Opinión / Política

Ahora les toca a Arena y el FMLN


Viernes, 6 de marzo de 2015
Mauricio Silva

Pasaron las elecciones y, pese a los problemas en el recuento, todo indica que el resultado en la Asamblea Legislativa es similar al anterior en el sentido de que muestra dos grandes tendencias partidarias reflejadas en ARENA y el FMLN, y el resto del voto dividido entre partidos pequeños. Esa votación otorga derechos a esos dos partidos, pero también responsabilidades. La principal de ellas es pensar y actuar sobre la base de los intereses de país.

La gran mayoría de los que votaron lo hizo por esos dos partidos porque todavía tiene esperanza en lo que representan; pero también la mayoría de ciudadanos no votaron o piden un cambio. Esa mayoría es la que está en aumento en el país. No oír y no responder a esa necesidad de cambio es quedarse atrás, es ir perdiendo presencia en la política del país. Cambiar un poco para no cambiar nada no funciona. Eso le pasó a la Democracia Cristiana, eso le pasó al PCN.

Existe también una oportunidad histórica reflejada principalmente por un momento de transición en la vida política del país, en el fin de un largo periodo electoral que nos presenta un futuro de tres años sin elecciones, en un gobierno abierto a consensos, en una economía y finanzas publicas que necesitan cambios pero que enfrentan varios signos positivos en el corto plazo y que exigen una serie de medidas significativas ya identificadas sobre las cuales se puede actuar.

Existen también obstáculos a superar. El cambio que se pide exige medidas audaces, significativas, que por definición conllevan alguna oposición. Aceptar y ejecutar esas medidas implica apartarse del statu quo y tocar algunos de los intereses que lo mantienen, incluso dentro de cada una de las dos grandes estructuras partidarias. Implica tomar riesgos. Pero el partido que no tome esos riesgos corre el gran peligro de quedarse fuera, de reducir cada vez más su base de apoyo popular.

La mejor forma, y quizás la única, de hacer cambios significativos en el país es que ambos partidos, ARENA y FMLN, se pongan de acuerdo. Si ellos dos no acuerdan un plan de nación mínimo seguiremos en lo mismo, haciendo cambios a cuentagotas y con un alto costo, pues implicará para el país, el gobierno (no importa cuál) y el partido que los impulse lograr aprobación sobre la base de acuerdos (¿o debería decir compra?) con uno o varios de los partidos políticos pequeños. Implicará no poder ser totalmente transparentes ante la ciudadanía, implicará seguir dependiendo de los partidos pequeños, implicará no poder parar mucha de la corrupción actual.

El pueblo, en sus diferentes formas de expresión que van desde encuestas hasta la votación, señala sin mayor variación a través de los años sus principales preocupaciones: violencia, economía/trabajo, pobreza y corrupción/transparencia/gobernabilidad. Esas son las áreas en las que los partidos y políticos han venido haciendo promesas. Esas son las mejores áreas sobre las cuales basar un acuerdo. Esas son las áreas sobre las cuales los partidos deben entregar y hacer cumplir sus promesas.

En esas áreas es más lo que une que lo que divide al FMLN y ARENA. En violencia hay consenso en la necesidad de una estrategia integral, en que hay que parar el poder de las maras y narcos, en la necesidad de seguir limpiando las instituciones que participan en esas áreas, en una prevención basada en participación comunitaria y programas sociales, en mejorar el acceso y la calidad de la justicia, en realizar esfuerzos especiales en varias áreas con los jóvenes, y en mejorar las condiciones de los privados de libertad.

En economía y finanzas públicas hay acuerdo en volvernos más competitivos, para lo cual hay que fortalecer nuestro capital humano y abaratar costos y expandir mercados, lo que implica mejorar la infraestructura, apoyar la integración regional y reducir costos de energía. Es necesario también seleccionar y promover sectores estratégicos –basándose sobre todo en los indicadores de valor agregado y generación de empleos- y atraer inversión hacia ellos. En finanzas públicas hay que reducir y controlar la deuda, hay que reformar el sistema de pensiones, hay que viabilizar el crédito más favorable de la banca multilateral, y hay que reducir el gasto aunque ello sea una medida de mediano plazo. Todo ello lleva a la necesidad de una ley de responsabilidad fiscal, medida sobre la cual también ya hay acuerdo.

En la reducción de la pobreza hay consenso en que el factor clave es la reactivación económica, lo que implica además de lo señalado en el párrafo anterior- el acercar la oferta y capacitación laboral a la demanda de las empresas, un mayor apoyo al desarrollo rural y la agricultura, y expandir y mejorar la infraestructura. Reducir la pobreza implica también seguir aumentando el gasto y la eficiencia de los programas sociales, y ello implica aumentar impuestos. Aunque en esto último no hay consenso, es necesario: si no se aumentan los impuestos no se pueden llevar a cabo las otras medidas acordadas; no se puede incrementar gasto sin aumentar ingresos.

En gobernabilidad hay consenso en una reforma al sistema político que refuerce la separación de poderes, que no nos someta a elecciones tan cercanas, que acabe con el sistema de votos residuales que permite la sobrevivencia y poder desmesurado de los partidos pequeños, que refuerce y controle la descentralización, y que fortalezca la transparencia de todo el gobierno y los partidos políticos.

Todas las medidas anteriores han sido ampliamente discutidas a nivel nacional. En todas ellas existe consenso por lo menos a nivel general. Todas se reflejan en varios programas importantes que el país ya tiene enrumbados –el Plan Quinquenal, Fomilenio II, la Alianza para la Prosperidad- pero son sobre todo las principales demandas a nivel nacional.

Por otro lado, las condiciones ya señaladas abren una oportunidad. Todo se puede hacer si reconocemos que el dogmatismo de blanco y negro ya no es posible, si no insistimos en un maximalismo y si, por lo menos como punto de partida, se logra un pacto de nación. Toca ahora a los partidos, especialmente a los dos mayoritarios, aprovechar esa oportunidad. Después de todo la política es el arte de lo posible.

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