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Futuro incierto para las corridas de toros ante la creciente apatía de los colombianos

En Duitama, cerca de Bogotá, una plaza de toros se ofrece como alternativa al célebre coso de La Santamaría, cerrado por el alcalde capitalino en su cruzada contra el maltrato animal, pero la escasez de público muestra que la fiesta brava está en crisis en Colombia.


Sábado, 17 de enero de 2015
Carlos Rodríguez (AFP) / El Faro

El matador colombiano Luis Bolivar mata a un toro en la plaza César Rincó, ubicada en Duitama, a unos 170 kilómetros de la capital, Bogotá, donde esta práctica se ha prohibido. Foto Guillermo Legaria (AFP).
El matador colombiano Luis Bolivar mata a un toro en la plaza César Rincó, ubicada en Duitama, a unos 170 kilómetros de la capital, Bogotá, donde esta práctica se ha prohibido. Foto Guillermo Legaria (AFP).

Bogotá, COLOMBIA. “Tenemos tiempos difíciles”, dice el exmatador colombiano Nelson Segura, organizador de las corridas en una pequeña ciudad andina llamada Duitama, no muy lejos de la capital, Bogotá, donde la municipalidad las prohibió. “Se ha creado una mala imagen del espectáculo”, agrega con voz de resignación.

Una estatua en la que el legendario torero colombiano César Rincón es alzado en hombros por los aficionados engalana la entrada de la plaza que lleva su nombre y recuerda que la lidia vivió mejores épocas en Colombia.

Legado de la conquista española, la tauromaquia llegó a Latinoamérica en el siglo XVI y, aunque muy cuestionada actualmente por los defensores del bienestar animal, mantiene su arraigo en México, Perú, Colombia, Venezuela, Ecuador y Costa Rica.

En Colombia, donde hay unas 300 corridas anuales, unos 70 escenarios fijos tienen su auge en la temporada taurina de cada fin y comienzo de año. Medellín, Cali y Manizales son los principales exponentes después de que los pasadobles y olés dejaran de sonar en Bogotá en 2012, tras la decisión del alcalde izquierdista Gustavo Petro de revocar unilateralmente el contrato a la corporación que organizaba el espectáculo.

Aunque la Corte Constitucional, garante de la Carta Magna, suspendió la medida en septiembre de 2014, aduciendo que los mandatarios locales no tienen competencia para abolir tradiciones culturales, Petro dijo que el imponente edificio patrimonial de La Santamaría no estaba apto estructuralmente para recibir público, con lo cual tampoco abrió sus puertas este diciembre y enero.

Rodeada de calles polvorientas y con capacidad para unos 5,500 espectadores, la plaza de Duitama es el destino de la Ruta del Toro, que por 160,000 pesos (unos 70 dólares) ofrece transporte y entrada a los aficionados que recorran por el día los 170 kilómetros que la separan de Bogotá. Sin embargo, sus tribunas no se llenan.

“Es muy linda, muy bonita, pero dista mucho de La Santamaría”, señala Jorge Dueñas, un empresario bogotano, junto a sus dos hijos.

Una fiesta “menos sangrienta”

El restablecimiento de la autorización de las corridas en Bogotá, donde se concentra la mayor cantidad de amantes de los toros en Colombia, fue un duro golpe para los antitaurinos, para quienes la lidia es una manifestación cultural sangrienta que se debe prohibir.

“La tauromaquia es uno de los espectáculos más decadentes, donde es evidente la explotación injusta y cruel del animal”, dice Andrea Padilla, vocera de la fundación internacional Anima Naturalis, al enfatizar que gracias al compromiso del alcalde Petro, Bogotá se ha vuelto un ícono de la defensa de los derechos de los animales.

Pero más allá de la sentencia de la Corte Constitucional, dictada en aras del “derecho a la libertad de expresión artística”, la merma de asistentes a las corridas y la creciente oposición de buena parte de la sociedad ha hecho que muchos taurinos comiencen a pesar en “alternativas” para modernizar el espectáculo y captar nuevos adeptos.

“Sabemos que de pronto tendremos que reglamentar la fiesta, hacerla un poco menos sangrienta, y estamos en aras de reformar porque especie que no evoluciona, se extingue. Estamos en un momento de crisis, pero de las grandes crisis vienen las soluciones”, señala Segura a la entrada de la plaza César Rincón.

Tras una sensacional tarde en la que indultó a un toro, y aún vistiendo su traje de luces lila, el diestro Iván Fandiño llama “a seguir levantando la afición” con miniferias como la de Duitama. “Todos aspiramos a vivir en una democracia y eso quiere decir basta de prohibiciones”, subraya este vasco de 34 años, con fuerte acento de su Orduña natal.

Para el periodista taurino Guillermo Rodríguez, los opositores a esta práctica no entienden el arte que hay detrás. “El día en que desaparezcan las corridas desaparecerá un animal extraordinario que es el toro de lidia, que ha sido construido por el hombre desde hace 300 años”, sostiene en el callejón de la plaza de Duitama, desde donde relataba el espectáculo.

© Agence France-Presse

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