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Secretario de Cultura sofoca intento de derrocarlo

Acusado de llevar una agenda 'personal', en apenas 45 días de labores al frente de la Secretaría de Cultura, Ramón Rivas tuvo que afrontar un complot de algunos de sus colaboradores. Tras disculpas, estrechones de manos y perdones, los conspiradores recibieron amnistía, y apagado el fuego, los sindicalistas de la institución exigen al partido FMLN que se abstenga de injerencias en la conducción de la Secretaría.


Miércoles, 27 de agosto de 2014
María Luz Nóchez y Tomás Andréu

Son las 5 de la tarde y en la sala de reuniones del edificio A5 en el centro de gobierno se ha convocado a una reunión con los directores nacionales. Este jueves 17 de julio, Ramón Rivas se dirige a su equipo de trabajo, ese que había anunciado 16 días atrás. Habla un poco subido de tono, se le nota molesto, indignado. Mientras pronuncia su discurso, Rivas hace alusión a la lealtad, a que hay que trabajar de la mano por una institución que fue dejada a la deriva por la administración anterior y recuerda que “todos trabajamos para un proyecto juntos”. Repite y refuerza la idea de que en su gestión no hay espacio para intereses personales. Entre los participantes hay quienes parecen sentirse aludidos, intercambian algunas miradas y toman nota y bajan la cabeza. La reunión se extiende por dos horas y pasadas las 7 de la noche la sesión se da por finalizada.

Hasta hace 16 días, Rivas se había referido a los integrantes de su equipo como las personas idóneas para echar a andar su proyecto. 'Son de mi entera confianza para recuperar el tiempo perdido en la institución cultural”. Si fue él quien los escogió y les dio su voto de confianza, ¿por qué este jueves 17 de julio ha tenido que reiterarles que deben ser leales?

Una hora antes, el mismo jueves y en el mismo edificio A5, se había celebrado otra reunión. También con los ejecutivos de la institución. Esta había ocurrido en las oficinas que colindan con el despacho del secretario de Cultura Ramón Rivas. Siete de los personajes que integraban aquel grupo de entera confianza se habían dado cita a las 4 de la tarde en la oficina de Fidel Majano, gerente administrativo. La convocatoria que se les había hecho por teléfono decía que “cosas graves” estaban pasando en la institución y que era importante reunirse para discutirlas. Rivas, a cargo de la Secultura con apenas 47 días calendario en el cargo, no había sido convocado. Sí estaban, en cambio, Fernando Umaña, director de espacios públicos; César Pineda, director de casas de la cultura viva comunitaria; Marta Rosales, directora de formación en artes; Carola Cardona, directora de relaciones internacionales y cooperación, David Duke, artista plástico y colaborador de Rosales; Fidel Majano y Eunice Payés, asesora del despacho en temas artísticos. La convocatoria la había hecho Eunice Payés, a quien muchos tanto dentro como fuera de la institución dan por viceministra de Cultura a partir de 2015, cuando la Secretaría pase a ser un Ministerio. Tres fuentes consultadas por El Faro que prefieron mantener el anonimato confirmaron que los mencionados estaban presentes. De hecho, El Faro consultó con ellos y dijeron que sí se habían reunido, pero que nunca una de esas sesiones había tenido motivos conspirativos. 

Una vez reunidos, Payés tomó la palabra para explicar a sus compañeros a qué aludía cuando por teléfono les hablaba de 'cosas graves': “Ramón está llevando su propia agenda”, les dijo. Y agregó que a los reunidos los estaba dejando fuera del proyecto, que los marginaba. La queja incluía, además, un señalamiento contra el equipo de máxima cercanía a Rivas: Jesús Villalta, gerente de comunicaciones; Manuel Zeledón, gerente de planificación y desarrollo institucional; y David Hernández, quien también es asesor del despacho. Los tres son acusados de ser “areneros”, de influir en las decisiones que Rivas toma, y de no obedecer las de los invitados a esa reunión de la que Rivas terminaría enterándose. Villalta ocupa por segunda vez la silla de gerente de comunicaciones. Ya en 2010 se la había otorgado el exsecretario Héctor Samour, y tampoco es primera vez que se encarga de dirigir las comunicaciones de una oficina gubernamental. Formó parte del equipo de Evelyn Jacir de Lovo en el Ministerio de Educación, luego siguió con ella en la Defensoría del Consumidor y también la acompañó durante la campaña electoral por la alcaldía de San Salvador cuando ella fue candidata por el partido de derechas Arena.

