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Las urnas esperan al pueblo que despidió a su presidente

Este domingo, los guatemaltecos votarán por un nuevo presidente, aunque todo indica que habrá necesidad de una segunda vuelta. Apenas el jueves, tres días antes de las votaciones, todo mundo estaba pegado a los televisores viendo cómo el último presidente que eligieron era conducido a prisión. Y a pesar de lo ocurrido en los últimos cinco meses, la gran duda persiste: ¿cuán útiles serán las elecciones para este país en crisis?


Sábado, 5 de septiembre de 2015
Gabriel Labrador / Fotografías: Fred Ramos

Hace cuatro meses era un escenario poco realista, casi un chiste. Pero a las 6 de la tarde de este 3 de septiembre, una pantalla de televisión en un escaparate atrapa las miradas de los peatones, los comerciantes, los mendigos, los policías, los músicos, los estudiantes guatemaltecos que caminan sobre la Sexta Avenida, una de las vías peatonales del centro de la capital guatemalteca. Todos se detienen frente a la panadería para ver las imágenes en vivo de esa caravana de policías y periodistas que rodean la reluciente camioneta donde va el hombre canoso que hasta hace pocas horas aún era el presidente de Guatemala elegido en las urnas hace cuatro años.

Otra de las exigencias de algunos protestantes es que se suspendan las elecciones que este domingo convocarán a unos 5 millones de guatemaltecos. Alegan que no hay candidatos idóneos y que tampoco la ley electoral es la adecuada.
Otra de las exigencias de algunos protestantes es que se suspendan las elecciones que este domingo convocarán a unos 5 millones de guatemaltecos. Alegan que no hay candidatos idóneos y que tampoco la ley electoral es la adecuada.

Al amanecer de este 3 de septiembre, la sorpresa había sido que el general retirado Otto Pérez Molina se había rendido. Había renunciado al cargo después de 20 semanas de resistirse no solo a la presión ciudadana, sino a las exigencias de diversidad de sectores, incluida la poderosa cámara empresarial Cacif. Pérez Molina había enviado su carta de renuncia al Congreso la noche del miércoles, y al conocerse la dimisión en la madrugada del jueves, muchos se lanzaron al corazón de la ciudad, la Plaza de la Constitución, con banderas, pitos, tambores y consignas para celebrar que Pérez Molina dimitió. “Se logró el objetivo, la renuncia del presidente, y aunque no hubo convocatoria, la gente está llegando desde hoy en la madrugada”, dice Fernando Aceituno, un taxista en la zona 10 de la ciudad de Guatemala.

Quizás nadie o quizás muy pocos imaginaron, hace cuatro meses, que el político más protegido del país y quien había desafiado como ningún otro a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) iba a terminar, un día de septiembre, dentro de una camioneta negra y polarizada que lo transportaba a toda velocidad desde un tribunal de justicia, donde se le procesa por corrupción, hasta la refinada cárcel de Matamoros en Ciudad Guatemala, la cárcel donde últimamente la justicia conduce a sus presos más privilegiados.

El taxista Aceituno tiene razón. A la medianoche no iba a funcionar ninguna convocatoria por redes sociales, pero todo aquel que se enterara a esa hora, estaba invitado.

La caída de quien según los investigadores lideraba la banda solo fue posible al cabo de 20 semanas desde cuando la CICIG y el Ministerio Público sacudieron al país con la revelación de la existencia de una organización de defraudación aduanera con vínculos en el más alto nivel del gobierno. La renuncia obligada de la vicepresidenta Roxana Baldetti se produjo apenas en la primera semana de mayo, es decir, solo tres semanas después del estallido del escándalo de 'La Línea' el 16 de abril.

Y justo en esos días el presidente tenía que tomar una decisión vinculada con la vida o muerte de la CICIG. Y el presidente anunció el 23 de abril -una semana después de la revelación sobre 'La Línea'- que pediría a la ONU prolongar dos años más el mandato de la Comisión. Después de eso, pasaron cuatro meses y medio para que la CICIG lo cercara a tal punto que tuvo que dejar el cargo.

