Unos peines finos.
Ja, ja, ja. No. Unos desinfectantes para meter los peines, pero en el reglamento interno del estilista está que una persona con piojos no se puede atender con tus herramientas. Aquí la orden es que si alguien tiene piojos; si es niña, se le dice a la mamá y no la podemos atender.
¿Y si es adulto?
Mirá, fijate que tenés como…
Piojos…
... Y te recomiendo que comprés este champú, pero así no te podemos atender.
¡Qué ahuevada!
¡Sí! Yo trato de hacerlo lo más normal… Nada que salgo corriendo a la cocina, después de aguantar la respiración…
Ja, ja, ja.
Es un huevo. Es un huevo tener que decirle a alguien “tenés piojos”. Pero se dice. Igual, no tengo mucho ese problema. Cuando vienen empleados nuevos me dicen: “Cómo se siente la diferencia el tipo de gente limpia”.
Mmmm… quizá un cliente me ha dicho hacé lo que querrás y yo le digo 'mi idea es esta', recapitulás y te dicen “perfecto”. Y les queda igual a la foto, pero después me dicen: “no me gusta” ¿Y ahora? Pero no es que mi trabajo esté mal hecho.
¿Con novias te ha pasado?
Ellas normalmente vienen a hacerse una prueba. Gracias a dios tengo buena comunicación con las novias. Nos tomamos un champancito… Tengo un make up room exclusivo para eso.
¿Es el cliente más delicado?
No tanto así, sino más bien por el momento, que es especial. Les digo: hagamos una prueba y luego tenés tus fotos de que te gusta, cómo te queres ver y ahí me decis qué es lo que querés. Estoy agradecido con el internet por eso. Hace 10 años era más difícil identificar. La gente te decía 'quiero un fleco', cuando en realidad lo que querían era un cepillo. Era bien difícil. Pero a mí me gusta hacer cambios o modas como lo que podes ver en una Vogue o en una Q Magazine.
¿Y te piden cosas así?
Sí. La mayoría vienen con la revista GQ, una revista española, en donde sale el corte de los famosos como Brad Pitt…
Hablando de famosos… me dijeron que vos sos uno de los estilistas de los famosos.
Dicen.
Al menos te recomiendan.
No sé. Cataloguemos. ¿Famosos o rich and famous? Ja, ja, ja.
De las dos.
Famosos de la televisión no tengo muchos. Y están los ricos y famosos que son los que viven en yates y sus casas, que sí son bastantes. Por eso te cuento como todo ese mi currículum porque eso fue lo que me abrió el campo con la gente. Ellos sabían que habíamos personas dentro de Tony & Guy que destacábamos y que podíamos trabajar en un nivel como el que ellos iban a pagar de 200 dólares.
¿Por qué no les cobrás más si pueden pagarlo?
Quisiera pero se mueren.
Quizá porque están en El Salvador creen que pueden pagar menos…
Exacto. Estas personas saben que la educación de uno es de otro nivel y por eso prefieren... Saliendo de Tony & Guy me tuve que ir sin querer irme de Tony & Guy, por el hecho de que cambiaron muchas políticas, sentía yo que me había estancado. Pensé en mí y en crecer, y me fui a trabajar a un salón pequeñito, ganaba mejor, como tenía mis clientes, entonces la gente me buscó. Entonces me pude comprar mi propio carro. Era un salón pequeño de una chica que trabajaba en Tony & Guy. Cuando llegué trabajamos cinco meses y le dije: “Mirá, los clientes que tenemos son gente con gusto, que le gusta comodidad, así que tenemos que crear algo con comodidad, si no, esta gente se va a ir a otro lugar”.
Más exclusivo.
Aún en ese tiempo había salones tan grandes, bonitos y modernos. Estoy hablando seis años atrás, todos estaban con su concepto feo, de salón retro, hechizo. Le dije a mi amiga: he visto un local y hagamos este salón en ese local. ¿ Y cuánto vale? Mil 500 dólares le dije, pero los sacamos. Ella era la dueña... y dije yo: puya, que chivo tener un empleado como yo, ja, ja, ja.
