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Rodeados de fusiles, niños hondureños juegan en un parque ‘a prueba de pandilleros’

Bajo vigilancia de militares con fusiles de asalto, cientos de bulliciosos niños juegan en un parque de la capital de Honduras, mandado a construir por el Gobierno para prevenir el ingreso de los jóvenes a las violentas pandillas.


Miércoles, 21 de enero de 2015
Noé Leiva (AFP) / El Faro

Un soldado custodia el parque recreativo San José de la Vega, que el gobierno acaba de inaugurar en Tegucigalpa, y en el que está prohibido el ingreso de pandilleros. En los próximos meses barirá más espacios en otras ciudades afectadas por el fenómeno de las pandillas- Foto Orlando Sierra (AFP).
Un soldado custodia el parque recreativo San José de la Vega, que el gobierno acaba de inaugurar en Tegucigalpa, y en el que está prohibido el ingreso de pandilleros. En los próximos meses barirá más espacios en otras ciudades afectadas por el fenómeno de las pandillas- Foto Orlando Sierra (AFP).

Tegucigalpa, HONDURAS. Los niños corren, gritan y ríen, se suben a los columpios o se deslizan por los toboganes como otros niños en otros parques del mundo, pero este en particular está amurallado con un cerco de concreto y barrotes de hierro.

El Parque Recreativo San José de la Vega fue construido por el gobierno del presidente Juan Orlando Hernández en una barriada de clase media baja al suroeste de la capital, en el corazón de un territorio dominado por el Barrio18, una de las pandillas más temidas en Honduras y en todo Centroamérica.

La 18, la Mara Salvatrucha (MS-13) y otras de reciente creación como “El combo que no se deja” y “Los Chirizos”, flagelan a pobladores de áreas marginales de ciudades hondureñas.

“Se van a construir 20 parques en diferentes zonas de Honduras”, afirmó a la AFP Mariel Rivas, presidenta de la Fundación Convive, organizada por el gobierno de Hernández dentro de los planes de prevención de la violencia. “A fines de febrero se va a inaugurar el parque de Chamelecón”, añadió, en referencia a una colonia de San Pedro Sula, la segunda ciudad del país, situada a 240 kilómetros al norte de la capital, donde las pandillas han mantenido el control.

Oasis en medio de la violencia

El parque de San José de la Vega, que tiene senderos para bicicletas, una rampa de patinaje, dos canchas de básquet y fútbol rápido y máquinas de hacer ejercicio para adultos, entre otras atracciones, se extiende en una hectárea con zonas verdes adornadas por elevadas palmeras y florecidos árboles de mango.

En las afueras y el interior del parque, los militares cuidan a los niños de un ataque de los pandilleros y garantizan que nadie ingrese a la fuerza saltando la valla.

Más de 500 niños ingresan diariamente a las instalaciones. Los que van saliendo son relevados por otros que esperan frente al portón, organizados en largas filas.

“Bien hecho el parque... aquí los niños no pueden salir a jugar con tanto pícaro”, afirmó a la AFP un vecino de 80 años, que pidió no ser identificado, mientras vigilaba a sus tres nietos sentado en una banca de madera. “Uno no puede ni hablar... una señora de una pulpería (abasto) llamó a la policía por el 911; cuando la policía llegó, ya la habían matado a tiros los pandilleros”, añadió la mujer de avanzada edad que lo acompañaba.

Ambos coincidieron en que uno de los graves problemas que sufren en la barriada son las “casas locas” o destroyer, como llaman a las viviendas cuyos propietarios han sido desalojados y que son usadas por los pandilleros para descuartizar a sus víctimas.

Represión y prevención

La presidenta de la Fundación Convive explicó que los parques son construidos con fondos de la tasa de seguridad, un impuesto creado por el gobierno anterior como contribución exclusiva para el combate de la criminalidad y la prevención de la violencia.

El presidente Hernández, quien asumió el 27 de enero de 2014, ha prometido continuar los esfuerzos en ese sentido, para lo cual anunció una estrategia.

En las fronteras y en ambas costas marítimas, el gobierno instaló los escudos “aéreos”, “marítimo” y “terrestre”, que consisten en despliegues de militares bien equipados, con apoyo de la agencia antidrogas de Estados Unidos, para combatir a los narcotraficantes. También empezó operativos policiales y programas de prevención de violencia en las barriadas.

Según Hernández, los capos que trafican droga desde Sudamérica hacia el mercado en Estados Unidos causan siete de cada diez muertos en su país, pero proclama que logró en su primer año de gobierno una significativa reducción en su tasa de homicidios, para situarse en 66 por cada 100,000 habitantes en 2014.

El Salvador le pisa los talones, con 62 homicidios por cada 100,000 habitantes.

© Agence France-Presse

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