El Ágora / Cultura

Albee, 50 años de influencia en el teatro

Uno de los grandes autores teatrales de la segunda mitad del siglo XX murió esta semana. Edward Albee, autor de “¿Quién teme a Virginia Woolf?”, fue celebrado como genio y vilipendiado como diletante. Lo que quedará de su obra en 50 años, nadie sabe; la historia juzga de manera imprevisible. De lo que sí puedo dar fe es de la gran influencia que tuvieron sobre mi trabajo creativo su pensamiento y su obra.

Lunes, 19 de septiembre de 2016
Roberto Salomón

Uno de los grandes autores teatrales de la segunda mitad del siglo XX murió esta semana. Edward Albee, autor de “¿Quién teme a Virginia Woolf?”, fue celebrado como genio y vilipendiado como diletante. Lo que quedará de su obra en 50 años, nadie sabe; la historia juzga de manera imprevisible. De lo que sí puedo dar fe es de la gran influencia que tuvieron sobre mi trabajo creativo su pensamiento y su obra, al igual la que Tennessee Williams, Arthur Miller, Sam Shepard y David Mamet que son, a mi parecer, los grandes herederos estadounidenses de lo que se denomina “teatro moderno”, iniciado por el noruego Henryk Ibsen y el ruso Antón Chejov en el siglo XIX.

Estudié teatro en Nueva York a finales de los años 60. En plena revolución estudiantil, Albee escribió “Zoo Story” (Cuento del zoo), que sigue siendo una de las obras más políticas y polémicas del teatro dicho contemporáneo. Sin abordar la política de forma frontal, Albee puso en escena imágenes incómodas hasta la violencia de una sociedad desesperada por la pérdida de valores. Dos hombres se encuentran sobre un banco en Central Park. Nada los une, su estatus en la sociedad los separa. La obra termina con la muerte de uno de ellos. ¿Suicidio? ¿Asesinato? ¿Exclusión? ¿Venganza? Al público le toca sacar sus propias conclusiones.

Albee, al igual que los otros grandes dramaturgos a los que admiro, me enseñó que la obra tiene que quedar abierta para que cada miembro del público pueda formular su propia conclusión. Cien espectadores, cien opiniones distintas, para parafrasear a Heiner Müller. De estos grandes autores aprendí que para representar una sociedad violenta no es la violencia del lenguaje lo que importa, sino la violencia de lo que motiva ese lenguaje; que el teatro, para llegar al fondo del alma del espectador, tiene que ser civilizado, que la crudeza sola repele; que todo texto válido tiene que permitir una multiplicidad de interpretaciones, tanto para quienes lo escenifican como para quienes lo presencian; y más que todo, que sin un buen texto no hay buen teatro. Como dice Shakespeare, “the play is the thing” (traduzca quien pueda, nunca he podido formular una buena traducción de esa frase).

“Delicado Equilibrio” es mi obra preferida de Albee. Varias veces he pensado montarla en El Salvador pero, curiosamente, pienso que se adapta mal a nuestra visión del mundo. “Tiny Alice” es una obra que podrá funcionar bien para nuestro público cuando algunos de nuestros buenos actores tengan edad para interpretarla. Mi amiga y excelente actriz Isabel Dada, durante años me instó a montar “¿Quién teme a Virginia Woolf?”. Pero hay ciertas obras que, inmortalizadas por el cine de manera genial, quedan como pálidas reproducciones en escena.

Cuando me preguntan por qué el conflicto es tan importante en el teatro, cito a León Tolstoï, interrogado sobre “Ana Karenina”: “Todas las familias felices se parecen entre sí; cada familia infeliz lo es a su propia manera”. Durante cincuenta años, Albee ha estado presente en mi quehacer teatral, ya sea por sus obras, sus opiniones siempre claras y sin tapujos, su solidez ante las modas pasajeras, su lealtad frente a su propia producción. Fue un ser que pudo trascender su sufrimiento a través de su arte. Descanse en paz.

 

*Roberto Salomón es director, actor y maestro de teatro. Premio Nacional de Cultura en 2014 y miembro de la Academia Salvadoreña de la Lengua, alterna montajes en El Salvador, Suiza y Estados Unidos. Actualmente es el director artístico del Teatro Luis Poma.

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