Donetsk, UCRANIA. Según el “primer ministro” de la autoproclamada República Popular de Donetsk, Alexandre Borodai, han huido más de 70,000 de los 900,000 habitantes de esta estratégica ciudad que en la actualidad forma parte de Ucrania.
El viernes todos los trenes salían completos, pero es algo que sucede con frecuencia, explica una empleada de los ferrocarriles. Las partidas transcurren en calma, sin nervios ni escenas de éxodo, aunque sí con largas colas para sacar los billetes.
“Llevo aquí más de 40 años y es muy difícil para mí abandonar esta ciudad. Pero no queda otra”, explica Natalia, que toma un tren a Dniepropetrovsk, a 250 kilómetros de Donetsk, para intentar llegar a Rusia. Y explica que ha oído “regularmente bombardeos. Los aviones volaban en permanencia cerca de mi casa y tiraban en la ciudad”.
Un quincuagenario que vigila un montón de bolsas y prefiere silenciar su nombre, se dispone a mandar a sus hijas y nietos a casa de unos parientes en Rusia. “Todo está cerrando aquí, no hay trabajo y se está volviendo muy peligroso”.
Duelos esporádicos de artillería se pueden oír desde el aeropuerto situado a unos kilómetros, que los separatistas intentan arrebatar a las fuerzas unionistas, para sobresalto de comerciantes y clientes de un pequeño mercado instalado delante de la estación.
“Da mucho miedo”, suspira Iaroslava, que tiene un puesto de gafas de sol. “Pero nosotros no queremos marcharnos. Solo queremos sobrevivir y no ser bombardeados más”.
Bancos y comercios cerrados
La huida también pasa por la carretera. “Yo diría que uno de cada cinco coches es de refugiados”, explica “Alex”, joven voluntario prorruso que monta guardia armado en un control en Makeevka, a unos 20 kilómetros al este de Donetsk. “Pero yo no me iré a ningún lado. Mi madre, mis dos abuelas están enterradas aquí, así que yo lucharé aunque haya mandado a mi mujer a Rusia”.
Minibuses, trolebuses y tranvías todavía funcionan pero la circulación, de vehículos y peatones, en la ciudad está reducida al estricto mínimo. No queda casi ningún café o restaurante abierto, y los pocos que aún sirven cierran a las nueve de la tarde, mucho antes de que se haga de noche en esta zona del planeta
Solo las tiendas de alimentación parecen funcionar con normalidad y por ahora evitan las penurias. Pero bancos y comercios que pueden sufrir algún tipo de saqueo llevan tiempo cerrados.
Las “informaciones” sobre choques o que anuncian con certeza inminentes ofensivas unionistas o rebeldes, rebotan en las redes sociales y suscitan inquietud o esperanza.
En las inmediaciones de la ciudad, las barreras de los “defensores” separatistas están en alerta. Algunos transeúntes les pasan un cartón de cigarrillos o paquetes de galletas. No hay alcohol.
En un check-point del “batallón Vostok” (este), una de las unidades prorrusas más organizadas y profesionales, los combatientes dicen que están decididos a “defender el territorio de la República Popular de Donetsk”, como dicen sus dirigentes. E incluso un poco más, como explica uno de ellos. “En mi opinión, no vamos a tener tiempo de mirar la final de fútbol el domingo. Vamos a reconquistar nuestras tierras”.
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