Cuando los funcionarios del gobierno salvadoreño firmaron los Acuerdos de Paz en 1992, la comunidad mundial de surfistas prestó atención. Durante 12 años, mientras la guerra civil asolaba El Salvador, el turismo de surf se estancó. Las grandes extensiones de playas de olas vacantes, que atraían a pequeños grupos de surfistas extranjeros en la década de 1960, generalmente estaban ubicadas en zonas que durante la guerra eran consideradas volátiles.
En el departamento de La Libertad, sin embargo, la Playa El Tunco se convirtió en un refugio donde las olas calmaban a los salvadoreños cansados de la guerra. A finales del siglo este lugar se transformó en un destino popular para los aficionados al surf. Entre 1993 y 2009, el Ministerio de Turismo informó que el país había atraído una cantidad estimada de 12.5 millones de turistas. Un informe de las Naciones Unidas sobre inversión, comercio y desarrollo también notaba que en 2010 en el sector turismo “el nicho actual más importante de El Salvador es el turismo de surf”. Hoy la demanda de olas todavía es un sector clave en la economía del turismo salvadoreño. Sin embargo, el aumento de esta actividad ha afectado el paisaje social. Además, plantea una pesadilla potencial para el futuro del acceso a las playas salvadoreñas.
Uno de sus efectos más visibles y controvertidos involucra la privatización del espacio. La Prensa Gráfica informó que durante la temporada alta la población estimada de turistas alcanzaba un máximo de 300 visitantes por día. El Tunco y El Sunzal están cerca del punto de saturación. Hay por lo menos 24 hoteles y hostales registrados en la zona.
Una de las razones para este alto número de visitantes es que estas localidades turísticas están ubicadas a unos 37 kilómetros al suroeste de San Salvador, una distancia corta en comparación a otras playas del país. Una segunda razón se refiere a la calidad de las olas, que la comunidad internacional de surf considera excelente. En particular hay dos fondos “de clase mundial” que constantemente atraen la atención en los medios especializados. La primera ola se llama “La Bocana” y la segunda “El Sunzal.”
En la ruta al Sunzal hay un largo rompeolas que separa la playa pública de la propiedad privada. El Sunzalito (otro fondo de arena) está situado entre El Sunzal y La Bocana; es donde muchos turistas extranjeros pagan por clases de surf y alquilan tablas.
Un estudio etnográfico que se realizó en agosto 2010 examinó cuestiones relativas al crecimiento de la población extranjera y el acceso a las playas en El Tunco y El Sunzal. En el estudio, 34 participantes discutieron el impacto directo que las olas tienen sobre las fuentes de ingreso locales, reconociendo que dichas transacciones benefician económicamente a la comunidad. Aunque este fenómeno es un buen presagio para el futuro del turismo local, también es un llamado de atención a la complejidad social del acceso a la playa.
De cierta manera, la pérdida del terreno impide que una herida nacional sane completamente después de la guerra. Según el Banco Mundial, cuando se firmaron los Acuerdos de Paz el gobierno de El Salvador acordó distribuir 166,000 hectáreas de tierra a unos 15,000 excombatientes de las fuerzas armadas, 7,500 excombatientes del FMLN y 25,000 agricultores desplazados por la guerra. El acuerdo se refería a los mejores campos agrícolas, no a la propiedad costera en la zona menos volátil de La Libertad. Sin embargo, significaba algo importante en términos económicos. En teoría, el desmantelamiento del control oligárquico y la redistribución de la tierra indicaban que los salvadoreños podían seguir sus propios destinos económicos. De este modo, el turismo surgió como un medio de supervivencia económica. Como suele suceder, las transacciones de bienes raíces se convirtieron en una forma de generar ingresos.
Una preocupación subyacente implica el impacto de estas transacciones en el acceso a la playa. La privatización de los puntos de entrada a la playa requiere de un capital importante, lo que significa que los que más se benefician son la élite local y extranjera, los poderes dominantes que gobiernan el espacio. Esto se puso en evidencia en 2010 en El Sunzal, donde persisten las consecuencias de la privatización del acceso a la playa. A comienzos del siglo XXI el desarrollo seguía siendo relativamente escaso. Los visitantes podían estacionar sus vehículos en la playa y surfear sin problemas, dijeron varios de los entrevistados en el estudio etnográfico. Hace doce años, sin embargo, los promotores de bienes raíces compraron un tramo importante de la tierra a lo largo de la costa. Se construyó un muro a lo largo del perímetro del hotel Casa de Mar y una puerta enorme al final de la vía pública que llevaba a surfistas extranjeros y nacionales al fondo del Sunzal. A pesar de los intentos de destruirlo, hoy todavía existe.
Las consecuencias posibles para pueblos que quedan con enclaves de surf privatizado son los siguientes: Con el tiempo, el número de vías públicas de acceso al océano disminuirá, y aumentará la cantidad de playas privatizadas. La privatización de tierras cerca de las olas de calidad también plantea dos grandes amenazas. La primera es la destrucción del medio ambiente debido al turismo y a la actividad manufacturera en la zona costera. Todas las agencias gubernamentales correspondientes deben fomentar e implementar un modelo de turismo sostenible a pesar de los desafíos económicos. Si no lo hacen, los recursos de olas que tiene el país sufrirán.
La segunda amenaza involucra las leyes de propiedad que privilegian a la élite. Cuando el desarrollo costero se ejecuta sin regulaciones, las leyes de la playa resultan totalmente inadecuadas, como demuestra el caso de El Sunzal. La investigación etnográfica muestra que la privatización de los puntos de acceso a los sitios populares para practicar el surf agrava las tensiones sociales y perpetúa los problemas que mantienen más que cambian los paisajes estratificados. Desde varios puntos de vista se culpa al turismo. Pero El Salvador tiene la oportunidad de aprender de sus conflictos pasados y combinar el acceso a la playa pública con la expansión del turismo. Son esenciales el apoyo gubernamental, la mejora de los derechos de propiedad, y el respaldo de la Corporación Salvadoreña de Turismo.
*Brie Iatarola es estudiante de posgrado en comunicaciones en la Universidad de California, San Diego. Además tiene una maestría en Estudios Latinoamericanos. Esta entrega es resumen del artículo “Surf Tourism: Social Spatiality in El Tunco and El Sunzal, El Salvador.” The International Journal of Sport and Society 3:3 (2012): 219-227. Editor responsable de esta entrega: Erik Ching.