En esa reunión de las 4 de la tarde, a las palabras de Payés hubo una respuesta al unísono: todos respondieron que también habían percibido lo mismo, la marginación de parte de Rivas y que no se habían sentido tomados en cuenta.

Poco a poco fueron dando forma a un plan. Hablaron de la necesidad de recuperar las riendas del que creían era el proyecto que les estaban robando de las manos, y la primera medida que propusieron fue redactar y enviar una carta a la Secretaría de Cultura del FMLN, dirigida por la diputada Lorena Peña. En la carta expresarían que, tomando en cuenta que Rivas los marginaba y llevaba su propia agenda, en la que influían los tres 'areneros' cercanos al funcionario, se destituyera al secretario de Cultura. Los conspiradores hablaban como si el nombramiento del secretario de la Presidencia para asuntos culturales correspondiera al partido de izquierdas y no al presidente Salvador Sánchez Cerén. De las siete personas en esa reunión, al menos tres fueron referidas por el FMLN para ocupar un cargo dentro de la institución. Tres de ellos, consultados por El Faro sobre su nombramiento impulsado por el partido confirmaron que, en efecto, habían llegado a la institución por llamado del FMLN, aunque no son militantes. Incluso Rivas confirmó a El Faro que estas tres personas fueron puestas en el cargo desde el partido.

Las fuentes que permitieron reconstruir lo que sucedió en la oficina de Fidel Majano aquel 17 de julio, pidieron que no se revele su nombre porque temen sufrir represalias y perder su trabajo. Majano, sin embargo, aceptó haber prestado la sala de reuniones de su oficina. Aseguró a este periódico que estuvo presente en la reunión, pero 'solo un momento', porque siendo él un colaborador del área técnica y financiera, no tenía por qué estar en una sesión donde se discutieran temas artísticos y culturales.

La reunión duró unos 30 minutos y decidieron dar seguimiento a la construcción del plan en una segunda sesión que se realizaría al siguiente día, viernes 18. Luego, a las 5 p.m., se unieron al resto de directores para atender la convocatoria que había hecho Rivas en la que les habló de la importancia de la lealtad.

Una semana más tarde, las alarmas en la institución se activaron. El viernes 25 de julio, el Sindicato de Trabajadores de la Secretaría de Cultura (Sitrasec), que desde que se anunció quién sería el funcionario que reemplazaría a Granadino dieron su voto de confianza a Rivas, decidió alertar al titular. Lo invitó a una reunión en la que estuvieron Rivas y dirigentes sindicales. Basilio Ayala, secretario general de la organización, dirigió la sesión y advirtió a Rivas que había personas que querían hacerle daño. El secretario le respondió que estaba al tanto de la conspiración y le agradeció: 'Ya sé, ya me di cuenta de que me quieren joder', le dijo.

La reunión continuó y el sindicato le ratificó su respaldo en caso de que los detractores de Rivas ejecutaran el plan aprovechando una ausencia que el secretario tenía programada. Rivas tendría que salir de El Salvador durante las próximas dos semanas para asistir al Congreso Cultural de Tonalestate (Italia), y luego como jefe de misión para rendir un informe verbal sobre la situación de los indígenas en El Salvador, en Suiza.

Al final, Rivas terminó anunciando que iba a tomar medidas, pese al desgaste público que eso le pudiera provocar. 'A mí quien me nombró fue el presidente de la República y es es el único que puede quitarme', subrayó.

Casi un mes después de aquella reunión en la oficina cercana al despacho de Rivas, el 15 de agosto, hubo otra reunión de directores. Esta vez la había convocado Carola Cardona, a quien Rivas había nombrado secretaria en funciones durante su ausencia. Cardona notificó las medidas de las que Rivas había hablado a los sindicalistas. Cardona dijo que Majano sería separado de su cargo, que Payés regresaría a sus deberes como maestra en el Centro Nacional de Artes, y que Umaña no ocuparía más el cargo de director de espacios públicos.

