El Ágora /

Del plural en náhuat y náhuatl. Categoría universal y tipología lingüista

En esta cuarta entrega, el lingüista y académico Rafael Lara Martínez explica las maneras varias de establecer el plural de los más diversos sustantivos en el náhuat-pipil y el náhuatl-mexicano. Explica también la diferencia entre estas lenguas indígenas y la indoeuropeas, que tienden a aplicar el plural a entidades sino humanas, al menos animadas, ante todo en su sentido reverencial.


Lunes, 24 de noviembre de 2014
Rafael Lara Martínez*

'…un simbólico espejo del universo.'   —J. L. Borges

0. El problema
Un acuerdo fundamental entre las gramáticas del náhuatl-mexicano y del náhuat-pipil lo expresa el problema de traducir la categoría del plural a ambas lenguas. Si para el primer idioma se afirma que consiste en “la única verdadera dificultad morfológica” (Launay, Introducción, 28), para el segundo, “la pluralización de los sustantivos es algo complicado” (Campbell, The Pipil, 51). Ambas gramáticas citan no una, sino varias maneras de establecer el plural de los más diversos sustantivos. Parecería que resulta difícil y complicado traducir una de las categorías más elementales de las lenguas indo-europeas a dos idiomas indígenas.

Para resumir las conclusiones de Campbell (51-53), el náhuat-pipil poseería siete formas morfológicas distintas de expresar la idea de plural. Pese a una visión del mundo más equilibrada que la occidental entre el ser humano y el entorno, los dos primeros plurales, -ket y -met, se aplica sólo a los “humanos”: ukich-ket, “varones”; pipil-met, “muchachos” (pero tijlan-met, “gallinas”, J. Todd, Notas, 34). Si los textos antiguos ofrecen netos ejemplos de una antropomorfización de ciertas entidades naturales, es un asunto que queda pendiente. Las “estrellas (citlãlin; cîcitlãltin, Molina, 23 y Launay, 30)” y “montañas (tepetl; tetepê, “sierra(s)”, Molina, 102 y 107)”, etc. se perciben como entes con vida propia y, por tanto, pluralizadas acorde a su rango (sijsiital, tejtepe(e)t, Arauz, El pipil, 70; ídem. Schultze-Jena, Mitos y Campbell).

El tercer procedimiento —el sufijo –wan— reconfirma la prioridad de lo humano al restringirse a “unos cuantos términos de parentesco” que siempre se hallan en forma poseída: -pila-wan, “hijos, muchachos”. Las dos formas siguientes insisten en la primacía de lo humano. Se trata del plural de los sufijos diminutivos y reverenciales –tsi(n)tsin y -pi(l)pil los cuales, de nuevo, tienden a aplicársele a entidades sino humanas, al menos animadas, ante todo en su sentido reverencial: pipil-(tsi)tsin, “honorable niñito”; siwaa-(pi)pil, “muchachas”, pero tijlan-chichin, “polluelos”. Por esta clara tendencia de los cinco primeros plurales resulta evidente que una oposición semántica y cultural —humano (animado) vs. no-humano (inanimado)— motiva la pluralización de los sustantivos. La diversidad morfológica poseería una unidad de contenido, dada la jerarquía gramatical que privilegia lo humano o lo animado. El plural no sólo asigna el número, sino le atribuye una clase a la entidad nombrada. Al multiplicar un ente, el plural lo reclasifica.

La gramática de L. Schultze-Jena anticipa esta conclusión al verificar el rango jerárquico en el empleo del plural, atributo esencial de la persona humana: -ket y -met, para los humanos; -tin/-chin/-pil, diminutivos/reverenciales reduplicados. No en vano, P. Arauz transcribe oraciones que le delegan el plural al número que antecede el sustantivo, incluso para partes del cuerpo y para animales: naawi tuuchti wan yey ayuutuch, “cuatro conejo(s) y tres armadillo(s)” (49), tal cual en la lengua clásica (Andrews, 150). Para el cuerpo humano, si Arauz permite su pluralización voluntaria —uume ikxi (49), uume ij-ikxi (51), “dos pierna(s)”—, los mitos náhuat-pipiles lo respaldan al percibir los pares como unidad o colectivo singular en el verbo, a plural optativo, pero obligatorio en la frase nominal: wits ni mej-mey, “viene(n) sus manos/brazos/viene, las que son manos” (relato VI).

