El Ágora / Cultura y sociedad

'Los salvadoreños tienen sed de verse a sí mismos en la pantalla'

Malacrianza es el primer largometraje de ficción de Arturo Menéndez, es una película que habla de las extorsiones en la violenta realidad salvadoreña actual, pero el director asegura que en el filme no hay ninguna escena violenta, que se trata de una anécdota sobre el miedo. También ofrece otras anécdotas de producción y detalles de su método, que considera poco recomendable, pero casi el único posible para hacer cine en El Salvador.


Miércoles, 21 de octubre de 2015
Élmer L. Menjívar

La malacrianza de Arturo Menéndez empezó en octubre de 2008. Un hombre lo buscó, lo encontró y se le acercó para contarle una historia, su historia. La historia de varios. “Mucha gente me viene a contar su historia porque creen que son ‘de película’... siempre acepto escuchar porque me entretiene, me divierte”, cuenta un novel director, guionista y productor salvadoreño que hasta la fecha solo ha estrenado en El Salvador dos películas cortas de ficción que no superan los 14 minutos. Pero eso está apunto de cambiar.

“Si querés contar mi historia, hacelo, que yo ya me voy a ir de aquí”, eso dice Arturo que le dijo aquel hombre al que le prometió nunca identificar. Pero en su película el personaje recibirá un nombre: se llamará Cleo, don Cleo.

Don Cleo es un hombre en esa edad en que se antoja llamarle abuelo. El personaje es un camuflaje coral que le permite al guionista y director ocultar al hombre real, que aunque ahora vive en un país vecino, ninguna precaución es poca en el país más violento del mundo en donde últimamente mueren hasta 29 personas al día, y muchas más pierden su dinero, sus negocios, sus casas, su paz cada día del año. Muchos pierden algo, y a veces algo es todo en el perverso juego de las extorsiones. Pues a don Cleo lo extorsionan, le dan tres días para conseguir 500 dólares, pero él nunca en su vida ha tenido ni la mitad de esa cantidad en sus manos. Busca ayuda, pero encuentra pretextos. Decide usar lo único que tiene, su miedo. Esta es una película de miedo.

Arturo tiene 37 años, es blanco y corpulento, muy parecido al pintor César Menéndez, su padre. También usa barba y le gusta tomarse selfies en primerísimo plano. Sus ojos son de rictus triste, pero su voz es sonora, grave y entusiasta, habla sonriendo, como lo hacen las personas alegres cuando están ilusionadas. ¿Quién no estaría ilusionado cuando está a punto de estrenar su primer largometraje de ficción?

Arturo Menéndez nació el 3 de octubre de 1978, en San Salvador, El Salvador. / Foto de archivo de Mauro Arias.
Arturo Menéndez nació el 3 de octubre de 1978, en San Salvador, El Salvador. / Foto de archivo de Mauro Arias.

Recuerdo que en 2008 tu Malacrianza era un proyecto con más ilusiones que recursos financieros…
Exacto, era un proyecto de muy bajo presupuesto, siempre fue visto así, y una primera etapa estuvo en manos de André Guttfreund [ganador de un premio Oscar con el cortometraje “En la región del hielo”, en 1976] como productor, que quiso hacerlo a su manera, buscando presupuesto, contactos, y conseguimos algo… Pero pasó lo de las lluvias de la [depresión tropical] 12-E en octubre de 2011, que nos dejaron prácticamente en el aire. Hicieron que el poquito financiamiento que habíamos obtenido se nos fuera de las manos.

Ustedes había convencido al director de fotografía Walt Lloyd de que se involucrara y vino justo para los días del 12-E ¿cierto? [Walt Lloyd fue director de fotografía de la serie Dr. House]
Sí. Walt Lloyd venía aportando su trabajo, y venía como productor. Solo tenía dos semanas para estar y no paraba de llover y vio que era imposible. Mejor dijeron: “suspendamos ahorita y veamos qué pasa después, en marzo del 2012”. Y se vino marzo del 2012 y no pasó nada, el país estaba mal después de lo que había pasado con la tormenta. Y así pasó el año y nada, y de repente dije: “no, no puede ser posible” y tomé la decisión de retomar el proyecto sin un cinco en el bolsillo.

