El Faro Académico / Impunidad y memoria histórica

Mientras El Salvador olvida, Guatemala recuerda

En El Salvador de postguerra ha predominado la voluntad de borrar la memoria histórica. Esto contrasta con la actitud de buena parte de la sociedad guatemalteca, que ha logrado un consenso alrededor de la idea de que el pasado deja lecciones importantes para el futuro.


Domingo, 7 de febrero de 2016
Rachel Hatcher

A medida que salvadoreños y guatemaltecos dejaron atrás sus conflictos civiles en la década de los noventa, comenzaron a preguntarse cómo debían recordar sus guerras y qué lecciones debían tomar de ellas de cara al futuro. En Guatemala, emergió un marco discursivo compartido por la mayoría de la sociedad que insiste en que el pasado debe ser recordado como modo de evitar su repetición en el futuro. Esto resulta irónico, pues en Guatemala las organizaciones guerrilleras llegaron a las negociaciones del fin de la guerra con menor poder de negociación que sus homólogas en El Salvador. Sin embargo, las organizaciones de derechos humanos en Guatemala han logrado establecer la idea de que el pasado juega un papel importante en el futuro. Incluso el ejército y, lo que es más importante, sus aliados civiles conservadores, como el anterior presidente Álvaro Arzú, promueven públicamente este sentimiento, aun cuando albergan la esperanza de que prevalezca el olvido.

La situación es diferente en El Salvador; no existe un marco discursivo compartido que fomente el recuerdo del pasado como modo de evitar su repetición. Más bien, algunos segmentos claves de la sociedad, especialmente el ejército y sectores o líderes civiles conservadores, como el anterior presidente Alfredo Cristiani, insisten abiertamente en que la amnistía y la amnesia son las mejores recetas para el futuro, a pesar de que las organizaciones de derechos humanos en El Salvador, así como en Guatemala, rechazan esta idea.

Prueba de la particular aproximación a la memoria en Guatemala es el discurso de Arzú el día que se firmaron los acuerdos de paz, el 29 de diciembre de 1996, recogido porel periódico Prensa Libre al día siguiente. En su discurso, Arzú insistió en que recordar es esencial: “No podemos olvidar, no debemos olvidar”, dijo, porque “un pueblo que desea reconciliarse necesita de su memoria histórica”.

Los acuerdos se firman en un instante, pero su contenido encierra una visión de lo que no pasó, de lo que somos y de lo que queremos lograr… Este momento de hoy debe estar cimentado, ante todo, como un momento de perdón. Hoy, cada guatemalteco tiene presente a los que estaban y ya no están… tiene presente a alguien… Una cosa es perdonar para proseguir con ánimo positivo y fraterno una ruta de reconstitución de nuestra sociedad lastimada, y otra cosa es olvidar. No podemos olvidar, no debemos olvidar…un pueblo que desea reconciliarse necesita de su memoria histórica... No se trata de una memoria para la tema de cuentas, para las revanchas o venganzas. Tampoco se trata de negar el derecho a la justicia individual… Se trata de la necesidad colectiva de voltear la página y superar nuestra conflictividad reciente, pero con la plena conciencia y conocimiento de la que nos pasó, de la que fuimos capaces.”

Zapatos y camiseta de ejercicio del Teniente Coronel José Domingo Monterrosa, expuestos en el Museo Militar, Cuartel El Zapote, San Salvador. Monterrosa, comandante del batallón Atlacatl, ha sido señalado como responsable de la masacre del Mozote, cometida en 1981. Foto tomada el 3 de junio de 2012.
Zapatos y camiseta de ejercicio del Teniente Coronel José Domingo Monterrosa, expuestos en el Museo Militar, Cuartel El Zapote, San Salvador. Monterrosa, comandante del batallón Atlacatl, ha sido señalado como responsable de la masacre del Mozote, cometida en 1981. Foto tomada el 3 de junio de 2012.

Las observaciones de Arzú contrastan de manera clara con las de los conservadores salvadoreños, que abierta y explícitamente apelan a la necesidad de olvidar. Esta apelación a la amnesia es evidente en el siguiente extracto de la reacción de Alfredo Cristiani a la publicación del informe final de la Comisión de la Verdad para El Salvador de las Naciones Unidas, como se recogió en La Prensa Gráfica el 19 de marzo de 1993. De acuerdo con Cristiani, el informe era parcial, y por lo tanto él apoyaba “borrar, eliminar y olvidar” la “totalidad del pasado”. Cristiani invocó a los salvadoreños a lograr el olvido mediante la promoción de una ley de amnistía amplia e incondicional. El entonces presidente declaró que era consciente de que la población salvadoreña quería apoyar “el perdón y el olvido”.

