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Acción Católica, el Concilio Vaticano II y el Surgimiento de la Nueva Izquierda en El Salvador (1950-1975)

Las actividades de Acción Católica en la Universidad de El Salvador fueron un elemento de gran importancia en la evolución de la izquierda salvadoreña. Joaquín Chávez examina los roles que los intelectuales de Acción Católica jugaron en la fundación de la Nueva Izquierda en El Salvador. Este trabajo es parte de un estudio más amplio que examina la historia social de grupos intelectuales en los años sesentas y setentas en El Salvador.


Lunes, 12 de enero de 2015
Joaquín M. Chávez*

En 1958 Roque Dalton, un joven poeta afiliado al Partido Comunista de El Salvador (PCS), ganó el primer lugar en un concurso de poesía en la Universidad de El Salvador. Pocos días después, miembros de Acción Católica Universitaria Salvadoreña, una organización estudiantil conocida como ACUS o simplemente Acción Católica, publicaron una crítica demoledora pero deficientemente escrita contra Dalton. El escritor anónimo del artículo intitulado “Bajo el Imperio de la Vulgaridad” aprovechó la oportunidad para convertir su disgusto con el poema escrito por Dalton en una diatriba contra la figura política de Dalton. Las crudas alusiones de Dalton sobre doble raseros en la moral sexual de los sacerdotes y sus comentarios acerca de la práctica Católica del ayuno irritaron particularmente a los líderes de ACUS. Al cabo de un mes, ACUS publicó una contestación escrita por Dalton, la cual incluía fragmentos del controversial poema. En su réplica, Dalton afirmó que ACUS esquivó debates sobre temas políticos y estéticos substanciales mediante el uso de “insultos, opiniones rápidas y fáciles y un encasillamiento rudo que cierra toda forma de comprensión intelectual.”

Lo llamativo de este episodio entre los intelectuales de ACUS y Dalton —quienes eran más o menos de la misma edad y provenían de ámbitos sociales y educativos similares— es el marcado contraste entre sus sensibilidades estéticas y políticas. Pero algo aún más importante: este intercambio muestra que los líderes de ACUS tomaban muy en serio su autoimpuesto papel de árbitros y defensores de “la decencia” y “el honor” en la vida universitaria. Las publicaciones de ACUS con frecuencia advertían sobre la amenaza planteada por una emergente “moral materialista en diferentes órdenes de la vida” y hacían llamados a los Católicos para que “protegieran su fe contra los prejuicios [anticatólicos] hábilmente promovidos” por los marxistas. Aunque ACUS es una organización virtualmente desconocida fuera de los círculos de la Iglesia Católica en El Salvador, ésta tuvo un fuerte impacto en la historia política del país. Algunos de sus miembros fundaron el Partido Demócrata Cristiano (PDC) en 1960 y, más tarde, al inicio de los 1970, dos organizaciones insurgentes fundadoras del FMLN: el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y las Fuerzas Populares de Liberación (FPL Farabundo Martí).

Este artículo examina los roles que los intelectuales de Acción Católica jugaron en la fundación de la Nueva Izquierda en El Salvador. El término “Nueva Izquierda,” en este contexto, denota una serie de movimientos sociales emergentes y partidos políticos que jugaron un papel fundamental en las movilizaciones de los 60 y 70, algunos de los cuales condujeron a la formación de organizaciones insurgentes tales como el ERP y las FPL. Líderes de dichos movimientos sociales, intelectuales Católicos y disidentes del Partido Comunista y de la Democracia Cristiana se convirtieron en figuras claves de la Nueva Izquierda. El concepto “Nueva Izquierda” es particularmente útil para distinguir dicha generación de activistas e intelectuales, de aquellos afiliados al PCS, quienes por lo general participaron en política electoral hasta 1977.

Se trata de ponderar cómo y por qué los miembros de Acción Católica adoptaron enfoques innovadores en cuanto a religión y política, los cuales constituyeron una ruptura con una tradición Católica conservadora de larga data en El Salvador. La radicalización de los jóvenes intelectuales de Acción Católica fue un resultado inesperado de las cataclísmicas transformaciones teológicas experimentadas por la Iglesia Católica en los 60. Desde un punto de vista institucional, estas transformaciones intentaban preservar la tradicional influencia de la Iglesia Católica en Latinoamérica. Sin embargo, estas posibilitaron la convergencia entre intelectuales Católicos y miembros de movimientos revolucionarios que propugnaban una transformación estructural del capitalismo. Los intelectuales Católicos asimilaron —con frecuencia sin sentido crítico— la nueva teología de la Iglesia Católica formulada por el Concilio Vaticano II (1962-1965) y la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (CELAM) llevada a cabo en 1968, la cual estudiaron a través de procesos pedagógicos altamente planificados en un tiempo de cambios políticos e institucionales que marcarían una época.