¿Y a qué te dedicabas mientras tanto?
Yo estaba trabajando haciendo comerciales.

Entonces, ¿qué hiciste luego de decidir retomar el proyecto?
Agarré el teléfono y le hablé a un par de amigos que estaban interesados en participar en la película, y les digo: “miren, yo en enero arranco ¿le entran? No tengo plata, tengo dinero apenas para agua, para comida y para transporte. Ahí vemos como hacemos”.

¿Ese enero era el de 2013?
Sí. Entonces, a todo esto, André se me molestó un poquito porque él quería esperar, y yo le dije: “No, no estoy en la disposición de esperar. Lo voy a hacer yo”.

¿Crees que por fin haya inversión local para cine?
Pues ya existe, por medio del ministerio de economía con la apertura de los premios Pixel al audiovisual. Es una gran oportunidad que se ha abierto para todos los cineastas. Y esto gracias a los esfuerzos que don André Guttfreund, quién ha ayudado a que esto se dé.

Pero hace cuatro años, siguiendo el plan de André ¿qué opciones se tocaron para buscar financiamiento?
Pues, un par de inversionistas locales que tenían interés pero nunca llegaban a algo concreto. Y pues…

¿Personales o empresas?
Personas, sí. O empresas también. De repente por ahí aparecía alguna empresa salvadoreña que tenía interés, y otra gente que se iba acercando. Pero creo que nada se concretó por el mismo hecho de que este país estaba mal, y pues, la verdad es que es bien difícil porque no hay nada concreto como para enseñarle a un inversionista que (hacer cine) funciona, algo que le diga por qué tiene que creer en un producto cinematográfico salvadoreño.

¿Crees que hay aquí el perfil de un inversionista para meterse en esto?
Pues, la verdad es que sí, lo hay, lo hay. La verdad que para hacer cine salvadoreño no necesitamos mucho, no se necesitan grandes cantidades, no necesitamos millones de dólares.

¿Este dinero se busca en plan de donación o como una inversión de negocios?
No, es como una inversión de negocios. Siempre se ha visto así. En esa lógica tengo un coproductor, Alfonso Quijada, hijo de Alfonso Kijadurías, él es productor en Vancouver, Canadá. Y sí, él entró en coproducción con un fondo para poderle pagar a todos los que participaron acá. Entonces así, todos los que participaron ya dejaron de hacerlo gratis, ya se les paga.

¿Y crees que hay mercado local, es decir, público que pague su entrada en el cine para ver películas salvadoreñas?
La gente salvadoreña tiene sed de verse a sí misma en la pantalla, para ellos todavía es como curioso, es como encontrarnos un espejo por primera vez en nuestra vida, y vernos, ver cómo hablamos, nuestros gestos, y todo eso. Entonces, sí, yo siento que el público salvadoreño tiene esa sed.

¿Pero por qué crees que al final no se concreta la inversión?
Por muchas razones. Como te digo, acabábamos de pasar la crisis de la 12-E, las personas que estaban interesadas vieron la crisis que estaba pasando en el país, y dijeron: “bueno, ¿y estos se van a poner a hacer cine?”... El director de foto se nos había espantado, agarró como tres proyectos a la vez, allá en Estados Unidos, y nos quedamos con los colochos hechos. Así, literalmente, nos quedamos como una novia vestida.

Pero para ese entonces recuerdo que ya tenías al elenco ¿qué más tenías?
Ya teníamos la mayoría de cosas, no todas.

¿Qué pasó en ese año en pausa?
Terminé de ver bien el proyecto, le di vuelta a muchas cosas. En octubre del 2011 empezó. Y durante todo 2012 como que las cosas fueron dando vuelta. Entonces, me dio ese tiempo para descansar, incluso para ver cómo estaba yo. Y cuando decidí retomar las cosas en diciembre del 2012 todo era distinto, muchas cosas habían cambiado, pero estaba el mismo interés de parte de los actores, sobre todo los principales. Tuve que cambiar ciertas piezas, cierta gente, y así le entramos. Me acuerdo que para el primer fin de semana de enero del 2013 tenía como 300 pesos en la bolsa, y dije: “bueno, voy a tirarme a hacer esto, aquí tengo para comida, para agua, para transporte: hagamos esto”. Y nos metimos a hacer esa película, con la gente que creyó. Imaginate que no teníamos ni para hacer un making of, o sea, no tenemos detrás de cámara, ni de foto, ni de video, apenas las fotos que tomamos con el teléfono porque no había presupuesto para darle a una persona extra, ni para darle comida, o sea, así.

