El Ágora / Cultura y sociedad

Tres nuevas salas de teatro preparan su debut en el Gran San Salvador

2015 ha abierto el telón con tres nuevos escenarios teatrales en la capital y sus alrededores, que permitirán a los agentes culturales presentar nuevas apuestas para la formación y la expresión artística. Todas tienen como fin último la formalización del oficio, pero las distinguen las prioridades que se han trazado para lograrlo.


Lunes, 9 de febrero de 2015
María Luz Nóchez

En los últimos meses, tres espacios están siendo trabajados para dar el salto de 'local' a 'sala de teatro' en los municipios del Gran San Salvador, con lo que se facilitaría la posibilidad de generar en ellos carteleras permanentes. Son tres proyectos muy diferentes entre sí, tanto en sus modelos de gestión como en su concepto teatral. La Casa Tomada se monta en el concepto de la cultura colaborativa y el consenso entre sus habitantes y nómadas; la Galera Teatro busca la comunión teatral basada en la precariedad como motor creativo; y al Teatro Yulkuikat le interesa la libertad creativa que permite la experiencia sin atadura de técnicas en niños y jóvenes.

Pero también hay puntos en común. Los tres proyectos se rebelan contra los modelos arquitectónicos del escenario italiano y tradicional –usado en los teatros estatales y privados como el Luis Poma. La Casa Tomada y La Galera Teatro pondrán en funcionamiento el modelo de laberinto o caja negra, que permite jugar con la distribución del público y los actores; mientras que el Teatro Yulkuikat está diseñado como una arena, que coloca de manera circundante a los espectadores y les permite mirar el escenario desde perspectivas distintas.

Al hablar de cada proyecto, los encargados insisten en que iniciativas de este tipo estaban siendo pedidas a gritos, ya que la participación de estas tres salas en la dinámica teatral de San Salvador permitirá ampliar la oferta a los consumidores de teatro, no solo en cuanto a la cantidad de salas disponibles, sino a las propuestas y conceptos que se presentarán sobre sus tablas.

Los nómadas que se tomaron la casa

Presentación de Tinta Negra, de la Compañía Nacional de Danza de El Salvador el 16 de diciembre 2014. Foto cortesía de La Casa Tomada.
Presentación de Tinta Negra, de la Compañía Nacional de Danza de El Salvador el 16 de diciembre 2014. Foto cortesía de La Casa Tomada.

En 2012, el Centro Cultural de España abrió al público y a los artistas La Casa Tomada, proyecto que desde su génesis se planteó un modelo de gestión que poco a poco fuera autosostenible. A las convocatorias que desde febrero de ese año se lanzaron se abocaron distintos colectivos de artistas del medio escénico con una característica en común: no tenían un espacio para ensayar, montar y presentar de manera fija y profesional sus espectáculos. La Casa Tomada les abrió las puertas, los instó a hacerla suya y a disponer del espacio según sus necesidades. Y por dos años y medio desfilaron por los pasillos, jardines y salas de la casa distintas propuestas de danza, teatro y música, locales y extranjeras.

El público también respondió de manera positiva y esto derivó en la necesidad de contar con un espacio con mejores condiciones de sonido e iluminación. Una mejor producción permitiría a los colectivos pasar de la función gratuita a cargar por ella en taquilla. “Es una oportunidad para que la casa sea menos dependiente de la cooperación internacional y generar ingresos en taquilla que ayuden a los artistas a fortalecer su desempeño profesional”, explica Paula Álvarez, coordinadora del proyecto “Cultura entre todos”, por medio del cual se gestionaron los fondos con la Unión Europea para financiar la sala.

Adecuar y equipar este espacio de 15 metros de largo por 9 metros de ancho fue relativamente sencillo: tomó apenas un mes y costó 20 mil dólares. Mientras tanto, desde agosto 2014 representantes de las disciplinas que se verían beneficiadas con esta sala han estado trabajando en su propio modelo de gestión y han establecido consensos en cuanto a la distribución de la cartelera, la repartición de la taquilla y los criterios que deben cumplir las propuestas que aspiren a presentarse en este espacio.

