El Faro Académico /

La cueva del diablo - Iustut ne takat istak

La introducción de la religión católica no significó que de la noche a la mañana desparecieran las creencias religiosas de los pueblos originarios. El siguiente relato, hecho en náhuat por Anastasia López en Santo Domingo de Guzmán, muestra cómo hoy en día las creencias religiosas de muchos náhuat-hablantes retienen la cosmovisión mesoamericana previa a la conquista e incorporan elementos derivados de la experiencia colonial y poscolonial.


Lunes, 3 de agosto de 2015
Selección, traducción e introducción por Jorge E. Lemus

La narradora de la historia que sigue comienza su relato aclarando que no es una historia sino un caso de la vida real y busca confirmación con los demás informantes presentes, diciéndoles: “¿Te acordás? Mi papá nos contaba este caso”. De hecho, la mayoría de historias comienzan así, relacionando la historia con la familia, amigos y la comunidad (Me contaba mi papá… Una vez mi mamá… Yo vi a mi hermano que… Don Eusebio iba por el camino, cuando…)

El demonio que hace la oferta es un hombre blanco, con sombrero y a caballo. Este personaje se repite de diversas formas en varias historias. En náhuat se llama Kuhkul (se pronuncia ['guhkul]) y es un espíritu maligno, un demonio que en la actualidad se le relaciona con el diablo, que es la traducción que los náhuat-hablantes le dan. La constante referencia de parte de la Iglesia a las deidades indígenas como demonios durante y después de la Colonia hasta la actualidad, ha logrado que ya los indígenas las vean como representaciones diabólicas.

El simbolismo del hombre blanco a caballo nos indica que esta es una historia colonial o poscolonial que representa al hombre blanco, el conquistador, como un demonio, como un ser maligno. No hay que confiar en los “cheles”, que es la traducción para ne takat istak que dan los náhuat-hablantes. El chele se lleva al indio necesitado al inframundo. El chele es mentiroso. También la Siguanaba, aunque es indígena, aparece muchas veces en las historias como una mujer blanca, alta y de pelo negro. Tampoco se puede confiar en las mujeres blancas.

La entrada al inframundo, como en otras culturas mesoamericanas, es una cueva. La cueva representa la entrada al vientre materno, la entrada al inframundo; la cueva simboliza la vagina de la madre tierra, de acuerdo a varios autores. La tierra es femenina porque es fértil, porque permite el nacimiento de todos los seres vivos y se lleva a todos los muertos. Es el principio y es el fin. Para los aztecas y los mayas las cuevas eran sagradas. La entrada a Mictlan y Xibalbá era una cueva real. Los antropólogos espeleólogos difieren en cuanto a su ubicación. No importa en realidad donde estén las cuevas originales que mayas y aztecas consideraban las entradas al inframundo, todas las cuevas pueden tener ese carácter mítico.

En Santo Domingo de Guzmán, Sonsonate, en donde he grabado la mayoría de las historias, los sitios donde estas ocurren son reales. El Arco y la Cueva del Diablo se encuentran en los alrededores del pueblo, y al visitarlos, se pueden ver remanentes de candelas y otros materiales utilizados en rituales secretos que aún se realizan en la actualidad para acceder al inframundo u obtener favores, generalmente económicos o de amor. Estas cuevas representan una especie de puerta interdimensional que permite el contacto entre mundos.

En la cosmovisión indígena, se habla poco del cielo. Todas las historias tienen que ver con la tierra, con las cuevas, los ríos, los lagos, las montañas y los animales; esto se debe a que la tierra es tangible y nos da la vida. En el cielo el ser poderoso es Huitzilopochtli en la tradición azteca, el dios sol, que es necesario para que la tierra produzca. Las demás deidades celestiales, aunque hermanos y hermanas de Huitzilopochtli, son dioses menos importantes, a excepción de sus hermanos Quetzalcoatl y Tlaloc que son dioses que viven en la tierra.

Al entrar a la cueva, se entra a otro mundo, a un mundo mágico en el que las leyes naturales y de la física no aplican como en el nuestro. En los relatos recopilados por Schultze-Jena, aparece la cueva de la serpiente; por ejemplo, en la cual existen seres mágicos que pueden transferir su poder a los humanos. En el relato de la Cueva del Diablo, lo que encuentra el protagonista es una mansión, en la cual hay muchos animales. Los animales son mágicos, probablemente, igual que el “compadre” tunco; son hombres y mujeres que han hecho pacto con el «chele» que, se puede asumir, vive en la mansión o son demonios menores que deben ser alimentados con la carne de los que han pactado con el diablo. En otras historias pipiles, los brujos o nahuales tienen contacto con el inframundo y pueden viajar entre los dos mundos. Eso los vuelve poderosos y temidos por todos.

