Columnas / Cultura

Machete, bala y desinfectante: así estereotipa Hollywood a los salvadoreños


Miércoles, 29 de noviembre de 2017
Willian Carballo

Estoy viendo la serie The Shield y ha habido una masacre en Los Angeles. ¿Pistas del crimen? Muy pocas: solo se sabe que los asesinos han usado machete. Entonces, casi de inmediato, como si se tratara de un agente de migración del aeropuerto que conecta por instinto el olor a Pollo Campero con un vuelo procedente de San Salvador, la jefa policial a cargo del caso ha deducido con astucia: “¡Machetes, el arma preferida de los salvadoreños!” Y en efecto, al final –perdón por el spoiler– ha acertado.

La escena corresponde al quinto episodio de la sexta temporada de dicha serie policiaca. Y aunque con cierta base histórica –recordar que la MS solía usar es sus inicios tal herramienta como carta violenta de presentación– se trata de uno de los tres estereotipos a los cuales recurren los estudios de Hollywood cada vez que insertan personajes salvadoreños en sus series y películas: pandilleros-delincuentes, empleadas de servicio y refugiados traumados por la guerra civil.

Más adelante voy a comentar por qué son importantes y qué implicaciones traen consigo estas representaciones. Antes, sin embargo, me permito describir algunos ejemplos de cada uno de esos estereotipos (los cuales, por cierto, fueron tomados de una investigación más amplia a nivel centroamericano publicada por la Escuela Mónica Herrera y de un artículo previo premiado por SECULTURA).

Retomo el ya iniciado: pandilleros-delincuentes. En la laureada película Día de entrenamiento (2001) aparece Neto, un marero de 17 años convertido en soplón policial en contubernio con un corrupto agente que libró a su madre de la deportación.

También figuramos como pandilleros en dos capítulos de Nip/Tuck. En el episodio 10 de la temporada 4, unos salvatruchos queman el rostro de un traficante de drogas colombiano; y en el segundo capítulo de la temporada 3, un miembro de la MS-13 llega a donde los cirujanos protagonistas para que le borren sus tatuajes con láser. Hay más. En la serie policiaca NCIS Los Angeles, específicamente en el episodio 19 de la tercera temporada, aparece una pandilla salvadoreña llamada La Vida Mala (LVM). Por su parte, en Bones –capítulo 13, temporada 1, descubren un cadáver en el baúl del carro de un podador de césped nacido en El Salvador. Y jardinero es también el compatriota que, en A better life, le roba una “troca” a un contratista mexicano.

Hasta ahí, todos hombres. Veamos ahora cómo Hollywood representa a las mujeres. Básicamente, de dos formas: Las señoras y regordetas son empleadas domésticas o mucamas de hotel y las bellas y sexys son amantes de gringos exitosos. Las primeras –casi siempre con delantal y bajas de estatura– aparecen retratadas como locas en la cinta 1408 (2007), como muy patriotas en Clueless (1995), como resignadas a la pobreza en Storytelling (2001) o como pleitistas en toda la serie Will and Grace.

Ahora bien, si la salvadoreña es joven y esbelta, vendrá algún ciudadano norteamericano a ejercer su poder y a conquistarlas. Ocurre en Día de entrenamiento, donde la salvadoreña es la mujer que cuida a los niños y sirve con dedicación la comida a su marido. O en la oscarizada Crash (2004), en la que una agente de madre salvadoreña es la amante de un policía. Y cuando no son ni uno ni lo otro, entonces son víctimas de violencia. En el episodio 23 de la cuarta temporada de CSI Miami, los agentes descubren a varias mujeres salvadoreñas prisioneras en una casa donde se producen drogas; mientras que en la ya citada The Shield (segunda temporada, capítulo 9), tres mexicanos secuestran a la cuscatleca Anabel. Cuando por fin huye, se niega a contar lo sucedido a la policía pues teme que sus padres sean deportados.

El último estereotipo más repetido es el de los refugiados por la guerra civil. Acá, los guionistas a veces se decantan del lado humorístico. Pasa, por ejemplo, en el episodio 2 de la decimocuarta temporada de Los Simpson, cuando, luego de que Homero critica el agua de nuestro país, salta entre el público un guerrillero orgulloso por oír “figurar” a su nación.

