Opinión /

Mar de muertos


Miércoles, 27 de mayo de 2015
Laura Aguirre

El 65% de los inmigrantes irregulares que mueren en el mundo lo hacen intentando llegar a la Unión Europea. La mayoría se ahoga. Se los traga el cálido mar Mediterráneo frente a la costa italiana. La ONU estimó que en 2014 cerca de 220,000 cruzaron el mediterráneo y más de 5,000 murieron durante la travesía. Este año, en abril, el vuelco de una sola barca significó 700 vidas perdidas; más de nueve veces la montaña de 72 cuerpos de inmigrantes que se encontró en Tamaulipas, México, en 2010. La Organización Mundial de las Migraciones ha calificado a Europa como el destino más peligroso para los migrantes indocumentados. La crisis humanitaria desatada a las puertas de la cuna de los derechos humanos no tiene comparación.

Desde el suceso de abril las alarmas están sonando a toda máquina en la región y la presión para no seguir ignorando la tragedia es grande. Sin embargo, los gobiernos europeos no han mostrado ninguna voluntad de dar una respuesta real y se escudan en la retórica de siempre, que dicta que para parar las muertes lo que debe detenerse es la migración irregular. Si la gente no sale de su terruño, obviamente no perecerá intentando llegar a otro país. Y para lograrlo lo que debe hacerse es combatir las redes de traficantes de personas.

Como pasa entre Estados Unidos, México y Centroamérica, en Europa se repite como letanía que la causa de que la gente se esté moviendo por el mundo son las mafias de tráfico de personas. Una retórica simplista que hace parecer que al eliminar a los traficantes se les está ayudando a los migrantes irregulares… al menos a preservar la vida. Este argumento demagógico no pierde vigencia porque le permite a los gobiernos decirle a sus electores que están haciendo algo, sin cambiar la políticas (anti) migratorias más populares de siempre: blindar-militarizar las fronteras y aprobar leyes que hacen casi imposible poder llegar para establecerse. La última propuesta de España e Italia fue la “brillante” idea de una operación militar en las costas norteafricanas para hundir las barcas en que transportan a los inmigrantes.

Lo que nadie dice en Europa, ni políticos ni medios de comunicación, es que hasta ahora todas las medidas restrictivas de la migración han fallado. La gente sigue moviéndose con implacable determinación buscando un futuro mejor. Y son precisamente las medidas y leyes que intentan pararla las que hacen que el trayecto sea tan peligroso. Entre más difícil sea viajar a los países legalmente, más necesarias se vuelven las redes de traficantes. ¿Cómo si no podrían llegar los inmigrantes? Lo que esto significa, a final de cuentas, es que son estas medidas y leyes, y por lo tanto los gobiernos y políticos que las idean, los responsables de tantas vidas perdidas.

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