Centroamérica / Política

“Ortega no tiene retroceso”

Sergio Ramírez, que fuera vicepresidente de Daniel Ortega en los años 80 y después su opositor político en los 90, analiza la deriva autoritaria de Nicaragua en una entrevista con el periódico Confidencial. “El poder político le propondrá al sector privado refrendar el modelo de partido único con economía de mercado, sin alternancia en el gobierno ni oposición legal”, dice el escritor.


Lunes, 8 de agosto de 2016
Carlos Fernando Chamorro

El escritor Sergio Ramírez, premio Cervantes 2018, fue vicepresidente de Nicaragua entre 1985 y 1990, y candidato a la presidencia en 1996. Foto Archivo/Mauro Arias
El escritor Sergio Ramírez, premio Cervantes 2018, fue vicepresidente de Nicaragua entre 1985 y 1990, y candidato a la presidencia en 1996. Foto Archivo/Mauro Arias

El escritor Sergio Ramírez se confiesa abrumado en estos días con la lluvia de solicitudes de la prensa internacional, que desea conocer su opinión sobre los últimos sucesos que han puesto en el radar internacional la deriva autoritaria del régimen de Daniel Ortega. La voz de Ramírez, uno de los intelectuales públicos más respetados e influyentes en América Latina, tiene además el peso de la experiencia política, la intuición y la mirada histórica, que le lleva a decir que estamos “ante una película que ya vimos” y que sabemos que “el final no va a terminar bien”.

Con la ilegalización de la oposición, Nicaragua ha entrado “en una nueva fase política en la que se terminó el poco pluralismo que existía”, explica. Sergio Ramírez piensa que vamos hacia un régimen de partido único con cada vez menos libertades y sin posibilidad de alternancia en el poder, en el que el régimen no contempla posibilidad de retroceso. “Aquí ya no hay retroceso”, reitera de forma categórica.

El exvicepresidente durante la revolución y fundador del Movimiento Renovador Sandinista en 1995, ahora retirado de la política partidaria, advierte que el binomio Ortega-Murillo colocará a la empresa privada en una encrucijada: le propondrá refrendar el régimen de partido único con economía de mercado. “No sé cómo van a reaccionar ellos, pero son los únicos interlocutores del poder político”, afirma Ramírez en esta entrevista para Confidencial.

Los acontecimientos de las últimas semanas, que deterioran aún más el clima democrático en el país, han colocado a Nicaragua en el radar de la opinión pública internacional. Pareciera que de repente la comunidad internacional se ha percatado de lo que está ocurriendo en Nicaragua.

Esto es algo, para mí, insólito. Porque si el poder político, tal y como está siendo manejado, hubiera dejado las cosas como están y los diputados que fueron electos siguieran en la Asamblea Nacional; si el Partido Liberal Independiente y sus aliados hubieran sido legalmente inscritos para participar, a mí me parece que este escándalo internacional que hay hoy en día no se hubiera producido, aun con la elección de la señora Murillo como candidata a vicepresidenta.

Esta tensión que hay en los organismos internacionales, de derechos humanos, que defienden los derechos políticos, en la prensa internacional... Nicaragua no estaba en el radar político de los medios. Nicaragua no era noticia. Hoy sí lo es, es una noticia constante. Entonces la primera pregunta que le surge a cualquier persona es ¿por qué? ¿Por qué esta provocación de ponerse en el radar de manera tan negativa? Porque no es que estén alabando a Daniel Ortega, al contrario, la gente está sorprendida, hay estupor.

Si las cosas hubieran seguido el curso que llevaban, que ya era bastante dramático en cuanto a regresión autoritaria para nosotros los nicaragüenses, posiblemente a nivel internacional no hubiera pasado nada. ¿Por qué Ortega ha dado estos pasos?

Yo recuerdo que se publicaban antes en los periódicos unas imágenes donde solo había puntos, y uno tenía que ir uniendo estos puntos con las líneas para obtener la figura total. Ahora me parece que algunos de esos puntos están unidos con líneas, pero todavía no tenemos la figura total.