La reconciliación es importante para que nuestro país pueda seguir adelante. Pasemos una página dolorosa de nuestra historia y volquemos todas nuestras energías hacia crear ese futuro de bienestar, en paz y en progreso que todos los salvadoreños deseamos. En esta materia del fomento de la reconciliación, consideramos que el informe de la Comisión de la Verdad no responde al anhelo de la mayoría de los salvadoreños, que es el perdón y el olvido de todo lo que fue ese pasado tan doloroso, que tanto sufrimiento trajo a la familia salvadoreña.

Por otro lado, es necesario analizar también que el Informe de la Verdad ha extraído, de todo que ocurrió en los años de violencia en nuestro país, una muestra de estos actos de violencia y analizado, por ende, no la totalidad de lo que ha ocurrido, sino tan sólo una parte. En ese sentido consideramos nosotros que es importante el analizar el camino que debemos tomar cuando el Informe sólo habla de ciertos casos y menciona a ciertas personas. Es importante entonces ver qué es lo que vamos a hacer en cuanto a borrar, eliminar y olvidar la totalidad del pasado. Por eso no consideramos que es justo el aplicar ciertas medidas, sean jurídicas o administrativas, a algunos, cuando otros, por el simple hecho de no haber formado parte de la muestra que fue analizada por el informe de la Comisión de la Verdad, tengan que ser discriminados. En ese aspecto consideramos esta posición no desde el punto de vista de emitir opiniones de culpabilidad contra nadie específicamente, sino como un hecho real de que no consideramos conveniente actuar contra parte del problema y es preferible buscar una solución que sea una solución global para todos.”

Estos dos discursos demuestran las diferentes maneras en que se habla del pasado en la esfera pública en Guatemala y El Salvador. Esta observación no implica que Arzú realmente desease que los guatemaltecos recordasen la guerra y promovieran la reconciliación. Declaraciones y acciones posteriores por parte suya han demostrado cómo difiere en su sentir. No obstante, y a diferencia de El Salvador, donde la apelación al olvido es frecuente, el marco discursivo dominante en Guatemala fuerza a Arzú a alabar el trabajo de promoción de la reconciliación.

Grafittis en un muro de la Sexta Avenida de Ciudad de Guatemala, después de una Marcha indígena y campesina, el 27 de marzo de 2012. En ellos se acusa al general Otto Pérez Molina, en ese momento presidente de la República, de haber participado en el genocidio ixil, en Quiché, a inicios de los años 80.
Grafittis en un muro de la Sexta Avenida de Ciudad de Guatemala, después de una Marcha indígena y campesina, el 27 de marzo de 2012. En ellos se acusa al general Otto Pérez Molina, en ese momento presidente de la República, de haber participado en el genocidio ixil, en Quiché, a inicios de los años 80.

¿Qué explica esta diferencia abismal entre El Salvador y Guatemala? Esta sería una pregunta que requeriría otro estudio, ya que el objeto de mi investigación actual ha sido documentar la existencia de esta diferencia. Sin embargo, si me limito a especular sobre las causas, el estado de la sociedad civil emerge como un importante factor explicativo.

Las organizaciones de Guatemala han mantenido mayor independencia de las organizaciones guerrilleras durante el conflicto, participaron en el proceso de paz en mayor grado y, aunque no nadan en la abundancia, han recibido más financiación y apoyo de donantes extranjeros que sus homólogos salvadoreños. La fuerte y vibrante sociedad civil guatemalteca tiene una presencia y voz más fuertes en la esfera pública y por lo tanto ha sido capaz de insistir en la importancia de la memoria de manera más eficiente.

 

*Rachel Hatcher es Post-Doctoral Fellow en el Institute for Reconciliation and Social Justice de la University of the Free State, Sudáfrica. Este artículo se basa en su tesis de doctorado “On the Calle del Olvido: Memory and Forgetting in Post-Peace Public Discourse in Guatemala and El Salvador” (University of Saskatchewan, Canadá, 2015). Editor responsable de esta entrega: Erik Ching. Traducción por Ainhoa Montoya.

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