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“¿Revolución o Evolución?”: La disyuntiva histórica de El Salvador en 1960 según ACUS

Un año después de la Revolución Cubana, los miembros de la Acción Católica Universitaria Salvadoreña  examinaron en su publicación oficial el rol que debían desempeñar los intelectuales católicos en la solución de los acuciantes problemas sociales de El Salvador. 


Lunes, 2 de febrero de 2015
Selección e introducción por Joaquín M. Chávez *

Los editorialistas de Acción Católica Universitaria Salvadoreña (ACUS) ponderaban en 1960 la encrucijada histórica de El Salvador en el contexto de la nueva situación continental generada por la Revolución Cubana. Aunque curiosamente este texto omite una referencia directa a Cuba, es obvio que los líderes de ACUS, por lo general estudiantes universitarios conservadores de clase media, se planteaban discutir cuál era el rol de los intelectuales católicos en la solución de los acuciantes problemas sociales de El Salvador y la mayoría de países latinoamericanos a la sombra de la Revolución Cubana.

Este editorial sugiere que en la encrucijada entre “Revolución o Evolución” la Iglesia Católica se pronunciaba firmemente a favor de una revolución social no violenta. Después de criticar a los regímenes militares de la década de los cincuenta, los cuales a juicio de los editorialistas de ACUS, habían abandonado los principios de la llamada “Revolución del 48” y adoptado “directrices meramente evolutivas,” es decir un planteamiento desarrollista a la usanza de esa década, éstos tratan de definir su propio posicionamiento ante la “cuestión social” del país, invocando la doctrina social católica de la época. Tras hacer alusión  a la encíclica Rerum Novarum (Nuevos Tiempos) formulada por el Papa León XIII en 1891, la cual  consideraba al liberalismo y al Marxismo como dos manifestaciones del materialismo Occidental en conflicto con la teología católica, un planteamiento muy en boga entre los miembros de ACUS antes del Concilio Vaticano II (1962-1965), los editorialistas plantean que los Pontífices católicos habían exhortado frecuentemente a sus feligreses a “poner un pronto paro [al] lamentable estado de injusticia social” que prevalecía en la mayoría de “países subdesarrollados como el nuestro”. Inclusive el logro de “la vida eterna”, una aspiración espiritual fundamental para los católicos, no era posible, de acuerdo a los editorialistas de ACUS “mientras continua[ra] la explotación anti-cristiana del hombre por el hombre”. En tal sentido, la Iglesia Católica se planteaba promover cambios sociales profundos por medios pacíficos y legales. Rechazaba enfáticamente “la violencia, [el] genocidio, [el] atizamiento de pasiones, [el] estímulo de la lucha de clases, tal como lo propugna[ba] y practica[ba] el comunismo ateo”.

De esta forma, los editorialistas de ACUS deslindaban sus críticas al capitalismo liberal y su lucha por la justicia social de la visión filosófica y la política Marxistas. En este sentido declaran contundentemente: “La Iglesia quiere, pues una transformación absoluta de nuestras instituciones sociales y de los hombres que las integran. Y transformación completa e inmediata, es revolución”. Sin embargo, ACUS propugnaba una revolución que buscara “el bien común”, el cual solamente era posible bajo “el Imperio del Derecho”. Este documento ilustra claramente el pensamiento social católico, previo al Concilio Vaticano II, el cual replantearía de manera profunda el rol social de la Iglesia Católica en general y de los laicos en particular. La nueva teología católica cambiaría también de manera profunda el entendimiento de la “cuestión social” y de la responsabilidades sociales de los laicos entre los miembros de ACUS, posibilitaría un diálogo entre intelectuales católicos y marxistas a finales de los sesenta, un proceso que forjaría de múltiples formas la cultura política de la izquierda revolucionaria en El Salvador.      

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ACUS Pax Christi in Regno Christi Órgano de Divulgación de la Acción Católica Universitaria Salvadoreña, San Salvador, Febrero de 1960, Año III, No. 12, p.4.

Editorial

¿Revolución o Evolución?

En esos términos se ha planteado en el actual momento la solución a nuestro problema social.

Los políticos de la Revolución del 48 escogieron la primera respuesta, teóricamente, difundiendo con amplitud los 14 principios de la Revolución; sin embargo, parece que posteriormente difunden y defienden directrices meramente evolutivas. Se habla de obtener el desarrollo económico nacional a través de medidas de protección, estímulo y fomento de la iniciativa privada y no por medio de un intervencionismo estatal más enérgico, radical y fecundo.

