El Faro Académico / Política

En 1961, también el Ejército criticó a la oligarquía y los periódicos de derecha

La estrecha relación entre los militares y las élites civiles fue una característica definitoria de la política salvadoreña durante décadas. Ambos favorecían actitudes anticomunistas y formas de gobierno autoritarias. Pero la relación no era perfecta, y a veces los gobiernos militares criticaban fuertemente a la oligarquía.


Lunes, 22 de febrero de 2016
Erik Ching

El contexto del documento que se presenta a continuación es el golpe de estado ejecutado por el Directorio Cívico Militar en enero de 1961, que llevó al gobierno a los militares que luego organizaron el Partido de Conciliación Nacional. Este partido se mantuvo en el mando hasta 1979. El grupo de oficiales llegó al poder derrocando a una junta reformista que había tomado las riendas del gobierno en su golpe de Estado de octubre de 1960 con promesas de reforma social y elecciones democráticas. Para justificar su acción, los golpistas de 1961 acusaron a sus predecesores reformistas de ser comunistas. Sin embargo, los miembros del Directorio reconocieron que su liderazgo tenía poco apoyo popular y tanto ellos como sus aliados en la embajada de Estados Unidos estaban preocupados por su viabilidad política.

Debido a esta preocupación, los líderes del nuevo gobierno pusieron en marcha una vigorosa campaña de relaciones públicas para mejorar su imagen. Una de sus iniciativas fue la publicación, a partir de abril de 1961, de una nueva revista semanal llamada El Popular, que tenía una circulación de entre 5.000 y 10.000 ejemplares. Naturalmente, el anticomunismo era un componente importante del esfuerzo de propaganda, pero lo más destacado es el grado en que los nuevos líderes se refieren a la “oligarquía”. El Popular se dedicó en gran medida a criticar a las élites civiles. Sus páginas estaban llenas de historias sobre la desesperada situación de los pobres y contenían acusaciones contra las familias de la élite a las que consideraba responsables de la miseria de los pobres con sus acciones egoístas y su implacable oposición a reformas como la reforma agraria. El documento que se presenta a continuación es el editorial principal de uno de los números de julio de 1961, en el que los editores arremeten contra la prensa conservadora y sus patrocinadores de la oligarquía. Fuera de las organizaciones de izquierda como el Partido Comunista, raramente, o quizás nunca, se había usado una retórica tan fuerte en El Salvador contra las élites civiles.

Los lectores escépticos podrían ver la retórica de El Popular meramente como propaganda calculada y producto de la conveniencia política. De hecho, la acusación es justificada. Pero las palabras tienen poder y es evidente que las élites civiles tomaron en serio la retórica de El Popular . Entre abril y julio de 1961 tuvieron muy poco contacto con los líderes del golpe. Fue sólo después de que el embajador de Estados Unidos intervino para inducir una reunión entre ellos que el gobierno accedió a suspender la publicación de El Popular. Que yo sepa, no existen copias de esta revista en El Salvador, pero afortunadamente la embajada de Estados Unidos envió una serie completa a Washington DC**, donde se encuentra archivada.

* * *

El Popular, Editorial, 4 de julio, 1961

¿Hacia Dónde Vamos?

Hacia dóndes vamos, hacia dónde se nos lleva, preguntaba “Diario Latino” desde su columna editorial del viernes 30 de Junio, dolido seguramente por el desplomo del otro privilegio oligárquico: la Compañía Salvadoreña de Café. La pregunta del “decano” hallaba eco veinticuatro horas más tarde, a través de una reproducción textual, en las planas de “Tribuna Libre”. El papelón ultraderechista y el tabloide de alquiler—ya consiguió nuevo amo entre los millonarios conspiradores—se encontraban, por fin, en el camino de su incorregible impudicia, dispuestos a olvidar sus antiguos y mutuos “escrúpulos”, y a cumplir, al influjo del sabio lema utilitarista de que “el anunciante manda”, el último encargo alevoso de la plutocracia ofendida: preguntar hacia dónde nos lleva el Gobierno, para tender un velo desorientador sobre la clara, vigorosa y exacta empresa de reformación democrática en que se halla El Salvador actualmente.

Obvio es el propósito de la consigna girada a los periódicos por el feudalismo conspirador que padecemos. Pero no será la prensa reaccionaria la que va a desvirtuar, para congraciarse con los intereses retrógrada del monopolio, el rumbo que El Salvador ha tomado con firmeza desde los primeros minutos de la lucha reivindicatoria del 25 de Enero. No serán los editorialistas de la confusión los que van a decir que la brújula del régimen está apuntada hacia latitudes ideológicas sombrías.

Bien puede Viera Altamirano exhibir en su tienda de falsificaciones la nomenclatura política que le venga en gana para bautizar este momento crucial de la historia salvadoreña. Bien puede la “élite” expoliadora que habla por boca de Calderón Nuila ensayara las peores invectivas y las más punibles denominaciones ofensivas [...]

¿Hacia dónde vamos? ¡Es raro que no lo sepa la oligarquía implacable y corruptora! Vamos hacia la reconstrucción del diseño social y económico que establece la verdadera democracia en el espíritu de su credo. Vamos hacia el rescate de los valores morales y materiales de que ha estado privada la República desde la misma hora de su fundación. Vamos hacia el aniquilamiento de los intereses que siempre corrompieron nuestros derechos políticos y envilecieron nuestra dignidad humana. Vamos hacia el adecentamiento del esquema institucional y hacia la humanización de la riqueza, para preservar a El Salvador de los males de la dispersión comunista y de la opresión oligárquica. Vamos hacia la justicia social de que han estado marginadas las mayores populares. Vamos en suma hacia el asentamiento de una forma de convivencia que dé a los salvadoreños—a todos y cada uno de los salvadoreños—el puesto decoroso y justo respetable y digno, permanente y libre, como ciudadanos de un país verdaderamente democrático y civilizado.

Vamos, pues, hacia la meta más odiada y temida por la oligarquía: la justicia social y la dignificación humana. El momento es histórico, transcendental. No es de negociaciones. Es de guerra.

 

* Erik Ching es profesor de historia en Furman University, Carolina del Sur.

**Los números de El Popular se incluyeron como anexo al informe de William Sowash, primer secretario de la embajada de Estados Unidos en San Salvador, al Departamento de Estado de EE.UU., Washington DC, el 10 de julio de 1961. Los documentos se encuentran en Records of the U.S. Department of State Relating to the Internal Affairs of El Salvador, 1960-1963, document #716.00/7-1061.

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