El decreto que ha firmado el papa Francisco resulta clave en el proceso de beatificación, ya que ahora no será necesario demostrar que Óscar Arnulfo Romero realizó milagros para elevarlo a los altares.
Monseñor Romero, conocido por ser un defensor de los pobres, fue asesinado el 24 de marzo de 1980 cuando oficiaba misa por un comando de extrema derecha. Según la Comisión de la Verdad que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) patrocinó una vez se firmaron los Acuerdos de Paz en 1992, el autor intelectural del magnicidio fue el mayor Roberto D'Aubuisson Arrieta, fundador del partido ARENA.
“Existe plena evidencia de que el ex-Mayor Roberto D’Aubuisson dio la orden se asesinar al arzobispo y dio instrucciones precisas a miembros de su entorno de seguridad, actuando como ‘escuadrón de la muerte’, de organizar y supervisar la ejecución del asesinato”, concluyó el referido informe.
Así, la beatificación del obispo salvadoreño está cada vez más cerca después de que el papa validara el “martirio” del prelado asesinado. Monseñor Romero, reza el decreto, fue asesinado por “odio a la fe”.
Llamado “la voz de los sinvoz” por denunciar la injusticia social y la represión, Monseñor Romero fue asesinado por un francotirador cuando oficiaba misa en la capilla del Hospital Divina Providencia, un día después de dirigirse a los soldados en su homilía: “En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno, en nombre de Dios: ¡cese la represión!”.
Aunque no perteneció a la corriente de la Teología de la Liberación, reprimida durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, Monseñor Romero fue un defensor de los pobres, en particular de los campesinos expulsados de sus tierras.
El papa Francisco, tradicional en cuanto a los dogmas pero comprometido con las cuestiones de justicia social, ha explicitado en distintas ocasiones que se identifica con la figura y el ejemplo de vida de Monseñor Romero.