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Migrados, excluidos, controlados y extorsionados

Mientras el crimen y las políticas neoliberales impulsan a los centroamericanos a migrar, las políticas de seguridad buscan contenerlos y crea un entorno propicio para las extorsiones. El libro No más muros trata de abrir nuevas perspectivas para el estudio de las migraciones en Centroamérica.


Lunes, 9 de noviembre de 2015
Carlos Sandoval García

Las migraciones han sido un factor estructural y estructurante en Centroamérica. Si bien en la última década el tema ha adquirido mayor prominencia, las migraciones internas, las migraciones intrarregionales o las extraregionales han estado presentes en la Región en distintos periodos históricos. Las migraciones internas a menudo han sido desencadenadas por la escasez de tierra y profundizadas por las políticas neoliberales de las últimas tres décadas. La escasa atención a la migración interna posiblemente no devenga tanto de su disminución notable cuanto de que hay pocos datos sistemáticos y comparables.

Las migraciones intrarregionales, entre las que sobresale la migración de nicaragüenses e indígenas ngöbe a Costa Rica, o de salvadoreños a Honduras y a Belice, dan cuenta de las dificultades por hallar empleo en el país de nacimiento. La migración internacional ocupa la mayor atención en la Región, tanto porque incluye al mayor número de personas como porque traslada más dinero por concepto de remesas y además se viven diversas formas de violencia en el tránsito por México en busca de llegar a los Estados Unidos.

Mi reciente libro No más muros argumenta que en Centroamérica se desencadenan, especialmente como consecuencia de políticas neoliberales, procesos de emigración forzada y, simultáneamente, el incremento de controles migratorios, entre los cuales se pueden citar la externalización de fronteras, el cumplimiento de la ley —Law enforcement, entre otros, hacen que la posibilidad de inmigrar se vuelve muy difícil, a lo cual se agrega la actividad del crimen organizado en regiones por donde procuran avanzar hacia los Estados Unidos. Estas dinámicas de exclusión y control revelan las dificultades del capitalismo por contener las contradicciones que generan sus propias políticas. Es decir, el desmantelamiento de las economías locales y regionales procura extender negocios y ampliar las posibilidades de acumulación, pero desencadenan migraciones que se consideran inaceptables.

Cuáles podrían ser las consecuencias de estas contradicciones es, sin duda, una interrogante mayúscula. Por lo pronto, las iniciativas de solidaridad a lo largo de la ruta migratoria hacen que el panorama sea menos desgarrador.

Bien vale la pena subrayar cuatro puntos de partida de este libro. Una primera acotación sería que la necesaria y bienvenida crítica al “nacionalismo metodológico” no equivale a ignorar el lugar del Estado en el control de las políticas migratorias. Desconocer que pese a los cambios institucionales —o retóricos— asociados con la globalización, el Estado sigue teniendo un peso significativo en determinar quién tiene o no derechos, puede conducir la investigación en migraciones a análisis en los cuales las enormes disparidades de poder que están en la base de las migraciones tienden a opacarse.

No se trata, en otras palabras, de revictimizar, pero tampoco de asumir un tono celebratorio en el que las migraciones serían un ejemplo de que lo social es ahora comprendido como una suerte de movilidad abstracta en la que, por ejemplo, quienes son turistas y quienes se ven obligados a dejar sus países se clasifican en una misma categoría. La alternativa al “nacionalismo metodológico” no es el “transnacionalismo celebratorio”.

Una segunda acotación indicaría, un poco en un efecto de péndulo con respecto de lo dicho antes, que en ciertas versiones de la economía política de las migraciones, la agencia política de los migrantes no parece tener un lugar, es decir, el mayor peso interpretativo está en los modos en que los Estados refuerzan controles o bien en cómo los procesos de acumulación requieren el concurso de la fuerza de trabajo migrante, sin que se aprecie formas en las cuales esos sujetos silenciados pueden ser protagonistas de demandas en diferentes escalas y dimensiones.

En tercer lugar, con frecuencia los debates normativos tienen poca relevancia en el contexto de la experiencia de discriminación de los colectivos migrantes. Incluso el vocabulario de los derechos humanos suele ser empleado para legitimar políticas de Estado que en lo fundamental cercenan la libertad de movimiento y los mismos derechos humanos. De especial relevancia en este contexto son conceptos como los de “gestión migratoria”, el cual suele implicar control, o “codesarrollo”, motivado este último por el afán de disminuir las migraciones hacia sobre todo la Unión Europea. Se trata pues de políticas pensadas desde el Estado y no desde quienes se ven forzados/as a dejar sus países.

