EF Académico / Desigualdad

¿La educación sigue siendo cosa de hombres?

El Salvador ha desperdiciado grandes oportunidades para lograr mayor equidad de género en la educación en las últimas dos décadas. Ni la reconstrucción de postguerra, ni las reformas a la educación, ni las nuevas instituciones han dado suficiente prioridad al problema de mejorar el acceso de las mujeres a la educación.


Viernes, 12 de agosto de 2016
Pauline Martin

La política educativa recibió mucha atención nacional e internacional en el periodo de 1991 a 2005, recibiendo más de $552 millones en asistencia y préstamos de distintas fuentes internacionales, que se invirtieron en amplios esfuerzos para fortalecer el sistema educativo. Ante una necesidad grande de equilibrar la educación para mujeres y hombres, en el contexto de construir una sociedad de postguerra y con las miradas de recursos nacionales e internacionales puestos en educación, es sorprendente que no se logró consolidar una visión ni acciones concretas en materia de equidad de género en educación, aún con la formulación casi concurrente del Plan Decenal de Educación (PDE) y la Política Nacional de la Mujer (PNM).

En el periodo de 1993-1995, distintas fuerzas internacionales y nacionales contribuyeron a establecer el Plan Decenal de Educación como nueva visión educativa para un país democrático y posteriormente, el primer compromiso público formal en materia de equidad de género surgió con la formación de la Política Nacional de la Mujer. Los dos procesos fueron resultado de influencias internacionales y negociaciones nacionales, pero el impacto del segundo en el primero fue debilitado debido a la existencia de obstáculos técnicos, la falta de compromiso político y la falta de recursos económicos, situación a examinar acá.

En cuanto a la formulación, tres fuerzas distintas abogaron por una política de equidad de género en El Salvador en la década de 1990. En orden cronológico: la creación de la Secretaría Nacional de la Familia (SNF) en 1989 con el objetivo de desarrollar programas sociales para familias, incluyendo a las mujeres; el surgimiento en la post-guerra de movimientos feministas y reivindicativos de los derechos de la mujer; y la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing en 1995. La SNF, institución pública tradicionalmente dirigida por la Primera Dama de turno, no tenía una agenda clara de equidad de género, pero fue clave en el compromiso político de apoyo a la población femenina, como veremos más adelante. (La SNF desapareció en el 2009 con el gobierno de Mauricio Funes cuando se transformó en la Secretaría de Inclusión Social.)

En 1993, de cara a las primeras elecciones postguerra, las recién formadas ONG nacionales de derechos de la mujer reunieron a 40 grupos de base que trabajaban en los ámbitos de derecho, salud, empleo y educación a favor de las mujeres. En un proceso participativo que duró un año, elaboraron una agenda de equidad de género para el país, llamada la Plataforma de las Mujeres Salvadoreñas. Entre las demandas socioeconómicas y reivindicativas, en materia de educación se expuso la necesidad de una educación no sexista, educación sexual y la enseñanza de técnicas de autodefensa en las escuelas, además campañas educativas para eliminar la violencia en contra de las mujeres. La Plataforma fue presentada estratégicamente en septiembre de 1993, justamente para las elecciones de marzo 1994.

En este mismo periodo se desarrolló el proceso de formulación del Plan Decenal de Educación y, a pesar de que la presentación de la Plataforma sucedió en medio del proceso y representantes de grupos de mujeres participaron en consultas educativas, cuando se publicó el PDE en 1995 no se encontró ni una referencia a la equidad de género en educación. Es evidente que se había generado conocimiento del tema de género y educación en este periodo, pero fue hasta la Conferencia Nacional de la Mujer de 1995 en Beijing, en un escenario internacional, que el gobierno adquirió un compromiso firme y tomó por primera vez acciones concretas a favor del desarrollo de las mujeres. La SNF entró al escenario porque participó en la Conferencia, con una representante del sector ONG de mujeres, y contribuyó a la formación de la primera instancia pública de apoyo exclusiva a la mujer: el Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (ISDEMU).

El Salvador había participado en casi todas las conferencias mundiales de la década de 1990 sobre mujeres, derechos humanos, educación para todos, población y desarrollo social, en las cuales la equidad de acceso y calidad en la educación para las niñas y las mujeres se presentaba como una prioridad en la agenda internacional de desarrollo. Esta atención internacional impulsó al gobierno salvadoreño en el establecimiento de una agenda a favor de las mujeres, incluyendo la equidad en educación, espacio que la Plataforma de las ONG no pudo abrir por si sola.

Con el compromiso adquirido por la delegación salvadoreña de la plataforma de acción de Beijing se creó el Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (ISDEMU), como una estructura independiente y transversal en todos los ministerios públicos relevantes, más representantes del sector ONG en sus junta directiva y consejo consultivo. En este sentido, el Ministerio de Educación (MINED) se volvió miembro de la junta y se le asignó un enlace técnico entre las dos instituciones para fortalecer la equidad de género en el sector educativo. El producto más tangible del ISDEMU fue la creación de la primera Política Nacional de la Mujer (PNM) en 1997, instrumento que en el tema educativo plantea un enfoque de igualdad y desarrollo de la mujer, con acciones como: la investigación sobre igualdad de oportunidades, aumento del acceso a la educación y capacitación y revisión curricular para promover igualdad de oportunidades en educación. Aunque hubo un proceso de consulta para elaborar la PNM, se encuentran en su enfoque y contenido marcadas diferencias con la propuesta más reivindicativa de la Plataforma del sector ONG.