La situación era complicada para Rivas tomando en cuenta que los dos funcionarios más relevantes en la Secretaría, él y Payés, habían sido las cartas a que había apostado la misma persona: Lorena Peña, diputada y encargada de la Secretaría de Cultura del FMLN. Peña tal vez no midió que la personalidad y la potabilidad de estas dos figuras podía ponerlas en pugna con alguna facilidad. Forjado en Europa y codeándose con la comunidad académica de Latinoamérica, el nombre de Ramón Rivas no dejaba de tener cierta bienvenida con fe tras una gestión cultural que en el quinquenio del presidente Funes quedó marcada por muchos como desastrosa. El mismo Rivas renunció en 2012 y no se guardó sus críticas hacia la administración de Magdalena Granadino. Pero su virtual llegada al cargo obtuvo algunas críticas desde el inicio. Hubo quienes cuestionaban su salud y aseguraban que su estado era terminal, de tal manera que reflotar a la hundida Secultura le costaría la vida. Él salió al paso y lo dejó claro en sus primeras apariciones con la prensa: “Estoy vivito y coleando, y este compromiso lo agarro con entusiasmo”.

Ramón Rivas, secretario de Cultura, durante la presentación del libro
Ramón Rivas, secretario de Cultura, durante la presentación del libro 'La guerra centroamericana contra los filibusteros, 1856-1857', de Carlos Pérez Pineda, el 1 de julio de 2014 en el Museo Nacional de Antropología (Muna) / Foto de Élmer L. Menjívar.

Con Eunice Payés las cosas fueron distintas. La posibilidad de que tuviera una cuota de poder no hacía gracia ni a buena parte de artistas, ni en los trabajadores de la Secultura ni a académicos. Más allá de sus credenciales, lo que hacía ruido era lo que algunos califican como su mal carácter, sus dificultades para el diálogo y su forma arbitraria de desempeñarse como funcionaria. Ya entre 2010 y 2011 se había desempeñado como la coordinadora académica de la Escuela Nacional de Danza 'Morena Celarié', de donde salió por problemas con los maestros. Aun así, el secretario de Cultura afirmó públicamente en junio que “mi brazo derecho e izquierdo en la institución es Eunice Payés. Ella es la responsable de la institución después de mí”. Si Rivas se convertía automáticamente en ministro de Cultura tras la transformación de la Secultura, esto también alcanzaría a Payés, quien sería por efecto dominó la viceministra en la institución.

En los primeros meses de 2014 —al calor de la campaña presidencial— los nombres de Rivas y Payés ya eran secretos a voces destinados a ser las autoridades culturales del gobierno del FMLN. Y en esos días hubo intentos por zancadillarles el camino. Un día, Lorena Peña recibió una carta en la que los remitentes le hacían ver que debería tener en cuenta otros nombres para la Secultura. La misiva la firmaban un grupo de académicos e intelectuales ajenos al partido. La diputada leyó la carta pero eso no modificó su decisión. La petición de reconsiderar al dúo que tomaría las riendas de la institución fue dirigida con copia al secretario general del FMLN, Medardo González y a los candidatos a la presidencia y vicepresidencia, Salvador Sánchez Cerén y Óscar Ortiz. Aun así,  la diputada no dio marcha atrás con su apuesta y a partir del día 1 de junio, el nuevo jefe de Estado cumplió el deseo de la diputada Peña.

Ramón Rivas siempre supo que su compañera de fórmula sería Eunice Payés, pero no imaginó que su “brazo derecho e izquierdo en la institución” terminaría siendo una sombra incómoda para su gestión, apenas empezada esta.

Fueron varias personas las que estuvieron involucradas en el plan para pedir la cabeza de Rivas, sin embargo, cuando El Faro las buscó para que explicaran su actuación, estas cerraron filas y empezaron a usar la etiqueta de “problema doméstico” para referirse al complot. Añadieron el estribillo de que estos problemas ocurren hasta en las mejores familias.

Rivas se rehúsa a dar detalles, pero admite que una vez que logró superar el intento de golpe, se le acercaron algunas de las personas que participaron en los planes contra él. 'Hubo algunos que se disculparon conmigo'. 

Los involucrados niegan su participación en una reunión que hayan tenido como fin último la destitución de Rivas, pero en una reunión celebrada el 19 de agosto a las 10 a.m., un mes después de que se gestara la revuelta, se disculparon con él y le reiteraron su lealtad. Consultados sobre esto, César Pineda y Marta Rosales aseguran que al menos ellos nunca se habían disculpado por haber participado de una reunión. Pineda dice que no hay ningún motivo por el cual deba disculparse; Rosales, en cambio, sí admite haberle pedido disculpas, pero que las razones no tiene por qué contárselas a la prensa y no eran que fuera parte del complot. Rivas se reserva los nombres: “Hubo algunos que se disculparon conmigo, porque yo también los he buscado”.