En cuarto lugar, estas páginas se interrogan qué sentido tiene estudiar las migraciones. El conocimiento de las dinámicas migratorias no debería ser exclusivamente una actividad académica —es muy importante que lo sea y que ella disponga de condiciones institucionales para su ejercicio— sino también debería interrogarse por los modos en que entra en diálogo con las necesidades de conocimiento y formación política de las comunidades migrantes mismas.

Madrugada del 10 de abril. Una madre y sus cuatro hijos huyen de El Salvador. El hijo mayor ha recibido amenazas de pandilleros en la escuela y la madre ha decidido que en el país no hay quien pueda garantizarles seguridad. En Centroamérica, El Salvador lidera las estadísticas del número de personas que piden asilo en diferentes países del mundo, porque alegan que huyen de la violencia. Entre 2010 y 2012, más de 15 mil salvadoreños han solicitado asilo según Naciones Unidas.
Madrugada del 10 de abril. Una madre y sus cuatro hijos huyen de El Salvador. El hijo mayor ha recibido amenazas de pandilleros en la escuela y la madre ha decidido que en el país no hay quien pueda garantizarles seguridad. En Centroamérica, El Salvador lidera las estadísticas del número de personas que piden asilo en diferentes países del mundo, porque alegan que huyen de la violencia. Entre 2010 y 2012, más de 15 mil salvadoreños han solicitado asilo según Naciones Unidas.

No más muros está organizado en tres capítulos. En el primero, Más que viajar, huyen’. Guerra, desposesión y migración”, se interroga por las continuidades entre el periodo de la guerra, que produjo cientos de miles de poblaciones desplazadas, y las migraciones se acrecentaron más en las décadas siguientes. Asimismo, este capítulo explora algunos de los factores que han propiciado la migración de millones de centroamericanos y centroamericanas. Finaliza con una descripción de las políticas regionales que directa o indirectamente tienen alcances en cuanto al control de flujos migratorios, entre ellas el Plan Puebla Panamá, el Plan Colombia, la Iniciativa de Mérida y la Iniciativa Regional de Seguridad para Centroamérica.

En el segundo capítulo, titulado “La muerte por goteo no duele ni indigna a las esferas oficiales. La securitización de las migraciones”, se describe cómo la escalada de los controles migratorios incrementa las extorsiones a migrantes de parte del crimen organizado. Para ello se presentan algunos de los riesgos que se corren al procurar cruzar el territorio mexicano sin documentos. Asimismo, se analiza cómo y por qué los controles fronterizos en la frontera entre México y los Estados Unidos se incrementan a lo largo del siglo XX. La última sección de este capítulo analiza cómo la securitización de la migración se expresa en formas de institucionalizar el control a partir de enormes sumas de dinero.

El tercer capítulo, “‘¿Qué hemos hecho?, pues nada y todo’. La experiencia de los albergues”, analiza la experiencia de trabajo de algunos albergues que ofrecen alojamiento, alimentación y, en algunos casos, asesoría jurídica a miles de personas provenientes mayormente de Centroamérica y México, quienes procuran llegar a los Estados Unidos. Este capítulo se cuestiona por qué si la defensa de los derechos humanos constituye una demanda de los Estados modernos que institucionalmente es recogida por la Organización de las Naciones Unidas, no es sino la Iglesia católica, una institución cuya jerarquía e institucionalidad es tradicional y conservadora la que se (pre)ocupa por asumir el enorme desafío humanitario que implican las migraciones en el Istmo.

Las conclusiones, tituladas “Recursos de esperanza”, elaboran la idea de que, por una parte, a varios millones de centroamericanos y centroamericanas se les obliga abandonar sus países y, por la otra, hay un incremento de las políticas y acciones de control migratorio. Así, las políticas económicas neoliberales expulsan a estas personas y las políticas securitarias las contienen. Además, a partir de una pequeña selección de literatura histórica y teórica que se ha publicado en los últimos años, se elaboran consideraciones acerca de las posibilidades de trascender la pesadumbre asociada a la desposesión y la contención que caracterizan la vida de millones de migrantes del istmo centroamericano.

No más muros se publicará en inglés con la editorial Palgrave Pivot a inicios del año 2016 y ha dado lugar a un documental en el que el autor y colegas de la Universidad Estatal a Distancia trabajan en la actualidad, el cual tentativamente se titula Casa en tierra ajena.

 

*Carlos Sandoval García es docente en la Escuela de Ciencias de la Comunicación Colectiva de la Universidad de Costa Rica y Director del Anuario de Estudios Centroamericanos. Para descargar el libro No más muros siga este enlace.

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