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Funes y su bastón

Herido espiritual y físicamente, Mauricio Funes terminó su mandato alejado del partido que lo llevó a la  presidencia, de la oposición, de las cúpulas empresariales e incluso de su familia. Sánchez Cerén despidió a Funes describiéndolo como un aliado, pero funcionarios como el nuevo secretario técnico aclaran que esas palabras se deben al mal momento por el que pasa Funes y que, por el contrario, lo que habrá con él es solo distancia.


Domingo, 1 de junio de 2014
Gabriel Labrador y José Luis Sanz / Fotografía: Mauro Arias

Mauricio Funes, presidente saliente de El Salvador, fue ayudado a subir las gradas por su esposa, la brasileña Vanda Pignato durante la ceremonia de traspaso presidencial en el Cifco de San Salvador. Foto AFP/José Cabezas
Mauricio Funes, presidente saliente de El Salvador, fue ayudado a subir las gradas por su esposa, la brasileña Vanda Pignato durante la ceremonia de traspaso presidencial en el Cifco de San Salvador. Foto AFP/José Cabezas

Mauricio Funes llegó al anfiteatro del Centro Internacional de Ferias y Convenciones cuando el protocolo de la ceremonia del traspaso de mando había comenzado. Los presidentes extranjeros ingresaron robando cámaras y aplausos, pateando la alfombra roja, en medio de todos, a la vista de todos, mientras Funes hacía su ingreso en uno de los costados del auditorio.

La camioneta Prado, blanca, se complicaba en maniobras para acercar a Funes lo más posible a la rampa de descenso que en teoría debería ayudarle a llegar más rápido, y con menos esfuerzo, hasta la tarima principal donde ya lo esperaba la junta directiva de la Asamblea Legislativa. Funes se bajó trabajosamente de la camioneta, y aunque llegó junto a Vanda Pignato, su esposa, pareció bajarse del vehículo en soledad. Su avance era lento y aparentaba ser doloroso y su único apoyo era un bastón. Pocos se enteraron de que la lentitud del presidente fue la razón por la cual el protocolo se frenó por unos minutos. La maestra de ceremonias suplicó comprensión y explicó que la sesión se reanudaría en breve.

Funes avanzó lento, apoyándose en el bastón que sostenía con la mano derecha mientras que la izquierda, con la que hace cinco años sujetaba la mano de su esposa, la ocupa para saludar a quienes coreaban su apellido, esos miles de simpatizantes del FMLN que llegaron por su cuenta, o que viajaron a bordo de los buses contratados. Vanda Pignato también saludó a sus seguidores. 

Funes llegó al pie de las gradas que lo conducirían al centro de la mesa de honor que compartiría con la directiva de la Asamblea Legislativa. Llegó y detuvo sus dolorosos y descompuestos pasos. Vaciló. Entonces su esposa lo tomó por el  codo izquierdo y se convirtió en su segundo bastón. Los vítores del público resonaron en el ambiente, como si fueran parte de un pacto oculto en el protocolo de la ceremonia. Por tercera, cuarta vez, el auditorio coreó las cinco letras de su apellido, una por una. Cuando consiguió subir a la tarima, los diputados de Arena se negaron a estrecharle la mano y el auditorio los sancionó con abucheos. 

Formalmente el expresidente no precisaba de los gritos del público: antes de abandonar el poder presumió cada vez que pudo de haber cerrado su gestión con la mejor evaluación presidencial de las últimas cinco administraciones: un 72 % de aprobación según la encuesta Cid-Gallup de El Diario de Hoy.

El FMLN también tuvo palabras de consuelo para Funes, su Funes. Son palabras que en boca de Salvador Sánchez Cerén, el nuevo presidente, parecían más las palabras que se dirigen a un aliado, a un compañero de cruzadas. En esas palabras no hay distanciamientos, sino aquella vieja idea de que el FMLN y Funes son uno solo.

