estoy loca... pero para mí la solución y la posibilidad del perdón vino de la fe. Porque yo, además de que no había tenido tiempo para llorar, me peleé con Dios.
Claro, cómo no.
Yo decía: “Él está allá, ocupándose de sus asuntos y nosotros aquí nos damos duro”. Una vez que yo pude encontrarme con una asociación eclesial que trabajaba esta parte yo empecé a trabajar el perdón y ahí fue que yo pude ir saliendo. Yo he podido encontrar la paz, a través de la fe.
¿Y qué discurso tiene preparado para el día en que el asesino de su esposo confiese su delito?
Simple y sencillamente: “Yo lo perdono”.
¿En serio?
¿Y qué más le puedo decir?
A mí se me ocurre desde “hijo de puta” hasta un discurso un poquillo más elaborado.
Él tiene su conciencia, y yo creo en la trascendencia de la vida humana. Las cosas no van a regresar, no van a ser iguales, para comenzar nadie me puede devolver a Mario Zamora. No vamos a ser amigos con los asesinos, pero nos vamos a poder entender de una manera diferente y verlo al tipo a mí ya no me va a causar esos sentimientos de odio, de venganza. Además, en un país tan chiquitito yo no puedo vivir odiándome con mi vecino.
Mire, a mí me gustaría saber cómo eran esos días de la muerte de su esposo.
Es que eran días muy turbulentos en que mataban en tal lugar, asesinaban a un profesor, los cadáveres aparecían tirados en la madrugada en un montón de calles... en fin...
¿Eso en qué año?
Estamos hablando de finales de los 70s. Entonces había mucha represión, era el gobierno del general Romero y era terrible, se vivía un vértigo de violencia. Por ejemplo, nosotros teníamos seguidores siempre.
¿O sea guardaespaldas?
¡No, seguidores orejas, no guardaespaldas!
¡Aaaah!
Este árbol que está enfrente de mi casa no existía, y entonces los orejas se ubicaban en la calle, donde se apostaban y nos controlaban. Salíamos y ellos salían detrás nuestro. El teléfono estaba permanentemente intervenido. Mario había sido diputado, yo era colaboradora jurídica en la alcaldía de San Salvador y cuando llegó un gobierno del PCN la primera que recibió una carta de despido fui yo. Mario estaba ya en la Juventud Demócrata Cristiana y pasó a las altas estructuras del partido y cuando lo mataron era síndico de la Democracia Cristiana y la secretaría general estaba acéfala.
Pero él era procurador, ¿no?
Lo llaman para ser procurador en enero del 80. Estando ya en la Procuraduría había que convocar a una asamblea general para el nombramiento del secretario general del PDC. Pero también un punto que se pretendía llevar a esa asamblea general era si la Democracia Cristiana debía seguir en el gobierno o no, por esta situación de la que estábamos hablando, candente, que no cesaba la represión, y había una alianza con los militares. En esos día fue que salió en la televisión D'Aubuisson diciendo que Mario Zamora y otras gentes eran enlaces con las organizaciones...