En el Editorial del número anterior tratamos de ubicar el problema social en su fundamentación filosófica, netamente cristiana, llegando a la conclusión de que por las circunstancias históricas de nuestra época, en todos los órdenes de la vida y con más necesidad en el aspecto socio-económico, se impone ir de prisa, correr volando, en busca de soluciones totales y aplicarlas en forma inmediata. Los pueblos no están dispuestos a hacer largas esperas y responderán a los dirigentes políticos que primero ofrezcan las reivindicaciones sociales de que están urgidos. No importa quienes sean estos líderes ni si los ofrecimientos son sinceros o sólo pretenden explotar justos anhelos con fines totalitarios y opresores de las libertades individuales.

De allí la importancia de definir nuestra posición como católicos militantes, aunque llenos de imperfecciones, sin que nos importen los sinsabores e incomprensiones que ello represente. Por algo somos cristianos, cuyo signo común está representado por la Cruz del Calvario.

Se dice que la Doctrina Social de la Iglesia, tan poco difundida y estudiada en nuestro medio, es propugnadora vigorosa de seguir una línea evolutiva a fin de lograr la justicia social. Tal afirmación es falsa. Los últimos Pontífices han hablado con claridad meridiana a este respecto y en muchas ocasiones han condenado enérgicamente las tremendas injusticias sociales que el sistema del capitalismo liberal ha ocasionada; y ellos nos urgen a buscar una solución inmediata. Desde el siglo pasado, León XIII, además de advertir los peligros del sistema comunista, señaló con angustia la deshumanización a que nos ha conducido el régimen capitalista, tal como se lo practica, el cual no es sino una forma empírica del materialismo de la época, así como el marxismo es otra forma de materialismo, de carácter filosófico. “La hora 25” de Georghiu es un brillante testimonio de esta afirmación.

Y esas apreciaciones y denuncias de nuestros Papas los han conducido a dirigirnos a las católicos urgentes exhortaciones para que cumplamos con nuestro deber: poner pronto paro a ese lamentable estado de injusticia social, especialmente en los países subdesarrollados como el nuestro.

Entendámonos bien; la Iglesia quiere y exige que todos estemos en posibilidad de practicar el bien para obtener la vida eterna; y eso no es posible mientras continúe la explotación anti-cristiana del hombre por el hombre, que impide a grandes sectores del pueblo obtener los recursos materiales mínimos necesarios para poder realizar la virtud.

Lo que no quiere la Iglesia Católica es que se busque la desaparición de las tremendas desigualdades sociales por medio de la violencia, del genocidio, del atizamiento [sic] de las pasiones, del estímulo de la lucha de clases, tal como lo propugna y practica el comunismo ateo. Pero eso es distinto a considerar que la Iglesia sea abanderada de las soluciones de compromiso; Ella no desea que el vestido ya caduco del capitalismo liberal siga arropando a nuestros campesinos y obreros, poniéndosele de vez en cuando algunos remiendos para cubrir sus múltiples agujeros; Ella desea y pide un vestido completamente nuevo, que abrigue en forma total las necesidades elementales de la persona humana.

La Iglesia quiere, pues, una transformación absoluta de nuestras instituciones sociales y de los hombres que las integran. Y transformación completa e inmediata, es revolución.

Pero, la justicia no se consigue por medio de la injusticia; por eso, una revolución encaminada a obtener el bien común sólo se realiza bajo el imperio del Derecho. Y conviene recordar que el orden jurídico produce paz y armonía, aunque a veces se imponga contra la voluntad de los que se oponen a que exista una sociedad verdaderamente cristiana.  

Editorial ¿Revolución o Evolución? ACUS Pax Christi in Regno Christi Órgano de Divulgación de la Acción Católica Universitaria Salvadoreña, San Salvador, Febrero de 1960, Año III, No. 12, p.4.
Editorial ¿Revolución o Evolución? ACUS Pax Christi in Regno Christi Órgano de Divulgación de la Acción Católica Universitaria Salvadoreña, San Salvador, Febrero de 1960, Año III, No. 12, p.4.


* Joaquín M. Chávez obtuvo su doctorado de historia en New York University. Actualmente es profesor asistente en el Departamento de Historia de la University of Illinois at Chicago.

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