El Ágora /

“Si la izquierda llega al gobierno no es para repetir la historia sino para cambiarla”

Eduardo Galeano murió hoy, 13 de abril de 2015 y, para recordar algunas de las ideas que compartió con periodistas de El Faro hace 10 años, publicamos de nuevo aquella entrevista cuando visitó El Salvador entre otros motivos para recibir un doctorado honoris causa de la Universidad de El Salvador.


Lunes, 13 de abril de 2015
César Castro Fagoaga / Ruth Grégori

A manera de homenaje traemos a nuestros lectores la entrevista que publicamos durante la visita del escritor uruguayo a El Salvador en 2005, una visita que estuvo enmarcada trágicamente por la eurpción del volcán de Santa Ana y la tormenta Stan.

Eduardo Galeano llegó a El Salvador, entre otras cosas, a recibir el doctorado Honoris Causa de la Universidad de El Salvador. En ese entonces, según decía, pocas cosas habían cambiado desde 1970 que escribió Las venas abiertas de América Latina, y ya reconocía que él había dejado de hablar por el libro y que debía ser el libro el que respondiera por su vigencia. En abril de 2014 retumbó en los medios de prensa mundiales una suerte de autocrítica más contundente: 'No sería capaz de leer el libro de nuevo, porque cuando lo escribí no sabía tanto sobre economía y política', refiriéndose, precisamente a Las venas abiertas de América Latina. Ese talante coherente y crítico queda bosquejado en esta entrevista que volvemos a publicar hoy, 10 años después, el día de su muerte.  

El escritor uruguayo decía que preferiría hablar solo de fútbol (es apasionado) pero reconocía, para su desgracia, que hay otras aristas de la realidad latinoamericana y mundial que son más graves, por tanto, más urgentes. Decía, sin embargo, tener esperanza, pero aclaraba que era solamente por ratos. Para esta entrevista pidió hablar no más de 30 minutos (al final fueron 29 con 36 segundos) y el tópico más recurrente fue la política, un cauce en el que se siente cómodo.

Galeano era un hombre de izquierdas, exiliado varias veces por su transparencia ideológica y su constante apoyo a las gestas empredidas por las izquierdas en el mundo. En ese 2005 apoyaba al gobierno socialista que tenía su país liderado por Tabaré Vázquez, quien en 2015 ha regresado a la presidencia. De aquel primer Tabaré resentía sus faltas con el medioambiente; de este segundo periodo no podrá decirnos nada. En aquel 2005 criticaba lo que pasaba con el Partido de los Trabajadores en Brasil que en 2015 lleva por cuarto periodo el gobierno del país. En 2005 sostenía con vehemencia que la guerra impulsada por los sandinistas en Nicaragua fue heroica, y, en los últimos años, no titubeó en señalar los bemoles del Daniel Ortega de hoy. 

Eduardo Galeano durante el V Foro Social Mundial en enero de 2005 en Porto Alegre, Brazil. Galeano murió en Montevideo el 13 de abril de 2015 a los 74 años. / AFP PHOTO / JEFFERSON BERNARDES.
Eduardo Galeano durante el V Foro Social Mundial en enero de 2005 en Porto Alegre, Brazil. Galeano murió en Montevideo el 13 de abril de 2015 a los 74 años. / AFP PHOTO / JEFFERSON BERNARDES.

¿Qué significa estar ahora en este país para usted?
Coincide mi visita con estas tragedias que insistimos en llamar catástrofes naturales, que de naturales tienen cada vez menos. Es la obra criminal de los dueños del planeta que nos están dejando sin aire, sin tierra, sin alma. En toda América Central, sobretodo en Guatemala y El Salvador, que acaba de sufrir desastres espantosos que son resultado de las dos hojas de una tijera que nos cortan de una mala manera. Por un lado, el envenenamiento de la atmósfera que ha enviado el clima al manicomio, la civilización del consumo, el sagrado derecho al derroche de los Estados Unidos, un país que profesa la religión del automóvil, donde la gente es más gorda y los autos también y gastan cada vez más petróleo; por otro lado, la deforestación.

¿Le parece que estamos tan mal?
No digo que nadie tenga el triste privilegio de estar asesinando a la naturaleza pero sí te digo que en este caso, de un país como El Salvador, deforestado a un ritmo escandaloso, llama la atención la amnesia, la incapacidad de aprender del pasado.

