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Los verdaderos héroes del llamado Primer Grito de Independencia

Los verdaderos héroes de lo que se ha dado en llamar el Primer Grito de Independencia fueron indios, ladinos y mulatos que organizaron motines en diferentes partes del país durante el mes de noviembre de 1811. Los criollos de San Salvador que aparecen en los libros de historia estuvieron lejos de llevar el liderazgo del movimiento. Así sostiene Eugenia López Velásquez en el provocador y bien documentado estudio que describe a continuación.


Lunes, 3 de noviembre de 2014
Eugenia López Velásquez*

'El grito de independencia', pintado por el chileno Luis Vergara Ahumada entre 1957 y 1959, intervenido digitalmente para ilustrar este artículo de El Faro Académico 'Los verdaderos héroes del llamado Primer Grito de Independencia'.

Este texto intenta ser un primer pilar de una nueva narrativa historiográfica sobre los alzamientos populares de noviembre de 1811, que trata de hacer contrapeso a las versiones originadas por la elite criolla en el poder político y económico de la provincia de San Salvador en los mismos días de los sucesos. Versiones que fueron reproducidas después de la Independencia en las que se sustentó que las causas de estos alzamientos fueron dadas por la captura del sacerdote Manuel Aguilar, las amenazas contra el vicario José Matías Delgado, y la lucha contra los estancos de aguardiente; y que los criollos, comerciantes y hacendados especialmente los del poder eclesial, miembros de los ayuntamientos, y demás cuerpos de gobierno de la provincia, fueron los que habrían retomado el liderazgo para pacificar y dar cauce al movimiento popular.

Estos argumentos, no solo fueron reproducidos en la narrativa del resto del siglo XIX y siglo XX, sino también, han continuado reproduciéndose en la historiografía de los años recientes del presente siglo, en la que se agregaron nuevos matices, pero, manteniendo el argumento central de la visión liberal que apunta que habrían sido los criollos los líderes, quienes encausaron el movimiento y pacificaron a la intendencia.

La mayoría de la historiografía existente ha hecho una fabricación del imaginario alrededor de las revueltas de noviembre de 1811, que sirvió de base para la invención de lo que conocemos como “el primer grito de Independencia”, un mito fundacional que para muchas narraciones dio origen a la nación salvadoreña. Estas versiones sirvieron para legitimar a la elite política y socioeconómica de criollos y mestizos que se estableció en el poder después de la Independencia, y que se convirtió en una leyenda cívica para dar el efecto de cohesión nacional.

Invenciones para las que ha sido útil el relato en el que determinadas imágenes de la inventiva, y otras apegadas a los hechos, fueron mezcladas y ordenadas de manera comprensible hasta convertirse en una narración verdadera que ha permeado la memoria colectiva sobre estos sucesos.

Se trata de una construcción narrativa un tanto problemática, en cuanto que se cimenta en la negación del otro, puesto que niega la participación popular en su dimensión protagónica y central, resaltando la participación criolla y una fecha específica, la del 5 de noviembre, que como se muestra en la investigación fue el día en el que la elite criolla intervino para controlar y contener el movimiento popular de la ciudad de San Salvador. Acción que las autoridades coloniales, y parte de la población fue considerada de patriótica.

El punto de vista que se presenta en este estudio es muy distinto al de las anteriores interpretaciones. Aquí se muestra que los motines que estallaron en noviembre de 1811 no se dieron de manera aislada; entre los distintos alzamientos hubo cierto nivel de coordinación a través de comunicaciones y proclamas que circularon en los barrios y pueblos que fueron enviadas por los alzados de la ciudad de San Salvador. Cuando los de Santa Ana recibieron la proclama y se dieron cuenta que los alzados de San Salvador habían logrado que el intendente Antonio de Ulloa dejara de gobernar y se fuera de la provincia dijeron “si los de San Salvador han ganado, nosotros debemos de hacer lo mismo”.

Las evidencias muestran que los alzamientos fueron dirigidos por los alcaldes y otros líderes de los barrios y pueblos de . En ninguno de los alzamientos hubo líderes criollos. La actuación de los burócratas del gobierno civil y eclesial de la provincia, no fue de apoyo a los alzamientos, ni de reencauce de las demandas de los alzados, sino más bien, actuaron para desarticularlos, desaprobarlos y reprimirlos, con apoyo del presidente de la Audiencia, el ayuntamiento de la ciudad de Guatemala y cuerpos de milicias de Guatemala y de la provincia.

Se sostiene también, que fueron motines que tuvieron similares demandas: contra las cargas fiscales, para que la abolición del tributo se hiciera efectiva, contra las malas autoridades y sus abusos, que dejaran de gobernar los gachupines porque “solo gobernaban para ellos mismos”, contra el estanco de aguardiente, que dejaran de quitarles los fondos de comunidad, además demandaban que los que guardaban prisión acusados de sediciosos fueran puestos en libertad.

De manera que, este estudio muestra que la acción política en estos sucesos, emanó de la población para hacer valer sus demandas. Fue a través de la sublevación, una tradicional práctica de poder de los pueblos y barrios que durante todo el periodo colonial fue utilizada para dar resistencia a los agravios del poder dominante colonial, sin dejar de incorporar elementos del nuevo contexto político, como el de la resistencia española a la invasión bonapartista y su “mal gobierno” y los debates y acuerdos de las Cortes Generales en España, entre algunos, la abolición del tributo, los cual fue incorporado como un recurso político en sus demandas.

Este estudio está sustentado por indagaciones documentales fechadas en los años de 1811 y 1812, que se encuentran en el Archivo General de Centroamérica, en el Archivo General de la Nación (El Salvador) y en el Archivo Municipal de Sonsonate. Básicamente son declaraciones judiciales de los presos de los motines, correspondencia que circulo entre el jefe político de la Audiencia, José de Bustamante y el vicario José Matías Delgado, los alcaldes y otros miembros de los ayuntamientos de Santa Ana, San Miguel, San Salvador, José María Peinado y José de Aycinena, entre otros. Los documentos consultados ayudaron a precisar el carácter del movimiento, la participación y el liderazgo; nos llevaron a identificar que la grave situación que vivía la provincia, de deterioro político y de sobrevivencia, llevó a la población de los pueblos a un estado de explosión social.



* La Maestra Eugenia López Velásquez es docente en la Licenciatura de Historia de la Universidad de El Salvador, tiene una Maestría en Historia Moderna y Contemporánea en el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México, D.F. y es estudiante de doctorado en Ciencias Sociales por el Colegio de Michoacán. El presente trabajo es una versión resumida del artículo 'Los motines populares de noviembre de 1811 contra el despotismo y 'el mal gobierno' provincial y local. Una perspectiva diferente' que está por aparecer en la Revista de Humanidades, de la Universidad de El Salvador.

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