Uno de los señalados como parte de la conspiración dijo, también, que lo de la conspiración responde a rumores infundados y a una maniobra para realizar cambios en la institución. David Duke, quien decidió renunciar como colaborador en la Dirección Nacional de Formación en Artes, en parte por estos problemas internos, dice que “solo quien vive en la Guerra Fría piensa que están conspirando contra él”. Duke confirmó que se reunían continuamente con Payés y los demás directores para discutir sobre las dificultades que tenía cada uno en su área de trabajo y que para eso dedicaban la hora de almuerzo o lo hacían al final de la jornada laboral.

A este 'problema doméstico' el secretario general del Sitrasec prefiere llamarlo de otra manera: crisis. “Esto es una crisis institucional. Cuando el secretario de Cultura, nombrado por el presidente de la República, toma decisiones que le competen a él y por ley, y viene otra persona y se las quiere cambiar políticamente, entonces, eso ya es una crisis”, sentencia sin aspavientos el secretario general del Sindicato de Trabajadores de Secultura (Sitrasec), Basilio Ayala.

Ayala dice ser militante del FMLN desde hace 25 años y cree que su partido está teniendo injerencia donde debería respetar el espacio que necesita la administración de Secultura. Por eso decidió hacer un movimiento táctico: “Tuvimos una reunión con él [Ramón Rivas] y le pusimos claras las cosas. Hasta ese momento el doctor no aceptaba que le estaban imponiendo gente, pero hoy ya es claro”. Durante la entrevista, el líder sindicalista no ahorró energías para señalar que una de las personas allegadas al titular de Cultura estaba conspirando contra él. No quiso brindar el nombre, pero poco a poco fue perfilando la actitud y dando detalles de la conspiración y de autor de los hechos: “Este tipo de personajes los sacan del anonimato y los convierten en titulares y llegan a eso. Lo que menos tienen es conciencia laboral”.

—¿Y ustedes cómo supieron que se estaba gestando algo contra él? ¿Cuál fue el primer indicio?

—Cuando el doctor determinó que esa persona no podía ser su asesora, porque no tiene el perfil que la ley requiere para nombrarle un cargo y un presupuesto…

—¿Y esa persona es…?

—La compañera que doña Lorena [Peña] quiere ponerle [a Ramón Rivas] como asesora y como viceministra de Cultura.

El secretario general de Sitrasec no le dice nombres a El Faro, pero tiene razones —según él— para guardárselos. Y tiene otras urgencias que denunciar: la intrusión de Lorena Peña en la Secultura y el escaso margen de acción de Ramón Rivas.

—Volvamos al inicio. Usted dijo que Ramón Rivas no quería que se le impusiera a una persona que no tenía las credenciales para ser su asesora…

—Es correcto.

—¿Y esta persona es…?

—No, nosotros no queremos decir nombres, porque todavía es nuestra afiliada. A él [Ramón Rivas] le dijeron: “Yo quiero que ahí esté como asesora, porque yo ahí la quiero. Y porque ella va a ser la viceministra el próximo año”. Eso es intervenir en las decisiones del presidente de la República. Yo entiendo que el presidente maneja su equipo de trabajo y de confianza porque es su gabinete de gobierno y no lo imponen los diputados. Como sindicato lo que queremos es que no vengan politiqueros a entorpecer el desarrollo del trabajo cultural de la institución, porque ya hay malestar. La gente está incómoda y no ve con buenos ojos lo que está ocurriendo en la institución. Y vamos a tomar una decisión porque las bases nos lo están preguntando. Ya el doctor (Rivas) había tomado la decisión de trasladar a la compañera y se la imponen nuevamente y le refutan la decisión. Ahí ya no está bien la cosa.

—Se lo pondré fácil: usted no quiere decir el nombre, pero solo dígame un monosílabo, sí o no. ¿Esa persona impuesta al doctor Rivas es Eunice Payés?

—Ella. Sí.