“Trabajaremos con honradez, austeridad, eficiencia y transparencia. Queremos una sociedad que exija principios éticos a sus funcionarios”, dijo Sánchez Cerén. Y luego agregó, para incluir a Funes: “Los recursos del pueblo son sagrados. Ttal como se hizo en este gobierno, continuaremos con el compromiso de no más corrupción”, dijo el nuevo presidente en su primer discurso. Los aplausos no se hicieron esperar.

Pero al terminar los actos protocolarios y los aplausos, la imagen de el expresidente hermanado con el partido que lo llevó al poder terminó: no todos lo dicen duro y claro. Hay gente en el FMLN que prefiere lanzar la piedra bajo el anonimato. “Mauricio necesitaba esas palabras, recordemos que ayer falleció su mamá, y lo que se dijo solo fue por eso. No significa nada más. El distanciamiento sí es real”, dijo uno de los funcionarios que trabajaron bajo la administración Funes y que seguirá formando parte del nuevo gobierno.

El exdiputado Roberto Lorenzana es quien hasta hace poco llevaba la vocería oficial del FMLN y que desde este domingo es el secretario técnico de la Presidencia. “Hay una situación especial. El día de ayer murió la madre del presidente y sin duda la reivindicación no solo moral sino política se crece en un momento en el que hay un irrespeto total por parte de Arena, que ayer, mientras la muerte estaba anunciándose a la madre, estuvieron dos horas reventando cohetes a una cuadra. Así que había que acompañarlo y esta es una decisión no solo del presidente sino del partido”, dijo el secretario técnico.

En pocas palabras, fuera de cámaras, el FMLN quiere distanciarse de Mauricio Funes. Quizás no de su legado, pero sí de él, como personaje político individual. El secretario técnico de la Presidencia sostiene que si hubo gestos de agrado con Funes en el discurso fueron eso, discurso y nada más: “De todas maneras creo que también ha quedado totalmente claro (que hay) un discurso totalmente distinto, en tanto a que hay un llamado de convicción, a un entendimiento nacional, al diálogo, que es un estilo totalmente diferente”, precisó este funcionario.

Durante las últimas semanas de su gobierno, Funes tensó la relación con el FMLN: Lorenzana y Funes entraron en una refriega verbal por el apadrinamiento de las nuevas reformas fiscales. Ni el FMLN ni Funes querían sufrir el costo político de impulsarlas.

Las diferencias no paran ahí. Al FMLN nunca le terminó de gustar del todo la relación de Funes con el partido Gana, un partido de exareneros que se caracterizó por carecer de ideología política y que se convirtió con facilidad en un aliado táctico del gobierno en la Asamblea para aprobar todo aquello que la administración Funes necesitara. “Pero no son nuestros aliados programáticos”, decía Lorenzana, en una entrevista, en 2011.

Funes también dejó desazón por sus otras alianzas. Con el empresario y amigo Miguel Menéndez, por ejemplo, quien se favoreció con múltiples contratos estatales para servicios de seguridad privada. O por las alianzas que permitieron que, en medio de una extraña liberación de diputados, cinco legisladores dejaron la bancada de Arena para declararse independientes y para votar a favor del presupuesto que Funes necesitaba para el año 2012.

El luto por la pérdida de su madre es el cierre para unos días que fueron desastrosos para Funes. No solo porque el Parlamento Centroamericano rechazó juramentarlo y darle inmunidad como diputado este lunes 2 de junio, sino también porque la Corte Suprema de Justicia a través de la Sala de lo Constitucional congeló cualquier posibilidad de nombramiento como parlamentario centroamericano, mientras estudia la constitucionalidad de que los expresidentes asuman una curul sin ser elegidos por el voto popular.

Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén durante la campaña electoral, en la que el FMLN ofreció ser el
Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén durante la campaña electoral, en la que el FMLN ofreció ser el 'gobierno del cambio'. 15 de marzo de 2009. Foto José Cabezas (AFP).

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