Opinión /

La marcha de 5 en 5, igual que los sindicatos violentos


Martes, 22 de septiembre de 2015
Gerardo Calderón

Los fantasmas de la censura y la represión siguen encantando a la clase política y la élite económica de El Salvador. Les incomoda tanto enfrentarse con los que no comparten sus lecturas de la realidad que prefieren callarlos y deshacerse de ellos. Los dos grupos lo hacen de forma idéntica: actúan como primitivos, usan la violencia y la fuerza para proteger sus privilegios de fabricación de verdades absolutas, sus verdades.

En 2012, el día que un grupo de jóvenes llegamos a colgar zapatos a la Asamblea Legislativa para denunciar el aumento de sueldo de los diputados, un grupo de choque del FMLN disolvió violentamente nuestra protesta. La Policía presenció este ataque pero decidió solo observar. Luego el secretario general del Frente, Medardo González, salió del Salón Azul a agradecer al sindicato de trabajadores del legislativo que hubiera acabado con la manifestación. Deplorable.

Este capítulo se repitió en la marcha del pasado 5 de septiembre, solo que esta vez no hubo sindicatos violentos y la violencia y censura fueron perpetradas por los mismos participantes de la marcha en contra de tres estudiantes que señalaban a Francisco Flores, Tony Saca y al fiscal Luis Martínez como cómplices de actos de saqueo al Estado. En medio de tirones y empujones, los marchistas destruyeron los carteles de los estudiantes y a ellos los echaron de la manifestación tal cual nosotros fuimos agredidos hace tres años frente a la Asamblea Legislativa.

La única manera de cambiar esta cultura de la censura y represión es no callando. Estos estudiantes no callaron. Es mentira que evitando pronunciarse ante temas que incomodan al poder contribuyamos a mantener un clima armonioso y de unidad. Por el contrario, al callar simplemente renunciamos a nuestra capacidad colectiva de entender y transformar nuestra realidad y damos paso libre a que las verdades manufacturadas en los exclusivos círculos de poder se inserten fácilmente en el sentido común de la sociedad.

La protesta dentro de la protesta que estos tres estudiantes organizaron fue una muestra de resistencia a dar por sentado que la marcha anticorrupción era como se publicitaba: inclusiva, ciudadana y apartidaria. Los estudiantes no callaron, preguntaron: ¿Cómo definen corrupción? ¿Quién es y quién no es corrupto para ustedes? ¿Quiénes están invitados a unírseles?

Estas preguntas y la insistencia con la que protestaron los estudiantes iluminan el camino para desmantelar grandes mitos políticos e históricos que no han permitido a El Salvador iniciar un diálogo honesto de reparación encaminado hacia la construcción de una verdadera democracia. Igual que no cuestionar la idea del gobierno de que cualquier opinión disidente al discurso oficial atenta con la unidad nacional es permitir el regreso del autoritarismo, no cuestionar a la derecha cuando asegura que “se abrirán heridas del pasado” al esclarecer y reconocer las atrocidades cometidas por el oficialismo en la guerra civil es priorizar la protección de los victimarios sobre la dignidad de las víctimas.

Si no nos armamos de coraje para enfrentar estas verdades maquiladas que ocultan dolor y represión, construir los cimientos de una democracia inclusiva será siempre una tarea imposible. ¿Cómo saber entonces si lo estamos haciendo bien? Fácil: cada vez que las élites tradicionales tratan de censurarnos indica que estamos amenazando sus privilegios de manufactura de verdades, que les estamos arrebatando un poco de poder y que, por lo tanto, vamos por buen camino. Y que el siguiente paso es resistir y seguir avanzando.

 

*Gerardo Calderón es ingeniero y tiene un Master en Ciencias Políticas por Lehigh University en Pensilvania. Entre 2007 y 2011 fue director de voluntariado y director social de la organización TECHO en El Salvador y actualmente es director de país de la organización Contextos.

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