Anticipada en los ejemplos anteriores, en sexto lugar se encuentra “la formación más frecuente y productiva”, la reduplicación de la sílaba inicial a la cual se añade una aspiración semejante a la /j/ de la lengua coloquial salvadoreña, (C)Vj: taj-tamal, “tortillas”. Acaso esta forma correspondería al plural propiamente dicho, según el modelo occidental. La séptima forma, de tendencia marginal, no reduplica la sílaba inicial sino redobla el “prefijo posesivo inicial”: nuj-nu-naan, “mis madres” (J. R. Andrews, Introducción, 121, la anota como secundaria). Si Launay sostiene que en la lengua clásica “sólo los nombres de los seres animados (personas y animales) pueden pluralizarse” (29), parecería que el náhuat-pipil restringe aún más esta categoría de animación al concretar la mayoría de las siete formas del plural a lo humano o, al menos, a los seres animados. En Andrews (48), la clasificación sería compleja y escalonada: animación (inanimado – animado) ≥ animado (inhumano – humano) ≥ humano (joven – adulto).

La “dificultad” del plural no sólo contradice la animación que la mitología le otorga a ciertas entidades inertes: nexti taketsa, “la ceniza habla” (Schultze-Jena, relato XLVI). Esta tensión entre la gramática y la mito-poética también esboza un dilema elemental para cualquier gramática, ante todo, para toda teoría lingüística que se piense universal al imaginar ciertas categorías generales como válidas para toda la sociedad global. Entre esos conceptos se halla una idea tan simple como la del plural, la cual se vuelve compleja al abandonar el área europea. A continuación se esbozan dos procedimientos claves para las lenguas indígenas, que suplementa el concepto de clasificación en el plural, a saber: el singular como genérico y la diversidad del plural que oscila de la declinación a la derivación.

lustración de Pláticas piadosas en lengua vulgar mexicana de Guatemala. Imagen cortesía de Rafael Lara Martínez.
lustración de Pláticas piadosas en lengua vulgar mexicana de Guatemala. Imagen cortesía de Rafael Lara Martínez.

I. Los plurales
En primer lugar, el singular sustituye el plural en una generalización. No existe diferencia alguna entre “los salvadoreños comen pupusas” y “el salvadoreño come pupusas”, esto es, “yo no como pupusas, por tanto no soy salvadoreño”. La generalidad de un conjunto se visualiza como singularidad incluyente de lo colectivo plural. Recuérdese que si el colectivo —“la gente”, etc.— requiere un verbo singular en castellano, el inglés lo pluraliza. De tal manera operan muchos sustantivos de la lengua náhuatl-mexicana, según Launay, quien traduce un simple sustantivo calli como “es casa; es una casa; son unas casas“ (29), lo cual lo reconfirma Andrews (125). No sólo toda palabra es un predicado —“ser-casa”, a diferencia de las lenguas indo-europeas— sino que cada vocablo oscila entre lo singular y lo general. Tal característica define un rasgo peculiar del náhuatl-mexicano y otras lenguas indígenas; seguramente del náhuat-pipil.

En segundo lugar, relacionada a la reduplicación de la primera sílaba, (C)Vj-, la lengua clásica distingue dos formas del plural. No significa lo mismo decir “las casas de mi barrio” que “las casas de diversos barrios”. Un criterio de afinidad —miembros de un mismo conjunto— y de “distribución/variedad” —miembros de conjuntos diversos— diferencia ambos tipos de plural. Así, según Andrews, para el sustantivo (tah)-tli, “ser-padre” existiría la forma (tã-tah)-t-, “padres de un mismo linaje” (111), y (tah-tah)-tin, “padres de linajes separados” (114), al igual que para “calli, (cã-cal)-li = casas de un mismo pueblo”, mientras “(cah-ca)-li- = casas localizadas separadamente, varios tipos de casa”, o bien “= caserío/poblado” (111). Ya Schultze-Jena distingue dos plurales para teku, “padre”, a saber: tejteku, “padres” y tetekumet, “pareja de padres”, esto es, el plural por afinidad (Gramática, 25), pero ninguna otra gramática náhuat-pipil inquiere la diversidad de los plurales: takamet, tajtakat, tajtakamet, “¿hombres, hombres, hombres?” (Todd, 35 y Geoffroy-Rivas, El náwat, 25). Sea la hipótesis “son hombres/humanos”, “son hombres de un mismo grupo”, “son hombres de grupos diversos”. Esta diversidad de lo plural provoca “discordancias” —para la gramática indo-europea— como al referida oración “viene(n) las dos manos”, al igual que un rasgo llamado “enlace masculino” (Andrews, 146). Al identificarse con un grupo de varones, el hablante lo distingue sólo en la frase nominal sin marcarlo en el verbo. Ca oquihtoah in toquichtin, “ lo dicen nosotros lo que somos varones” contrasta con ca oquihtoah in oquichtin, “ lo dicen ellos que son varones”, por el pronombre que antecede a oquich-tli, “ser-varón”.