Sitrasec es uno de los dos sindicatos de trabajadores de la Secultura, el más grande en número de afiliados. Con la anterior secretaria de Cultura, Magdalena Granadino, midieron fuerzas y esta última perdió y el saldo fue una crisis institucional que ni la derecha de El Salvador vivió durante sus 20 años de gestión. La paralización de labores que hizo el gremio durante noviembre de 2013 puso en los periódicos internacionales el hundimiento en el que había caído la administración cultural del gobierno del presidente Funes. Lo extraño de todo esto es que el FMLN no interpeló nunca al exmandatario por el rumbo de la institución y su pronunciamiento público llegó en las horas finales del conflicto laboral. Para Ayala, es muy extraño que ahora sí el FMLN —a través de su Secretaría Nacional de Arte y Cultura— quiera posicionarse como rectora de las políticas culturales del gobierno de Sánchez Cerén.

“Nosotros se lo dijimos al Frente, le dijimos que le pusiera un alto a la señora [Granadino] y nunca lo hizo”. Ahora, el sindicato le hace un desafío público a Lorena Peña: “Yo no quiero pensar que aquí se está confabulando, conspirando contra Ramón Rivas y que el Frente se está prestando a eso para poner a quienes ellos quieren en el poder. Imagínese qué tan tiernos estamos en este nuevo cambio y a escasos dos meses ya hay conflictos de intereses. Acabamos de pasar una crisis con una mujer que nunca debió llegar a la institución (la exsecretaria de Cultura, Magdalena Granadino) y hoy ya estamos en otra crisis. Esto obedece a algo. Nosotros como trabajadores, como sindicato, le pedimos a la señora a Lorena Peña que no intervenga en este tipo de cosas. Si ella quiere recomendar a una persona, está bien, que la recomiende por amiguismo o por lo que sea”.

Ramón Rivas —asombrado de cómo El Faro se enteró de “este problema doméstico”— aceptó que hubo una confabulación en su contra para derrocarlo. Aceptó también que se reunió con Lorena Peña y que a la salida de esta “hubo un borrón y cuenta nueva”.

El secretario de Cultura afirma que la presencia de la diputada en todo esto es porque ella tiene conocimientos que no le hacen nada mal a la institución cultural del gobierno. Es un complemento, dice. También acepta que una de las protagonistas en la confabulación para serrucharle el piso fue Eunice Payés. 'Se empezó a armar una argollita un tanto insana, en donde en un determinado momento se reúne con otros directores y la idea era destituirme'. 

El Faro llamó a Lorena Peña para conversar sobre este asunto y pactó una fecha. Sin embargo, una reunión urgente le hizo cancelar —a unos minutos— su encuentro con este medio y se disculpó a través de su equipo de comunicaciones. La posibilidad de tener la conversación quedaba para otro día lejano a esta publicación, pues la diputada estaría fuera de El Salvador. No obstante, en la llamada se le consultó por las turbulencias que sonaban en la Secultura y afirmó que todo estaba bien, que incluso se había reunido recientemente con Rivas y Payés. Sobre estos detalles se iba a ahondar en la reunión que a último momento canceló.

Entre todas las fuentes consultadas por este medio, no hay una sola que sepa explicar por qué Rivas, en aquella reunión del 17 de julio con sus directores, les hizo un discurso en que destacaba la importancia de la lealtad y de empujar juntos el proyecto que habían creado. Las mismas fuentes, sin embargo, dicen estar convencidas de que el secretario encontró la manera de enterarse de que a unos pasos de su despacho recién se había celebrado la reunión convocada por Payés.

Este medio buscó a Payés para solicitarle su opinión sobre todos estos eslabones que conducen hacia ella. Lo primero que aconsejó es que se buscara al jefe de prensa de la Secultura, pues ella es funcionaria y el protocolo señala que hay que pasar por el equipo de comunicaciones. Al hacerle ver que las pistas llegaban hasta ella en un tema que nada tiene que ver con la dinámica de la Secultura, respondió que no sabía de qué estábamos hablando. Y colgó el teléfono.

Entonces, El Faro buscó al jefe de prensa de la Secultura, Jesús Villalta. Finalmente, Payés habló. Vía telefónica dijo que sí hubo reuniones con los directores nacionales. 'Pero fueron de trabajo con lineamientos de Ramón Rivas”. Niega que haya encabezado una trama contra el secretario: 'Yo no he tenido reuniones conspirativas. Son rumores. La verdad es que yo estuve hablando con el doctor Rivas… platicando los dos a veces. Lo que pasa es que son como, digamos, problemas domésticos o diferencias. Pero en ningún sentido conspiración. Estamos enfocados los dos, trabajando. Hay una gran cantidad de trabajo en la Secultura'.

