El Ágora /

Gina Chávez y el viaje en la 7-D que le descubrió el mundo

En 2009, Gina Chávez, estadounidense, se enlistó junto a su pareja para hacer voluntariado en El Salvador. El azar la trajo hasta Soyapango y la necesidad de moverse de un lado a otro a la ruta 7-D. El viaje de esta 'gringa en un país central', como ella se describe, le ha servido más que para componer una canción y ganarse un premio: ahora nos quiere poner a bailar y a reflexionar sobre nuestras desigualdades.


Lunes, 3 de noviembre de 2014
María Luz Nóchez

El miércoles 29 de octubre, a las 6:15 de la tarde, la cantante estadounidense Gina Chávez había terminado a tiempo una entrevista con un programa de televisión y estaba organizando su equipo para el concierto que brindaría dentro de dos horas en el restaurante Yemayá, en Santa Tecla. David Holiday, quien se encargó de organizar la gira en El Salvador, le dice que para nuestra entrevista es mejor moverse de la terraza del lugar porque “hay mucha bulla”. El colegio de al lado, que también funciona como iglesia, tiene un culto en marcha. Gina sonríe con la sugerencia y responde “esto no es bulla” con una risa entre dientes. Ella es católica y hace 4 años estuvo conviviendo con monjas, el ritual no le es precisamente molesto.

Chávez visitó El Salvador del 25 al 30 de octubre para promocionar su tercera producción discográfica titulada Up.Rooted. Hasta el 30 de septiembre, 25 días antes de que su gira empezara en este país, su nombre no era particularmente reconocido. Todo comenzó con el anuncio de que una canción inspirada en la ruta de autobuses Siete-D había sido galardonada como mejor canción latina en The John Lennon songwriting contest el 1 de septiembre.

Al ritmo de la fusión latina, Chávez narra su experiencia a bordo de la ruta que conecta Soyapango con San Salvador, y lo que para muchos es rutinario, la cantautora originaria de Austin, Texas, lo convirtió en una especie de lotería que rifa los contrastes de la ciudad y los pormenores del viaje a medida que el bus avanza y que ponen a cualquiera, por lo menos, a zapatear al son de la canción. “Superficialmente, los buses me sorprendieron porque son buses de nuestra niñez, nosotros [en Estados Unidos] los usábamos para llegar a la escuela. Es como una fiesta, apretada, mientras uno lleva un machete otro va cargando un pollo. No son tan aburridos como en los Estados Unidos”.

En 2009, Gina Chávez visitó El Salvador y por ocho meses la escuela María Auxiliadora de Soyapango fue su hogar. Más allá de que llegó hasta ahí por un programa misionero, su estancia fue toda una experiencia religiosa. Chávez se congrega bajo la Iglesia Católica y siempre se ha considerado una persona afortunada: nació en un país primermundista en donde vive cómodamente y su nacionalidad estadounidense le permite viajar sin problemas adonde ella quiere. Por supuesto que escuchó advertencias previo a su arribo a uno de los municipios más violentos del país, pero pensó que no podía pedir gusto, ya que, al fin y al cabo, venía como parte de un voluntariado. Al finalizar, sin embargo, su percepción había cambiado por completo. El shock emocional, cultural y social le habían penetrado muy dentro y la idea de que en tres horas ella volvería a una realidad completamente distinta la dejó intranquila.

A su regreso en 2010 del voluntariado con las Hermanas de María Auxiliadora, empezó a trabajar como diseñadora gráfica e investigadora en The Center for Public Policy, en Austin, en donde se encargan de revisar las leyes y su impacto en las comunidades más necesitadas. Además, su vínculo con las internas de la escuela fue tan grande que, por iniciativa de Jordi, su pareja, iniciaron un fondo universitario para apoyar a las jóvenes en sus estudios universitarios. En cuatro años, han logrado recaudar 20 mil dólares para pagar la educación superior a tres de las internas.

“La cosa que nos costó más fue parar nuestra vida en los Estados Unidos. Y vinimos aquí y queríamos llevar la vida de ellos. Vinimos para ayudar a la gente. Nuestra tarea fue crear un espacio en el que las internas pudieran disfrutar la vida un poquito, porque su vida era muy distinta a la de las otras niñas que podían irse a su casa. Fuimos mediadoras entre las internas y las monjas. Visitar El Salvador y viajar en bus fue una ola de realidad grandotota, porque así vive la gente, con estas cosas muy feas. Yo no sé cómo es vivir así. Todas esas cosas están dentro de mí”.

Gina Chávez en Yemayá. El setlist de este concierto de música original incluyó los covers de
Gina Chávez en Yemayá. El setlist de este concierto de música original incluyó los covers de 'El sombrero azul', de venezolano Alí Primera, y 'Todo cambia', del chileno Julio Numhauser.

