Columnas / Política

Bienvenida impunidad


Martes, 26 de julio de 2016
Héctor Silva Hernández

Hace seis años se perpetró en Mejicanos uno de los crímenes más macabros que El Salvador ha presenciado en la última década. El domingo 20 de junio de 2010 murieron calcinadas 14 personas dentro de una buseta incendiada por pandilleros del Barrio 18.

Dicen que el microbus de la ruta 47 batallaba contra una tormenta potente. A pocas paradas antes de finalizar uno de los últimos viajes del día fue interceptado por un grupo de jóvenes armados que le indicaron que se detuviera. La decisión fue llevarlos a una calle aledaña y allí dispararon las primeras balas. Luego vendría el olor a gasolina. Unos minutos después, la gente ardía. A quienes trataron de escapar los pandilleros los recibieron con más balas. Así murieron tres más. Esta historia la contó por primera vez, con lujo de siniestro detalle, el periodista Carlos Martínez. Y desde entonces, el relato de la buseta se quedó en mi memoria para siempre. Ahora los autores materiales del crimen están presos, aunque por la cultura de impunidad impregnada en nuestro ADN dudo que temieran pasar sus últimos días pudriéndose en prisión.

No obstante, la primera gran lección sobre los alcances de la impunidad en mi país la recibí durante la infancia, en el mismo colegio al que asistió Katya Miranda, que tenía nueve años cuando la violaron y la asesinaron. Pronto entendí que Katya era un símbolo y que, de alguna manera, conmemorar su muerte era, desde nuestra inocencia, el único medio que teníamos para darle justicia. Esa justicia que la institución encargada de Servir y Proteger Ante Todo nunca dio ni a Katya ni a su familia. Por aquellos días su tío Godofredo Miranda, entonces Subjefe de la División de Investigación Criminal de la PNC, se lamentaba diciendo que, debido al pobre mantenimiento de la escena del crimen, iba a ser muy difícil identificar y enjuiciar a los responsables de la muerte y violación de su sobrina.

Ahora, el crimen de Katya y la buseta de Mejicanos no me parecen muy lejanos en el tiempo: Fiscal General viaja en aviones de empresario acusado de fraude en su institución. Demanda contra empresario no procede. Vicepresidente de la República es relacionado con el narcotraficante más reconocido del país. Mandatario responde pidiendo que le expliquen donde se encuentra la ilegalidad de dicha conexión. Exdirector de Centros Penales confiesa que recibió órdenes del entonces Ministro de Seguridad, General David Munguía Payes, para facilitar procesos esenciales en La Tregua. Fiscalía no levanta ninguna acusación contra el General. Camioneta de Casa Presidencial atropella y mata a motociclista. Aún no sabemos quién mató a Mario Alberto García. Ellos lo saben, pero se niegan a decirlo.

En El Salvador se mata, se descuartiza, se viola, se roba, se miente. Los responsables de estos hechos son quienes los cometen, pero también la impunidad que los habilita.

Hace dos miércoles la Sala de lo Constitucional determinó la inconstitucionalidad de los cargos de diputados suplentes en la Asamblea Legislativa. Una semana después, uno de los diputados más ausentes de sus labores, Medardo González, se quejó sobre la decisión de la Sala durante una entrevista televisiva. Es inaceptable que precisamente él proponga como medida de rechazo a la sentencia no trabajar. Eso también es impunidad. Se me hace difícil comprender que un funcionario con sus responsabilidades proponga ausentarse de su cargo en el primer órgano del Estado sin consecuencia alguna. Diputado, lo invito a tomar la palabra al Vicepresidente de la República cuando dijo en plena huelga policial: “Si (…) no está a gusto que busque otro trabajo”.

Cabe preguntarse: ¿Cómo pueden nuestros funcionarios exigir a los delincuentes de la calle que respeten las leyes y se enfrenten a la justicia, si ellos no están dispuestos hacerlo? ¿Cómo podemos pedir un país seguro y justo cuando los encargados electos de procurar por el no tienen la moralidad de hacerlo? Esta impunidad, que nos mata y nos carcome, se alimenta de ellos, pero ellos se alimentan de nosotros. Es nuestra responsabilidad con nosotros mismos no votar nunca más por funcionarios que no están dispuestos a desempeñar las responsabilidades para las cuales fueron electos.

 

*Héctor Silva Hernández es estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad de Massachusetts.

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