Las modificaciones en La Casa Tomada han sido mínimas, pero el cambio es perceptible. Visitar el primer nivel de esta casa implicaba introducirse a un gran salón, sin divisiones, y que conectaba el jardín y el huerto de la casa. Ahora, esta habitación, que hasta hace cuatro meses era utilizada para montar exposiciones, proyectar filmes y ensayos de grupos de teatro y danza, está cubierta de pintura negra que se combina con cortinas negras para evitar que el sol se filtre por puertas y ventanas. Del techo se sostiene la estructura truss de iluminación con luces led, cuya intensidad es manejada por medio de un software. El paso ahora está interrumpido por cuatro paneles de cartón yeso que ayudan a mantener la acústica y marca la frontera entre esta y las demás áreas de la primera planta, y también marca el inicio de la duela. Como la idea es que sea un espacio metamórfico, no hay instalada una tarima, pero en caso de necesidad, hay seis cajones movibles y apilados que se pueden acomodar según la preferencia del artista a presentarse.

La sala estará abierta a todo tipo de propuestas, y el comité decidirá a cuáles abrir las puertas basado en la capacidad de aportar al espacio y de respuesta a los objetivos de La Casa Tomada, que van desde la diversidad cultural, derechos humanos y equidad de género. La decisión estará a cargo de la Asociación para el Fomento de la Industria Musical de El Salvador (Afimes), el Teatro del Azoro, la actriz y maestra de teatro Alejandra Nolasco, Viktorio Godoy, en representación de Sesión Cirku, Paula Álvarez y Fernando Fajardo, director y representante del Centro Cultural de España. El aporte intelectual y el tiempo dedicado por estos colectivos garantiza prioridad sobre sus propuestas.

Por este escenario de caja negra ya pasaron “Morir tampoco tiene sentido”, de la compañía argentina Fantástico Bailable, en diciembre, y el “Show case” de Afimes, que puso sobre las tablas a Vibrass Ska Ensamble, Cartas a Felice, Fox The Kid, Caroll Hills y Sergio Artero. Sin embargo, la sala aún no está inaugurada oficialmente. Estas pruebas de programación están permitiendo hacer un diagnóstico del modelo de gestión que quieren implementar: “No hay urgencia, ese ha sido siempre la forma de trabajo de la casa”, complementa Álvarez, quien destaca que este proyecto es ganar-ganar para todos los involucrados. Por un lado, se genera difusión y proyección del espacio y los colectivos, y con la repartición del 70 % para las compañías y 30 % para la institución, se garantizan fondos para el mantenimiento del lugar y la remuneración a los artistas por su trabajo.

Aunque aún no se tiene definida la cartelera para el año, y sin comprometer fechas, La Casa Tomada anunció que en los próximos meses habrá funciones con Moby Dick Teatro, el Teatro del Azoro y La Cachada Teatro.

El filosófico modelo de la precariedad

Para recaudar fondos que ayuden a la adecuación y mantenimiento de la sala, La Galera Teatro ha abierto sus puertas ocasionalmente a distintas actividades. La decoración es parte de la expo-venta de los artistas plásticos Hugo Rivas y Gerardo Gómez. Foto: Emely Navarro.
Para recaudar fondos que ayuden a la adecuación y mantenimiento de la sala, La Galera Teatro ha abierto sus puertas ocasionalmente a distintas actividades. La decoración es parte de la expo-venta de los artistas plásticos Hugo Rivas y Gerardo Gómez. Foto: Emely Navarro.

Generalmente, para echar a andar un proyecto de carácter artístico, las instituciones o colectivos involucrados buscan el apoyo de un benefactor público o privado que respalde económicamente sus actividades. René Lovo, en cambio, ha dejado de lado la idea recurrir a un mecenas para montar su propio espacio de experimentación teatral. Prescindir de esta figura, dice, le permite buscar un modelo de actuación que le permita “lograr una teatralidad diferente, plantearnos unas maneras para construir el teatro un tanto distintas a lo que estamos acostumbrados a ver, que es el de la representación de textos, de la interpretación, etcétera”.

Los intentos de Lovo por montar una sala de teatro se remontan a El Atrio café-bar, que en julio 2004 le agregó la palabra teatro a su apellido, con el fin de introducirlo como escenario de presentaciones teatrales y de danza contemporánea. A aquella casa de la San Luis, en San Salvador, le quitaron paredes y remodelaron el techo, y el menú de las presentaciones artísticas se acompañaba de la carta de bocadillos y bebidas que los espectadores ingerían en plena función.