Lo único que yo te podría decir es que no se trata de hechos caprichosos, accidentales. No es que alguien un día amaneció del lado equivocado de la cama, amaneció con cólera y dijo: “ahora vamos a sacar al PLI del juego, vamos a sacar a estos diputados de la Asamblea Nacional”. No, me parece que alguien va con el lápiz uniendo todas estas líneas hasta formar la figura que quiere, y es una figura que necesariamente nos lleva a la restricción cada vez mayor de los derechos políticos, democráticos, de las libertades públicas en Nicaragua. Es decir, no podemos esperar que mañana va a haber un retroceso. Siento que ahora no hay retroceso. Después de que anularon la personería jurídica de la verdadera oposición que quedaba en el país y se la han entregado a unas personas que han inventado... El otro día vi una papeleta electoral con todas las fotos de los candidatos más el comandante Daniel Ortega. Nadie los conoce. Son gente improvisada, inventada, que está ahí como un relleno trágico de esa papeleta.

Entonces, todo eso me parece que no es accidental, no es caprichoso, sino que vamos hacia una, cada vez mayor, restricción del panorama de libertades públicas del país.

¿Qué tipo de modelo de organización del Estado o de sociedad está previendo la pareja presidencial? Las restricciones que has mencionado existen desde hace ya varios años, pero también hay una alianza económica sólida entre el comandante Ortega y el gran capital y los sectores empresariales agrupados en el Cosep. ¿Esa alianza se mantendrá?

Yo creo que sí, sin ninguna duda. Me parece que lo que el régimen va a probar es que puede existir un modelo de prácticamente partido único con economía de mercado, y que haya un entendimiento de las cámaras empresariales y la empresa privada, que el esquema político va a ser ese, donde no hay posibilidad de alternancia política en el gobierno, donde no hay existencia de partidos legales de oposición, y que ese modelo de control político total se va a acoplar con una economía de mercado. Eso es lo que yo veo en el panorama.

El sector privado ha emitido ya varios pronunciamientos señalando que estas restricciones democráticas y políticas son negativas para el clima de negocios, que afectan la división de poderes y la imagen del país, y están demandando que se produzca un diálogo. Así como hay un diálogo económico, dicen, que se produzca un diálogo político. Sin embargo no hay ninguna respuesta de parte del gobierno.

Precisamente eso me da más la razón en lo que estoy diciendo. ¿Con quién va a ser ese diálogo? ¿Con Pedro Reyes? ¿Con Maximino Rodríguez? No son interlocutores. Estos son candidatos presidenciales hechos de zacate, pero no son interlocutores. ¿Quiénes van a ser siempre los interlocutores del gobierno? Las cámaras empresariales. Son los que ellos van a buscar. Han sido los interlocutores en asuntos más trascendentales que los que se han confiado hasta lo que existió de pluralismo político hoy día. Pero ahora, más que nunca, bajo esta creencia, y no estoy hablando de la creencia de la empresa privada, no te podría responder cómo la empresa privada va a reaccionar frente a esta propuesta, pero la propuesta política de parte del poder político no tiene retroceso. Es: “aquí está mi esquema, no hay participación política real, y vamos a ir con un esquema de partido único y economía de mercado”. A ver si aquí puede ocurrir lo que ocurre en Vietnam, lo que ocurre en China, o parecido también a lo que ocurre en Rusia. Porque en Rusia hay un gobierno supuestamente electo democráticamente, pero lo que hay es un esquema autoritario: el Kremlin sigue siendo el Kremlin; se han creado grandes fortunas a la sombra del Kremlin; y funciona un entendimiento bastante tumultuoso entre el gobierno de Putin con los grandes consorcios empresariales del país.

Frente a esa clase de planteamiento, el sector privado quedaría colocado en la encrucijada de aceptarlo o convertirse en una especie de actor democrático. Pero ellos sostienen que no son actores políticos. Eso dicen los grandes empresarios.