¿Cómo resultó la producción en esas condiciones?
Fue una producción bien sufrida. Durante cuatro meses, desde enero hasta abril, los fines de semana, y cuando se podía, dos días sí uno no, algún día en la semana. Y así, poco a poco. A veces, incluso, nos pasó que un día nos quedamos sin agua, en medio de un gran sol, a las doce del día, incluso tuvimos gente que se nos deshidrató.

¿Todo el rodaje fue hecho en El Salvador?
Aquí en San Salvador todo, todo salvadoreño. Meridiano 89 nos prestó el equipo cada vez que podían, porque ellos tenían sus compromisos comerciales, que toda productora tiene que asumir. Y ahí me di cuenta también de que para toda productora comercial asumir un largometraje es una carga, o sea, no es algo fácil. Aprendí tanto en ese proceso, o sea, realmente un largometraje es otro rollo, es otra cosa. Entrás en otro proceso de producción, incluso la gente entra en una energía bien especial.

¿Y crees que tu fórmula de producción sea la fórmula de hacer cine en El Salvador?
Pues, no. O sea, no le deseo esto a nadie, no le deseo a nadie que asuma una producción en estas condiciones.

¿Pero crees que hay otras opciones?
No, no hay opciones. O sea, la cosa es tener mucha paciencia. Claro, localmente, si alguien tiene acceso a un poco de dinero, a un poco de fondos, sí sería una opción.

Arturo Menéndez explica como en sus proyectos suele ser director, productor, guionista y
Arturo Menéndez explica como en sus proyectos suele ser director, productor, guionista y 'jala cables'. / Foto de archivo de Mauro Arias.

Me pongo a pensar en lo que decís sobre la productora y te planteo este escenario: Si vos hubieras tenido dinero y hubieras podido contratar formalmente a la productora ¿Crees que la productora hubiera dejado de hacer comerciales durante cuatro meses para dedicarse a hacer tu película?
Ah, no, no, no. Es demasiado. Lo que pasa es que, por ejemplo, Meridiano 89 tiene varios equipos, tenía uno que ocupaba de vez en cuando, que era el que nos prestaba a nosotros, y lo hacían con mucho gusto, ellos nunca tampoco se lamentaron, ni nada. Ellos, el Chino Figueroa y Santiago, siempre han sido muy abiertos en ese sentido, y creen en lo que hacemos, en lo que hago. Siempre les he agradecido eso. Pero sí, logísticamente, dedicar a su gente y equipo para hacer una película, pues saldría muy caro y no sé si les compensaría como para dejar de hacer comerciales.

¿Sacaron el cálculo de cuánto se invirtió?
Claro, por ejemplo, en producción fueron como 30 mil dólares, solamente en el equipo que utilizamos.

Pero eso no incluye todos los costos ¿O sí?
No, no, no. Estamos hablando solamente en equipo. Luego, en logística, en producción, en personal, todo anda por los 60 mil dólares en conjunto.

¿Cuál fue el costo total del proyecto?
Arriba de los 200 mil dólares. Es una película barata para la industria del cine, pero para El Salvador es presupuesto alto.

Contame más de la producción ¿en qué lugares se metieron?
Bueno, terminamos de filmar en una zona marginal porque la película toca el tema de las pandillas y las extorsiones, y ahí fue como… ¡púchica! recuerdo ese día que nos enfrentamos a eso y que sí, nos dio un poco de miedo ese día que llegamos a estos lugares. Pero todos terminamos con una adrenalina bien rica después de esto, todos, Salvador Solís, el actor, y Carla Valencia, todos estábamos como muy contentos.

¿Terminó como querías?
De alguna forma yo sentía la gana de terminar, porque sí, a todos, incluso a mí, ya nos estaba afectando tener esto pendiente siempre. Es cansado asumir una producción donde soy guionista, soy director, soy productor, soy asistente de producción, soy “jala cables”, soy motorista, ¡hasta agua les llevaba, pues! ¿Me entendés? Entonces era bien cansado para mí.

