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Lago Yojoa: una joya natural bajo presiones intensas

El lago Yojoa, la principal reserva de agua dulce de Honduras y uno de sus más imponentes escenarios naturales, enfrenta crecientes amenazas derivadas de la urbanización, la agricultura intensiva y un desarrollo improvisado del turismo, advirtieron sus defensores.


Sábado, 8 de noviembre de 2014
Noé Leiva (AFP) / El Faro

Un bote con turistas navega sobre las aguas del lago Yojoa, uno de los atractivos turísticos naturales de Honduras. Foto Orlando Sierra (AFP).
Un bote con turistas navega sobre las aguas del lago Yojoa, uno de los atractivos turísticos naturales de Honduras. Foto Orlando Sierra (AFP).

Lago Yojoa, HONDURAS. El majestuoso espejo líquido de 88 kilómetros cuadrados, rodeado de montañas, ha venido perdiendo profundidad, al menos cuatro de sus 28 metros durante las últimas tres décadas, dijo a la AFP el secretario ejecutivo de la Asociación de Municipios de Protección del Lago de Yojoa (Amuprolago), Alexis Oliva.

Este fenómeno tiene que ver con la sedimentación de las montañas circundantes, que se ha ido incrementado debido a las malas prácticas agrícolas, favorecida además por el hecho de que el lago tiene la forma de una caldera.

Según los científicos, el lago Yojoa, ubicado 160 kilómetros al norte de Tegucigalpa, se formó hace miles de años por una explosión volcánica: a sus orillas aún duermen los cerros Babilonia y Campaña con sendos cráteres que dan cuenta de su origen.

En 2005, la ONU declaró el lago como humedal de interés internacional, lo cual significa que tanto la reserva de agua como el ecosistema a que da origen deberían estar bajo celosa protección del Estado hondureño, pero esto no ocurre.

La cuenca del Yojoa, de 43,000 hectáreas, se extiende por tres departamentos: Comayagua, Santa Bárbara y Cortés y recibe la presión de ciudades como Santa Cruz de Yojoa, Las Vegas y San Francisco de Yojoa, con una población conjunta de unos 130,000 habitantes, sin contar las de otras comunidades menores.

Expansión agrícola y turismo

Navegar con música de marimba sobre aguas cristalinas, rodeado de verdes montañas coronadas por la bruma, es una de las experiencias inolvidables que el lago ofrece a sus visitantes.

Los recorridos llevan al turista hasta el filo de los peñascos de roca caliza que se levantan desde la orilla misma del agua y en cuyas laderas habitan aves como los gavilanes caracoleros, las garzas blancas y morenas y los martín pescador.

Las montañas albergan unas 800 especies de plantas (el 10% de toda la flora de Honduras); 407 especies de aves (el 55% del total del país), 54 de mamíferos y 72 de reptiles (23 y 43% del total, respectivamente).

Pero el turista común poco o nada sospecha de las amenazas que se ciernen sobre toda esta imponente belleza natural.

Víctor Ortiz, oficial de turismo de Amuprolago, explicó a AFP que esa presión poblacional y agrícola ha venido en aumento y con ello se ha acelerado la sedimentación. De no detenerse el proceso, la profundidad del lago seguirá disminuyendo, con un impacto ambiental desastroso para Honduras, pues se estaría perdiendo su principal reserva de agua y una de las más grandes de Centroamérica.

Los cultivos de piñas, granos básicos y la ganadería han ido ganando terreno a la cobertura boscosa y “en los últimos meses ha surgido una nueva amenaza: los cultivos de palma africana para la exportación de aceite” que han proliferado en los alrededores, lamentó Oliva.

El mismo turismo ejerce una influencia cada vez más devastadora. En las riberas del lago, a lo largo de la carretera que une la capital con San Pedro Sula –segunda ciudad en importancia del país– funcionan 72 restaurantes, cuyo platillo por excelencia es el pescado frito, lo que significa una sobre explotación del recurso pesquero difícil de manejar.

Otro de los grandes daños lo causa una hidroeléctrica estatal que extrae 24 metros cúbicos de agua por segundo para generar 109 megavatios/hora. La gran presión que experimenta la cuenca del Yojoa ha hecho mermar en un 50% los 5.000 mm por metros cúbicos que caía de lluvia al año en la última década.

Amuprolago, según Oliva, tiene como misión mitigar los daños al ecosistema para intentar salvar al lago de un desastre.

La organización trabaja en proyectos de reforestación con especies maderables como caoba y cedro e intenta contener la depredación que, en general, sufren los recursos naturales de la zona.

© Agence France-Presse

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