En las historias occidentales de pactos con el diablo, el desdichado que pacta nunca tiene un final feliz. Al contrario, en las historias pipiles, siempre existe la posibilidad de ganarle al diablo. La astucia y picardía del indígena están siempre presentes en las historias. En este caso, el hombre pobre, protagonista de la historia, logra liberarse del contrato al negarles la comida al resto de animales, desobedeciendo al chele. El compadre tunco se sacrifica, porque aparentemente no tiene opción, para que el hombre pobre sea expulsado del inframundo.

Al final, a pesar de que no cumplió con su trabajo al negarse a alimentar a los animales de la cueva, el chele le paga con un saquito de monedas, unas pocas por los días que había trabajado, pero que luego el saquito se le hizo más pesado porque las monedas se multiplicaron. De igual manera que las monedas se multiplicaron, también se multiplicaron los días que había pasado en la cueva. Tres días adentro de la cueva equivalían a un año en el mundo exterior. Este tema de la relatividad del tiempo se repite en otras historias de viajeros al inframundo que logran regresar. Unos pocos días pueden equivaler hasta 15 años en el mundo exterior. Igualmente, el pago del diablo es con pocas monedas que luego se multiplican o con piedras o carbón que luego se convierten en oro.

* * *

La cueva del diablo

(Narrado por Anastasia López en Santo Domingo de Guzmán el 21 de febrero de 2013. Traducción libre del náhuat por Jorge E. Lemus)

Contaba mi papá que una vez un hombre muy pobre que buscaba trabajo no encontraba nada. El pobre pensaba, “¿Qué hago para darle de comer a mis hijos, a mi mujer y a mi madre si soy el único varón?” “Quiero encontrar trabajo pero nadie me contrata.”

Salió a buscar trabajo, pero no encontró nada. Andaba ya todo andrajoso. Entonces, se encontró con un hombre a caballo. Era un hombre chele, hasta colorado de chele. Traía puesto un sombrero grande. Su caballo también era grande, gordo y de color anaranjado. El hombre le dijo:

—¿Querés trabajar conmigo?
Sí. Quiero trabajar con vos.
¿Querés trabajar conmigo?
Sí.
Yo te voy a llevar a trabajar conmigo. Venite conmigo y vas a tener un buen pago. Te voy a pagar bien.

Se fue el hombre pobre detrás del otro. Entonces, antes de entrar a la cueva, se bajó el chele del caballo. El caballo se quedó afuera. Solo el hombre entró. Se encontró dentro de una gran cueva, una cueva muy grande. Cuando entraron, vio una mansión muy bonita dentro de la cueva. Entraron y el piso de la casa brillaba. Y el hombre pobre se preguntó, “¿Qué voy a hacer aquí?”

Cuando llegó el chele, le dijo:

—Vas a trabajar conmigo. Vas a destazar tuncos.
¿Tuncos?
¿Podés destazar tuncos, verdad?
Sí.

Esa noche, llegó el chele y le dijo:

—Mañana en la madrugada, vas a destazar a este tunco.

Era un gran tunco gordo. Lo mató tempranito, en la madrugada. Hizo de todo y no pasó nada.

En la noche le volvió a decir:

—Mañana vas a destazar a este otro tunco.

El hombre pobre se dijo a sí mismo. “Voy a destazarlo”. Entonces, vino el tunco y le dijo:

—Compadre, compadre.

Y él se asustó al oírlo.

—Compadre.

“¿El tunco me habla? ¿Quién me habla? ¡El tunco me habla! ¡No sé quién me habla! Y me habla de nuevo”, dijo.

—Compadre

Entonces se dio cuenta que era el tunco quien le hablaba.

—¿Qué querés? —le preguntó.
Yo quiero decirte que mañana vas a matarme. Matame. Pero no digás que sos mi compadre. No digás nada. Vos matame. Van a llegar muchos patos. Van a llegar muchos gatos. Van a llegar perros. Vos cocé la gordura y tirales la manteca con un guacal para que se asusten y vas a ver que ya no te va a querer el chele. Si yo estoy aquí es porque he hecho un pacto con él. Yo he recibido favores de él pero vos no. No has recibido nada para estar aquí. Pero si no hacés lo que te digo, nunca vas a salir de aquí.

Entonces el hombre cocinó al tunco. Echó la manteca caliente en un guacal y se la tiró en la cara a los animales. Les calló en el pelo a los perros, a los patos y a los gatos. Y cuando el chele vio lo que había hecho, le dijo:

—Te has portado mal. No sos bueno para trabajar conmigo. Mañana te voy a echar de aquí. Te voy a pagar. Voy a pagarte para que te vayás.

A la mañana siguiente en la madrugada lo sacó de la cueva.

—Te vas con un saquito como viniste.

Y el hombre pobre pensó: “No han pasado tres días sino un año desde que me fui.”

Cuando estuvo fuera de la cueva, se dio cuenta y dijo “¡Un año he estado aquí!” “Mi madre hasta se va asustar cuando me vea ya que hace un año que me he perdido.”

