Columnas / Política

Comienza la carrera presidencial


Domingo, 1 de abril de 2018
El Faro

Pasado el impacto de las elecciones legislativas y municipales, El Salvador vuelve de la Semana Santa directo al inicio de la carrera presidencial. Las fuerzas políticas se concentran ya en la definición de sus candidatos y su estrategia para las elecciones de marzo de 2019. Será la sexta elección presidencial desde el fin de los Acuerdos de Paz, lo cual podría marcar cuánto duró ese periodo de la historia, la posguerra, que está llegando a su fin.

Desde entonces, dos partidos han monopolizado los dos lados del espectro político: el FMLN a la izquierda y Arena a la derecha. Todo lo demás ha sido esfuerzos infructuosos de pequeños partidos o vehículos clientelistas que se han aprovechado del sistema. Es decir, de la histórica enemistad entre Arena y el FMLN.

Pero ahora, a menos de un año de la próxima elección presidencial y tras una traumática derrota del FMLN en las recientes elecciones, nadie es capaz de predecir la presidencial. El agotamiento del FMLN en el poder no es sinónimo, ahora, de lo que antes hubiese sido la predecible victoria de Arena. Es paralelo, en cambio, al agotamiento del sistema político tal como lo hemos conocido hasta hoy.

Las encuestas sitúan en un lugar preferencial a alguien que no pertenece a ninguno de los partidos: el aún alcalde de San Salvador, Nayib Bukele, que no tiene plataforma política ni oferta electoral ni ninguna visión de Estado conocida. Pero, tras haberse separado del FMLN (y sobre todo siendo un político de posguerra que habla en el mismo idioma de las nuevas generaciones), se ha convertido en un outsider.

Este fenómeno, de un candidato sin posición política clara pero externo a los partidos, solo puede explicarse, al menos en principio, por ese agotamiento del sistema. Es decir: ninguna de las dos fuerzas políticas del país, a pesar de ser ideológicamente opuestas, ha sido capaz de entregar a la ciudadanía resultados satisfactorios de su gestión pública. El alcalde capitalino no solo reniega de ese sistema, sino que gracias a la torpeza de su ex partido, el FMLN, es visto ahora como una víctima del mismo.

Bukele es producto, pero también reflejo, de estos nuevos tiempos: la ciudadanía está tan cansada de las falsas promesas de los partidos políticos que ahora muchos se inclinan por ese outsider, aunque no tenga una oferta clara salvo una manera distinta de hacer política –que hasta ahora solo se refleja en las formas-. Eso basta para alterar todos los modelos de propaganda y estrategia política tal como habían funcionado desde 1992. Bukele no es la causa, sino una consecuencia visible del fin de un periodo.

No solo el sistema de partidos está agotado: asistimos también al final del monopolio democrático de la generación de la guerra. En la elección del próximo año acudirá a las urnas un importante número de votantes nacidos después de la guerra, para los cuales el conflicto armado no tiene la determinación e influencia que ha ejercido en las previas generaciones. Son jóvenes que se comunican de manera distinta y que no obedecen a llamados a lealtades o adhesiones a partir de causas históricas.

Los dos principales partidos, el FMLN y Arena, no lo han entendido. ¿O cómo se explica, sino, que los precandidatos de Arena a la presidencia sigan apelando a una figura tan denostada y cuestionada como Roberto D’Aubuisson para apelar a sus votantes? ¿Cómo que hayan expulsado a jóvenes miembros de su juventud por decir cosas distintas a las de su dirección? ¿Cómo que el FMLN mantenga el liderazgo partidario después de la catástrofe de marzo pasado? ¿Cómo que castiguen toda crítica, calificándola de disidencia o traición?

En condiciones normales, con la definición de la candidatura de Arena, a finales de este mes, estaríamos de paso asistiendo a la más que probable definición de la próxima presidencia de la República, habida cuenta de los resultados del mes pasado y de la reacción torpe del FMLN.

Pero estas no son condiciones normales. El Salvador está entrando a una nueva etapa. Una en la que ya no bastan los posicionamientos ideológicos de las dos grandes fuerzas de la guerra. La carrera presidencial que ahora inicia, pues, girará en torno a la capacidad de los partidos políticos de entender estos cambios, y de la habilidad del alcalde Bukele para mantenerse como el representante de esta nueva etapa.

El comportamiento de las fuerzas políticas, también, marcará un precedente en esta nueva etapa: ojalá sea el del debate serio en sustitución del ataque barato. Ojalá sea el de la búsqueda de concertación y acuerdos y no el de la compra de espacios a oportunistas; ojalá sea el de la oferta seria en sustitución del populismo. Ojalá.  

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