Pero ahí solo terminó el rodaje, faltaba muchísimo más...
Sí, luego empezamos a editar después de esto, pasamos mayo y junio editando con Federico Krill.

¿André Guttfreund siguió en el proyecto?
Sí, claro. André, en esta última etapa, asumió como productor creativo. Yo asumí toda la responsabilidad de producción ejecutiva.

Entiendo que para la posproducción tuviste que ir a buscar cómo hacerla fuera del país.
Sí, topé aquí, porque equipo de posproducción para cine, para un largometraje ya es otro nivel. Te lo digo así: si a una productora que hace comerciales le cuesta asumir la producción de una película, ya para una postproductora de sonido es imposible. Es muy largo el tiempo que se necesita, el proceso y todo, el espacio que ocupa, son muchas cosas. Entonces, ni teníamos ni sonido, ni teníamos postproducción de video, pero de repente teníamos armado un primer corte... “¿Y qué hago hoy?”, “¿y hasta aquí llegamos?”, me preguntaba. Y de pronto me acordé de que tenía un amigo en México que de vez en cuando posteaba que estaba produciendo películas, que tenía una productora, y siempre habíamos mantenido un contacto casual. Y ese amigo es Santiago García Galván. Le toqué la puerta un día, le mandé un mensaje: “Mirá, fijate que he terminado una película, y no sé qué hacer, je, je. Echame la mano, hablemos”. Me dice: “mandame tu teléfono, ya te llamo”. Le mando el teléfono y dije: “a saber cuándo me va a llamar”. Y no, a los cinco minutos me estaba llamando. “Hermano mío, ¿Cómo estás? Espero que estés bien. ¿Cómo está lo de la película?”. “Mira, aquí no tenemos procesos de postproducción para cine, necesito que me echés la mano”. Y me dice: “traeme la película ya. Traémela”. “Mira”, me dice, “yo veo qué hago, yo tengo acá editores y vemos qué podemos hacer”. Bueno, yo como que un poco incrédulo, así como que: “¿será o no será?” Tenía años de no ver a mi amigo, tenía por lo menos ocho años de no verlo, no sabía exactamente en qué estaba. Y pasó una semana, y no le dije nada. Todavía me vuelve a escribir él: “¿Qué paso? Ya no me dijiste nada”. Él es el que estaba insistiendo,

Pero en todo caso tenías que buscar cómo llevarle la película.
Justamente me salió un pequeño apoyo de parte de una empresa privada acá, que decidió poner un poquito de dinero. Entonces, con ese dinero compré un billete para México, y me dije: “bueno, voy a ir a ver qué ondas, o sea, no pierdo nada”, dije, “lo más que va a pasar es que me digan que no, y vengo con la película de regreso. Al menos conozco gente, a ver qué va a pasar”. Y me voy con la película bajo el brazo. Bueno, a todo esto, descubrí que mi amigo había fundado una productora grande, considerada ahorita una de las productoras más grandes de Latinoamérica, es Itaca Films, y se ha asociado con Alex García, que es uno de los grandes productores de México ahorita. La primera noche que llegué vimos la película, ese primer corte, en medio de un par de productores más. Yo temblaba de miedo, decía “Me van a sacar de acá, me van a decir ‘usted qué está haciendo’...” Porque el primer corte iba en unas condiciones… O sea, que nada que ver, estaba bien cruda la película.

¿Te echaron?
No, jajaja… Cuando termina la película, se levanta mi amigo Santiago, me abraza y me dice: “aquí hay una película, hay una película con corazón y huevos. Me gusta. Lo que necesitás es reeditar, y empezás el lunes”. Y yo, “bueno, ok”, pero le dije, “yo me voy el otro miércoles”. “No”, me dijo, “quédate un mes, quédate un tiempo”. Y me fui quedando, me fui quedando, o sea, me pusieron todo. Han invertido alrededor de 100 mil dólares en la posproducción de la película.