'Me siento mal no solo porque me priven de libertad, sino por todo lo que estoy viviendo', dijo Pérez la noche del viernes a los periodistas, después de conocer que el juez B de Mayor Riesgo dispuso privisón preventiva mientras decide si lo vincula a proceso.

El presidente asegura que es inocente, pero la fiscal Thelma Aldana sostiene que alrededor de 90 mil grabaciones de conversaciones telefónicas y documentos de otro tipo prueban que el presidente y la exvicepresidenta Baldetti estaban a cargo de la banda.

La caída de Pérez Molina no tiene precedentes en la historia democrática de Guatemala, y parece haber unanimidad en que la participación de la gente en las calles manifestándose contra la corrupción y demandando la salida del presidente fue el principal factor de este desenlace. “Yo creí que a la primera concentración iban a ir unas 300 personas y que iba a durar unas dos semanas”, confesaba Helen Mack, presidenta de la Fundación Mack, en mayo pasado, durante un foro sobre Guatemala organizado en San Salvador. “El gran logro ahora es que la gente ya nunca se va a dejar tomar el pelo, hay una ciudadanía de pensamiento crítico”, añadió.

La Plaza de la Constitución sigue reuniendo guatemaltecos y albergando consignas que tras la renuncia de Pérez Molina han pasado de la exigencia a la celebración: “¡Sí se pudo, Otto renunció!”

El jueves 3 de septiembre, por la madrugada, se conoció sobre la renuncia de Otto Pérez Molina como presidente de Guatemala. Aun al mediodía la Plaza de la Constitución congregaba a decenas de guatemaltecos que celebraran la dimisión del Pérez Molina, un militar retirado
El jueves 3 de septiembre, por la madrugada, se conoció sobre la renuncia de Otto Pérez Molina como presidente de Guatemala. Aun al mediodía la Plaza de la Constitución congregaba a decenas de guatemaltecos que celebraran la dimisión del Pérez Molina, un militar retirado

¿Y cómo exactamente llegamos hasta este momento en el que un presidente tuvo que renunciar? “Nos hartamos de la corrupción descarada, y lo que abrió los ojos fue el caso de La Línea”, responde Walter Sáenz, un promotor social del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad de San Carlos, que en la Plaza de la Constitución luce un silbato que acaba de comprar. “Este fue el gobierno que terminó siendo más corrupto que los demás y fue demasiado evidente y eso ya no le gustó a las nuevas generaciones”.

Las voces en la Plaza de la Constitución y los analistas coinciden en que el estallido ciudadano fue producto de la investigación de “La Línea”. En abril ordenaron las capturas de varios funcionarios, incluido el secretario privado de la vicepresidenta Baldetti, Juan Carlos Monzón, quien huye de la justicia. En las semanas subsiguientes hubo una serie de revelaciones de casos adicionales de corrupción que involucraban a funcionarios de la máxima confianza de Pérez Molina, como por ejemplo su exsecretario privado de la Presidencia, que presidía el Instituto Guatemalteco de la Seguridad Social cuando fue capturado en junio acusado de corrupción.

El 21 de agosto, la CICIG y el MP dieron el último golpe demoledor: acusaron a Pérez Molina de estar a la cabeza de la banda y lo pusieron a él y a la exvicepresidenta Baldetti en la dirección de la organización.

En el ínterin, y en medio de un año electoral, la CICIG dejó pocos árboles en pie: también reveló una investigación sobre las ilegalidades o truculencias en el financiamiento de los partidos políticos.

Y ahora, a horas de las elecciones generales de este domingo 6 de septiembre, pareciera que el jefe de la CICIG, el colombiano Iván Velásquez, es un candidato ganador. En las manifestacioness suele verse afiches en los cuales Iván Velásquez es retratado como un héroe y a veces como un vengador de un pueblo agraviado. “Iván el temible”, dicen los rótulos.

