La ruta del jazz en El Salvador

En San Salvador existe una veintena de lugares que han decidido apostarle al jazz, más por el gusto de disfrutarlo y compartirlo que por fines comerciales. La cantidad de escenarios con los que cuentan los seis grupos que han decidido mantener vivo el género en el país en los últimos 10 años, con interpretaciones estándar u originales, sirvieron como hoja de ruta para conocer los antecedentes e influencias de estas improvisaciones que datan de la década de los años 50. Esta no es una historia que se encuentre en libros o revistas, y apenas tiene presencia en los medios. Para reconstruirla, El Faro conversó con “El Chele” Óscar Alejandro, Carlos Bautista y Beatriz Alcaine, voces autorizadas por su trayectoria como exponentes y promotores del jazz en El Salvador.


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El punto de partida

Aunque el jazz se perciba como el género despreciado en el espectro musical salvadoreño, a mediados de 1950 El Salvador fue uno de los pocos países que adoptó la movida jazzera que llegaba desde Estados Unidos representada en orquestas como Very Good Band, Sanjet e incluso en las anécdotas de “El hombre del brazo de oro”, Frankie Machine, que tocaba de tú a tú con los mejores bateristas internacionales de la época.

De esa influencia tomaron insumos Carlos Navarro, Beto Vito, “El Zorrito” Jorge Chávez, Rigoberto Velásquez, Alfredo Mojica, Tony Mojica y Salomón Torres, quienes conformaron orquestas que lograron posicionarse tan bien en la escena musical latinoamericana que eran las grandes estrellas invitadas a países como Colombia y Venezuela. Todos ellos formados por Lito Barrientos, Luis Alonso Polío y Francisco Palavicini.

Con la llegada de la nueva ola, esas orquestas se disolvieron. Mientras algunos se trasladaron a Estados Unidos y Europa, el resto pasaron a formar parte de otros grupos más populares y con otros géneros, como la Orquesta  Casino y la Orquesta de los Hermanos Flores. Sin embargo, de ese ocaso renacieron músicos como Salvador Chamba Caminos, Carlos Navarro, Tilo Paiz, y  Óscar Alejandro, los grandes referentes de este género entre los 70 y 80.

Durante la guerra, el jazz tuvo que apagarse, en gran medida por las bajas de Antonio Grimaldi y Carlos Navarro, aunque personajes como Óscar Alejandro se hicieron fama como cantantes y compositores de música romántica. A finales de los 80, “Los Amigos del Jazz” empezaron a organizar conciertos en el anfiteatro de CAESS para que la escena del género no se perdiera.

Ya en los 90, Álvar Castillo y Beatriz Alcaine apostaron por el jazz en La Luna. Castillo, que había regresado de México, fundó la primera clínica musical de jazz y ahí se formaron músicos como Octavio Salman y Enrique “Costras”. Posterior a eso se instauraron en 1999 los Ricky Loza Jazz Fest, que se extendieron en nueve ediciones hasta 2003, año en el que murió el percusionista.

En adelante y hasta la fecha, grupos como Brujo, Proyecto Acústico, Sonajazz (ahora Outside), Jazz-On, Lolita’s y Yolotl han tratado de mantener vivo el género y han logrado abrirse espacios.

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La afición convertida en inversión

En los 80, Mauricio Molina convertía su pupusería Sansívar en un lugar clandestino de jazz los sábados por la tarde. Ahí tocaron gente como Tony Oliva, “Meco” Mazariego, “Kiko” Monterrosa y “Chamba” Elías.

Ya en nuestros tiempos, los lugares no son tan clandestinos, y algunos dueños o encargados se atreven a programar jazz en su cartelera de entretenimiento. Aunque están convencidos de que albergar una vez por semana a los músicos no es lo más rentable para el negocio, han optado por hacerse los necios y apostarle en calidad de melómanos del género.

Beatriz Alcaine de La Luna Casa y Arte

“Nunca he decidido las cosas por lo que van a generar en términos económicos”, dice Beatriz Alcaine, de La Luna, proyecto que desarrolló su concepto en torno al jazz por considerarlo un símbolo de libertad. Ayudaba que uno de los fundadores de La Luna fuera Álvar Castillo, un jazzista empedernido que grabó sus composiciones en el casete “Fijate qué bonito” con uno de sus cuatro proyectos de jazz. Hoy La Luna está a punto de cerrar y en historia se lleva los Ricky Loza Jazz-Fest y presentaciones de, quizás, el 99% de todos los músicos que han hecho jazz en El Salvador.

Aunque la capital concentra las sedes del jazz salvadoreño, hay otros escenarios en el interior del país. La Guitarra, en la playa El Tunco, por ejemplo. “Por ser un sitio turístico y tener una fuerte presencia de extranjeros que tienen más cultura musical y conocen el jazz hay un mínimo de público garantizado”, explica Javier Rivas, dueño del bar, que se conforma con que el público disfrute de la música, aunque eso implique que la reducción de consumidores sea del 60% en relación a una noche con Adhesivo, por ejemplo.