¿Asumieron toda la posproducción entonces?
Sí, y es un proceso largo… O sea, durante cinco meses, la reedición, la posproducción de sonido, posproducción de video y todo. Y aparte, para mí realmente ha sido un aprendizaje. Ver cómo el tiempo pasa, ver cómo la gente muy profesionalmente se toma su tiempo para hacer todo esto. El editor de la película fue el que editó “Japón”, de Carlos Reygadas; los postproductores son de primer nivel, como te digo, ¡púchica!, qué bueno, y lo mejor fue no tenerme que preocupar por otra cosa más que concentrarme en esto.

¿Por qué creíste en el tema de las extorsiones como apuesta para una producción como esta? ¿En qué público estás pensando?
Fijate que yo no andaba buscando una historia de extorsión. Lo que pasó fue que alguien llegó una vez y me dijo: “mire, le voy a contar una historia que, si usted quiere, hágala película”, me dice, “porque yo me voy a ir del país”. Entonces, me contó esta historia, la de Malacrianza. Pero yo la escuché así como escucho otras, porque a mí siempre me vienen a contar historias “de película”, cosa que me gusta, me entretiene mucho. Así escuché la historia, y cuando llegó al final de la historia, dije: “Wow. Acá hay una gran historia”. La misma semana que escuché la historia me puse a escribirla. Me gustó mucho el drama de la persona que vivió esto… ¿Sabés qué me gustó? El miedo como arma. Porque aquí no había una pistola, no había un cuchillo, no, era puro miedo. Entonces me llamó la atención todo lo que el miedo puede mover, hasta dónde te puede hacer llegar el miedo, qué podés llegar a hacer por miedo. Eso es lo que me interesó.

Arturo Menéndez, salvadoreño, director de cine, productor y guionista de la película Malacrianza. / Foto de archivo de Mauro Arias.
Arturo Menéndez, salvadoreño, director de cine, productor y guionista de la película Malacrianza. / Foto de archivo de Mauro Arias.

¿Por qué le cambiaste nombre a la película?
Ya en México, mi productor me decía que debería tener un nombre con más 'punch' y pasamos meses pensando en títulos, hasta que un día se me prendió el foco y dije ¡malacrianza! Mi Productor me volvió a ver y me dijo que le parecía mejor, era más fácil de comprender una palabra compuesta. Me gustó la idea y lo dejamos así.

¿Por qué habías elegido como título, originalmente, 'Cría cuervos'?
Porque tiene que ver con la educación. Lo que me gusta es que aquí no ataco a nadie en concreto, sino a todos, por el hecho de que hay males y estamos acostumbrados a señalar a los mismos: que aquí los de la culpa son los de las maras, por ejemplo. Es bien fácil señalar, decir y atacar a los mismos porque nos olvidamos de ver dentro de nosotros, en nuestra casa, qué es lo que está pasando. Y muchas veces los problemas se dan ahí y no los sabemos ver.

¿Le entraste a esto con ánimo de denuncia?
No. Fijate que no es una denuncia. Es más bien una anécdota sobre el miedo. En la película siempre hay miedo, como aquí que al salir de la casa volteás a ver si no te van a llegar a poner, tenés que tener cuidado, está tu familia dentro de tu casa ¿me entendés?. El miedo de ir al centro, estacionar o no estacionar ahí o aquí... tenemos miedo. Entonces, así como los artistas en las grandes obras retratan la parte social de su época, yo escogí ese tema para ilustrar este momento del país. Es eso, lo que quería contar era una historia de este momento del país, pero no en plan de denuncia.

Pero suena a que denunciás que vivimos con miedo.
Más bien, el miedo para mí en esta historia es como un motor, provoca energía, mueve al personaje.

Buscándole un tópico ¿esta es una película de sobrevivencia?
De sobrevivencia, exactamente. Un personaje que, por salvar su pellejo, porque ya no aguanta, hace todo lo que hace.

Como no estamos acostumbrados a vernos en el cine de ficción, en El Salvador los cineastas se van a enfrentar por mucho tiempo a un público que les exigirá veracidad… es decir, en Estados Unidos, en México, o en cualquier país que produce cine habitualmente el público ya está acostumbrado a ver su país como un personaje de ficción más, pero aquí te van a decir “eso no es así”, “ahí no es así”...
...“Esa calle no va a dar ahí” y no sé qué más. Exactamente. Por eso esta vez decidí concentrar todo en un mismo barrio, en Mejicanos, ahí por San Ramón, y en los alrededores. Aunque muchas cositas de repente se salen. A mucha gente aquí le va a parecer raro de repente ver una estación de buses allá por Apopa, pero afuera nunca nadie se pregunta eso.

