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La construcción del espacio económico salvadoreño a mediados del siglo XIX

En las primeras décadas de independencia de El Salvador, la región de San Miguel era un centro económico con gran poder. Basándose en fuentes primarias y secundarias, incluyendo una lectura minuciosa de La Gaceta, Clara Pérez Fabregat profundiza nuestra comprensión de un centro económico a punto de enfrentar presiones transformadoras más allá de su control.


Lunes, 10 de noviembre de 2014
Clara Pérez Fabregat*

Tras la disolución del experimento federal centroamericano y el surgimiento de El Salvador como Estado independiente en 1840, la región oriental salvadoreña gozó de una posición económica privilegiada en el conjunto del istmo centroamericano por la cercanía del puerto de La Unión en la Bahía de Fonseca. Aquel enclave comercial vertebró la región y propició su desarrollo convirtiendo a San Miguel en el motor económico durante la fase inicial de la formación estatal.

La progresiva liberalización económica tras la independencia de la Corona hispánica permitió la descentralización del comercio. Con el nuevo orden republicano desapareció el monopolio comercial y las restricciones inherentes al mismo. La activación del puerto de La Unión en 1824, entre otros, dinamizó el movimiento por el Pacífico porque sirvió para dar salida a los productos de toda la zona oriental salvadoreña además del Sur de Honduras, incluyendo Comayagua y Tegucigalpa. Desde hacía un siglo, el añil, demandado en las zonas de producción textil europeas, había estado incentivando el desarrollo de la actividad ganadera en Nicaragua y Honduras por la necesidad de la carne para alimentar a los trabajadores de los obrajes y el cuero para fabricar zurrones donde almacenar el añil.

El puerto de La Unión atrajo gran parte del movimiento marítimo de las costas salvadoreñas, concentrándose la entrada de barcos en los meses de la feria de San Miguel, noviembre y mayo según el calendario de la cosecha. El principal producto de exportación fue el añil aunque se asiste, a partir del primer tercio del siglo, a un progresivo declive por el contexto político del istmo y la caída de los precios por la competencia de los tintes de la India. No obstante, ejerció su predominio hasta la década de 1870 cuando el café lo superó definitivamente en las exportaciones.

Hacienda de añil.
Hacienda de añil.

El flujo comercial compuesto por mercancías europeas y añiles salvadoreños que circularon por La Unión canalizó recursos y un mercado hacia el interior del departamento. La ciudad de San Miguel fue el centro neurálgico de ese comercio que se llevó a cabo principalmente durante las ferias, acontecimiento logísticamente dependiente del consejo municipal que fue un espacio de contacto entre el mercado local y el comercio internacional. Agentes salvadoreños y extranjeros, vendedores del departamento de San Miguel, nicaragüenses, hondureños y guatemaltecos formaron parte de una jerarquía financiera-comercial que actuó en la zona oriental y que dinamizó la economía de la región.

El origen y destino principal de los productos fue Gran Bretaña que ocupó el espacio dejado por la Monarquía hispánica cuando el gobierno federal centroamericano abrió sus puertos al comercio exterior. Los intercambios legales siguieron los canales establecidos por el antiguo tráfico ilegal de los ingleses, asentados en la costa Atlántica, por el Reino de Guatemala. La delicada situación económica del istmo fue aliviada por la expansión comercial inglesa que buscaba asegurarse nuevos mercados y materias primas para su industria. Por eso el movimiento marítimo del puerto de La Unión se tradujo en un importante flujo comercial basado fundamentalmente en la exportación del añil y la importación de tejidos europeos.

La importancia económica regional quedó reflejada en la fiscalidad. En la estructura de la hacienda pública salvadoreña la aduana del puerto de La Unión y la administración departamental de rentas de San Miguel fueron una fuente de ingresos clave tanto para la región como para el Estado. El grueso de los recursos fiscales fue el producto de la alcabala marítima, un arbitrio de origen colonial que gravó cualquier transacción comercial y varió en función del origen y el tipo de producto importado. Mientras que en la administración de rentas de San Miguel el principal ingreso provino de la renta del aguardiente, sin embargo los niveles de actividad económica visibles con el indicador de la alcabala, no fueron nada desdeñables. La mayor parte de estos recursos se destinaron a obligaciones estatales como los gastos militares y el pago de la deuda interna contraída con comerciantes y prestamistas para hacer la guerra.

A pesar de los altibajos en la demanda, el añil fue el motor que inyectó recursos fiscales al Estado salvadoreño hasta bien entrado el siglo. Producido en las zonas bajas costeras del Pacífico y exportado a Europa, la circulación del tinte siguió prácticamente el mismo del sistema comercial colonial. En la segunda mitad del siglo XIX, el aumento del precio del café, la difícil colocación del añil en los mercados europeos y la llegada de los colorantes químicos hicieron que el café desbancara al tinte como principal producto de exportación. Esto impulsó el cambio del tejido socioeconómico salvadoreño por la necesidad de mano de obra, tierras, capital y transporte. El éxito de la colocación del café salvadoreño en el mercado mundial y su correspondiente generación de recursos aceleró la progresiva consolidación del Estado liberal a partir de 1870 aproximadamente. La modelación de éste corrió a cargo, en una medida muy considerable, de unos actores sociales vinculados al beneficiado y la exportación del grano de oro.

 

*Clara Pérez Fabregat es estudiante de doctorado en la Universidad Barcelona/TEIAA. Este artículo es un resumen de “La configuración del espacio económico en el marco de la construcción del Estado: el Oriente salvadoreño, 1840-55”, Revista Complutense Historia de América, Universidad Complutense, Madrid, vol. 38, (2012): 129-151. El trabajo se enmarca en el proyecto de tesis doctoral, “San Miguel y el oriente salvadoreño. ¿Una Región dentro del Estado? Una mirada al proceso de la construcción del Estado de El Salvador, 1840-1890”, dirigido por Pilar García Jordán y Antonio Acosta inscrito en el programa de “Sociedad y Cultura” de la Universidad de Barcelona.

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