Ahí me parece que está la gran debilidad de la participación del sector privado en un esquema de este tipo. La regla clásica del gobierno con el sector privado ha sido “yo me ocupo de la política y ustedes se ocupan de los negocios, no crucen la raya”. Y me parece que eso, “no crucen la raya”, ahora va a ser mucho más evidente. Este es el sistema político que hay en Nicaragua. Esto es lo que hay, como dicen los españoles, y ustedes tienen que trabajar bajo este esquema para que sigan haciendo sus negocios. Van a tener seguridad en los negocios, van a tener interlocutores que les van a facilitar lo que hoy en día se llama la permisología, eso de manejar el día a día con las Aduanas, con la Dirección de Ingresos, etc.

Lo único que puede decir la empresa privada es: “No, nosotros consideramos que un régimen de libertad de mercado y de economía de mercado está íntimamente ligado a las libertades democráticas. No puede haber un sistema donde se elimine a la oposición política y la posibilidad de que un gobierno sustituya a otro, no puede existir la absorción total de los poderes del Estado y la eliminación de la independencia de los poderes del Estado, y al mismo tiempo una economía de mercado”. Esto me parece que es crucial.

Eso lo pueden decir en un comunicado. Ahora, de ahí a ejercer un contrapeso, a ejercer una presión o a enviar otra clase de mensaje a la sociedad, esa ya es otra situación.

Eso lo vamos a ver en la práctica. Pero me parece que aquí la bola va a quedar en la cancha de la empresa privada, no de los partidos políticos. Los partidos legales, repito, los que están participando en estas elecciones, no son interlocutores.

En los mercados, paradas de buses, en las universidades, en las calles, no hay un ambiente de crisis, de emergencia política, a pesar de que se han cercenado todos los derechos políticos. Se vive un estado de aparente normalidad.

Yo creo que no hay un vuelco de la opinión pública en contra de lo que está ocurriendo. Me parece que ese switch todavía nadie lo ha encendido, ni creo que se pueda encender a corto plazo bajo estas circunstancias. Tiene que crearse un nuevo tipo de liderazgo político, y me parece que lo primero que la oposición verdadera tiene que hacerse cargo es de la realidad, de que se trata de una oposición ilegalizada, de una oposición que no está dentro de lo que el gobierno o el poder político considera la legitimidad, y por lo tanto tiene que actuar en consecuencia. ¿Qué quiere decir esto? Conectarse con la gente en la peor de las circunstancias, es decir, tratar de superar el control social, porque hay un control social muy cerrado en los barrios, en las comarcas, en los municipios, hay un peso permanente del partido en el poder, del Estado, sobre la gente, que impide o dificulta la movilización política de aquel que quisiera movilizarse.

Aquí las únicas movilizaciones políticas reales que hemos visto en los últimos tiempos son las que dirige doña Francisca Ramírez desde Nueva Guinea, en reclamo de la abolición del tratado del canal, y del respeto a los derechos de propiedad de su tierra en la supuesta ruta del canal.
Pero, por otro lado, yo no veo que aquí haya una conmoción política por el hecho de que estamos entrando en una nueva fase política en el país, en la que la naturaleza política del régimen que vivimos está cambiando. Es decir, hemos pasado de un supuesto pluralismo limitado a una situación, prácticamente de partido único.

Yo creo que todavía la gente no se siente agredida en la mayoría de los casos como individuo. Si se cercenan derechos políticos, o se ilegaliza partidos políticos o se pasa por encima de la Constitución, con lo que son sus problemas reales en la vida diaria, es decir: con el empleo, la calidad del empleo, el ingreso diario, la rebúsqueda por sobrevivir; me parece que no hay una conexión entre esos dos asuntos.