A eso me refiero, que aquí el público quizá juzgue la película como buena o mala dependiendo de qué tanto se parezca a la realidad sin comprender que se trata de ficción.
Sí, van a decir “quizás a este lo quisieron engañar”, “qué engañado”, ja, ja, ja, ja... Pero espero que la historia atrape a la gente.

¿Y no resultó, por ejemplo, una película muy localista para los mexicanos?
Lo que pasa es que en México lo que gustó bastante fue el personaje. El actor, o sea, don Salvador Solís, que me parece un actor extraordinario que desarrolló un personaje que espero yo sea memorable, Don Cleo. Y creo que eso es lo que más ha gustado, cómo este personaje afronta la situación. Y sí, pues, la gente me dice: “¿y esto pasa?” Y sí pasa, que es lo peor. Y hay historias peores, o sea, hay historias más extraordinarias alrededor de esto. A partir de que yo empecé con esta historia, empecé a investigar y me di cuenta de otras historias que todavía van más allá, que la llamada no solamente se queda local, sino que va dentro desde una cárcel y eso empiezan a mover otros tentáculos y otras cosas.

Bueno, cuando alguien te pregunta que si eso pasa de verdad es porque le estás descubriendo una realidad dura e inaudita para ellos… y quizá, involuntariamente, también estás haciendo una denuncia.
Exactamente. Pero mirá, lo que me gusta de mi película es el hecho de que no vemos violencia, la violencia es intrínseca, ahí está, pero no necesitamos verla, no necesitamos ver que matan a alguien.

¿Cómo te fue con los actores? ¿No fue muy difícil encontrar actores que funcionaran en la pantalla?
Sí, sí, sí, sí. Obviamente a Salvador Solís ni le hice casting, él era para mí el personaje, había muchas cosas en el personaje que en la personalidad de Salvador de alguna manera encajaban. Luego sí tuve bastantes dudas a la hora de elegir a la coprotagonista, que es Carla Valencia, Carla nunca había actuado, ella no es actriz. Y llegó una vez a hacer un casting, e hizo un monólogo y me gustó, y me quedé con eso, porque hasta lloró en la cámara.

Pero no la contrataste de inmediato ¿o sí?
Una vez que hicimos una fiesta para recaudar fondos con ayuda de La Constancia y Plaza Futura, alguien se me acercó: “mire”, me dice, “hay una señora que quiere hablar con usted”. Y yo “¿Quién será?” Y entonces voy, y era Carla Valencia, y me dice: “mire, la verdad yo quisiera aparecer en la película”. Y yo la veía y decía “pero, ¿esta mujer chelita?” Además, ella estaba muy bien arreglada esa noche. Me quedó la duda, y ya empecé a ver si le quitamos el maquillaje y la caracterizamos… La cosa es que hicimos una prueba, y quedó. Quedó muy bien, lo hace muy natural.

¿Ella no tenía formación de actriz?
No tenía formación.

¿Por qué no recurriste a actrices o actores con alguna formación, aunque sea de teatro?
Fijate que sí, recurrí a actores de teatro, aunque te digo que yo quería conservar un poco la frescura del “no actor”. Digamos que con el tiempo he aprendido a saber qué es lo que quiero frente a cámara, tengo mi manera de conseguirlo, que no es precisamente el lenguaje del teatro. Aunque hay varios actores de teatro en la película: Rodrigo Calderón es uno, que me parece extraordinario, Héctor Vides, de Suchitoto, que es de EsArtes, también extraordinario, también está… No quiero que parezca que se me olvidó, pero se me fue el nombre de esta actriz ahorita...

¿Mercy Flores?
¡Mercy Flores!. De las mejores actrices del país. Leandro Sánchez también está, es de mis actores favoritos y, además, lo quiero mucho. También está Herbert de Paz, que hace un papel bien memorable, a la gente le gusta mucho cada vez que ve al colocho. Y pues, sí conté con actores de teatro, pero, como te digo, quería guardar un poco la frescura del “no actor”, y hay varios “no actores” en la película.