“Todos sabíamos de la corrupción que viene de años, pero nunca lo habíamos visto con pruebas tan contundentes, y eso es lo que hizo la CICIG. Puso las cosas a la vista”, dice Karla Gutiérrez, esta secretaria de 40 años que fue despedida hace 15 días pero que ha participado desde la primera gran concentración, el 25 de abril

Este jueves 3 de septiembre, en pleno mediodía, hay tambores y pitos como si fuera domingo. La manifestación no es multitudinaria -apenas unas 200 personas- pero están ahí, al pie del edificio más imponente que rodea la plaza: el Palacio Nacional. Es al pie de este edificio donde han sucedido todas las principales manifestaciones desde abril. Queman pólvora, ondean banderas, bailan y saltan al ritmo repetitivo que se asemeja a la barra de un club de fútbol. Hay una enorme alfombra blanca, hecha de material sintético, que mide unos 200 pasos humanos, que parece una lengua blanca que sale del Palacio Nacional, atraviesa la calle, se monta sobre la plaza del Parque Central y acaba casi en el centro, donde permanentemente hay una bandera gigante de la república guatemalteca. Sobre la alfombra, cientos y cientos de mensajes escritos por los manifestantes. “No queremos un narcopresidente”, “Diputados corruptos váyanse a la mierda”.

Después del horario de oficina, la plaza se llenará un poco más. No importará la lluvia. Para eso hay paraguas, el cobijo que ofrece el Palacio Nacional, un poco de indiferencia y cerveza. “¡Baldetti, la gruesa!”... se escuchan los tambores... “¡estás en Santa Teresa!”, dicen los manifestantes, en alusión a la cárcel de mujeres donde fue remitida la exvicepresidenta a inicios de semana, mientras es procesada por los delitos de asociación ilícita, cohecho impropio y defraudación, los mismos que imputa el juez Miguel Gálvez al expresidente Pérez Molina.

La presencia en esta Plaza de la Constitución, o llamada también Parque Central, tuvo un efecto desencadenante en el resto del país. Lo dice Karla, la secretaria. “La renuncia del presidente se logró gracias a la presión sostenida de la gente, a que siempre vienen, a que siempre están diciendo las cosas, a que no se han quedado calladas. Es la presión pacífica, sin peleas, las vuvuzelas... poco a poco la gente va tocando a la gente, aunque no todos vengan, poco a poco se van tocando”.

Julio Ruiz, un médico de 38 años, graduado de la universidad estatal de San Carlos, es otro que está aquí acuerpando la protesta, aunque sin el frenesí de otros que saltan y gritan. Él introduce como factor clave las redes sociales: “Sin Facebook o Twitter nada de esto se puede hacer, las redes sociales son vitales. No puede ser de otra manera. Después de que se dieron las manifestaciones aquí, luego se vieron en Xela, luego en Cobán, luego en Petén...”.

Se refiere a hechos como que ocho diputados del Partido Patriota dieran la espalda a Pérez Molina en los momentos en los que se decidía si le retiraban el antejuicio. Los ocho diputados, de distintas zonas geográficas, recibieron presión directa de sus votantes, a través de redes, para que votaran a favor de retirarle el fuero al presidente para que este pudiera ser procesado como un ciudadano común en los tribunales del país. “Aquí nos vamos a mantener en las plazas para demostrar que no estamos dispuestos a aceptar más corrupción, y el que lo haga, de verdad que nos va a volver a escuchar”, dice Alfredo Gutiérrez, un estudiante de colegio, que vino acompañado de sus dos mejores amigos. En la plaza, unos de los rótulos que más bailotea entre la muchedumbre dice: “Otto Cabrón, te equivocaste de generación #OttoRenunció”.