Estos cambios incluyen la creciente polarización de la sociedad y de la política salvadoreñas en el contexto de la Guerra Fría de los sesentas, una reforma importante en la Universidad de El Salvador entre 1963 y 1967 y las movilizaciones de estudiantes en los Estados Unidos, Francia, México y otros países. Este nuevo liderazgo teológico de la Iglesia Católica planteó una crítica radical a los principios y la ideología fundamentales del capitalismo liberal, al pasado colonial y a las “nuevas formas de colonialismo” como dice Christian Smith. También socavó tradicionales actitudes Católicas antimarxistas y legitimó el uso de la violencia revolucionaria en contra de la tiranía, aludiendo a la doctrina Cristiana de “La Guerra Justa”. Estas nociones teológicas fueron fuentes de inspiración cruciales para los jóvenes intelectuales de Acción Católica, quienes crearon la insurgencia de La Nueva Izquierda al inicio de los 1970.

La cambiante mentalidad política y religiosa de este grupo fue también influenciada por lo que Michael Löwy denomina “la afinidad negativa” entre “la ética Católica y el capitalismo”. El “Catolicismo anticapitalista” podría tener raíces en “la identificación ética y religiosa de Cristo con los pobres” y en tradiciones comunitarias en la historia de la Iglesia Católica. En el tiempo del Concilio Vaticano II y en los años siguientes, Acción Católica Universitaria Salvadoreña encarnó cada vez más un ética anticapitalista. Esta emergente cultura anticapitalista influenció los crecientes intercambios entre estudiantes y académicos Católicos y marxistas en la Universidad de El Salvador, instituciones Católicas y partidos políticos. Esta confluencia entre intelectuales Católicos y marxistas, que inició a mediados de los 1960s, marcó las culturas políticas de la Nueva Izquierda antes del surgimiento de la Teología de la Liberación.

Los roles que los Católicos jugaron en las movilizaciones de los 70 y 80 en El Salvador han sido ampliamente analizados. Los estudios sobre el Catolicismo progresista en El Salvador se han enfocado en figuras destacadas tales como el arzobispo Óscar Arnulfo Romero; sacerdotes como José Inocencio Alas, Rutilio Grande y Miguel Ventura; los académicos Jesuitas de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA); las Comunidades Cristianas de Base (CBCs) y más recientemente en El Castaño, un centro educativo que formó a catequistas campesinos quienes se integraron a la insurgencia del ERP en Morazán. Pero a pesar de la ubicuidad de los intelectuales de Acción Católica en la formación de la Nueva Izquierda, sus múltiples contribuciones a estos movimientos raramente han sido consideradas en la literatura académica.

Los decretos del Concilio Vaticano II cambiaron de manera fundamental “el entendimiento de los Católicos sobre sí mismos, como hombres y mujeres dentro de la Iglesia y en relación con la sociedad en general”. En el caso de El Salvador, los investigadores han examinado el impacto del Concilio Vaticano II en el trabajo pastoral dirigido por la archidiócesis de San Salvador y sus repercusiones dentro de la jerarquía Católica y entre intelectuales Católicos notables como el sacerdote Jesuita Ignacio Ellacuría. El sociólogo Juan Ramón Vega asegura que una reforma de la Iglesia dirigida por el arzobispo de San Salvador Luis Chávez y González en los cincuenta de hecho precedió al Concilio. Los decretos del Concilio ratificaron la reforma encabezada por Chávez y González y le alentaron a diseminar los documentos del Concilio entre laicos, sacerdotes y monjas. El arzobispo también escribió varias cartas pastorales inspiradas en el trabajo del Concilio, en particular, “Sobre la Responsabilidad de los Laicos en el Ordenamiento de lo Temporal” emitida el 6 de agosto 1966, la cual impactó la opinión pública en el país por varios meses y generó una fuerte reacción de las élites salvadoreñas.