En este sentido, el rol catalizador de la conferencia internacional en Beijing fue clave para estimular el diseño de una política porque generó un compromiso gubernamental, a pesar de ya tener una propuesta de Plataforma del sector ONG. La conferencia también acercó actores del sector ONG y OG por primera vez y, entre otros temas, delimitó una agenda oficial de equidad de género en educación.

Aunque la Política Nacional de la Mujer nació con algún grado de colaboración entre ONG y OG, no se encuentran evidencias de una implementación sistemática ni comprometida de equidad de género en el sector educativo. Los informes de tanto el ISDEMU como del MINED en el primer periodo de la Política Nacional de la Mujer y en el desarrollo del Plan Decenal de Educación presentan actividades aisladas y genéricas referentes a la equidad de género en educación, que en muchas ocasiones no respondían a los objetivos propuestos. La falta de una implementación seria y exitosa responde a aspectos técnicos, institucionales y políticos.

En lo técnico, el ISDEMU reportó en el ámbito educativo algunas actividades esporádicas, como investigaciones, capacitaciones y una revisión curricular. Sin embargo, los informes anuales del MINED del periodo 1997-1999 no solo omiten mención de la PNM y la relación con el ISDEMU, tampoco mencionan el desarrollo de actividades de equidad de género. Fue hasta el periodo 2000-2004 que el MINED reconoció a la PNM en sus informes de labores y detalló una serie de acciones implementadas, representando una mayor cantidad de actividades pero siempre desconectadas entre sí y dependientes de iniciativas y apoyos internacionales.

En lo institucional, el mecanismo transversal del ISDEMU no fue tan efectivo al principio y en el 2000 se conformó una comisión de seguimiento para fortalecer la implementación de la PNM en los procesos de planificación anual del MINED. Con la creación de la unidad de Educación para la Vida en el MINED se logró una instancia específica responsable por temas de equidad de género, sexualidad y otros y se fortaleció el vínculo entre el ISDEMU y el MINED. La capacidad institucional de implementación fue debilitada por la transferencia a otras instituciones de personal capacitado en la década de 1980 en población y género por las Naciones Unidas, dejando pocos especialistas en puestos clave en el MINED. Adicionalmente, no hubo participación de la población general, actores educativos u ONGs en los primeros años de implementación y no se consolidó una experticia en género al interior del MINED.

La falta de compromiso institucional se reflejó más fuertemente en el poco e inconsistente financiamiento de acciones de equidad de género, el cual provenía mayormente de fuentes internacionales, como USAID, AECID, y la Unión Europea en esfuerzos de fortalecer una agenda de poco interés nacional.

El bajo compromiso nacional fue y es evidente en la falta de planificación sistemática y asignación de fondos a favor de la equidad de género en educación, a pesar del momento estratégico de la formulación del Plan Decenal con visión de mediano plazo. El Banco Mundial identifica la poca motivación como resultado de muchas demandas y numerosas restricciones en el campo educativo que desplazaban el tema de género a un segundo plano. En la segunda mitad del PDE, sin embargo, se identificaron otros elementos que obstaculizaban la equidad de género en educación, como las creencias religiosas de funcionarios clave quienes sostenían los roles conservadores de género; aunque con los Objetivos de Desarrollo del Milenio de 2000, hubo un impulso internacional fresco para renovar compromisos y promover nuevas acciones.

Aunque los indicadores de paridad de acceso a la educación mejoraron para el final del Plan Decenal, no hay evidencia que la equidad de género tuvo una posición central o influencia en la reforma educativa de la postguerra por las razones técnicas, institucional y política expuestas aquí. Una oportunidad de oro, presentada en la reconfiguración de la sociedad después de la guerra civil, la Reforma Educativa, la elaboración de un plan educativo de mediano plazo, con una participación más amplia del sector ONG, la participación de El Salvador en procesos internacionales como la Conferencia de la Mujer en Beijing, la primera Política Nacional de la Mujer y los ODM no fueron suficientes para colocar la equidad de género como prioridad en educación.

 

*Pauline Martin tiene una maestría en política y evaluación educativa, y trabaja en el Departamento de Ciencias de la Educación en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). Esta entrega de El Faro Académico se base en dos trabajos: Edwards Jr., D.B., Martin, P. y Victoria Libreros, J.A. (2014) “Influencia internacional e iniciativa nacional en la formulación de políticas educativas: tres estudios de caso de El Salvador” . Voces y Silencios: Revista Latinoamericana de Educación, Vol. 5, No. 1, 3-22; y Edwards Jr., D.B., Martin, P y Victoria Libreros, J.A. (2014) “Corrientes internacionales, desarrollos estructurales, preferencias nacionales y la implementación de políticas educativas: Hallazgos en El Salvador durante el periodo 1990-2005” . Journal of Supranational Policies of Education, no. 2, pp.111-140. Editor responsable de esta entrega: Erik Ching.

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