La idea de montar un café junto con una sala de teatro no la ha abandonado, pero con el paso del tiempo ha aprendido que son ingredientes que no deben servirse en el mismo salón, al menos no para el tipo de teatro que él quiere representar. Ahora, instalado en el primer nivel de los Condominios 2000, en San Salvador, se siente en el lugar correcto para echar a andar su proyecto.

El espacio que le da vida, oficialmente, a la Galera Teatro, desde este 6 de febrero, es un cuarto de 80 metros cuadrados, cuyas condiciones han sido adecuadas por el mismo director, quien se ha encargado de pintar la sala, armar la tramoya de luces con latas de leche y hacer campaña de expectación. Este escenario de laberinto contará con una tarima desmontable en 'L', que le permite desplazarse a los actores en medio del público. El presupuesto con el que ha trabajado tiene tres fuentes: donaciones, las utilidades de actividades realizadas desde noviembre del año pasado para recaudar fondos, y capital propio. Los cálculos de lo que implicaba equipar la sala ascendían a 3 mil 700 dólares, y en diciembre se le ocurrió lanzar la campaña 100 dólares por 10 personas, pero nadie respondió.

El Faro visitó el local 26 del edificio B de los Condominios 2000. El acondicionamiento apenas estaba en proceso. Paredes negras, pero con un gran ventanal de frente que ilumina naturalmente toda la sala. Al fondo, hay un baño y un cuarto que será destinado a los camerinos, en la esquina superior derecha descansa el aire acondicionado que un colega le acaba de regalar y aún está cotizando su instalación. Al director lo acompaña su hijo, quien está sentado en el suelo y se hace compañía de un perico verde que envuelve la sala con sus gritos, mientras Lovo intenta explicar los pormenores de la habitación.

Las limitantes económicas, en todo caso, no son su preocupación. Sabe que las condiciones de esta sala no son óptimas pero insiste en que la calidad de una obra de teatro nada tiene que ver con que sea presentado en un escenario de lujo: “La precariedad es nuestra fortaleza”, dice. En este acto de fe lo acompañan los 11 participantes del taller de entrenamiento actoral que él imparte, con quienes, una vez recuperados los costos del local, se repartirá las ganancias en partes iguales independientemente del papel que les corresponda.

Según su filosofía, el deseo, la voluntad y la decisión no son negociables para quien quiera hacer teatro, y eso se vuelve imposible si se anteponen las ganancias en taquilla. La comunión que persiguen Lovo y su cooperativa, como prefiere llamar a sus aliados, es la de las “potencias creadoras que permitan plantear un tipo de teatralidad que te supera a vos mismo y que busca hacer una teatralidad distinta a la que hiciste antes y a la que estás acostumbrado hacer, y vencer obstáculos. ¡Qué mejor ganancia puede haber!”

Además de romper esquemas en cuanto a lo que se presenta en escena, La Galera Teatro también aspira a que con la apertura de este nuevo espacio se rompa el círculo vicioso de presentar en todas las salas disponibles el mismo espectáculo. Para ello mantendrán un mes en cartelera cada obra, y promete exclusividad para los estrenos. Mientras tanto, para que el público vaya conociendo el espacio, la obra de inauguración fue Show, que se estrenó el año pasado cerca de esta nueva sala, en la antigua sede de La Luna Casa y Arte. También desfilarán por sus tablas “Lázarooo”, “El volcán bajo los techos de París” y “Ángel de la guarda”. Las funciones estarán programadas los viernes y sábado a las 8:00 p.m., y los sábados y domingo a las 5:00 p.m.

Un nuevo canto para el teatro

Las recomendaciones técnicas del diseño del teatro Yulkuikat las dio el director de teatro Roberto Salomón, quien además pertenece a la Fundación Pablo Tesak. Las 175 butacas fueron donadas por la Universidad de Fordham, una universidad católica privada de la Compañía de Jesús en Estados Unidos. Foto: Fred Ramos.
Las recomendaciones técnicas del diseño del teatro Yulkuikat las dio el director de teatro Roberto Salomón, quien además pertenece a la Fundación Pablo Tesak. Las 175 butacas fueron donadas por la Universidad de Fordham, una universidad católica privada de la Compañía de Jesús en Estados Unidos. Foto: Fred Ramos.