—Tuvimos una plática con el doctor Rivas y él dejaba ver que efectivamente hubo esta conspiración en la Secultura. Tanto así que él la tuvo que destituir a usted y varias voces confirmaron a El Faro que usted sí fue removida. ¿Usted no fue removida de su cargo?

—Pues fíjese que… no, la verdad es que no. Yo he estado reuniéndome con el doctor... estoy aquí en el despacho. Hemos platicado con él y nos hemos dado la mano tranquilamente. Nadie me ha informado de esos rumores ni nada.

—¿Y por qué dice usted que se dieron la mano?

—Pues, porque a veces esos rumores y todos esos comentarios y para aclarar las cosas y… y cabal: hemos dicho borrón y cuenta nueva.

—Nosotros tenemos algo más específico: dice el doctor Rivas que usted le pidió disculpas por haber actuado a espaldas de él, cuando él es la máxima autoridad en la Secultura.

—No, yo no he hablado de eso con él.

—¿Pero esa disculpa, extenderle la mano y hacer ese borrón y cuenta nueva existió de su parte?

—Bueno… o sea… digamos, son para… eh… son para trabajar en un ámbito de armonía, de confianza… de que los dos estamos trabajando en la Secultura.

—Entiendo. ¿Pero esa disculpa suya hacia el doctor Rivas existió?

—Pues como se lo dije anteriormente, porque fue por problemas domésticos, problemas de trabajo, pero hasta ahí nomás.

Rivas dice que a él solo le quedan tres opciones ahora: perdonar, olvidar y seguir adelante con aquellos que de pronto se convirtieron en una piedra en el zapato.

“No sé cómo se enteraron ustedes de esto, pero no voy a negar que sucedió”, dijo a El Faro. También añadió que a los que estuvieron conspirando contra él los encaró y les dijo que se dejaran de 'pendejadas'.

—Usted decidió remover a Eunice Payés, pero tal parece que el partido le revocó su decisión.

—Quiero decirte que ella se disculpó y que yo la perdoné, le di la mano y borrón y cuenta nueva.

—¿Se ve terminando esta gestión de cinco años?

—No sé.

—¿Quién tiene la sartén por el mango en la Secultura: el FMLN o Ramón Rivas?

Rivas sube el volumen de su voz, la vuelve más grave y en un tono de enojo responde:

—¡La sartén por el mango la tiene Ramón Rivas!

El pasado miércoles 20 de agosto, Peña lo citó a él y a Payés a su despacho en la Asamblea Legislativa para zanjar los conflictos y establecer algo parecido a una amnistía. En la reunión, en la que también participó Wilfredo Zepeda, segundo al mando de la Secretaría de Cultura del FMLN, se pusieron las cartas sobre la mesa y se le pidió a ambos dejar atrás lo ocurrido y comprometerse a trabajar juntos con respeto a las funciones establecidas de cada uno. Para sellar el acuerdo, los funcionarios se estrecharon la mano en señal de paz. Como resultado, Payés se mantiene en su cargo como asesora y su oficina en el despacho. Y Fidel Majano, quien entró como gerente administrativo, y a quien Rivas había despedido, fue reubicado como administrador del parque Saburo Hirao, pese a que días antes Rivas había admitido a este periódico que no lo reubicaría.

A Rivas -y también al FMLN- aún les queda una carta por jugar: la definición de quién asumirá, en 2015, el cargo de viceministro o viceministra de Cultura. Hasta ahora, todo mundo había dado por descontado que Payés era la elegida. Tras el amotinamiento quizás ya no sea tan fácil asegurarlo.

—¿Eunice Payés se mantiene como la designada a convertirse en viceministra?

—No lo sé. Eso le corresponde al presidente —dice Rivas.

—Pero usted, al llevar la batuta de esta institución, es quien sabe el perfil que debería de llenar la persona que lo va a acompañar. Por lo menos podrá recomendar a alguien.

—Sí, eso sí. Pero todavía no estoy pensando en eso.

La bailarina Eunice Payés levanta la mano de Salvador Sánchez Cerén en representación del gremio de artistas para respaldar el apoyo a su candidatura.
La bailarina Eunice Payés levanta la mano de Salvador Sánchez Cerén en representación del gremio de artistas para respaldar el apoyo a su candidatura.

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