Los intelectuales de Acción Católica quienes formaron la Nueva Izquierda, al igual que muchos sectores de la Iglesia Católica salvadoreña, experimentaron transformaciones ideológicas cruciales en este periodo en la medida que examinaban los documentos del Concilio e interiorizaban cada vez más los retos personales y colectivos implícitos en sus conclusiones. ACUS y otros grupos de Acción Católica encarnaron la teología socialmente comprometida del Concilio, rompiendo con el Catolicismo ritualista y conservador que prevalecía en El Salvador en los sesenta.

La historia de El Salvador durante la Guerra Fría de los sesenta estaba relativamente inexplorada hasta hace poco. Los investigadores que escriben sobre los orígenes del conflicto armado han examinado este período de paso. Ofrecen narrativas similares sobre el fracaso del programa de la Alianza para el Progreso (ALPRO) en El Salvador, el cual fue implementado por los gobiernos de los presidentes Julio A. Rivera (1962-1967) y Fidel Sánchez Hernández (1967-1972) y el Partido de Conciliación Nacional (PCN) —el partido oficial— para transformar la estructura socioeconómica altamente polarizada del país y llevar a cabo reformas democráticas. Según Walter LaFeber , El Salvador se convirtió en “el orgullo de la Alianza [para el Progreso]” en los sesenta. “[Los presidentes] Kennedy y Johnson se aseguraron que [El Salvador] recibiera más fondos de la Alianza ($63 millones entre 1962 y 1965) que cualquier otro país centroamericano”. En 1964, observa LaFeber, la CIA calificó al país como “una de las repúblicas más estables y progresistas del hemisferio”. Durante la administración del Presidente Rivera los Estados Unidos se convirtieron por primera vez en protagonistas de la política salvadoreña a través de la ejecución del programa ALPRO, el cual intentaba contener la influencia de la Revolución Cubana en Centroamérica mediante una combinación de modernización, liberalización política limitada y contrainsurgencia.

Más al grano, ALPRO en El Salvador promovió una reestructuración económica que incluía procesos de industrialización así como también reformas laborales y educativas. Políticamente, intentaba crear una “tercera vía” alternativa entre la revolución marxista y la dictadura derechista, la cual requería la legalización de partidos de oposición como el PDC y la introducción de la representatividad proporcional en la Asamblea Legislativa. La influencia de ALPRO fue combinada con la expansión del aparato de seguridad estatal a través de la formación de la Organización Democrática Nacionalista (ORDEN), una inmensa red paramilitar y la Agencia Nacional de Seguridad Salvadoreña (ANSESAL), un servicio de inteligencia centralizado.

Portada de ACUS Pax Christi in Regno Christi Órgano de Divulgación de la Acción Católica Universitaria Salvadoreña , San Salvador, 30 de Septiembre de 1958, Año I No. 4.
Portada de ACUS Pax Christi in Regno Christi Órgano de Divulgación de la Acción Católica Universitaria Salvadoreña , San Salvador, 30 de Septiembre de 1958, Año I No. 4.

En los 60, El Salvador experimentó una rápida industrialización y altos niveles de crecimiento económico, convirtiéndose en un protagonista del Mercado Común Centroamericano (MCCA), creado bajo los auspicios del ALPRO. Sin embargo, a finales de la década el poder de la oligarquía terrateniente que tradicionalmente había dominado la economía y la política salvadoreña permanecía intacto. Mientras las élites salvadoreñas acumulaban masivos capitales en la época de ALPRO, aumentaba el hambre en el campo, a medida que, según LaFeber, “los oligarcas desplazaban a los campesinos y a los inquilinos de sus parcelas para obtener nuevas tierras” en sus esfuerzos por expandir la floreciente producción del azúcar en los sesentas. “Para 1969, 300.000 salvadoreños —uno de cada ocho ciudadanos— habían huido de esta nación ‘modelo’ de la Alianza para buscar comida y trabajo en el vecino país de Honduras” dice LaFeber.

La liberalización política implementada por el Presidente Rivera desde el 1962 llegó a su fin durante el represivo gobierno del presidente Arturo A. Molina (1972-1977) mientras el país se hundía en una profunda crisis socioeconómica y política después de la breve pero devastadora guerra entre El Salvador y Honduras en julio de 1969. Esta guerra generó casi 100,000 refugiados salvadoreños y provocó el colapso del MCCA. El legado más duradero de la era del ALPRO fue la creación de un estado contrainsurgente que abarcaba la ANSESAL, el ejército, las fuerzas de seguridad, ORDEN y grupos armados ilegales (“escuadrones de la muerte”) como La Mano Blanca, que reprimieron despiadadamente a los movimientos sociales emergentes y los partidos de oposición durante los 1960 y 1970.