¿Cómo interpretas la designación que hace el presidente Ortega de su esposa como candidata a la vicepresidencia? Rosario Murillo ya juega un papel importante en la administración cotidiana del gobierno, pero ahora se colocaría en la línea legal, constitucional, de sucesión del poder. ¿Es un mensaje para el FSLN o es un mensaje para el resto del país?

Yo lo veo como una consecuencia natural de todo lo que ha venido ocurriendo en los últimos años. Este es un régimen familiar, es un régimen político basado en la lealtad familiar. No estoy inventando nada nuevo porque el propio presidente Ortega lo dijo el 19 julio, que la lealtad para él era lo esencial, y la deslealtad correspondía a aquellos que habían abandonado el barco, y por lo tanto no confía en nadie que pueda llegar a abandonar el barco, no solo en los que ya lo abandonaron, y por lo tanto el límite de los que nunca van a abandonar el barco está dentro de su propia familia. Es un concepto de lealtad bastante cerrado. Cuando él dijo eso, yo dije: “bueno, el siguiente paso es que, alabando la lealtad de su propia esposa, pues, ella es la que va a ser su sucesora, pues, y su vicepresidenta”.

Los últimos vicepresidentes que hemos visto eran figuras absolutamente decorativas y yo siento que vivían situaciones muy penosas, aun protocolarias, porque nunca ejercieron ninguna función real. Ahora no. Ahora va a haber una vicepresidenta que comparte mitad y mitad del poder, como el presidente Ortega ha dicho siempre. Pero lo va a hacer desde este cargo de vicepresidenta.

¿En el caso de Rosario Murillo hay evidencia de que su liderazgo tenga su propio peso frente a otros sectores del FSLN, que en este momento parecieran tener muy bajo perfil?

Hay que entender cómo está articulado el poder en Nicaragua desde hace años, y no solo desde que Rosario ha sido anunciada como candidata a la vicepresidencia. Aquí el poder ha estado articulado alrededor de la pareja presidencial. En los partidos políticos tradicionalmente hay figuras, los ministros son verdaderas figuras, pero aquí no hay figuras políticas. Las que en el pasado sacaron un tanto la cabeza y adquirieron su propio prestigio, como Dionisio Marenco, como Herty Lewites, desaparecieron del panorama.

Alrededor de la pareja presidencial, o debajo de la pareja presidencial, lo único que hay son operadores políticos: gente que va, ejecuta una orden, regresa a informar que la ejecutó. Operan conforme a mandatos específicos pero no tienen ningún poder de decisión, ni siquiera un poder de expresarse.

¿Cuál es el final de esta película? Si hay un cierre de espacios democráticos, hay un gobierno autoritario fuerte que tiene como base de sustentación la lealtad familiar, la vicepresidenta es la esposa del presidente y está en la línea de sucesión, ¿apunta eso o no hacia una prolongación dinástica?

Como yo titulé un artículo que me pidieron escribir en El País sobre esta situación, “esta película ya la vimos”. Sabemos incluso cómo terminan estas situaciones. Estamos más viejos, no sé si vamos a ver el final de esta película, pero no creo que vaya a terminar bien. Es decir, en la medida en que van cerrando espacios políticos, espacios democráticos, de repente se presentan circunstancias que hacen ingobernable la situación.

Yo aspiro a salidas democráticas y repudio totalmente cualquier salida violenta, de guerra, de conflicto. Ya tuvimos demasiado en el pasado y eso no nos llevó a nada; la sangre, los muertos nunca nos llevaron a nada. Yo creo que en algún momento vamos a sacar la madurez suficiente para que esta situación se resuelva por la vía pacífica, la vía del entendimiento. Creo que de todas las partes en conflicto habrá gente de buena voluntad, tanto en el Frente Sandinista como en la oposición. Habrá gente de buena voluntad que en determinado momento va a sentir y a saber que lo único posible para que nos entendamos todos es un diálogo que nos lleve a la estabilidad política y a la democracia.

 

*Esta entrevista se publicó originalmente en el periódico nicaragüense Confidencial.

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