¿La responsabilidad es la misma en países cuyos gobiernos no son afines a los Estados Unidos?
Sí, en el plano ecológico no mucho se avanza. Uruguay tiene ahora un gobierno progresista, del que yo formo parte, no con un cargo pero me siento parte del gobierno. Pero ahora yo soy uno de los que se oponen a algo que el gobierno apoya: la instalación de dos plantas de celulosa en el río Uruguay absolutamente devastadoras, una de ellas una de las más grandes del mundo. Parece que izquierda no tiene una conciencia tan clara de la identidad de la gente y la naturaleza.

Eduardo, ¿se siente representado por la izquierda de la actualidad?
Creo que hay una saludable tendencia al cambio lo que implica una tremenda responsabilidad para las fuerzas que encarnan esa esperanza colectiva. Vamos a esperar qué pasa, no se puede pecar contra la esperanza, traicionar esa esperanza de cambio.

Al principal partido de izquierda de El Salvador le da resquemor pensar en un cambio. 
Tengo mucho cuidado con las palabras, qué es modernizarse, qué es centro y qué es derecha. Una de las características de nuestro tiempo es la traición del diccionario. Lo han traicionado a tal punto que las palabras ya no significan lo que quieren significar. No me animo a decirte nada más, solo que ahora se ha abierto un cauce a la esperanza a partir de la posible recuperación de la fe en la democracia como un marco posible para el cambio. Si el realismo se convierte en una forma de cinismo termina uno descreyendo lo que creía.

¿Lo que pasa en el Brasil de Lula lo hace ahora descreer?
Ahí no sé hasta dónde hay una responsabilidad de él pero sí hay una realidad de PT en esto que ha ocurrido que es muy grave para Brasil, América Latina y el mundo. Lo peor fue la disculpa: “¿Por qué tanto lío si siempre se hizo?”. Para mí eso es escandalosamente grave. Si la izquierda llega al gobierno no es para repetir la historia sino para cambiarla.

Los movimientos políticos en América Latina han cambiado mucho desde la década de los setenta y ochenta. ¿Se arrepiente de algo que haya hecho en esa época?
No, no hay nada que sea opinable sin tener en cuenta el momento y espacio en el que ocurren. Hay proceso por los que creí, mientras creía en ellos eso era verdad. Sigo creyendo que, habiendo hecho lo que hicieron algunos dirigentes sandinistas, hay cosas, luego de diez años de guerra heroica, que valieron la pena.

¿Demostró eso que la izquierda puede ser un buen gobierno?
Lo que se demostró con eso es que la dignidad humana es una energía. Llamala como querás, esa guerra fue que probó que en un país chiquito era capaz de enfrentar dignamente a la potencia militar más poderosa del planeta.

Eduardo Galeano estuvo en El Salvador los días 11 y 12 de octubre de 2005 en la Universidad de El Salvador. Ahí, las máximas autoridades del recinto universitario decidieron otorgarle un doctorado honoris causa por su inmensa labor literaria e intelectual para sacar a luz los grandes problemas de Latinoamérica. foto: Secretaría de Comunicaciones de la Universidad de El Salvador.
Eduardo Galeano estuvo en El Salvador los días 11 y 12 de octubre de 2005 en la Universidad de El Salvador. Ahí, las máximas autoridades del recinto universitario decidieron otorgarle un doctorado honoris causa por su inmensa labor literaria e intelectual para sacar a luz los grandes problemas de Latinoamérica. foto: Secretaría de Comunicaciones de la Universidad de El Salvador.

¿Son necesarias las guerras?
Esa fue una guerra defensiva y esas son justas.

¿Y la de El Salvador?
También, si es una guerra defensiva me parece justa. Depende las circunstancias del país, la guerra en principio, la violencia, es horrible y yo soy el menos violento de los seres humanos pero me parece que hay procesos en que la violencia defensiva es justa. Cuando Nicaragua se defiende de una agresión de una potencia que se siente omnipotente por se potente tenía todo el derecho de defenderse.

¿Pero son aún válidas las guerras cuando los resultados pregonados no se consiguen?
No creo en los resultados en el fútbol ni en las guerras ni en las revoluciones. Vale la pena pelear por las causas nobles, aunque sea sabiendo que no vas a ganar.

¿Tampoco cree en los resultados del arte y la literatura?
Los resultados son imposibles de medir. Kafta murió como un escritor completamente fracasado, no lo leía ni la novia, después resultó que era el escritor que mejor relató el siglo XX.