Hoy ya no parece posible una concentración sin estudiantes. En abril y mayo fue la universidad San Carlos, la estatal, y luego, para sorpresa de todo un país, aparecieron las universidades privadas. “Aquí ya nos vemos todos como guatemaltecos, y eso es uno de los grandes logros”, dice Karla, la secretaria despedida que intenta hacerse escuchar en medio de los tambores. Mientras ella habla, otros jóvenes confabulan para lanzar a la plaza la próxima consigna que debe ser gritada a todo pulmón y acompañada de vuvuzelas. “El pueblo está feliz, sacamos al kaibil”. Los estudiantes llegan a veces con pitos o con cohetes que hacen estallar. Otros llegan de la mano con su pareja, se toman selfies con sus teléfonos celulares, gritan consignas, saltan. Se rebelan.

Julio, el médico, asegura que una de las claves para que las manifestaciones se hayan mantenido invictas hasta ahora es la ausencia de violencia. “En las redes se da la instrucción de que no debe haber violencia, y así ha sido. En otras manifestaciones, antes de abril, se veía que se pintaban las paredes del Palacio o había daños”.

De alguna manera, el grito contra la corrupción logró romper esas barreras entre ricos y pobres, al menos en la Plaza de la Constitución. “Vimos gente que protestaba por primera vez, pequeña burguesía, burguesía. Ese fue un primer gran logro”, dice Mirna Ramírez, 60 años, exinvestigadora social para Flacso y la Universidad Rafael Landívar (privada), mientras sostiene carteles de protesta junto con amigas y colegas suyas, señoras todas, en la plaza.

Apenas el martes Pérez Molina había reiterado que no renunciaría, pero este jueves la situación es la contraria. Es un procesado más en la torre de tribunales de justicia, en la zona 1 de la capital. A primera hora de la mañana, la casa del exmandatario, en la zona 15, había quedado abandonada sin la acostumbrada seguridad perimetral. Luego desapareció su cuenta de Facebook como figura política, y por último, la cuenta @ottoperezmolina en Twitter también había dejado de existir.

Con el ocaso de la figura de Pérez Molina, llegó el ascenso del vicepresidente Alejandro Maldonado como nuevo gobernante guatemalteco.

Bernardo Arévalo es un sociólogo miembro del Movimiento Semilla, un colectivo surgido en 2014 para elaborar propuestas de solución a la crisis guatemalteca. “Este es un gobierno que tiene cuatro meses de vigencia, con la paradoja de que debe asumir el mismo programa que originó la protesta. El reto es asumir una agenda mínima que represente este sentimiento de protesta ciudadana que lucha contra la corrupción”, comenta Arévalo. “El ascenso como presidente de Alejandro Maldonado es importante para la ciudadanía, por las razones que lo llevan ahí, pero él no necesariamente es ciudadano, y ese es el reto”, añade Arévalo, hijo de un expresidente guatemalteco.

Durante las semanas anteriores, varios periodistas guatemaltecos consultados por El Faro coincidían en que la única puerta de salida a la crisis guatemalteca está lejos de las elecciones de este domingo. Una de las reformas impostergables es la del sistema de partidos, y por eso el próximo gobierno debería ser de transición. En esto concuerda Helen Mack. Ella cree que aun así, Maldonado tiene una gran oportunidad de mostrar de qué está hecho. 'En el poco tiempo que queda no se podrá hacer mucho más. Si es cierto que será incluyente, que escuchará a la población, entonces tomará acciones -porque no hay tiempo para otra cosa- muy concretas en contra de la corrupción y de infiltración de todas las instancias. Y también dejará encaminadas algunas iniciativas de ley, como por ejemplo, la nueva ley electoral, la ley de partidos políticos, la ley de contrataciones”, agrega.

La estabilidad de Maldonado depende en buena medida de lo que ocurra este domingo. Maldonado, de 79 años, es un abogado de derechas que se convirtió en vicepresidente cuando Baldetti se vio obligada a renunciar por su involucramiento en el caso 'La Línea'. Muchos cuestionan el pasado reciente de Maldonado, porque cuando fue magistrado de la Corte de Constitucionalidad guatemalteca estuvo de acuerdo con anular el juicio por genocidio contra el general Efraín Ríos Montt. También estuvo a favor de poner fin anticipado al mandato de la fiscal general Claudia Paz y Paz. “Y él también legitimó las elecciones de la Corte de Apelaciones y de la Corte Suprema de Justicia que estuvieron evidentemente viciadas y eso también debilitó el sistema”, asegura Helen Mack.