Otras veces, Hollywood es también cómico, pero cruel. Una muestra ocurre en la exitosa sátira El dictador (2012). En ella, el personaje interpretado por Sacha Baron Cohen se burla de una exiliada que, con ganchos de metal en lugar de manos –las que se deduce perdió durante la guerra–, se comporta con torpeza en el minisúper donde trabaja.

¿Divertido? ¿Entretenido? Es difícil negar que escenas como la de El Dictador hacen explotar en risas a los asistentes al cine o que incluir a pandilleros en tramas policiales aporta dramatismo a las historias de crimen. Pero hay peros. Diversos estudios académicos han comprobado cómo los grandes medios de comunicación (llámese cine, televisión, espacios noticiosos) reproducen estereotipos, y que estos no son más que la forma en que un grupo define a otros en comparación consigo mismo: los árabes son terroristas, los argentinos son engreídos; nosotros, no. El problema, dicen los mismos análisis, es que, muchas veces, esas formas de encasillar a estas naciones o sociedades trascienden el plano mediático y entran hondo en el plano social. Es decir, comienzan a influir en cómo interactuamos con dichos grupos. Si no, piense en esa broma que circula en internet sobre el tipo vestido de árabe que suelta una mochila ante los desprevenidos transeúntes. ¿Usted no huiría aterrado pensando que le han tirado una bomba?

El problema es que ni todos los árabes son terroristas ni todos los argentinos engreídos. De hecho, puede haber terroristas y engreídos en cualquier parte del mundo. De la misma forma, tampoco todos los salvadoreños que han migrado y ahora viven en Estados Unidos son pandilleros o se dedican a delinquir (aunque sí los haya). De hecho, la mayoría tiene trabajo, y no siempre de jardinero o doméstica. De acuerdo al Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos, un 7.5 % de los hombres salvadoreños residentes en el país del norte se dedican a la administración, los negocios, las ciencias o las artes. ¿Aparecen estos retratados en las películas de Hollywood? Pues no. Y según la misma fuente, aunque el 51 % de las mujeres migrantes salvadoreñas se dedican a ocupaciones de servicio, un 19 % trabaja en ventas y ocupaciones de oficina y el 11 % lo hace en administración, negocios y artes. Pero como vimos, para la gran industria del cine y la televisión, las mujeres nacidas en este país son sirvientas, mucamas de hotel o amas de casa al servicio de gringos. En la realidad también hay hombres y mujeres centroamericanas o hijos de nacidos en estos países que ocupan importantes cargos públicos, que practican deporte de alto rendimiento o que estudian en prestigiosas universidades estadounidenses. De nuevo la pregunta: ¿Aparecen en los guiones? De nuevo la respuesta: no.

Estamos, pues, ante estereotipos negativos. Y estos, justo cuando la administración Donald Trump tiene en vilo al país por la eliminación del TPS, cuando abunda el acoso a migrantes en diferentes estados y cuando el racismo sigue presente en escuelas y trabajos, solo pueden empeorar la situación. No me ha pasado, pero supongo que no ha de ser divertido ni entretenido que, como en The Shield, alguien piense que todos los salvadoreños andamos por ahí armados con machetes descuartizando gente o que supongan que no tenemos más destino en EUA que trabajar con un desinfectante en mano. Quizás, entonces, debiéramos ser más críticos con lo que miramos y no solo celebrarlo, como aquel guerrillero de Los Simpson, emocionado con ceguera por oír el nombre de su país en la tele o en el cine. ¡El Salvadoooor!

Willian Carballo ( @WillianConN )  es investigador, catedrático y consultor especializado en medios, cultura popular, jóvenes y violencia. Coordinador de investigación en la Escuela de Comunicación Mónica Herrera.
Willian Carballo ( @WillianConN )  es investigador, catedrático y consultor especializado en medios, cultura popular, jóvenes y violencia. Coordinador de investigación en la Escuela de Comunicación Mónica Herrera.

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