Opinión /

¿Y entonces cómo, derecha?


Domingo, 10 de agosto de 2014
Mauricio Silva

A la mayoría de niños salvadoreños se les dificulta aprender ya sea por malas condiciones de sus escuelas, falta de textos o en algunos casos por desnutrición; casi la mitad de la población sigue viviendo en pobreza y un tercio en pobreza extrema – o sea, sin lo suficiente para simplemente sobrevivir; las enfermedades básicas – curables por simple prevención o una visita al médico – siguen flagelando a diario a las mayorías pobres; todo ello hace que hace que las pandillas o la migración sean alternativas más atractivas para muchos. Todos coincidimos en que la solución está en mayor y mejor educación, salud, servicios básicos, programas de prevención de violencia, etc. Todos esos programas tienen un costo y para pagarlos están los impuestos. La discrepancia viene cuando hay que pagar la factura, y lo que la discusión de los meses pasados demostró es que en este país la derecha no quiere pagar.

La derecha, que desde la campaña electoral se ha unido y ha perdido recato en mostrar quién es y cómo es, está en una de sus mayores campañas en contra de nuevos impuestos, bueno no en contra de cualquier impuesto, solo aquellos que ellos tengan que pagar. Ello lo manifiestan, de una forma u otra, el gran capital, las gremiales empresariales, sus tanques de pensamiento, sus columnistas, varios periódicos tradicionales escritos, y su partido – ARENA, y otros partidos que se les unen dependiendo de los incentivos o la falta de ellos.

Los argumentos que se ocupan son de todo tipo, los cuales ya se han discutido a la saciedad sin lograr que la derecha modifique un ápice su posición. Esos argumentos sirven para dejar claro un punto clave para nuestra sociedad: la derecha no está dispuesta a contribuir al desarrollo de nuestro país en una forma proporcional a sus recursos, y con la concentración de riqueza y pobreza que tenemos, ello nos pone en situación difícil.

Algunos argumentos de la derecha rayan en lo ridículo, varios ejemplos que es difícil no mencionar: el hacer que los dueños de periódicos paguen impuestos es afrontar contra la libertad de expresión; los nuevos impuestos facilitan a un rico - porque no se puede llamar de otra forma a alguien que tenga ahorrado medio millón de dólares – a decidir entre si comprar un Ferrari o construir una casa; hacer pública la lista de los evasores de impuestos atenta contra su seguridad; hacer que los que tienen propiedades con valor mayor de $350,000 paguen un 1% de su valor en impuestos puede impedir el desarrollo económico del país.

Pero el mensaje principal de la derecha, que lo dicen abiertamente y sin ninguna pena, es: “Nosotros no pagaremos esos impuestos, se los vamos a trasladar al pueblo”. Ellos no van a disminuir sus ganancias, en un 0.25% o en 1%, esas las dejan igual, solo le pasan el impuestos a sus clientes.

Pero si esto último es así, ¿por qué hacen tanta bulla, porque tanto rasgarse las vestiduras? La respuesta parece estar en dos puntos. Primero, porque no todos esos impuestos los pueden pasar al pueblo, algo pagarán los dueños de periódicos, algo los bancos - que por cierto no son salvadoreños y que han pagado esos impuestos por varios años en otros países. Si queda claro que lo harán contra su voluntad. Pero más importante puede ser que haya otras causas, que la aprobación de estos impuestos sea un paso más hacia otra forma de gobierno, uno que trata de hacer una política fiscal más equitativa. Esto puede ser un primer – y yo diría tímido paso en la introducción de un modelo de crecimiento con justicia social, y ello implica distanciarse del modelo de crecimiento con beneficios sociales por rebalse, rebalse que nunca llego a los pobres, pero modelo del cual la derecha teme separarse. También la aprobación de estos impuestos puede ser una muestra más del quiebre del circulo de poder tradicional en el país.

Sin embargo, el mayor pecado de la derecha en esta historia de los nuevos impuestos puede estar en el proceso que se siguió para su aprobación. El nuevo gobierno se abrió al dialogo, a escuchar argumentos y nuevas propuestas, pero poca creatividad hubo por parte de la derecha al proponer alternativas. Uno de los argumentos más fuertes de la derecha, que es que no solo bastaba con tener más ingresos sino que también hay que regular el gasto, murió cuando el gobierno propuso una ley de responsabilidad fiscal que regulaba todo eso, ley que al final no pasó a pesar de recibir fuerte apoyo internacional; no está claro dónde y porque murió esa iniciativa. Parece también que ese proceso fue un diálogo de sordos, cuando todo proceso de diálogo y concertación implica, por definición, la necesidad de que ambos lados cedan. El ejemplo y precedente que se establece en esta ocasión no es bueno para la construcción de democracia basada en el dialogo y la formación de consensos.

La postura intransigente de la derecha también obligó al gobierno a negociar con GANA. Lo mejor para los intereses del país hubiera sido que el FMLN y ARENA llegaran a un acuerdo basado en intereses nacionales, terminando así una confrontación innecesaria, anteponiendo intereses de país a intereses de partido. Pero ello no fue posible ¿Y entonces derecha como sacamos al país adelante?

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