¿No te hiciste socio de ella?
Noooo. Empecé a dibujar, armé los espejos, diseñé la recepción, diseñé el salón, las luces, cómo iban a ir, todo... Armé el salón y mi amiga y empezó a crecer, pero a crecer, crecer... sus hijos estudiaban en una escuela pública y terminaron en el García Flamenco, y de una casa colonia X a una colonia más conocida... y yo dije: qué cool, cool, pero a mí nada.
¿Y vos?
Ni siquiera me interesé en ser socio, solo quería ganar bien, pero nunca me lo reconoció. Se me dio una oportunidad súper bonita que no se dan a menudo, se hizo el primer campeonato de peluquería nacional, fue todo un año, en 2002. Éramos 14 estilistas de El Salvador evaluados tres veces al año, luego fuimos a una eliminatoria, fue un año súper bonito, yo era un empleado ahí... Llegó una vendedora y me dijo que venía ese campeonato, usted va a participar. Yo le dije eso a mi amiga, pero ella no estaba contenta, y a mí eso me decepcionó. Yo de mi salario me inscribí y empecé a concursar.
¿Los jurados?
Eran Amanda, Pino, los grandes. En la primera evaluación nos daban un visual, un ejemplo en una modelo viva, con ropa y todo. Allá la técnica que utilicemos, las herramientas, los pasos, ellos los maestros saben cómo se hace, allá cada quién como lo hacía. Ellos chequean la exactitud del visual y fueron tres veces, nunca daban notas. En diciembre, que se hizo la final, acá en el hotel Presidente, dan los premios y me dicen: “Cisco, ganaste, entonces te vas a México a entrenar”. Me sentí feliz porque eran mis colegas, los grandes, los que sí figuran en el medio. Lo que no sabía era que me estaba metiendo en un gran lío, porque tenía que participar también en el Latinoamericano, pero me dieron ese training en México para que yo pudiera participar en el Latinoamericano.
¿Eso lo pagaba el premio?
Ajá, era como Miss El Salvador, pero en pelo, ja, ja, ja. Era la final y el evento gigante, en un hotel muy grande en Guatemala. De Latinoamérica quedamos cinco al final. ¿Sabés que los jurados, de los cinco que estábamos ahí, entre ellos Costa Rica, Brasil, México, yo, solo chequearon mi corte? O sea, lo tocaron y empezaron a meterle las manos, agarraron el peine y empiezan a medirle... me bajé de la tarima bravo, bravo... ¿y por qué a mí me revisan y a los demás no los revisaron? Pero mi sorpresa era que yo era el ganador y no le interesó revisar a los otros. Gané el campeonato Latinoamericano y otra sorpresa, me voy al mundial, en Rusia...
¡Puya, ganaste el Latinoamericano!
Ajá, me dieron un mi vidrio de Torogoz, que por cierto se me quebró, ja, ja, ja. Después me dicen: “Mire, en un mes es el campeonato mundial en Rusia y se tiene que ir”. Y empiezo a hablar a Dallas a mis maestros para preguntarles lo que tenía que hacer. De 60 en Rusia, en el campeonato, eso fue en 2004, quedé entre los 10 mejores. Ahí ganó una japonesa, pero de 60 a 10... ya sentía como chivo y tuvimos una cena aparte los 10 mejores.
¿Y tenés el trofeo?
No, tengo un reconocimiento, un diploma y nos dieron una cena en un palacete, como si fueras a comer al Palacio Nacional de acá.
¿Y cómo era el corte con el que clasificaste ahí?
Era un corte que llevaba un fleco recto, con muchas capas y las puntas como hacia afuera, con mucha textura. No era una cosa... era más como para una revista de fashion...