El nombre de Helen Mack desfiló entre miércoles y jueves en la opinión pública, como una de las propuestas ciudadanas para integrar la terna de posibles próximos vicepresidentes, es decir, para el cargo de segundo al mando después de Maldonado. Maldonado ha repetido que espera que la ciudadanía no solo se manifieste en plazas sino que debe integrar el gabinete de gobierno. Quizás por eso la redes sociales de opinadores políticos, periodistas y analistas diseminaron nombres con la idea de que Maldonado incluyera a alguno de ellos. Al final, el flamante presidente optó por dos hombres y una mujer: Gabriel Medrano Valenzuela, Juan Alfonso Fuentes Soria e Irma Raquel Zelaya. “Ciertamente son conservadores todos, pero el gran reto que tienen es que deben decidir si paliar la situación o realmente enfocarse”, dice Mack. Para Mack, la situación no está para alivios, sino que obliga a soluciones.

La encrucijada después de Otto Pérez Molina

Las elecciones generales son el domingo. Para la presidencia hay tres candidatos que están en una situación que los podría llevar a una segunda ronda. Durante prácticamente toda la campaña, las encuestas fueron encabezadas por Manuel Baldizón, el candidato del partido Líder, a quien muchos consideran un aliado de Pérez Molina. Sin embargo, una encuesta revelada el jueves por Prensa Libre, colocó por primera vez en el primer lugar en intención de voto a un comediante llamado Jimmy Morales, que ha sabido encauzar el voto de odio a la clase política y que de abril para acá ha tenido un ascenso meteórico. El segundo, muy cerca de Morales, es Baldizón. “Pero sus números vienen a la baja desde abril. Su partido -Líder- ha sufrido en carne propia el despertar anticorrupción. Lo que tenemos para el domingo es un empate técnico, eso quiere decir que cualquier cosa puede pasar. Baldizón ha tenido un voto relativamente duro pero va perdiendo. Jimmy Morales ha subido pero es un voto de protesta y es díficil saber si esa actitud se mantiene ya frente a la urna”, explica Bernardo Arévalo, el sociólogo.

Desde abril, el candidato presidencial por el partido Líder, Manuel Baldizón, ha perdido apoyo popular, según las últimas encuestas. Antes de que la CICIG destapara los últimos casos de corrupción, Baldizón marchaba seguro a ganar las elecciones de este domingo 6 de septiembre de 2015. Pero esa victoria, ahora, es muy dudosa. A Baldizón lo persigue una sombra de corrupción y serias dudas sobre la procedencia del financiamiento de su campaña.
Desde abril, el candidato presidencial por el partido Líder, Manuel Baldizón, ha perdido apoyo popular, según las últimas encuestas. Antes de que la CICIG destapara los últimos casos de corrupción, Baldizón marchaba seguro a ganar las elecciones de este domingo 6 de septiembre de 2015. Pero esa victoria, ahora, es muy dudosa. A Baldizón lo persigue una sombra de corrupción y serias dudas sobre la procedencia del financiamiento de su campaña.

Y la tercera candidata es Sandra Torres, exesposa de Álvaro Colom, expresidente de Guatemala, quien está estancada en el tercer lugar. Su partido fue el que resultó con los mayores señalamientos en un informe sobre el financiamiento de los partidos políticos elaborado por la CICIG. Ella, además, ya fue impedida de participar como candidata presidencial hace cuatro años, porque las autoridades determinaron que al divorciarse de Colom incurrió en fraude porque solo pretendía evadir la inhabilitación constitucional para los cónyuges de los mandatarios.