Entonces, el chele lo encontró y le dijo

—Aquí voy a echarte unas monedas en el costal. Cuando estés allá en tu casa, lo echás en un recipiente y vas a ver cómo se multiplican. Lo que vas a ver es tu pago, porque no puedo dejar de pagarte.

* * *

Iustut ne takat istak

Kilwia nuteku ka nemituya siuhti se takat tesu kipiatuya tumin. Tesu kiahsi katka kan tekiti. Wan ina, “¿Ken niktxiwa pal nikmaka kitaqa nupilawan, nusiwaw, nunan su maya naha niukix?” Wala wan inak, “Nikneki niktemuwa kan netxtakewat.” Kiski yahki wan te kiahsik katka. Kasi tamik iqatx.

Ahsik kinamik se takat pal se kawax. Se takat istak, asta txiltik ka istak. Se tumak txumpe kipiya katka pal ne zuntekun. Ne kawax ombrón, tumawak y kolor katka atxiyut. Wan yahki kilwih:

—¿Tikneki titekiti nuwan?
Ehé. Naha nikneki nitekiti muwan.
¿Tikneki titekiti nuwan?
Ehé.
Naha niyu nimezqika. Tiyu titekiti nuwan. Xiwi nuwan wan né tiyu tikpia suhsul mupatiu. Niyu nimeztaxtawiya yek.

Yahki ne takat ipan ne ukse takat. Ka né temuk ne takat tik ne kawax wan ne kawax te kalak. Maya ne takat kalak wan kiahsi se tumak ustut, se ombrón ustut. Wan kalahket. Keman kalahket ka né, kitak se tumak kal kalantxin. Ka kitalihket zizinaka. Wan ina, “¿Tay tiyu tiktxiwa nin?” Wan wiz ne takat, kilwih:

—Tiyu titekiti nuwan. Taha tiyu tikmiktía kuyamet.
¿Kuyamet?
¿Wan tiweli tikmiktia kuyamet?
Ehé.

Une tiyu tipewa timiktia kuyamet. Wala wan inak.

—Ne ukse tanestu katapuyawa—kilwih ne takat

Kilwih ka tayuwal.

—Yahini kuyamet tiyu tikmikpía.

Se tumak kuyamet tumawak wan kimiktik katapuyawa peynatxín. Kitxiwa mutxi. Wan te panu datka. Ka tayuwal, sempa kilwih:

—Musta, tiyu tikmiktía ini uksé kuyamet.

Wan ina, “Niyu nikmiktía”. Wan wiz ne kuyamet kilwih:

—Nukumpa, nukumpa.

Wan yaha nakak takaki mumutih.

—Nukumpa.

“¿Ne kukuyamet ka netxnuza? ¿Ka netxnuza? ¡Ne kuyamet netxnuza! Te nikixmati. Wan netxnuza sempa.”

—Nukumpa.

Niyu nikita ka ne kuyamet netxnuza.

—¿Tay tikneki? —kilwih yaha.
Na nikneki nimeziluya ka tiyu tinetxmiktia musta. Xinetxmikti. Ma xu xina ka taha nukumpa. Ma xuxina datka. Taha xinetxmikti. Yawi ahsi miak kanawhti. Yawi ahsi miak. Yawi ahsi se mistun. Yawi ahsi se pelu. Taha tikmana ne itumahka. Xikmima wan se wahkal ihpak pal tikmutia wan tiyu tikita ka te yawi kimezneki ne tahsin. Su naha ninemi nin ka naha nimunamakatuk iwan. Naha nitaqahtuk wan taha tesu. Tesu titaqahtuk pal tinemi nin. Su tesu tiktxiwa, tesu keman tiyu tikisa nin.

Wan wala ne takat sempa kiuni kitxiwki kiminket kixti katka tik ne wahkal tutunik kiminki katka tikixkaliw. Wan wezki katka pal kizuhzunkal ne pehpelu, ne kanawhti, ne mistun. Wan keman kitak ne ukse tahzin, ka kiunih nikixiwa kilwih:

—Taha tesu tiyek. Tesu tiyek pal titekiti nuwan. Musta niyu nimezixtia. Niyu pal nimeztaxtawiya. Niyu pal nimeztaxtawiya pal tiyaw.

Wan wala kixti.

—Ukse tanestuk kixti tenkál. Maya ukse kuxtaltxin tiyu nin ken yahki.

Wan yaha inak: “Yey tanestuk nimituya tesu se txiwit nemituya né.” Wan keman kixti kitak, “¡Se txiwit ninemik né! Nunan asta mumutih ka naha nipuliwtuya keman netxitak. Wan kiuni ahsik, kilwih ne takat.

—Ini tiyu tikmima tik mukuxtal ka ne mutxan tik se zunsahka pal tikita ken yawi ahsi. Tiyu tikita ken ne taxtawiya. Ka tesu niweli ma tesu nimeztaxtawia.

 

*Jorge E. Lemus es Director del Departamento de Investigación de la Universidad Don Bosco. Editor responsable de esta entrega: Héctor Lindo Fuentes.

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