Javier Rivas de La Guitarra

La Guitarra se ha convertido en uno de los escenarios más importantes para los jazzistas y podría decirse que quienes han tocado ahí han logrado posicionarse. Javier dice que pide estándares altos de calidad para poder tocar, por ejemplo: experiencia, repertorio de mínimo hora y media y de preferencia original. Pero sobre todo tiene que asegurarse de que le guste al público y que este se muestre receptivo ante la propuesta. Sonajazz (ahora Outside), Brujo, Lolita’s, Proyecto Acústico y Jazz-On han tocado ahí.

La escasez en la oferta no es exclusiva de los espacios que han decidido abrir las puertas a los músicos, también existe una baja respecto al número de grupos que le apuesten al jazz como su modus vivendi, o al menos parte de él.

El estado embrionario de la producción de este género (y otros), como lo diagnostican quienes han hecho de sus negocios un escaparate para el jazz, requiere de la creación de un conservatorio que funcione como un espacio de formación, desarrollo y difusión para y entre músicos. Mientras tanto, están dispuestos a colaborar con la promoción de este género en la medida en que los grupos se mantengan activos e innoven sus propuestas.

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Improvisar para vivir

Los protagonistas del jazz en el país se sometieron al escrutinio de El Faro para hacer un diagnóstico de la viabilidad de producir, componer y tocar el género en El Salvador. Un ejercicio que pretendía poner contra la pared a los músicos y preguntarles si es posible vivir y hacer carrera en este género.

“No todos los días se tienen ganas de cantar ni de hacer jazz ni te sentís inspirado para dar todo lo que uno tiene. Pero sí se puede vivir del Jazz” Nadia Maltez, vocalista del grupo Lolita’s Jazz

A pesar del panorama no tan favorable planteado desde la visión de negocio, la experiencia de los grupos los perfila con opiniones optimistas, en su mayoría, aunque aceptan que en muchos casos han tenido que ser “música de fondo” o hacer rebajas en sus cobros. Lo de las rebajas es diferente para cada grupo. Brujo, por ejemplo, no toca si no le quedan 100 dólares por cabeza; mientras que Lolita’s puede hacer combos de dueto, trío y cuarteto, y variar los precios.

El público que han captado hasta el momento genera, sin embargo, una visión elitista del jazz al interior de los grupos, pues creen que su público es gente que tiene buen gusto y dinero. Todos se han topado con más de algún skater o alguien que tiene más pinta de disfrutar el ska y no el jazz, pero saben que en su mayoría el público es casi el mismo y con el perfil antes descrito. Lolita’s es el grupo que se sale un poco de repetir público, ya que sus mercados principales son los hoteles, donde los conciertos están diseñados, no exclusivamente -pero sí en su mayoría- para los huéspedes.

Para irse abriendo escenarios, han ido construyendo una base que los distingue de los demás como elemento fundamental para mercadearse. Veteranos como Brujo le apuestan a la producción original, Lolita’s Jazz marca la diferencia por su tendencia al bossa nova y swing tradicional, Outside incluye pinceladas de pop y música latina, y los novatos de Yolotl se inclinan por la fusión y jam sessions.

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El Jazz Fest 2012

Que el Paseo El Carmen, en Santa Tecla, esté atiborrado de visitantes un sábado por la noche no es novedad. Lo inédito el 1 de septiembre fue la cantidad de personas que llenaron la Plaza de la Música y sus alrededores para escuchar las propuestas del Jazz Fest 2012.

El montaje estuvo a cargo del Ministerio de Relaciones Exteriores y tenía como fin último enviar a uno de los cinco grupos participantes a la XV edición del JoJazz (Concurso Internacional de Jóvenes Jazzistas, en Cuba). La lluvia acechaba desde temprano y unos toldos que apenas cubrían el área de la plaza fueron la apuesta de seguridad de los organizadores, quienes luego confirmarían que no esperaban tener un lleno absoluto.

La competencia

Para el grupo Brujo“El jazz esta encerrado a ser una maceta musical de fondo, no es realmente ir a escuchar la música. La gente lo ve como un estatus: elegante, aunque no sepás nada de jazz.”

Pasadas las 8:15 de la noche se anunciaba a Yolotl Jazz como los responsables de inaugurar la velada. Probablemente fue esa responsabilidad la que los cohibió un poco en el escenario; salvo el saxofonista, la interacción entre ellos y el público fue rígida y tímida. El público, sin embargo, estuvo a gusto con sus interpretaciones y cumplidas las tres piezas recibieron unos merecidos aplausos.

Outside fue el segundo grupo en subir a la tarima y de inmediato la hizo suya. Su empatía con el público iba más allá de la ejecución de las tres canciones. Fue a partir de su presentación que la mala mezcla del sonido hacia el público se hizo obvia: en sus piezas originales el chelo no se distinguía y durante la improvisación vocal de Giancarlo Villeda, bajista, y Guillermo Esquivel, violinista, el volumen de los micrófonos estaba demasiado alto. Eso no impidió que su actuación, en general, fuera positiva, pero sin duda se hubiera disfrutado mejor con una mejor mezcla de sonido.