Supe que vos tenés cameos ¿cierto?
También tengo ciertos cameos, exactamente. Je, je, era sorpresa ja, ja, ja… hay varios. Fue divertido encontrar en la gente esa soltura que te puede convertir en un personaje.

¿Crees que el cine salvadoreño se tiene que hacer para salvadoreños?
Esa visión me parece muy equivocada. Más bien, yo creo que tendría que ser universal. Sí, con lenguaje salvadoreño, pero mostrando rasgos más universales, como el caso de Claudia Llosa con “Madeinusa”, una película muy, muy peruana pero con rasgos universales.

¿Dónde ha estado la película?
La película ha estado ya en 7 festivales, se estrenó en el festival latino del American Film Institute en Washington, luego estuvimos en el Festival de la Habana, el Festival de Panamá, Festival latino de Chicago, Festival internacional de Innsbruck en Austria –ahí obtuvimos mención de honor del jurado–, en Michoacán y en el festival de Vancouver. La película estaba lista para comercializarse a mediados de año, pero la distribuidora en México pensó que sería buena idea esperar un poco más para darle más nombre a la película. Por eso se esperaron hasta ahora.

¿Por qué estrenaste fuera del país? ¿Qué ventajas te trae eso?
Se da a conocer la película, le da cierto 'pedigree' y obviamente contribuye a formarme un nombre a mí como director y autor de la obra. Casi todas las películas de autor lo hacen. Mirá el caso de Ixcanul, de Guatemala, se estrenó en Berlín en febrero y hasta ahora se está estrenando en Guatemala.

¿Cómo conseguiste distribución internacional?
Por medio de mi productora en México, Itaca Films, quien trabaja de la mano con Latam pictures. Ellos quisieron entrarle a la película aunque nunca habían trabajado antes con ninguna película centroamericana.

¿Se puede decir que ya tenés una productora internacional que te respalda para futuros proyectos?
Sí, el apoyo de Ítaca Films espero tenerlo siempre. Creo que a ellos les ha gustado como ha salido todo con Malacrianza, los resultados han sido muy buenos y les ha traído mucha alegría. Creo que la puerta está abierta, al menos sé que a la próxima película también están considerando apoyarla de la misma manera que lo hicieron con Malacrianza.

¿Te costó conseguir salas locales?
Salimos en 10 salas y no ha sido tan difícil la apertura de los cines por el hecho que la película viene de afuera, con un socio salvadoreño como la distrubuidora IMG, la más grande de Centroamérica. Ellos se han encargado de ponerla en las salas y todo ese trabajo. 

¿Cuántas semanas estarás en cartelera?
Estaremos lo que el público decida que estemos, como mínimo estaremos dos semanas en cartelera.

¿Qué expectativas tenés de la taquilla local? ¿Cuánto sería un no-fracaso?
Pues mis expectativas y las de todos es poder recuperar al menos la inversión… Con eso estamos contentos.

¿Cuánto sería un éxito rotundo para vos?
Con recuperar la inversión me sentiría bien. Ya lo que venga después ya es ganancia.

Por como pintás tu proyecto, ¿crees que podría ser un parteaguas en términos de cine en El Salvador? ¿O sea, al menos quedar como un conjunto de buenas prácticas en producción, distribución, mercadeo? Como decís, es la primera película de ficción que, desde 1969, tiene potencial internacional.
Sí, la verdad que sí lo creo. Y no lo digo yo, lo ha dicho mucha gente. O sea, no es que quiera darme ese lugar… Está pasando que hay gente que la ha visto y dice: “Acá hay una película, hay una buena película”. Y sí, puede tener de repente sus defectos técnicos por ahí, pero no es algo que le va afectar a la historia. No caigo en el cliché, no es una película que cae en el cliché, no es una película fácil. No. Es una película que cuenta una historia de este momento en El Salvador, y nos dice algo. No queda en lo superficial. Entonces, sí, creo yo que es algo que puede pasar a la historia como la primera película de ficción con repercusión internacional.


Avance de Malacrianza, de Arturo Menéndez. / 22 de octubre estrena en El Salvador

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