Entre la comunidad artística, que El Salvador no cuente con educación artística certificada a nivel básico y superior representa una de las grandes deudas del Estado desde hace más de 25 años. Esta carencia se ha convertido, sin embargo, en la fortaleza principal de la Fundación Pablo Tesak, que se ha valido de la falta de instrucción en estas áreas para formar artistas por medio de la experiencia, sin reglas ni tecnicismos que coarten la creatividad.

Este modelo de educación experiencial lo ha puesto a prueba el sacerdote carmelita David Blanchard en el Centro Cultural de la Fundación Pablo Tesak, en Ciudad Delgado, en donde no dominar una técnica es tu mejor virtud. Este nuevo espacio decidieron bautizarlo como Yulkuikat, un glifo maya que se traduce en “El canto de mi corazón”.

El programa tiene como público objetivo a los niños y jóvenes entre 10 y 15 años, con la intención de que sus opciones pasen de mantenerse encerrados en su casa o formar parte de una pandilla, para unirse a un coro, una batucada, una compañía de teatro… La premisa es que todos tienen talento y que no hay mejor ambiente para explotarlo que uno libre de reglas. La junta directiva lo descubrió hace 4 años, y ahora quiere mostrárselo al país entero.

Para lograr su cometido, la fundación echó mano a un terreno sobre la carretera de oro, en el kilómetro 14 ½, que pasó de ser un zacatal a un complejo de tres salas. La bienvenida la da desde la carretera una escultura de bronce de monseñor Romero que invita a detenerse para observar la cartelera mural que invita y cuenta qué es lo que hay ahí. De la tríada de casas, la primera sirve como recepción y sala de reuniones; frente a ella, el centro de convivios, equipado con una cocina, mesas, sillas y un refrigerador; y por último la sala de teatro, la razón de que todo lo demás exista.

Entrar a esta sala de teatro es como ser absorbido a otra dimensión. En medio de la nada de la carretera, en un área de 22 metros de ancho por 21 metros de largo se extiende una arena de cortés blanco que se enfrenta con 172 butacas organizadas en graderías. Esta manzana que hasta marzo 2014 estaba abandonada, ahora, y 1 millón de dólares después, cuenta con las condiciones óptimas para producir teatro. Esta es la cualidad que más enorgullece al equipo, no en aras de jactarse por las comodidades con las que hacen su trabajo, sino porque están convencidos de que “una obra debe ser igual en su dignidad para los ricos como para los pobres”, explica el sacerdote y enfatiza en que si bien la sala está abierta a todo público, la prioridad de atención la tienen las comunidades aledañas de la zona: Soyapango, Cuscatancingo, Apopa.

La Fundación Pablo Tesak financia en un 99 % el proyecto, lo que permite que la entrada sea gratuita.

Como se trata de un teatro que no está regido por la instrucción técnica y dramatúrgica, el contenido de la cartelera está definido por los temas que interesa debatir con los habitantes de la zona. Así, por ejemplo, la lucha territorial de las pandillas, se tradujo en la obra de títeres gigantes “Mamá Mamut Tomayate”, y los distintos tipos de familia en El Salvador de hoy se guionizaron en una serie de ocho Sociodramas de realidad nacional que retoman roles generalmente ignorados al hablar de familia, como la madre soltera y el de familiares que pertenezcan a la comunidad LBGTI.

No depender del texto de un dramaturgo les ha permitido ponerse creativos. En “Las tentaciones de monseñor Romero”, el padre David Blanchard se permitió hacer una interpretación con títeres de la vida del obispo mártir basado en el “Asesinato en la catedral” del poeta inglés T.S. Elliot. De los 12 personajes que intervienen, solo 3 están basados en la vida real, el resto son resultado de la escuela de creatividad. El montaje está fechado para estrenarse en marzo en el teatro Yulkuikat, y La Casa Tomada está en conversaciones con el equipo de la Fundación para traerlo a su sala.

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