El Ágora /

Sarbelio, la tripulación tiene que...

El artista visual y escenógrafo teatral Sarbelio Henríquez, de 29 años, murió ahogado el domingo 17 de agosto en las playas de San Diego, La Libertad. El director de teatro Santiago Nogales escribe este obituario para recordar el legado humano y artístico de su compañero de escena.


Miércoles, 20 de agosto de 2014
Por Santiago Nogales*

Al alba del día que iba a ser tu último domingo busqué, con avidez, el suplemento literario de un periódico ibérico que necesito leer, por lo menos en parte, tempranito para no iniciar el día de malas. Ceñudo, dice Ro.

Encontré en él, el puñetero domingo, un artículo de Leila Guerriero, en el que aborda el tema del poder de la literatura frente al dolor de la ausencia. Su lectura estremece a cualquiera. La autora hurga, de manera magistral, en un asunto que desde hace tiempo me escuece en exceso. A tal punto,  que he dejado sin terminar algunas cosas, muy buenas, de Luis Mateo Díez o de Piedad Bonnett, arrasado y sin aire. Prometo terminarlas.

Por culpa de una recomendación en una red social –malditas sean–  esta vez me dejé llevar, y me sumergí en la relación de textos con los que, la Guerriero, hace inventario de autores y autoras que han querido exorcizar el desgarro a través del acto de creación literaria.

¡Qué lejos estaba de poder imaginar siquiera, que antes de que terminara de leer el suplemento, una llamada telefónica, de alguien a quien vestiste para la escena un montón de veces, iba a quemar con  un trazo violento, de cal viva, un pedazo del alma de Moby Dick Teatro!

Hoy parece que al teclado le han colocado papel de lija para que los dedos escuezan. ¡Te pedí tantas veces que resolvieras detalles con texturas ásperas! Carcajadas. Ya sé, ya sé, respondías, no querés nada asquerosamente limpio. Más carcajadas. Eso nos traías, al local, a diario. Puede que no trajeses el detalle terminado, pero risas… todas.

Tu risa se la han llevado las olas. Nos han revolcado a todos, a todas, y al salir, al sacar la cabeza, para agarrar aire, solo podemos aspirar luz. Tu luz. La que nos has dejado. Para que te respiremos. Aquella que le pusiste a cuanto espacio escénico parimos juntos. ¿Cuántas veces hablamos de la mar como territorio literario? ¡Qué cosas! Desde hoy Conrad, Corto Maltés, Paternain, Stevenson… son los padrinos de tu último bautizo. ¡No te quejés, te prometo que los quisiera para mí!

Te gustaba ponerle la tilde a tus espacios escénicos con detalles que provocaron, primero, asombro, por el atrevimiento- eras tan joven-  y después, regocijo por lo atinado. ¡Aquel timón, para Última Calle Poniente, hecho con una rueda, chiquita, de bicicleta y botellas de plástico! ¿No te gusta Kantor? Pues tomá, para que te callés, parecían decir tus ojos de corsario levantino.

Aprovechabas todo. En el local de ensayo, por momentos, parecías ausente. Mentira. Siempre estabas con la antena puesta. Y en eso, nunca te lo dije, me recordaste siempre a uno de mis maestros, Don Francisco Nieva. Hacías tuyas las indicaciones que le daba al músico. A las que te daba a ti les ponías menos atención. O ninguna. Creo que, en el fondo, te divertía ver mi cara de asombro cuando lo que traías, de tu taller al local, no se parecía en nada a lo  plasmado en los figurines o en los bocetos. ¡Y qué no ven que esto es solo la base!, respondías. A continuación vendría el estallido de la de madre de mis hijas. ¡Ro tan visceral y tú tan divertido! Madre e hijo. Mercy y Dinora, más reposadas, reían por la comisura. Con retranca. Juancar golpeaba el piano. Víctor sacudía la guitarra, Afinados. Y tú tan feliz.

Creo que hiciste magia muchas veces. Seré egoísta, sobre todo con Moby Dick Teatro. ¡Ves, ya saltaron los demás! ¡Serán celosos! Era broma. Pero con las botellas de luz, de la escena del Caronte centroamericano, todavía se preguntan en algún festival andino cómo lograste el efecto. ¡Qué pillo!  Seguro que todavía estás riéndote.

¡Maldito domingo podrido! Nunca me cayeron bien, son traidores, te descuidás y se tornan en lunes. Nunca sabremos, de verdad, qué cara tiene un domingo. Taimados acostumbran a ser. No te fiés de ellos, Sarbe. Nunca. Ni ahora. Tú podés pintarlos de viernes. ¡Ay, los viernes, estos son otra cosa, están hechos de otra pasta. Recordá, acompañaron a Crusoe, son más humanos. Hacelo, no perdás el tiempo, agarrá cuatro cartones, media docena de maderas astrosas, si tienen naufragios en su hoja de vida, mejor, y convertí a todos los domingos en cualquier otra cosa. En definitiva, sarbelízalos. No permitas que en tu nueva casa existan los domingos, tenés tanta fuerza, y hay en vos tanta luz, que lo vas a lograr. Y si empujás fuerte, nos vamos a enterar los de este lado. Silbá algo, para avisarnos, como cuando pintás, quemás, cortás o cosés. Cuando, acá también, hayamos desterrado, de la semana, a ese puñetero día, cuando no quede un domingo putañero sobre la tierra, ni sobre la mar, ni sobre los cielos  entonces … nos veremos de nuevo. Y prepárate, porque estoy escribiendo algo más largo que esto y vamos a tener que parir un espacio nuevo. Ahora, y  no es alusión a Brook, tenemos un espacio vacío. En el alma. Te quiero. ¡Qué suene Waits!

P.D. Sarbe, dice Naroa que no nos preocupemos, que vos estás feliz. Nerea, calla. Claro, ella prefiere escribirlo.

A la izquierda, Sarbelio Henríquez, junto a sus compañeros y compañeras de Mobydick Teatro: Santiago Nogales, arriba al centro, y de arriba hacia abajo, Rosario Ríos, Dinora Cañenguez y Mercy Florez; a la derecha, Juan Carlos Berríos. / Foto de José Carlos Reyes.
A la izquierda, Sarbelio Henríquez, junto a sus compañeros y compañeras de Mobydick Teatro: Santiago Nogales, arriba al centro, y de arriba hacia abajo, Rosario Ríos, Dinora Cañenguez y Mercy Florez; a la derecha, Juan Carlos Berríos. / Foto de José Carlos Reyes.


* Santiago Nogales es director de teatro en la compañía Mobydick Teatro.

logo-undefined
CAMINEMOS JUNTOS, OTROS 25 AÑOS
Si te parece valioso el trabajo de El Faro, apóyanos para seguir. Únete a nuestra comunidad de lectores y lectoras que con su membresía mensual, trimestral o anual garantizan nuestra sostenibilidad y hacen posible que nuestro equipo de periodistas continúen haciendo periodismo transparente, confiable y ético.
Apóyanos desde $3.75/mes. Cancela cuando quieras.

Edificio Centro Colón, 5to Piso, Oficina 5-7, San José, Costa Rica.
El Faro es apoyado por:
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
logo_footer
FUNDACIÓN PERIÓDICA (San José, Costa Rica). Todos los Derechos Reservados. Copyright© 1998 - 2023. Fundado el 25 de abril de 1998.