Los autores LaFeber, Dunkerley, Montgomery y Rabe coinciden en que en última instancia ALPRO fracasó en transformar la extremadamente polarizada sociedad agraria y en promover reformas democráticas en El Salvador. LaFeber escribió un párrafo lapidario que resume esta perspectiva: “La década de la Alianza finalizó en El Salvador mientras la década de la revolución iniciaba. El país que Johnson consideraba como ‘el modelo’ para la Alianza se convirtió en un modelo para las violentas revoluciones centroamericanas”. Recientemente, Héctor Lindo Fuentes y Erik Ching han estudiado las ramificaciones de la modernización y las teorías del desarrollo en la reforma educativa llevada a cabo por los gobiernos del PCN, cuestionando valoraciones previas sobre el estado salvadoreño en los sesentas y setentas que pintaban a las élites gobernantes y a los militares de alto rango como un bloque represivo y cuasi monolítico que simplemente replicaba el anticomunismo estadounidense de la Guerra Fría.

Los investigadores que escriben sobre el surgimiento de la insurgencia de la Nueva Izquierda en El Salvador con frecuencia privilegian los papeles que jugaron los disidentes comunistas y demócrata cristianos en este proceso. Dunkerley y Montgomery atribuyen la creación de la Nueva Izquierda a las crisis internas del PDC y el PCS a finales de los sesenta. Ambos partidos no lograron convencer a la juventud radicalizada que constituía sus bases para que continuaran su participación en la política electoral a pesar de los recurrentes fraudes electorales y la intensificación del terror de estado impulsado por los gobiernos del PCN. Wickham-Crowley, Montgomery, Byrne y Grenier, han enfatizado el papel de Salvador Cayetano Carpio y otros exdirigentes comunistas quienes crearon las FPL y atribuyen el establecimiento del ERP a disidentes de la juventud del Partido Comunista y a jóvenes demócrata cristianos quienes fundaron El Grupo, una célula guerrillera, y luego el ERP.

Desligándose un poco de esta narrativa, Grenier afirma que la mayoría de investigadores que se especializan en este tema han pasado por alto las contribuciones de la clase media Católica politizada (en particular, a los estudiantes de la UCA y del Externado San José, una escuela secundaria Jesuita en San Salvador) y las de “varias organizaciones Católicas de jóvenes y laicos” en “el surgimiento y desarrollo de la insurgencia”. McClintock comparte las opiniones acerca de los orígenes de la insurgencia de la Nueva Izquierda formuladas por la mayoría de especialistas en el tema pero agrega que “en relación a los líderes de las FPL, los fundadores del ERP eran más jóvenes, más de clase media y usualmente habían estado afiliados previamente al Partido Demócrata Cristiano y no al PCS”.

En los últimos años, los historiadores han mostrado un interés renovado en la trayectoria de la Nueva Izquierda Latinoamericana. Eric Zolov, por ejemplo, aboga por una definición más amplia de la noción de “La Nueva Izquierda”, una que incluye no solamente a las insurgencias de la Nueva Izquierda de los sesenta sino también a las confluencias eclécticas de organizaciones estudiantiles, grupos políticos y movimientos contraculturales—particularmente de los rockeros latinoamericanos (jóvenes influenciados por la cultura del rock), quienes plantearon un desafío radical no-violento a las convenciones sociales y políticas. Hasta cierto punto, las sensibilidades contraculturales de los sesentas también nutrieron el surgimiento de la Nueva Izquierda en El Salvador en la medida que poetas, pintores, actores y músicos que participaron en el activismo social o impulsaron una estética de vanguardia se sumaban a este movimiento.

Grupos literarios tales como La Generación Comprometida y La Masacuata tuvieron una resonancia particularmente fuerte en la formación de la Nueva Izquierda. Sin embargo, este articulo plantea que la contribución fundamental del Catolicismo social a la formación de la Nueva Izquierda en el país ha sido subestimada en la literatura existente. Este estudio examina las porosas fronteras entre el Catolicismo social, la cultura juvenil, los movimientos sociales y las insurgencias en los sesentas y setentas.

