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Esquivar a policías y criminales, el reto de los indocumentados que van hacia el Norte

Albert, un migrante salvadoreño, recibió un impacto de bala en el cuello cuando era perseguido por criminales en México, al tiempo que esquivaba los numerosos controles que buscan contener la oleada de centroamericanos indocumentados en su camino a Estados Unidos.


Lunes, 8 de septiembre de 2014
Leticia Pineda (AFP) / El Faro

Migrantes viajan sobre un tren en su recorrido entre Ixtepec en Oaxaca, y Medias Aguas en Veracruz. Foto archivo El Faro.
Migrantes viajan sobre un tren en su recorrido entre Ixtepec en Oaxaca, y Medias Aguas en Veracruz. Foto archivo El Faro.

Arriaga, Chiapas, MÉXICO. Albert, un migrante salvadoreño y dos de sus familiares fueron sorprendidos por maleantes en su camino a Arriaga, un pueblo del estado de Chiapas ubicado a unos 230 kilómetros del río Suchiate, frontera natural entre México y Guatemala, donde el tren carguero conocido como La Bestia inicia la ruta hacia el norte.

Este ferrocarril había sido utilizado desde hace décadas por los indocumentados, pero el gobierno de México anunció que ya no toleraría esa situación, e instaló un reforzado programa de seguridad en más de mil kilómetros de su frontera sur, por donde cada año pasan unos 200,000 emigrantes clandestinos, pese a que se saben expuestos a extorsiones, secuestros y asesinatos.

Apartado de las vías del tren, queríamos esquivar a los agentes de migración, sin saber que íbamos a tener un encuentro con delincuentes, cuenta este joven de 29 años, mientras se recupera de sus heridas en el Albergue del Buen Pastor, en la ciudad de Tapachula.

Pese a los dolores y constantes mareos que le dejó una bala en su cuello, Albert sonríe aliviado. Logró escapar del pandillero que buscaba robarle 70 dólares.

Violentos operativos nocturnos

El gobierno, que deportó a unos 6,000 centroamericanos en agosto, argumenta que su estrategia busca impedir que los indocumentados pongan su vida en riesgo sobre el techo del tren, donde también suelen ser presa de criminales. Las veloces y filosas ruedas de este ferrocarril han mutilado o matado a numerosas personas.

Así, agentes del Instituto Nacional de Migración, la policía y el ejército realizan desde principios de agosto fuertes operativos en Arriaga, muchos de ellos nocturnos.

La cosa se puso bien fea migrantes corriendo por todos lados, sobre las vías y en los humildes hoteles apostados al borde de las líneas ferroviarias, narró la encargada de uno de estos alojamientos.

Por su parte, El Salvador envió una solicitud a la Comisión Nacional de Derechos Humanos de México para que investigue el operativo del 6 de agosto, cuando 25 niñas, 16 mujeres y ocho hombres de ese país fueron detenidos junto a personas de otras nacionalidades, informó Herbert Guzmán, cónsul general salvadoreño en Chiapas.

Fueron sacados de manera violenta, tratados como delincuentes, alumbrándoles la cara sin explicarles el motivo de su detención, negándoles la inmediata asistencia consular, cambiarse de ropa, ir al baño y beber agua, lamentó.

Algunos dijeron haber recibido descargas eléctricas con pistolas inmovilizadoras y otros fueron despojados de su dinero, señala el cónsul, mientras revisa papeles y atiende constantes llamadas en la pequeña oficina del consulado que trabaja sin descanso.

Territorio minado de retenes

La carretera entre Arriaga y el río Suchiate es vigilada por vehículos de Migración que detienen indiscriminadamente autobuses para bajar a los emigrantes que van a bordo.

Un trayecto que normalmente tomaría dos horas y media en automóvil, demora días para los emigrantes, que deben sortear obstáculos por el monte, como el centro de control interno de aduanas, que prácticamente es una segunda frontera a 60 kilómetros del Suchiate. También deben eludir tres puestos de migración y un destacamento militar que revisa minuciosamente cada auto.

El albergue Casa del Migrante Hogar de la Misericordia, el único rincón en que los extranjeros indocumentados suelen estar a salvo en Arriaga, recibió las últimas semanas entre 30% y 40% menos emigrantes que en junio, señala Carlos Bartolo, director del lugar.

Cuesta llegar acá, hay un puño de retenes, lamenta un curtido hondureño de 37 años que tiene los pies rojos e hinchados tras andar una noche entre matorrales y bajo una tormenta para poder llegar a Arriaga.

Esta cadena de obstáculos supone un aumento del pago que hacen los centroamericanos a traficantes de personas para que los llevaran hasta Estados Unidos, que actualmente oscila por los $9,000. Cosa de oferta y demanda, comenta Bartolo.

La semana pasada, sólo unos 50 emigrantes esperaron el paso de La Bestia, a diferencia de los cientos que regularmente subían al ferrocarril.

Con miedo vamos echándole ganas para llegar al gabacho (Estados Unidos), dice optimista el hondureño Melvin Humberto, antes de correr entre la tropical vegetación para colgarse del tren.

Ocho kilómetros más adelante, cuando ya parecía que se habían librado de las autoridades, agentes de migración, policías y militares emergieron de la oscuridad. Algunos de los migrantes se perdieron rápidamente entre la maleza. Otros fueron aprehendidos.

© Agence France-Presse

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