Liderados por Nadia Maltez, Lolita’s Jazz inició su presentación sintiéndose muy cómodo. Nada extraño para una banda que vive de tocar estándars, incluida “All the things you are”, canción de Jerome Kern que ha sido grabado por Frank Sinatra, Bill Evans, Pat Metheny y muchos otros más. La composición original llamada “San Alejo” les planteó una encrucijada y era notable que no la habían ensayado lo suficiente: todos estaban un poco perdidos al tocarla. Pese a eso, fueron ellos quienes se llevaron una de las ovaciones más grandes de la noche con su tercera pieza, su interpretación de “El Carbonero”, que encendió los ánimos del público que se debatía entre quedarse o irse debido a la intensidad de la lluvia.

En el intercambio de grupos sobre el escenario, el vitoreo se mantuvo. Le llegaba el turno a Brujo, que es quizás la banda más en forma de las que participaron. Se instalaron con un aura de ganadores por la experiencia acumulada, un guiño de vanagloria merecida porque, como bien dice Carlos Bautista, son la realidad del jazz en El Salvador. La mezcla de audio también representó un problema para ellos: Lenin Álvarez, su bajista, no sonó a Lenin Álvarez: su sonido era opaco y se distinguía poco. No fue la mejor presentación de Brujo, pero tampoco la peor y no hubo un momento en que no se sintiera que ellos estaban disfrutando al 100% el toque.

La gran sorpresa de la noche estuvo a cargo de Alma Flamenca, que desde su llegada al escenario anunciaron que su propuesta distaba del jazz que los grupos anteriores habían ejecutado. Para los jurados fue una sorpresa positiva, con la salvedad de que no podían calificar igual a un baterista y a alguien que toca el cajón. Con Alma Flamenca nos damos cuenta de que el jazz es subjetivo. Óscar Alejandro está convencido de que lo que llegaron a hacer fue jazz; Carlos Bautista los clasifica como world music. Lo que no dejó lugar a dudas fueron los aplausos. Fuera jazz, world music o flamenco jazz, Alma Flamenca arrancó aplausos con sus tres canciones. Sobre todo en su versión de “A night in Tunisia”,’ de Dizzy Gillespie, que ha sido tocada por Miles Davis, Ella Fitzgerald, Stan Getz, Arturo Sandoval y otros más.

“Los dos géneros (Flamenco y Jazz) se pudiera creer son ajenos pero en realidad el Jazz es un lenguaje universal que dialoga con todo aquello que sea música” expresa Francisco Gálvez que junto a Luciana Fortis son los vocalistas del grupo “Alma Flamenca”

La ausencia

Se habían anunciado seis bandas como participantes. La sexta banda, la que no se presentó, fue “Las 3 ramas del árbol”. Llegaron a las pruebas de sonido, pero nunca aparecieron a la hora del concurso. Quizá se dieron cuenta de que no era su competencia, de que su música no se acerca al jazz y de que no podían trabajar las aproximaciones al género, como lo hizo Alma Flamenca, por ejemplo.

La deliberación

El jurado, conformado por Carlos Bautista, un amante del jazz que ha tenido programas radiales dedicados al género desde hace 25 años; Óscar Alejandro, uno de los bajistas, compositores y, sobre todo, jazzistas más importantes del país; Iván Bertet, músico francés que vive en Honduras y dirige a la Orquesta Filarmónica de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras; Marlon Paz, estudiante de música en Brasil; y Samuel Quiroz, director del grupo Martes 8:30; no tardó mucho en dar su veredicto.

Para sorpresa incluso del mismo grupo, Outside se hizo acreedor del viaje a Cuba para representar a El Salvador en el JoJazz 2012. El ingenio y la creatividad de componer con chelo y violín fueron lo que probablemente les valió el gane. Aunque la mezcla de sonido fue pésima para el público, al jurado le llegaba el sonido directamente de los monitores de los músicos, donde la mezcla de audio no experimentaba ningún problema. Aún no está confirmado, sin embargo, si los representantes salvadoreños asistirán a Cuba en calidad de participantes o de músicos invitados. Las bases del concurso de la isla especifican que ningún músico puede ser mayor de 30 años.

El festival se extendió hasta la medianoche y con el éxito compartido entre grupos y organizadores, la cancillería entrega la batuta a los artistas para que mantengan viva la iniciativa en los años posteriores. El punto más débil y bajo, sin embargo, fue el cierre con la presentación de Martes 8:30. Sin desmeritar el talento músico por músico de la banda, era irónico cerrar un festival que tenía por fin alimentar la creatividad original de los otros grupos de jazz, con una banda que solo hace covers.

Para Giancarlo Villeda, integrante del grupo Outside que representará a El Salvador en el festival de Cuba, la música no es una competencia y todos los participantes tenían la oportunidad de ser ganadores.

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