Kabul, AFGANISTÁN. Aunque Ashraf Ghani, el presidente electo de Afganistán, de 65 años, no es ni un antiguo jefe de guerra ni un político profesional, sucederá ahora al frente del país a Hamid Karzai, el único presidente de Afganistán desde la caída de los talibanes a finales de 2001.
Tras crecer en Afganistán, el próximo jefe de Estado afgano se exilió en 1977 a Estados Unidos, donde estudió en la universidad neoyorquina de Columbia antes de convertirse en profesor de Ciencias Políticas y Antropología en los años 1980. En 1991, entró a trabajar al Banco Mundial.
Su regreso a Afganistán se produjo justo después de la caída de los talibanes. En su país natal, ejerció primero de consejero especial de Naciones Unidas antes de convertirse en uno de los artífices del gobierno provisional.
Entre 2002 y 2004, el muy activo ministro de Finanzas del presidente Karzai impulsó una nueva moneda, reformó la fiscalidad, animó a la diáspora afgana a regresar al país y garantizó el contacto con los donantes internacionales, que financian el gobierno. Asimismo, Ghani hizo también campaña contra la corrupción que corroía las nuevas instituciones del país y se ganó la reputación de hombre inflexible.
“Mantenía siempre todo el mundo a distancia” y “por desgracia logró que tanto sus compañeros afganos como algunos occidentales le detestaran a causa de sus frecuentes explosiones de cólera y su arrogancia”, recuerda el periodista paquistaní, Ahmed Rashid, quien le conoce desde hace 25 años.
Acusaciones de fraude masivo
Tras fracasar en su primera elección presidencial en 2009, cuando logró la cuarta posición con el 2.9% de votos, Ashraf Ghani inició la campaña de 2014 con polémica, al contar en su lista con el controvertido Abdul Rashid Dostom, un jefe de guerra del norte acusado de ordenar la masacre de cientos de prisioneros talibanes en 2001.
Sin embargo, en esta ocasión, logró sacar adelante su campaña gracias a unos apasionados discursos en los grandes mítines, pronunciados con su voz ronca y acompañados de una gran gestualidad.
Este miembro de la etnia pashtún también utilizó frecuentemente su nombre tribal, Ahmadzai, y portó el turbante para dar confianza a su electorado del sur y del este del país, bastiones de esta gran étnia a la que pertenece Karzai y los rebeldes talibanes.
Aunque en la primera vuelta Ghani quedó en segunda posición con el 31.6% de los votos por detrás de su rival Abdula Abdula (45%), los resultados provisionales de la segunda vuelta, celebrada el 14 de junio, le otorgaron el 56.4%. Tres meses después, la comisión electoral lo declaró vencedor tras un nuevo recuento de los votos debido a las acusaciones de fraude denunciadas por Abdula.
“Espíritu libre”
Antes de lanzarse a la carrera presidencial, Ghani, quien logró superar un cáncer de estómago, supervisaba el traspaso de poderes en materia de seguridad de la OTAN, cuyas fuerzas abandonarán Afganistán a finales de año, a las fuerzas afganas.
Las relaciones con Washington prometen ser buenas, máxime cuando Ghani se comprometió a firmar un acuerdo de seguridad bilateral, que autoriza una presencia militar occidental de unos 12,000 efectivos a partir de 2015.
El presidente electo, casado y padre de dos hijos, cultiva una cierta independencia, sobre todo, ante su futuro cargo. Durante una reciente entrevista, dijo a la AFP que no viviría “recluido” en el palacio presidencial, como se le reprochó a menudo a Karzai. “Tengo la intención de viajar”, subrayó Ghani, quien se considera a sí mismo como “un espíritu libre”.
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