A juicio de Mack, el repunto de Jimmy Morales evidencia que falta análisis entre los votantes de la clase media-urbana. “No es un análisis informado cuando se opta por un candidato solo por el rechazo a la clase política. Jimmy Morales no tiene ninguna trayectoria de nada y hay que recordar que entonces, cuando hay un vacío, ese vacío lo ocupan los mismos de siempre”, opina Mack. Morales ha sido acuerpado por la todopoderosa Cacif, que es la cámara de empresarios más grande de Guatemala, y le han prometido proveerle del recurso humano necesario para conformar un eventual gabinete de gobierno.

Baldizón ha sido vinculado por investigaciones periodísticas con el narcotráfico en el Petén por diversas denuncias judiciales en su contra. Su carrera política durante los últimos cinco años ha sido cuestionada por supuestas compras de voluntades en el Congreso y en otras instancias del Estado.

En los últimos días, ante la inminencia de las elecciones, el país está lleno de incertidumbre. “No creo que se note la misma emoción de las protestas en la votación. Hay demasiada inestabilidad”, dijo el procurador de los derechos humanos de Guatemala, Jorge de León Duque. De lo que sí hay certeza es de que habrá votantes de todo tipo, votantes indignados, votantes nulos, votantes informados, votantes ignorantes... nadie es capaz de prever qué pasará exactamente. Hay campañas para anular el voto, pero también campañas que exigen al Tribunal Supremo Electoral que posponga las elecciones. El jueves 3, en la plaza, la investigadora Mirna Ramírez portaba un cartel que decía “En estas condiciones, no queremos elecciones”. Gustavo Berganza, un periodista de la revista Contrapoder, decía A El Faro hace dos semanas que las elecciones conllevaban el riesgo de que el gobierno electo resulte ilegítimo.

A esto hay que sumarle que el TSE no está actuando como debería. Desde el Parqe Central surgió una protesta contra esa institución para exigirle que desinscriba al partido Líder debido a que ya sobrepasó el límite de inversión en campaña impuesto por la ley electoral. El artículo 21 de la normativa establece como sanción última la desinscripción del partido, pero el TSE hasta ahora se ha quedado en la aplicación de multas. “Está permitiendo abusos y la inscripción de candidatos ligados al narco, y aunque ha habido un debate dentro del TSE, la mayoría de sus miembros dicta el curso que ha seguido. No podemos decir que el TSE ha sido pasivo, pero sí tímido”, dice Bernardo Arévalo, del Movimiento Semilla.

Guatemala se enfrenta al debate de apagar su primavera o mantenerla encendida. Hay gente que parece estar dispuesta, siempre, a pegarle al tambor o a gritar consignas. Pero otros no. Alrededor de la plaza, en las calles aledañas y en otras zonas de la ciudad, hay gente que solo observa sin siquiera musitar, gente que camina y pasa de largo, gente trabajando, gente en restaurantes, gente leyendo revistas, gente que camina despreocupada, vendedores, compradores, tríos musicales, pacientes que van al hospital, estudiantes de la mano de sus padres. De no ser por la actividad en la Plaza de la Constitución, cualquiera diría que en realidad Guatemala aún no despierta del todo. Pero si uno observa bien, siempre hay algo de primavera en los detalles: en los televisores de los bancos o en los comedores donde el programa sintonizado es la audiencia judicial que enfrenta Otto Pérez Molina estos días en el nivel 14 de la torre de tribunales. En esos grafitos recién pintados en las paredes del centro capitalino. En las redes sociales y en las etiquetas como #JusticiaYa.

Para Helen Mack, la ciudadanía ya cambió definitivamente y no es la misma de hace cuatro o cinco meses. “Hay una nueva cultura ciudadana, bien dicen los patojos (jóvenes) que con esta generación se equivocó Pérez Molina. Esta es una generación más informada. Están conscientes...”

Al final de la tarde del 3 de septiembre, una joven estudiante ondea una bandera de Guatemala. Elva es su nombre y dice que comenzará a estudiar en la universidad. “Ya nadie va a cometer un abuso sin que nos vea la cara. No vamos a parar, eso sí, no vamos a parar”.

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