La Revolución Cubana, la Democracia Cristiana, y las crisis de la Guerra Fría en El Salvador influenciaron especialmente la politización de los intelectuales de Acción Católica en los sesenta. Desde inicios de esa década, dichos intelectuales acusaron a Fidel Castro de promover un anticlericalismo violento en Cuba y contribuyeron a la formación del PDC como el principal partido de oposición, al cual concebían como una alternativa reformista a la revolución social en El Salvador. En la medida que se intensificaba la turbulencia política en el país a finales de los sesentas, miembros de ACUS y de su organización hermana, la Juventud Estudiantil Católica (JEC), inspirados por la nueva teología Católica y las sensibilidades contraculturales de ese periodo, se unieron a los movimientos estudiantiles en la universidad. A diferencia de las narrativas prevalecientes sobre los orígenes de la insurgencia de la Nueva Izquierda en El Salvador, este artículo sostiene que buena parte de los fundadores del ERP y de las FPL fueron de hecho miembros de un generación de estudiantes de clase media afiliados a Acción Católica.

Aunque los líderes y activistas disidentes del Partido Comunista jugaron un papel importante en la creación de estos movimientos, ellos constituyeron una pequeña minoría en las filas de las primeras organizaciones guerrilleras. En el caso de las FPL, por ejemplo, pocos disidentes comunistas aparte de Carpio permanecieron activos durante los setentas. En cambio, este estudio sugiere que una generación precoz de estudiantes universitarios afiliados a Acción Católica, quienes alcanzaron la mayoría de edad entre 1967 y 1972, constituyeron la masa crítica de la naciente insurgencia de la Nueva Izquierda. Este grupo constituyó una “generación de ruptura” que sostuvo una lucha frontal de largo plazo contra el régimen autoritario.

Aunque la mayoría de miembros de esta generación provenía de familias Católicas conservadoras y de ámbitos educacionales de esta misma índole, sus radicalismos fueron influenciados por el crecimiento de los movimientos sociales en El Salvador y el clima general de rebelión contra el capitalismo y el colonialismo de finales de los sesenta. Dicha generación lideró un movimiento estudiantil que destacó por su práctica sin precedentes de democracia directa en la universidad; creó múltiples conexiones con movimientos similares en Centroamérica, México, Francia, España y otros países; cuestionó la hegemonía del Partido Comunista en la política universitaria; y enfrentó al régimen oligárquico-militar a través de su activismo radical. Miembros de esta generación también participaron en procesos pedagógicos promovidos por la Iglesia Católica, los cuales facilitaron las primeras interacciones entre dirigentes campesinos y estudiantes universitarios; estas a su vez permitieron la expansión de las insurgencias de la Nueva Izquierda a las áreas rurales.

A diferencia de las generaciones previas de intelectuales de ACUS, quienes usualmente estaban afiliados con el PDC y consideraban el ascenso social compatible con el activismo social y la política reformista, los jóvenes de Acción Católica de finales de los sesenta se convirtieron en la primera generación de “revolucionarios profesionales” que emergió de las filas de la clase media Católica salvadoreña. Miembros de esta generación asumieron plenamente vidas revolucionarias en el contexto de las crecientes confrontaciones entre los movimientos sociales, los partidos de oposición y el estado, en el apogeo de la Guerra Fría en Latinoamérica.

Este artículo pondera la sinuosa transformación de ACUS de una organización estudiantil conservadora en los años cincuenta en la cuna de la insurgencia de la Nueva Izquierda a finales de los sesenta. La primera sección examina el surgimiento de la Acción Católica entre 1949 y 1962, su peculiar anticomunismo de la Guerra Fría y los roles que jugaron algunos de sus afiliados en la formación del PDC. La segunda examina los cambios teológicos y políticos experimentados por los intelectuales de Acción Católica en el tiempo del Concilio Vaticano II. La tercera explora la creación de la Nueva Izquierda en el contexto de la reforma universitaria y el surgimiento de los movimientos contraculturales entre 1963 y 1972. La cuarta y última sección traza brevemente los intentos de los insurgentes por invocar la doctrina cristiana de la “Guerra Justa” para formar alianzas con comunidades campesinas Católicas, alianzas que constituyeron el bastión de la insurgencia en los setentas y durante la guerra civil.

 

Este es un fragmento del artículo “Catholic Action, The Second Vatican Council, and the Emergence of the New Left in El Salvador, (1950- 1975)” Special Issue: Latin America in the Global Sixties, Eric Zolov, Editor, The Americas A Quarterly Review of Latin American History, Enero 2014. Publicado con la autorización de The Americas. Traducción al Español por Nicola Chávez-Courtright.

 

*Joaquín M. Chávez obtuvo su doctorado de historia en New York University. Actualmente es profesor asistente en el Departamento de Historia de la University of Illinois at Chicago.

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