¿Qué lugar ocupa el arte y la literatura en medio de tanta desigualdad de nuestra época?
Depende, no ocupa, en principio, más lugar que le otorga el que lo crea y la gente que lo recibe. En eso no hay ninguna ley. El hecho que un libro sea libro y un cuadro sea cuadro no lo elevan a una categoría sagrada. Hay un mensaje de mitología en todo eso, que hace que veneremos al libro como un objeto mágico de la civilización, para mí no es. Hay libros que te multiplican el alma y otros que te la encogen.

Sus libros, por ejemplo, ¿Tiene aún validez “Las venas abiertas de América Latina?
No tengo la menor idea, preguntale al libro. Si el libro está vivo después de 35 años creo que tiene derecho a expresarse. Hacele una entrevista al libro a ver que te contesta. A los 35 años la gente tiene derecho a opinar.

¿Se lo ha preguntado usted ya?
Al libro, no, es cosa de él. A esta altura existe por su cuenta y se las arregla. A los 35 años no va a depender del papá. Cuando nos encontramos nos tratamos bien. No me arrepiento de haberlo escrito para nada, aunque me hubiera gustado que el libro perdiera actualidad al año siguiente de haberlo escrito.

¿Por qué?
Porque me hubiera gustado que la realidad hubiera cambiado radicalmente que nadie se acordara más de aquellos tiempos desgraciados, pero resulta que se jodió más de lo que estaba. Intenté demostrar en todo caso que el destino no descansa en las rodillas de los dioses ni está escrito en los astros del cielo si no que está en los actos de la gente.

¿Ha perdonado el pasado, Eduardo?
Lo del perdón no lo tengo muy claro. Cuando (Bill) Clinton viajó a Guatemala y pidió perdón por lo que había hecho Estados Unidos apoyando a varias dictaduras asesinas no resucitó ni a un solo indio de los 80 mil que murieron.

Eduardo Galeano estuvo en El Salvador los días 11 y 12 de octubre de 2005 en la Universidad de El Salvador. Ahí, las máximas autoridades del recinto universitario decidieron otorgarle un doctorado honoris causa por su inmensa labor literaria e intelectual para sacar a luz los grandes problemas de Latinoamérica. foto: Secretaría de Comunicaciones de la Universidad de El Salvador.
Eduardo Galeano estuvo en El Salvador los días 11 y 12 de octubre de 2005 en la Universidad de El Salvador. Ahí, las máximas autoridades del recinto universitario decidieron otorgarle un doctorado honoris causa por su inmensa labor literaria e intelectual para sacar a luz los grandes problemas de Latinoamérica. foto: Secretaría de Comunicaciones de la Universidad de El Salvador.

¿No hay que exigir perdón?
Me gusta más la palabra justicia. No como reivindicación mía porque la vida me ha tratado bien, pero el asunto es que como yo no me he dedicado a la contemplación en éxtasis de mi ombligo sino hay temas que me duelen y me parece que no está bien cerrarlos impunemente.

¿Qué sintió luego de ver que procesaban a Pinochet?
Me alegro, más que en nombre del pasado me alegro en nombre del futuro porque la impunidad estimula al delincuente.

¿Le parece que las leyes de amnistía favorecen la impunidad?
No todas, dependen de cómo se den, cómo se hagan, cómo se implementen.

En los países de América Latina donde ha habido hay un debate abierto.
Chile por ejemplo parecía un paraíso para impunidad y ha dejado de serlo en cierta medida y ahora en Uruguay tenemos la esperanza.

¿Dónde está la esperanza ahora, Eduardo?
La esperanza está ahí, se esconde, aparece.

¿En algo que se pueda palpar?
Eso no lo voy a contestar jamás.

¿Por qué?
Porque yo mismo no estoy seguro, creo en ella de mañana, al mediodía dejo de creer, vuelvo a creer en la tarde, de noche recupero la fe perdida. Se me escapa, sé que es como un río subterráneo, que corre por debajo de la tierra, asome a veces y luego se vuelve a esconder. Sigo creyendo, y creer es preferible a la desesperanza y, además, cuando ya no creo en ella aparece y me toca el hombro por atrás.

¿El panorama de Suramérica le parece esperanzador?
No sé, a veces sí, a veces no, yo no soy optimista full time. A esos no les creo, todos esos que tienen una sonrisa de oreja a oreja. Me desplomo cada día pero lo bueno de la vida es que te permite levantarte una y otra vez.

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