En la lengua clásica, un caso semejante sucede para (cõz-ca)-tl, “joya; hijo” —término clave para El Salvador, Cuzcatlán— cuyo doble sentido pierde toda ambigüedad en el posesivo: îcõzqui, “su joya; sus joyas”; î-(cõz-ca)-uh, “su hijo”, posesión inalienable (Andrews, 118; recuérdese la expresión cozcateuh quetzalteuh ipan nimitzmati, “como una joya, como una pluma preciosa, te siento/considero (del padre al hijo)” (Siméon, 129-130). Y su vocativo o apelación directa —nocõzqué, “¡mi joya!”, de nocõzqui, “es mi hijo”— sólo refiere a la entidad humana infantil.

Esta duplicación del plural la explica un rasgo inédito en muchas gramáticas. El plural no sería una cualidad de la raíz nominal —como en las lenguas indo-europeas— sino que “la categoría de número se limita estrictamente a los pronombres personales” (Andrews, 110). Los presuntos sufijos plurales se interpretarían por su tendencia a la derivación de nuevos términos, más que por la simple declinación del número, tal cual lo ejemplifica la palabra “caserío/poblado”. Asimismo sucede con “(eh-ca)-tl- = brisa > (eh-eh-ca)-tl- = viento” (111), etc. El plural le concede un giro semántico inesperado a la palabra derivada, lo cual no diferiría mucho de explicar que el género en castellano implica una derivación, a la vez que una declinación: labio/labia; leño/leña; puerto/puerta; suelo/suela, etc.

II. Coda
En síntesis, el plural en náhuatl-mexicano y en náhuat-pipil funciona de una manera muy distinta a la lengua castellana que suele servirles de referencia gramatical para establecer esa categoría en el sustantivo. En primer lugar existe una jerarquía entre seres animados e inanimados —en su defecto, entre humano y no-humano— con una neta tendencia a pluralizar los primeros sustantivos y a usar los segundos, inanimados o no-humanos, en un sentido genérico. El plural no sólo asigna el número sino clasifica la entidad nombrada y múltiple en un grupo particular. Más tajante, el plural no se le atribuiría a la raíz nominal sino al pronombre que le sirve siempre de sujeto o argumento, recuérdese calli (Andrews). En segundo lugar, la complejidad del plural se relaciona a la expresión de conjuntos homogéneos o heterogéneos de objetos varios, sea que se unan por afinidad o se separen por diferencia. Por último, la diversidad de formas plurales discrepa de su empleo eurocéntrico previsto —expresar el número— al agregarle un neto sentido derivativo al léxico pluralizado. Si existen diferentes sistemas aritméticos —decimal (base 10, lenguas occidentales), vigesimal (base 20, náhuatl-mexicano y náhuat-pipil) y quintesimal (base 5, náhuat-pipil)— no extraña que el concepto de número varíe según coordenadas semejantes (véase: treinta = 30 (decimal) = 20 + 10 (vigesimal) = 5 x 6 (quintesimal), donde 5 = “una mano”, imey/makwil/puwal). En breve, el plural establece una categoría universal, pero su sentido y expresión idiomática dependen de una serie de factores tipológicos y culturales que no deben menospreciarse.

Nota: se dejan de lado otras formas del plural, tal cual el sufijo que se le atribuye al verbo, así como explicar en detalle las formas transcategoriales —en particular, -ke-t— que se aplican a varios tipos de palabras, sustantivos, “adjetivos” y verbos en pretérito, futuro, etc.: xulet-ket, “viejos”, ista-ket, “blancos”; ti-tami-ket, “terminamos”; ti-tami-s-ket, “terminaremos”, etc., al igual que –met en los pronombres teje-met, “nosotros”.  Otro uso marginal del plural lo relaciona al aumentativo: wej-weey Tuteeku, “cuan grande(s) es Dios/Nuestro-Padre” (Arauz, 70).  Por último, si el inglés marca el plural de una frase nominal en el sustantivo, el náhuat-pipil tiende a marcarlo en el adjetivo, según Campbell (64), pese a influencias complejas: et chilti-ket, “frijol(es) rojos” (Schultze-Jena, 38).     

Fuentes: J. R. Andrews, P. Arauz, L. Campbell, P. Geoffroy-Rivas, M. Launay, A. de Molina, L. Schultze-Jena, R. Siméon, J. Todd.

Tecnológico de Nuevo México

Desde Comala siempre…


*Rafael Lara-Martínez es investigador, escritor, lingüista, antropólogo y crítico literario. Premio Nacional de Cultura 2012. Lea su perfil en ICONOCLASTAS de El Faro.

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*Rafael Lara-Martínez es investigador, escritor, lingüista, antropólogo y crítico literario. Premio Nacional de Cultura 2012. Lea su perfil en ICONOCLASTAS de El Faro.

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