Bailar. Esa es la misión que se ha propuesto Chávez con su nueva producción discográfica Up.Rooted, un ejercicio en el que mezcla ritmos variados como la trova, la cumbia y el folk, con letras en inglés y en español. Este es su tercer disco, pero, de lejos, con el que más se siente identificada. “Para mí siempre ha sido difícil, nunca me he sentido bien recibida por la comunidad indie en Estados Unidos con mi música, es un grupo muy cerrado. En cambio el recibimiento que me han dado aquí ha sido enorme, me siento como una verdadera estrella”. Parte de la gratificación que le da este disco es que le ha servido como un viaje por sus raíces. Esta texana de 32 años es descendiente de padre mexicano y madre suizo-alemana. Y aunque está consciente de todas las ventajas que le ha significado crecer en Estados Unidos, reclama un poco por ello: “si yo hubiera nacido en otra parte de Latinoamérica, no tendría problemas con el idioma y los ritmos fluirían de una manera más natural dentro de mí”, asegura.

La noche del miércoles 29 de octubre, al punto de las 8:30 p.m., Chávez y sus acompañantes tomaron posesión del escenario para presentar su alternativa propuesta musical con algunos covers incluidos. El lugar no luce abarrotado, pero frente a ella y sus laterales, hay suficientes personas, alrededor de 30, como para arrancar el concierto. El encargado del lugar se siente optimista frente a la convocatoria final que tuvo el anuncio del concierto, aunque admite que por el día y la hora es difícil que se llene del todo, además de que reconoce que es previsible, ya que es música nueva la que se presenta este día.

Para introducir al público su música, Gina escogió Not a goodbye y The sweet sound of your name, dos baladas para poner un poco en ambiente a la audiencia, mientras terminaba su cena. Poco a poco el tono de las canciones fue subiendo y con Soy quien soy, su canción apología de por qué ha escogido la fusión latina para expresarse empezó poco a poco a elevar el volumen de los aplausos de los presentes. Entre una canción y otra, la cantautora iba explicando brevemente su incursión en la música, su paso por Buenos Aires en 2004, que le significó su primer encuentro con la trova y la chacarrera.

Luego del descanso, que se extendió por otra entrevista que tuvo que atender en el intermedio, Chávez regresó determinada a subir más los ánimos entre los presentes, a quienes sorprendió con un cover de El sombrero azul, la canción que el venezolano Alí Primera, del grupo Los Guaraguaos, compuso para El Salvador durante la guerra civil y que se convirtió un himno de la izquierda. Nadie bailó más que en su asiento, pero los vítores al final de esta pieza animaron la media hora restante del recital. La pausa entre canciones también le permitió presentar su charango hecho en El Salvador, el cual logró conseguir durante su voluntariado en 2009, gracias al maestro de música de la escuela donde estaba alojada. Para cerrar la velada, interpretó Siete-D, la canción que la sacó del anonimato de la esfera musical salvadoreña y parte de lo que la trajo de regreso. En esta breve gira por El Salvador, aprovechó para grabar el videoclip de la canción que espera poner pronto a circular en la web. No dejó pasar la oportunidad para hablar de su Fondo universitario e instar a los presentes para que, si les interesaba, hicieran su donación.  

Contrario a las giras que suelen hacer los artistas que visitan El Salvador, que concentran sus presentaciones en San Salvador, Gina Chávez se presentó en varios pueblos del interior del país: Juayúa, Perquín, Suchitoto, San Antonio Los Ranchos, Santa Tecla y, claro, también en San Salvador. Admite que en lugares como Perquín y Chalatenango la gente no estaba muy en sintonía con lo que ella cantaba junto a Michael Romero y Samuel Foster, pero arrancó aplausos de la audiencia con su cover de Todo cambia, del cantautor chileno Julio Numhauser, que hiciera mundialmente famosa la cantante argentina Mercedes Sosa.

Como bonus, en su intento por hacer bailar al público con sus canciones, Chávez quiere hacer conciencia con sus letras. Si bien su disco incluye canciones de amor y una apología de su música y de quién es ella, también introduce canciones en tono de protesta como Maíz, que ella misma presenta como un homenaje a quienes han tenido que dejar sus hogares para migrar a Estados Unidos. Sus denuncias no son gratuitas ni una estrategia para venderse en esta región. De hecho, su modelo de negocios suena con bajo volumen por el momento, ya que más que generar utilidades con cada concierto, busca el reconocimiento y aceptación de su música. Todos los conciertos han sido gratuitos y la gira ha sido gestionada con sus propios fondos. 'Llegué a la música por mis amigos y por Dios. De pequeña nunca me imaginé que iba a estar haciendo gira por Centroamérica', confiesa. Se fue satisfecha de haber vuelto al recorrido de la Siete D y ha prometido volver.

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